jueves, 20 de octubre de 2022

Depresión en niños y jóvenes: "Hay muchos adolescentes que se quieren morir, es la realidad"


CINTHYA MARTÍNEZ      |      La voz de galicia – Salud Mental   |   09/05/2022

En el caso de los adolescentes, la depresión puede coincidir con cambios en el carácter, rebeldía, desobediencia, incluso con el inicio de consumo de drogas, alcohol y otras conductas de riesgo.  

A diferencia de los síntomas que se pueden dar en un adulto, son más frecuentes la irritabilidad y quejas somáticas como dolores de cabeza o intestinales

«Muchas veces los niños vienen a consulta porque han bajado el rendimiento académico, no tienen amigos en el colegio, sufren problemas de conducta, no aceptan familiares en casa... son señales que nos indican que están teniendo problemas emocionales», comenta Diego Padilla, psicólogo clínico en el Hospital Universitario Puerta del Hierro de Majadahonda y miembro de la sección de infancia y adolescencia de la Asociación Española de Psicología Clínica y Psicopatología (AEPCP). A partir de ese momento, comienza una fase de diagnóstico para conocer cuál es la patología específica que sufre el menor. En muchos casos, se trata de síndrome depresivo

Si un niño o adolescente se siente triste la mayor parte del tiempo, tiene sentimientos de desesperanza, o deja de tener interés en actividades con las que antes disfrutaba -como jugar con sus juguetes o amigos- prefiriendo estar solo, se activan las señales de alarma de que padezca una depresión. Otros posibles síntomas que se pueden presentar son las ganas de llorar sin motivo aparente, la fatiga o cansancio, la dificultad para concentrarse y problemas de memoria que afectan a su rendimiento escolar, los sentimientos de inutilidad y culpa, o preocupaciones constantes que les pueden producir ansiedad y miedos infundados. 

Los síntomas de la depresión en menores, según su edad  

Podría parecer que es la misma sintomatología que una depresión en adultos, pero hay diferencias. José Alfredo Mazaira, psiquiatra y coordinador responsable de la Unidad de Hospitalización de Salud Mental en la Infancia y Adolescencia del Hospital Clínico Universitario de Santiago, explica que «a diferencia de los adultos es mucho más frecuente y específica la irritabilidad», y añade que «ante un chaval que cambia su temperamento o comportamiento a nivel social, de amistades, o familiar, que se muestra irritable y triste a diario, y persistiendo con las semanas... todo eso es sugerente de que padezca síndrome depresivo». 

«La depresión es muy difícil de diagnosticar porque los niños la muestran más con la conducta, no es la imagen que tenemos de un adulto depresivo, ellos reaccionan de manera comportamental, con irritabilidad, o dejando de comer y hablar», explica Amaia Izquierdo, psicóloga clínica en el Hospital Universitario Río Hortega de Valladolid y también miembro de la sección de infancia y adolescencia de AEPCP. Según el doctor Mazaira, esa es la razón por la que muchas depresiones no se diagnostican, «porque tienen una sintomatología que no es la típica». 

Otro síntoma característico de la infancia son los cuadros somáticos. Son comunes los dolores de cabeza, las palpitaciones cardíacas o las molestias abdominales, y suelen ser el motivo de la visita al médico. Se conoce como «depresión enmascarada», ya que en esas edades la capacidad para comunicar emociones y pensamientos mediante el lenguaje es limitada. «Los síntomas en los menores de siete años suelen ser muy pequeños porque la depresión es algo raro en esa edad. Cuando se van haciendo mayores, entre los ocho y los diez años, empiezan a aparecer más síntomas relacionados con la esfera cognitiva, la actividad escolar o en el ámbito familiar», apunta el doctor Mazaira. 

En el caso de los adolescentes, la depresión puede coincidir con cambios en el carácter, rebeldía, desobediencia, irritabilidad, e incluso con el inicio de consumo de drogas, alcohol y otras conductas de riesgo. Además, el trastorno depresivo en esta etapa tiene un curso crónico, es decir, la frecuencia de recurrencias es alta, así como su continuidad en la edad adulta.   

Tipos de depresión

Al igual que la depresión en adultos, puede que un menor tenga un solo episodio de depresión mayor en la vida. Si bien, tal como apunta la guía de práctica clínica sobre la depresión mayor en niños y adolescentes del Ministerio de Sanidad, cerca de la mitad de las personas que sufren un episodio tienen, al menos, otro más.

