CINTHYA MARTÍNEZ | La voz de galicia – Salud Mental | 09/05/2022
En el caso de los adolescentes, la depresión puede coincidir con cambios en el carácter, rebeldía, desobediencia, incluso con el inicio de consumo de drogas, alcohol y otras conductas de riesgo.
A
diferencia de los síntomas que se pueden dar en un adulto, son más frecuentes
la irritabilidad y quejas somáticas como dolores de cabeza o intestinales
«Muchas veces los niños vienen
a consulta porque han bajado el rendimiento académico, no tienen amigos en el
colegio, sufren problemas de conducta, no aceptan familiares en casa... son
señales que nos indican que están teniendo problemas emocionales»,
comenta Diego Padilla, psicólogo clínico en el Hospital
Universitario Puerta del Hierro de Majadahonda y miembro de la sección de
infancia y adolescencia de la Asociación Española de Psicología Clínica y
Psicopatología (AEPCP). A partir de ese momento, comienza una fase de
diagnóstico para conocer cuál es la patología específica que sufre el menor. En
muchos casos, se trata de síndrome depresivo.
Si un niño o adolescente se siente triste la mayor parte del tiempo, tiene sentimientos de desesperanza, o deja de tener interés en actividades con las que antes disfrutaba -como jugar con sus juguetes o amigos- prefiriendo estar solo, se activan las señales de alarma de que padezca una depresión. Otros posibles síntomas que se pueden presentar son las ganas de llorar sin motivo aparente, la fatiga o cansancio, la dificultad para concentrarse y problemas de memoria que afectan a su rendimiento escolar, los sentimientos de inutilidad y culpa, o preocupaciones constantes que les pueden producir ansiedad y miedos infundados.
Los síntomas de la depresión en menores, según su edad
Podría parecer que es la misma sintomatología que
una depresión en adultos, pero hay diferencias. José Alfredo Mazaira,
psiquiatra y coordinador responsable de la Unidad de Hospitalización de Salud
Mental en la Infancia y Adolescencia del Hospital Clínico Universitario de
Santiago, explica que «a diferencia de los adultos es mucho más frecuente y
específica la irritabilidad», y añade que «ante un chaval que
cambia su temperamento o comportamiento a nivel social, de amistades, o
familiar, que se muestra irritable y triste a diario, y persistiendo con las
semanas... todo eso es sugerente de que padezca síndrome depresivo».
«La depresión es muy difícil
de diagnosticar porque los niños la muestran más con la conducta,
no es la imagen que tenemos de un adulto depresivo, ellos reaccionan de manera
comportamental, con irritabilidad, o dejando de comer y hablar», explica Amaia
Izquierdo, psicóloga clínica en el Hospital Universitario Río Hortega de
Valladolid y también miembro de la sección de infancia y adolescencia de AEPCP.
Según el doctor Mazaira, esa es la razón por la que muchas depresiones no se
diagnostican, «porque tienen una sintomatología que no es la típica».
Otro síntoma característico de
la infancia son los cuadros somáticos. Son comunes los dolores de
cabeza, las palpitaciones cardíacas o las molestias abdominales, y
suelen ser el motivo de la visita al médico. Se conoce como «depresión
enmascarada», ya que en esas edades la capacidad para comunicar emociones y
pensamientos mediante el lenguaje es limitada. «Los síntomas en los menores de
siete años suelen ser muy pequeños porque la depresión es algo raro en esa
edad. Cuando se van haciendo mayores, entre los ocho y los diez años, empiezan
a aparecer más síntomas relacionados con la esfera cognitiva, la actividad
escolar o en el ámbito familiar», apunta el doctor Mazaira.
En el caso de los adolescentes, la
depresión puede coincidir con cambios en el carácter, rebeldía, desobediencia,
irritabilidad, e incluso con el inicio de consumo de drogas, alcohol y otras
conductas de riesgo. Además, el trastorno depresivo en esta etapa tiene un
curso crónico, es decir, la frecuencia de recurrencias es alta, así como su
continuidad en la edad adulta.
Tipos
de depresión
Al igual que la depresión en adultos, puede que un menor tenga un solo episodio de
depresión mayor en la vida. Si bien, tal como apunta la guía de práctica clínica sobre la depresión mayor en niños y adolescentes
del Ministerio de Sanidad, cerca de la mitad de las personas que sufren un
episodio tienen, al menos, otro más.
No obstante, la gravedad de la
depresión varía, e influye a la hora de clasificar los tipos existentes.
