miércoles, 13 de mayo de 2015

Así se ve el placer y el dolor en el cerebro

psiquiatria-NEUROCIENCIA

Un estudio desvela cómo funcionan dos circuitos neuronales claves para las emociones.
El hallazgo puede ayudar a comprender mejor la ansiedad, la depresión o la adicción a las drogas.

NUÑO DOMÍNGUEZ | El País | 29/04/2015                                                            

En la vida, todos los comportamientos posibles se resumen en dos: buscar placer y evitar el dolor. Lo dice la neurocientífica del Instituto Tecnológico de Massachusetts Kay Tye. Para hacerlo y seguir vivo hace falta un cerebro capaz de almacenar memoria emocional, recuerdos malos y buenos que nos dicen cómo actuar cuando volvemos a encontrar amenazas o premios. Por ahora es un misterio cómo diferentes redes de neuronas dentro del encéfalo se encargan de procesar toda esa información. Para intentar aclararlo, un nutrido equipo de neurocientíficos de EE UU ha analizado en directo el cerebro de ratones que experimentaban dolor o placer gracias a nuevas técnicas de neuroimagen. Los resultados muestran que los circuitos cerebrales que controlan las experiencias positivas y negativas están conectados y pueden anularse unos a otros. Las experiencias dolorosas no solo serían malas por sí mismas sino que además debilitarían la capacidad para procesar nuevas sensaciones agradables. Esto, piensa Tye, puede tener importantes implicaciones para el estudio de trastornos como la ansiedad, la depresión o la adicción a las drogas que podrían originarse cuando estas conexiones se desbaratan.
Ambos circuitos cerebrales se contrarrestan "como un péndulo"
“Estos circuitos son muy parecidos en ratones y humanos y creo que nuestros hallazgos pueden ser muy relevantes para las personas”, explica a Materia TyeSu equipo presenta hoy en Nature una instantánea de esos dos entramados de neuronas en pleno funcionamiento. Lo han conseguido introduciendo moléculas fluorescentes en el cerebro de ratones que bien sufrían unas pequeñas descargas eléctricas o recibían una golosina justo después de escuchar un sonido de alarma. Así han podido dilucidar qué neuronas intervienen en cada uno de los circuitos y, más importante aún, han visto cómo ambos están interconectados. Para comprobar cómo funciona cada uno, el equipo de Tye ha utilizado una técnica muy novedosa conocida como optogenética y que permite activar o desactivar una parte del cerebro a voluntad con luz. Eso les ha permitido demostrar que cuando se estimulan los circuitos que canalizan las experiencias placenteras, el circuito opuesto se bloquea y los ratones pierden la capacidad de aprender de experiencias dolorosas y viceversa.
Hasta ahora, la mayoría de estudios mostraban que el cerebro usa una sola parte para codificar experiencias buenas y malas: la amígdala basolateral. El estudio publicado hoy desvela que ambos circuitos, formados por miles de neuronas, parten de este lugar para bifurcarse a través de sinapsis, o conexiones con otras neuronas, en partes del cerebro específicas para buenos recuerdos y sentimientos de recompensa (el núcleo accumbens) o dolor y miedo (la amígdala centromedial). El equipo, financiado por el Instituto Nacional de Salud Mental de EE UU, ha podido caracterizar la anatomía y la genética de ambos circuitos cerebrales que explican la extraña compenetración entre ambos, “como si fueran un péndulo”, define Tye.
“Nuestro trabajo muestra que hay una interacción entre la valencia positiva y negativa [de las sensaciones] y creemos que por eso es relevante para el estudio psiquiátrico”, resalta. “El estrés crónico y la ansiedad grave pueden conducir a la depresión, que puede estar relacionada con la supresión de los circuitos de recompensa debido a que los circuitos del dolor o el miedo están hiperactivos”, detalla.
Redescubrir el cerebro
Usar la optogenética en humanos para regular ambos circuitos es imposible, pero este equipo y muchos otros piensan que las enseñanzas de este tipo de estudios pueden encaminarse hacia la búsqueda de nuevos tratamientos. “Desvelando el perfil genético de estos circuitos intentamos dirigirnos a un futuro en el que tengamos nuevos medicamentos o tratamientos que, al contrario que las drogas actuales, se dirijan a la plasticidad de las sinapsis ”, añade Tye.