No obstante, la gravedad de la depresión varía, e influye a la hora de clasificar los tipos existentes. Existen personas que solo tienen unos pocos síntomas que afectan a su vida diaria de una forma parcial o solo limitan su funcionamiento en algún aspecto específico. Esta podría considerarse como una depresión leve. En el caso de padecer una sintomatología que impida realizar una vida normal, se hablaría de una depresión moderada o grave

En cuanto a la duración de un episodio depresivo, es variable. La mayoría de las personas, ya sean menores o adultos, se sienten mejor después de cuatro o seis meses, aunque en algunos casos los síntomas pueden persistir más tiempo.  

Posibles causas de una depresión infantil

Es posible que existan diferentes desencadenantes, e incluso ninguna causa externa aparente. Algunas circunstancias que aumentan el riesgo de padecer síndrome depresivo pueden ser: haber sufrido traumas físicos o psicopatológicos como acoso, abusos o negligencias en el cuidado; situaciones conflictivas en su entorno, ya sea familiar o escolar; que alguno de sus progenitores sufriera síndrome depresivo; problemas escolares; pérdida de un ser querido; cambios en el estilo de vida, como mudarse de ciudad o inscribirse en otro centro educativo; padecer una enfermedad física grave o problemas crónicos de salud; algunas medicinas; y el consumo de drogas y alcohol, que además de no ayudar, empeoran la depresión. 

Cabe recalcar que el síndrome depresivo es un trastorno, por lo que no es culpa de nadie, y experiencias positivas como una relación cercana con la familia, los compañeros de escuela y amigos suelen ayudar a prevenir un trastorno de este tipo.  

Sufrir depresión no es lo mismo que estar bajo de ánimo

«Todas las personas pueden sentirse tristes en algún momento de su vida, pero eso no es depresión», recalca el doctor Mazaira. Según sus palabras, resulta normal que un niño o adolescente se sienta triste en algún momento, por ejemplo, cuando saca malas notas, discute con sus padres o amigos. En esos días, puede sentirse deprimido o irritable, dormirá poco, cambiará su apetito e incluso preferirá estar solo. Pero esta circunstancia se pasará en una o dos semanas, incluso antes si la situación que lo ha provocado mejora. «La palabra depresión a veces se relaciona con estar deprimido, y no hay nadie al que no le pase eso, el asunto es que tenga un conjunto de síntomas relacionados, que sean intensos, duren mucho y que se acompañe de un perjuicio en el funcionamiento de la persona», precisa.  

Conducta suicida

Padecer depresión es un importante factor de riesgo de suicidio. El informe «Crecer Saludable(mente)» de Save the Children publicado el pasado mes de diciembre apunta a que la pandemia ha triplicado el número de trastornos mentales en niños y adolescentes. Después de realizar una encuesta a nivel estatal a 2.000 padres y madres sobre la salud mental de sus hijos y compararlo con los últimos datos oficiales disponibles de la Encuesta Nacional de Salud (ENS) del 2017, el estudio afirma que los trastornos mentales han aumentado del 1 % al 4 % en menores de entre cuatro y catorce años, y del 2,5 % al 7 % en el caso de los trastornos de conducta. Además, un 3% de los menores habría tenido pensamientos suicidas en el 2021. 

Al respecto, Mazaira afirma que «los intentos de suicidio tienen un pico hacia finales de la adolescencia-principios de la vida adulta, pero los suicidios consumados son más frecuentes entre los ancianos». Es decir, suelen darse ideas de querer quitarse la vida en personas diagnosticadas con algún tipo de enfermedad mental en este rango de edad, pero es raro que lleguen a consumarse. Aun así, el doctor recalca que «aunque solo se trate de un caso sigue siendo preocupante.

¿Cómo es el tratamiento de la depresión en menores?

«Se establecen distinciones dependiendo de la intensidad de la depresión y de la edad del paciente», apunta el psiquiatra Mazaira. De esta forma, hay varias opciones que han demostrado eficacia, pero deben ser prescritas por un especialista. Además, destaca que «una cosa que puede que la gente no sepa es que en las depresiones leves no se debe utilizar tratamiento farmacológico, se puede utilizar ayuda, apoyo, o en el último extremo, tratamiento psicológico... pero no medicación». En el caso de que sea diagnosticada como moderada se pueden escoger tres opciones: «Optar por tratamiento psicológico, de medicación, e incluso combinado, y depende de varios factores como la preferencia de las personas que lo padecen y sus familiares, ya que la eficacia de todos es similar».

Como primera elección en infantes «se opta por el tratamiento psicoterapéutico y hay bastante consenso en eso, de hecho en menores de seis años es muy raro el uso de fármacos», indica Izquierdo. Especialistas en salud mental pueden recomendar terapias que han sido diseñadas para personas que sufren depresión, como la cognitivo-conductual y la terapia interpersonal. La primera busca modificar los estilos negativos de pensamiento y conducta que contribuyen a desencadenar y mantener el síndrome depresivo, mientras que la segunda ayuda a las personas que sufren depresión a identificar y manejar problemas específicos en las relaciones con amigos, familiares o compañeros de colegio. «Algunas veces, una psicoterapia con un niño cada quince días o tres semanas, puede mejorar su ánimo y ayudar en su estado de salud. Si la familia lo acompaña, los tratamientos funcionan y van muy bien», añade la psicóloga. 

