NORBERTO ABDALA | (Clarin) lavanguardia.com | 07/08/2025
Las personas con ansiedad recurren al alcohol para aliviar sus síntomas, pero esto crea un círculo vicioso
El consumo de drogas y alcohol en contextos ceremoniales y festivos es una
práctica ancestral presente en prácticamente todas las culturas humanas. A lo
largo de la historia, estas sustancias han sido utilizadas con diversos
propósitos, desde la conexión espiritual y la celebración de la vida hasta la
consolidación de lazos sociales o como escape de la realidad cotidiana.
La relación entre la ingesta de alcohol y la ansiedad es un tema complejo
que hace años ha captado la atención de investigadores y profesionales de la
salud mental.
Implica considerar distintas facetas: desde una perspectiva clínica y
tradicional hasta la interacción con las dinámicas sociales, estados emocionales
o la química cerebral.
El alcohol actúa como un “facilitador social”, lo que induce a muchas
personas a consumirlo para relajarse, socializar y manejar la tensión nerviosa
y, más aún, en quienes padecen de timidez o fobia social.
Esto ocurre porque el alcohol potencia la acción del GABA (ácido
gamma-aminobutírico), un neurotransmisor que inhibe la actividad cerebral y
produce una sensación de calma. Al mismo tiempo, reduce la actividad del
glutamato, un neurotransmisor excitador, lo que contribuye aún más a la
sensación de relajación.
Sin embargo, este efecto es temporal. A medida que el alcohol se
metaboliza y desaparece del organismo, aumenta la producción de glutamato, lo
que se traduce en ansiedad, inquietud, nerviosismo, irritabilidad o
agresividad, lo cual induce a seguir bebiendo.
Alcohol y ansiedad
Muchas personas experimentan ansiedad al día siguiente de beber alcohol,
lo que se conoce como hangxiety (ansiedad de resaca), que
ocurre por varias razones:
1.
Al desaparecer el alcohol del cuerpo,
persisten los niveles elevados de glutamato, lo que genera síntomas de
ansiedad.
2.
Por deshidratación y alteraciones
electrolíticas metabólicas, ya que el alcohol es un diurético, afectando el
equilibrio neuroquímico del cerebro y ocasionando palpitaciones, mareos y
sensación de inquietud.
3.
También por disminuir los niveles de
azúcar en sangre, con síntomas como debilidad, temblores y sudoración, lo cual
genera ansiedad o miedos en personas predispuestas a padecerlos.
4.
Por alterar el sueño nocturno, ya que
aunque puede inducir sueño rápidamente, también interfiere con la fase REM y la
calidad del descanso lo cual contribuye al malhumor, irritabilidad y ansiedad
del día siguiente.
Por lo tanto, las personas con ansiedad recurren al alcohol para aliviar
sus síntomas, pero esto crea un círculo vicioso. Aunque al principio el alcohol
parece ayudar a calmar la ansiedad, su efecto rebote la empeora.
Con el tiempo, la persona puede volverse dependiente del alcohol para
sentirse bien, lo que genera una adicción y agrava aún más su problema de
ansiedad. Varias investigaciones han demostrado que las personas con
trastornos previos de ansiedad tienen un mayor riesgo de desarrollar
dependencia al alcohol y que, a su vez, el alcoholismo puede aumentar los síntomas
de ansiedad.