El neurocientífico español Luis de Lecea, que no ha participado en la investigación, subraya su importancia para entender el funcionamiento del encéfalo en un nivel de detalle impensable hasta ahora. “La amígdala era una zona muy difícil de investigar porque es como un ovillo en el que las neuronas están enredadas”, señala. El nuevo trabajo ha sido el primero en desvelar que la valencia positiva o negativa de las emociones no depende de la neurona en sí, sino de sus conexiones con otras neuronas en otras partes del cerebro, resalta De Lecea, que dirige un grupo de investigación en la Universidad de Stanford (EEUU) sobre estrés y adicción. El trabajo entronca con toda una nueva disciplina dentro de la neurociencia que, gracias a la optogenética, está “redescubriendo el cerebro y observando la estructura detallada de sus conexiones tanto en un cerebro sano como en distintas enfermedades”, resalta. El objetivo final, claro, es saber si se puede reconectar el cableado para curarlas.


Pequeños hábitos que lastran nuestra felicidad

PSICOLOGIA
Lo hacemos casi instintivamente. Recordamos con vergüenza y nos recriminamos la debilidad. Así nos machacamos sin querer

CARLOS CARABAÑA | eL pAÍS | 28/04/2015
                                                                     
En la Encuesta de Condiciones de Vida del INE un 63,6% de la población valora su satisfacción global con la vida entre los siete y los diez puntos. Buena cifra, pero significa que hay un tercio que no cree que su vida en general merezca más de un seis en felicidad. Lo cual no deja de ser curioso porque al tratarse la felicidad de un estado mental, ¿no debería uno poder influir en él?
“Tenemos unos 4.000 pensamientos al día y el problema es que no los controlamos”, dice la psicóloga María Jesús Álava, directora de una clínica homónima y autora del libro Las tres claves de la felicidad. “Muchos están distorsionados, son catastrofistas y no son objetivos, del tipo 'Nada tiene solución, toda falla, siempre me ocurre lo mismo...' que nos llevan al límite y nos influyen de forma clara en nuestras emociones”. Es decir, el problema no es tanto lo que pasa sino cómo decidimos abordarlo.
Este tipo de pensamientos, en su opinión, causan una serie de hábitos que califica de tremendos. “Nos machacamos sin piedad, principalmente cuando hemos tenido un acontecimiento poco satisfactorio. Y deberíamos hacer justo lo contrario debido a que estamos especialmente débiles y vulnerables. Otro sería recriminarnos y traer a la memoria hechos pasados en los que actuamos de manera poco hábil, ya que el cerebro no distingue el tiempo verbal y los vivimos como si estuvieran pasando ahora, llevándonos a la inseguridad y la insatisfacción”. Para completar la lista: dejar que los demás nos culpen de sus problemas y sufrir por lo que no tiene solución.
Con esta filosofía, la doctora recomienda fijarse más en los hábitos que conviene potenciar. Aceptar la condición humana, llena de errores; asumir el desconocimiento y la falta de control sobre la vida, sobre todas sus variables; animarnos en los momentos duros; cambiar de actitud; usar el sentido del humor en las situaciones más límite; comprender que las cosas pueden tardar más en llegar de lo que desearíamos... “Tenemos que desarrollar al máximo el pensamiento lógico, que hay mucha gente que lo tiene atrofiado. La felicidad está en nuestras manos".
Álava reflexiona que el problema puede venir de que una educación centrada en lo negativo –“desde pequeños nos hacen prestar atención cada vez que hay un problema en vez de cuando pasa algo positivo”. Desde su consulta observa que adolescentes y jóvenes son los que cada día acuden más a solicitar sus servicios. “Cada vez tienen menos recursos ante la vida, pero a unos niveles tremendos, rindiéndose a las dificultades, con poca resistencia a la frustración ya que no los hemos preparado para luchar en condiciones de adversidad”. El motivo en su opinión es la sobreprotección.

Con esto en mente, un equipo de psicólogos de su centro, en colaboración con la Autónoma de Madrid, ha desarrollado Gomins, una aplicación para Android e iOs con el conocimiento de los 15.000 casos que asegura haber revisado. “Los juegos están diseñados para reforzar las competencias que necesitan los niños en el presente actual”. Algo que si ocurre desde luego los podrá ayudar en su futura existencia.