En cuanto al tratamiento farmacológico, la principal vía son los antidepresivos: unos medicamentos que funcionan incrementando la actividad y el nivel de ciertas sustancias químicas del cerebro denominadas neurotransmisores, que ayudan a mejorar el estado de ánimo. 

¿Cómo ayudar a un menor con depresión?

Una vez concluido el diagnóstico, toca trasladarlo a sus seres queridos. «Pero cómo es posible si tiene de todo» o «nosotros somos buenos padres» pueden ser algunas de las primeras reacciones. «Los familiares muchas veces se quedan sorprendidos cuando se les transmite que es depresión», declara Padilla. «Lo primero es validar que un niño puede sufrir trastorno depresivo, tradicionalmente venimos de una sociedad que tiende a evitar las emociones negativas y suena muy impactante cuando hablamos de muchos adolescentes que se autolesionan o se quieren morir, pero es la realidad, hay que reconocerlo y gestionarlo», añade la psicóloga clínica Izquierdo. 

Informarse sobre qué es la depresión puede ayudar a entender los síntomas de una persona diagnosticada con esta enfermedad. «Si tienes un hijo que está irritable, y tú piensas que es un maleducado, tu actitud hacia él será distinta al descubrir que en realidad sufre síndrome depresivo», detalla el psiquiatra. También apunta a un apoyo por parte de los progenitores o familiares directos ayudando al menor a solucionar problemas, animándolo o reforzándolo: «Ellos no saben lo que les pasa, es importante llevarlos al médico de primaria y este podrá hacer una primera valoración». En el caso de que sea preciso, se derivará a una unidad de salud mental, en la que intervendrá un psiquiatra o un psicólogo que hará otra evaluación adicional. Como último paso, se prescribirá el tratamiento: «Ya sea farmacológico, psicológico, o incluso ninguno, porque a veces con cambios en el entorno ya es suficiente». 

Según palabras del psicólogo clínico Padilla, tanto en los procesos de diagnóstico como de tratamiento, la familia puede ir de la mano con el especialista porque «muchas veces los padres se culpan y se critican en exceso». Tal como apunta la guía de práctica clínica del Ministerio de Sanidad, los seres queridos del paciente pueden sentir frustración, estrés, e incluso acabar desarrollando también ellos síndrome depresivo.  

Entonces, ¿cómo actuar? Considerándose como parte del equipo de apoyo y tratamiento. Aunque pueda parecer que la persona con depresión no desea mejorar, no es cierto. Se deben ver los síntomas como lo que son: un trastorno. Y con un tratamiento adecuado, se puede superar.

Cuando un ser querido sufre depresión, se le suelen decir frases como «no tienes motivos para estar así», «pero si todo te va bien», «lo que tienes que hacer es salir más», «debes conocer gente», «podría ser peor», «ya se te pasará». Se hace de manera inconsciente, y seguramente, con la mejor de las intenciones. Pero son un error y no ayudan a la persona que lo está pasando mal. Cuando alguien está sufriendo esta enfermedad, no solo está triste o abatido, ni padece un bajón puntual en el estado de ánimo. El síndrome depresivo implica unas complicaciones psicológicas más complejas, y no debe trivializarse ni culpabilizar a quien la esté sufriendo. Comprender lo que le está pasando a esa persona ayudará a que esta se sienta apoyada en su proceso de recuperación.

Hoy sí me quiero levantar: cuando ir al trabajo es la llave del bienestar mental

 NATALIA PASTOR     |     La Vanguardia     |     15/10/2022

La línea de Salud Mental del programa Incorpora de la Fundación ”la Caixa” impulsa la inserción sociolaboral de personas con problemas de salud mental.

El estrés está detrás de más del 50% del absentismo laboral. Un estrés que va más allá del atasco de cada día, los posits acumulados con llamadas sin atender y las tareas que no se tachan nunca en la agenda. Es otra historia. Una que lo paraliza todo. Hablamos de un estrés incapacitante que lleva a quien lo sufre a las puertas de un abismo del que no sabe cómo ha entrado ni tampoco cómo salir. Es la historia de Javier Herrera.

