jueves, 20 de febrero de 2014

Cómo potenciar la confianza en uno mismo.

¿Qué significa tener confianza en uno mismo? Significa ser capaces de tener una visión positiva de nosotros con una base realista, poder entender cuáles son nuestras habilidades y explotarlas a nuestro favor. Saber distinguir qué es lo que se puede controlar y qué es lo que no. Las personas con confianza son inquietas a la hora de aprender algo nuevo y no se detienen si es necesario desarrollar una nueva habilidad para cumplir con sus objetivos. Los fracasos los viven como experiencias de aprendizaje y se aventuran con nuevos proyectos, a pesar del miedo al rechazo de los demás o el riesgo en el cual están incurriendo. Son hábiles a la hora de enfrentarse a las responsabilidades y los cambios que la vida trae aparejados.

¿Estas características les parecen familiares? Sí, son las mismas que describen a una persona optimista. Esto quiere decir que uno de los pasos para tener más confianza en nosotros es cultivar nuestro optimismo, y en esta web encontrarán varios artículos para potenciar esta bella cualidad.

Otro pilar fundamental en el tema de tener confianza en nosotros es cuidar nuestra autoestima, entendida ésta como el conjunto de percepciones, creencias, la imagen y la valoración que tenemos de nosotros mismos. La autoestima se genera gracias al aporte de varios factores, entre ellos si sufrimos de experiencias de aceptación o rechazo en nuestra infancia, si pudimos contar con un buen apoyo familiar y social o estos faltaron. Si tenemos una visión de nosotros mismos distorsionada o somos demasiado autoexigentes vamos a condenarnos a sufrir, ya que vamos a limitarnos, no nos vamos a dar el permiso para vivir nuevas experiencias y desafiarnos y seguramente fracasemos por la falta de confianza que esto nos genera. Vean por favor “Profecía autocumplida” –Artículo de la misma autora, Mariana Alvez, pubicado en este blog-.

Algunas pautas para mejorar nuestra autoestima y por ende la confianza en nosotros mismos serían las siguientes:

Ser quien eres. Aprecia las fortalezas y cualidades que tienes y utilízalas a tu favor, no intentes ser alguien más, simplemente potencia lo que sí existe en ti. A veces creemos que tenemos que ser más simpáticos, llamar más la atención, o actuar de maneras que no nos nacen porque traicionan nuestra esencia, eso no es necesario. Lo mejor es conocernos, apreciarnos y ver en qué áreas somos fuertes para contagiar esa sensación a las demás áreas.

No generalizar. Si hemos fracasado en el pasado o las cosas no han salido exactamente como esperábamos, eso no quiere decir que no podamos lograrlo más adelante. Equivocarnos es parte de la vida y caer en el error no necesariamente implica que siempre va a volver a sucedernos.

No minimizar. Tendemos a despreciar lo bueno o los éxitos que hemos tenido, nos encaprichamos en poner la luz en lo terrible que nos sucede. Siempre hay algo que funciona, que nos da alegría y es ahí donde tenemos que concentrarnos. Tenemos cosas, personas o experiencias de las cuales estar agradecidos, jamás las olvidemos ni las despreciemos, porque son las mismas cosas que tendrían toda la importancia del mundo si las perdiéramos.

Aceptarnos. Con lo bueno y con lo malo, ser concientes de que tenemos defectos pero también cualidades. Los cambios nacen del amor a nosotros mismos, primero nos aceptamos, luego nos “pulimos” y mejoramos.

Cumplir nuestras promesas. Elaborar proyectos, grandes o pequeños, e intentar por todos los medios cumplirlos. A medida de que vemos que somos capaces de lograr lo que nos proponemos (siempre comencemos con metas pequeñas) vamos generando más confianza en nosotros y podemos sentirnos sanamente orgullosos de lo que estamos haciendo.

Y por supuesto no se olviden de cultivar siempre el optimismo inteligente, realista, aquel que nos hace cuestionar nuestros pensamientos negativos, nos empuja a creer en nosotros, nos ayuda a aprender del dolor y nos brinda esperanza.


Mariana Alvez - Licenciada en Psicología Positiva - El club de los optimistas.

El coste de saltarse la medicación

El 40% de los enfermos crónicos no sigue bien el tratamiento
El mal cumplimiento supone 18.000 muertes prematuras y 11.000 millones al año

EMILIO DE BENITO | Madrid | EL PAIS |  17/02/2014

Enfermedad crónica significa, muchas veces, tratamiento crónico. Pero el seguimiento de las pautas de los fármacos —lo que se denomina adherencia— dista mucho de ser óptimo. La Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria (SEFH) calcula que el 40% de los pacientes no se medica correctamente. Ello supone ingresos y visitas médicas, y tiene un coste tanto en vidas como económico, estimado en 18.400 muertes prematuras y 11.000 millones de euros al año.

