JUDITH DEL RÍO | lavanguardia.com | 25/06/2025
El especialista pide que tengamos en cuenta que la memoria es selectiva, por lo que deja atrás aquello que no quiere recordar y nos impide ser felices
Somos culpables de idealizar el pasado. Nuestra memoria tiende a suavizar los recuerdos negativos y resaltar todos los momentos felices que vivimos siendo niños, jóvenes; una versión azucarada, amable y nostálgica de lo que hemos vivido en realidad.
Una versión
selectiva que nuestra mente no hace por casualidad, sino como mecanismo de
defensa frente a la incertidumbre del presente y el miedo al futuro, haciendo
real ese dicho que reza: “Cualquier tiempo pasado fue mejor”, aunque en
realidad no lo hayan sido del todo.
No obstante,
esto conlleva sus propios problemas. Si las personas idealizan tanto el pasado
que les impide disfrutar o valorar el momento presente, generando una constante
insatisfacción con la realidad actual que les lleva incluso a un estancamiento
emocional, al rechazo del cambio y a una visión distorsionada del tiempo vivido
hasta el punto que se convierte en un obstáculo para el crecimiento personal y
la adaptación, es lo que se llama nostalgia tóxica.
Sobre este tema
se centra el psicólogo Antoni Bolinches en el último episodio de su
podcast Ojalá lo hubiera sabido antes, que comparte con los
escritores y expertos en crecimiento personal Àlex Rovira y Francesc Miralles.
Recordamos lo bueno y olvidamos lo malo, sobre todo en el ámbito de las
emociones o lo sentimental.
La nostalgia
permite escapar del presente y quedarse en un pasado editado y “mejorado”,
creado por esa memoria selectiva en la que el cerebro ha borrado todas esas
anécdotas complicadas o que nos hicieron daño. Por eso, la realidad de la
memoria no tiene nada que ver con el pasado, sino con escapar del presente.
“La memoria
tiene tendencia a percibir lo bueno en el perfil del optimista, y por desgracia
tiene tendencia en recordar lo malo en el perfil del pesimista”, comienza
explicando Bolinches. “El recuerdo se convierte en un refuerzo o profecía
autocumplidora. Si no pudiéramos olvidar, no podríamos ser felices; por eso,
las personas que se amargan la vida es porque todavía tienen en el presente los
recuerdos negativos del pasado”.
Antonio Bolinches: “De muerto,
nadie da miedo. Los que dan miedo son los vivos. A partir de ahí, cada uno se
forma su propio discurso para exonerar de la maldad a las personas que ya no
nos pueden hacer daño”
Una variable optimismo/pesimismo que, según el psicólogo, es fundamental para tomarnos la vida de una determinada manera “para amargarnos o endulzarnos”, indica. Sobre todo, en temas de amor. “Las personas se dan cuenta de a cuántas parejas dejaron, pero el problema es que ellos se han quedado con el daño que les han dejado a ellos, no el que ellos han podido hacer”, continúa el especialista.
“Para no
engañar a la propia memoria, propongo un diálogo interior. Hablar con nosotros
mismos y tener capacidad de resistir la frustración”, anima. “Quien no acepta
una mala experiencia, automáticamente distorsiona su percepción de la
realidad”, apunta Bolinches.
Una medida de
protección para “hacer la paz con su propia conciencia”, pero que ayuda a
sobrevivir y ser felices. “Gracias a que la memoria es selectiva podemos
olvidar lo malo, pero hay que ser consciente de eso. Gracias a la aceptación
superadora de esos malos recuerdos podemos modificarlos en la terapia vital.
Solo podemos cambiar lo que previamente podemos aceptar. Y recordemos: saber
olvidar ya es tener buena memoria”.