Javier siempre tuvo claro qué quería ser: bombero. Lo consiguió. Sin embargo, a los dos años de obtener una plaza fija se le activó una enfermedad mental por estrés y todo dio un vuelco. Fue algo más que un bache que le llevó en dos ocasiones a atentar contra su vida. Para revertir la caída libre en la que se había instalado, el trabajo fue parte de la salida. Una salida reinventada, eso sí, y guiada gracias a la línea de Salud Mental del programa Incorpora de la Fundación ”la Caixa”.

Se trata de un programa que, desde que se puso en marcha en 2006, tiene como objetivo acompañar y capacitar a las personas vulnerables reconociendo sus potencialidades y preparándolas para entrar en el mercado laboral. Una de las líneas de trabajo es la de salud mental, que este año cumple 10 años desde su arranque y ha conseguido más de 17.000 inserciones laborales con un itinerario personalizado.

Porque, a pesar del prejuicio y la discriminación, contar con una rutina laboral facilita que la persona estructure su proyecto de vida y le otorga un rol activo en la sociedad, aumentando su autoestima y bienestar. Por eso, cuando una persona no puede ir a trabajar, el equilibrio de su salud mental se tambalea de forma peligrosa.

Una historia común

La historia de Javier puede ser, como él mismo comparte, “la historia de cualquiera”. De hecho, ocurre más a menudo de lo que podemos imaginar. En Europa, el 27% de la población adulta se ve afectada por problemas de salud mental. Es decir, 93 millones de personas. La Organización Mundial de la Salud estima que, en 2020, la depresión fue la segunda causa más importante de incapacidad en el mundo, cuyo coste económico asociado se estima en 240 billones de euros anuales.

El futuro no es alentador -el 25% de los ciudadanos europeos experimentará un problema de salud mental durante su vida- por lo que el desarrollo de recursos y herramientas específicos para este colectivo en el ámbito laboral es más necesario que nunca. De hecho, cuando hablamos de enfermedad mental estamos ante uno de los grupos de población con una tasa de desempleo más elevada, una realidad que el programa Incorpora de la Fundación ”la Caixa” quiere revertir.

El trabajo como eje vital

Su objetivo es facilitar la ocupación de estas personas, proporcionando el apoyo necesario tanto a la empresa, los profesionales que intervienen, como a la persona, combatiendo el estigma que existe sobre los problemas de salud mental en el trabajo. Porque el empleo, tal y como describen desde el programa, facilita el reconocimiento social, fomenta la vida independiente y contribuye al bienestar y a la salud, y las personas con problemas de salud mental no son una excepción.

“El trabajo te hace sentir mejor, te integra en la sociedad. Te pueden salvar la vida de tantas maneras y de maneras tan sutiles”, explica Javier. Para él y para otros miles de beneficiaros del programa, el trabajo es una de esas ‘maneras’. Personas comunes con trabajos comunes que debido a algún tipo de trastorno o enfermedad mental un día sintieron que no podían. Hoy lo vuelven a conseguir gracias a la Red Incorpora y su experiencia y la de otros usuarios además ha dado forma al podcast documental ‘Diarios Incorpora, un paso cada día’.

Se trata de una serie de episodios que abordan la importancia del empleo para personas que, como Javier, han padecido algún problema o trastorno asociado a la salud mental. Testimonios que, con valor y todo el apoyo profesional que les brinda el programa Incorpora, han podido salir adelante gracias a la autonomía y la confianza que el trabajo diario les aporta. Un podcast producido por el programa Incorpora de la Fundación ”la Caixa” y narrado por Manuel Jabois.

Ver, entender, actuar

El programa de la Fundación ”la Caixa” también pone el foco en las empresas, no solo para ayudarlas a promover la contratación de personas con problemas de salud mental, sino para hacerlas más conscientes de los riesgos psicosociales que pueden llegar a generarse en los equipos de trabajo. Porque entender qué sucede y qué es lo que sucede cuando la empresa decide actuar es el primer paso y tiene un efecto positivo, tanto en el trabajador como en la empresa y la sociedad.

El beneficio es triple. Haciéndolo facilitan la normalización de la situación laboral de estas personas, mejoran su calidad de vida y ayudan a acabar con el prejuicio social que existe sobre ellas, a la vez que fomentan la diversidad en el lugar de trabajo. Por el contrario, no conocer los riesgos y no tomar medidas al respecto desencadena repercusiones económicas, sociales y, por supuesto, humanas.

Por eso, el programa Incorpora no solo se dirige a personas con problemas de salud mental que quieren volver a trabajar. También se ha habilitado una Oficina Técnica de Incorpora Salud Mental dirigida a empresas y profesionales que, además de promover la salud mental en las empresas, necesitan asesoramiento gratuito y recursos de apoyo a la inserción laboral para llevar a cabo el proceso de integración de estas personas.