“Las cifras parecen elevadas, pero solo en mi hospital, el de Vigo, calculamos en 600.000 euros el coste de los ingresos por esta causa”, afirma Guadalupe Piñeiro, de la SEFH. “Y eso en un estudio que solo midió las hospitalizaciones, y no incluyó las urgencias, las pruebas o las consultas al especialista”, afirma. Otro indicador de este coste es que un ictus cuesta al sistema entre 20.000 y 30.000 euros en su primer año, según la Estrategia en Ictus del Sistema Nacional de Salud. En España se producen unos 120.000 al año, y muchos están relacionados con el control de la coagulación, la hipertensión y el colesterol.

Los expertos en farmacia hospitalaria creen que estos errores o falta de medicación son “la primera causa de fracaso terapéutico”, como ha manifestado el presidente de la sociedad, José Luis Poveda, en unas jornadas organizadas por laFundación Salud 2000 y la SEFH. Esto quiere decir que muchas veces detrás de un paciente en el que no se aprecia mejoría, lo que sucede es que no cumple con lo que se le ha recetado. “Estos datos deberían hacer reflexionar a las autoridades sanitarias, siendo necesario implementar programas específicos para obtener resultados en salud”, dijo Poveda.

El problema no es exclusivamente español. Según los datos de SEFH, en Europa esta falta de adherencia (no medicarse bien) puede costar hasta 125.000 millones de euros, y contribuir a la muerte prematura de 200.000 personas al año.

No hay un perfil claro de los pacientes que más incumplen. La multitud de enfermedades crónicas es tal que las distintas sociedades científicas ofrecen perspectivas diferentes. “Curiosamente, en nuestro hospital eran los jóvenes con enfermedades cardiovasculares y psiquiátricas los menos cumplidores”, dice Piñeiro.

Las respuestas no son unánimes. “Es imposible saber el cumplimiento”, dice Vicente Vicente, presidente de la Sociedad Española de Trombosis y Hemostasia. “Si le preguntas a un paciente, nunca te va a reconocer que no toma la medicación”, afirma. De hecho, esta falta de datos en su campo ha complicado mucho el debate sobre la efectividad de los antitrombóticos, que se ha visto activado al llegar los de última generación, que no implican variar la dosis en función de indicadores sanguíneos.

Piñeiro insiste en ese tipo de complicaciones. “Puede pasar que el médico crea que el tratamiento no está haciendo efecto, y lo que sucede es que el paciente no lo está tomando bien. Entonces, le recetará otro más fuerte, que normalmente tendrá más efectos secundarios y que seguramente será más caro”. José Ramón González-Juanatey, presidente de la Sociedad Española de Cardiología (SEC), cree que esa proporción del 40% de incumplidores es realista. “Según nuestros estudios, hasta el 50% de las personas con tratamiento para la hipertensión y el colesterol incumplen el tratamiento. Esto supone un impacto muy importante en prevención primaria”, la que corresponde a personas con ese factor de riesgo, pero que todavía no han sufrido un problema cardiovascular. “La cumplimentación es un reto. El problema es que son pacientes que se encuentran bien, y que por eso abandonan el tratamiento. Pero es una preocupación de primera magnitud, y más si se tiene en cuenta que es una medicación muy eficaz”, insiste González-Juanatey.

A veces los pacientes se encuentran bien y dejan la prevención
Ni siquiera quienes ya han tenido el susto de un infarto son mejores cumplidores. “La mitad no sigue bien el tratamiento al año”, dice el presidente de la SEC. Y eso tiene un impacto elevado. “Sabemos que esas personas tienen un 30% más de riesgo de tener un segundo episodio”, añade.

Obviamente, no en todas las especialidades la casuística es similar. Antonio Fernández Jurado, vicepresidente primero de la Sociedad Española de Hematología y Hemoterapia (SEHH), tiene la percepción de que “el incumplimiento en los pacientes crónicos es evidente”, aunque en su caso, ya que ve sobre todo tumores, se dé menos, “porque están muy controlados”. “La mayoría de las veces la medicación se da en el hospital. Además, tenemos datos objetivos que nos pueden hacer sospechar de que el paciente no se ha tomado la medicación. Cuando un parámetro biológico en un análisis cambia de repente y metes un poco los dedos, sale que el paciente se olvidó de tomar la dosis”, dice. “No lo hacen porque sí. Simplemente, hay veces que se encuentran tan bien que deciden abandonan el tratamiento”.

Incluso la mitad de los infartados incumple la terapia al año
También influyen otros factores, dice Fernández Jurado. “Cuando una pareja de jubilados de bajo nivel económico ve que tiene que pagar por la medicación, pueden decidir dejar de tomarla. Y entonces se producen las recaídas, los ingresos, que es mucho más caro”, dice ante el aluvión de medidas económicas para rebajar la factura farmacéutica. Piñeiro remacha: “La relación con el médico y con el farmacéutico es fundamental. Hay que explicarle claramente los efectos secundarios, lo que implica, y si hace falta, retrasar el inicio del tratamiento”, asegura.

José María Hernández, coordinador del Grupo de Trabajo en Educación Terapéutica de la Sociedad Española de Diabetes, afirma que la clave es la autoresponsabilización del paciente, y que eso está directamente relacionada con la capacidad de comunicación del médico. Algo que no siempre es fácil por habilidad o falta de tiempo.