Existen personas que solo tienen unos pocos síntomas que afectan a su vida
diaria de una forma parcial o solo limitan su funcionamiento en algún aspecto
específico. Esta podría considerarse como una depresión leve. En el
caso de padecer una sintomatología que impida realizar una vida normal, se
hablaría de una depresión moderada o grave.
En cuanto a la duración de un episodio depresivo,
es variable. La mayoría de las personas, ya sean menores o adultos, se sienten
mejor después de cuatro o seis meses, aunque en algunos casos los síntomas
pueden persistir más tiempo.
Posibles
causas de una depresión infantil
Es posible que existan
diferentes desencadenantes, e incluso ninguna causa externa aparente. Algunas
circunstancias que aumentan el riesgo de padecer síndrome depresivo pueden ser:
haber sufrido traumas físicos o psicopatológicos como acoso, abusos
o negligencias en el cuidado; situaciones conflictivas en su
entorno, ya sea familiar o escolar; que alguno de sus progenitores sufriera
síndrome depresivo; problemas escolares; pérdida de un ser querido; cambios en
el estilo de vida, como mudarse de ciudad o inscribirse en otro centro
educativo; padecer una enfermedad física grave o problemas crónicos de salud;
algunas medicinas; y el consumo de drogas y alcohol, que además de no ayudar,
empeoran la depresión.
Cabe recalcar que el síndrome depresivo es un
trastorno, por lo que no es culpa de nadie, y experiencias
positivas como una relación cercana con la familia, los compañeros de escuela y
amigos suelen ayudar a prevenir un trastorno de este tipo.
Sufrir
depresión no es lo mismo que estar bajo de ánimo
«Todas las personas pueden sentirse tristes en
algún momento de su vida, pero eso no es depresión», recalca el doctor Mazaira.
Según sus palabras, resulta normal que un niño o adolescente se sienta triste
en algún momento, por ejemplo, cuando saca malas notas, discute con sus padres
o amigos. En esos días, puede sentirse deprimido o irritable, dormirá poco,
cambiará su apetito e incluso preferirá estar solo. Pero esta circunstancia se
pasará en una o dos semanas, incluso antes si la situación que lo ha provocado
mejora. «La palabra depresión a veces se relaciona con estar deprimido, y no
hay nadie al que no le pase eso, el asunto es que tenga un conjunto de síntomas
relacionados, que sean intensos, duren mucho y que se acompañe de un perjuicio
en el funcionamiento de la persona», precisa.
Conducta
suicida
Padecer depresión es un
importante factor de riesgo de suicidio. El informe «Crecer
Saludable(mente)» de Save the Children publicado el
pasado mes de diciembre apunta a que la pandemia ha triplicado el número de trastornos
mentales en niños y adolescentes. Después de realizar una encuesta a
nivel estatal a 2.000 padres y madres sobre la salud mental de sus hijos y
compararlo con los últimos datos oficiales disponibles de la Encuesta Nacional
de Salud (ENS) del 2017, el estudio afirma que los trastornos mentales han
aumentado del 1 % al 4 % en menores de entre cuatro y catorce años, y del 2,5 %
al 7 % en el caso de los trastornos de conducta. Además, un 3% de los menores
habría tenido pensamientos suicidas en el 2021.
Al respecto, Mazaira afirma que «los intentos de suicidio tienen un pico hacia finales de la adolescencia-principios de la vida adulta, pero los suicidios consumados son más frecuentes entre los ancianos». Es decir, suelen darse ideas de querer quitarse la vida en personas diagnosticadas con algún tipo de enfermedad mental en este rango de edad, pero es raro que lleguen a consumarse. Aun así, el doctor recalca que «aunque solo se trate de un caso sigue siendo preocupante.
¿Cómo
es el tratamiento de la depresión en menores?
«Se establecen distinciones dependiendo
de la intensidad de la depresión y de la edad del
paciente», apunta el psiquiatra Mazaira. De esta forma, hay varias opciones que
han demostrado eficacia, pero deben ser prescritas por un especialista. Además,
destaca que «una cosa que puede que la gente no sepa es que en las depresiones
leves no se debe utilizar tratamiento farmacológico, se puede utilizar ayuda,
apoyo, o en el último extremo, tratamiento psicológico... pero no medicación».
En el caso de que sea diagnosticada como moderada se pueden escoger tres
opciones: «Optar por tratamiento psicológico, de medicación, e incluso
combinado, y depende de varios factores como la preferencia de las personas que
lo padecen y sus familiares, ya que la eficacia de todos es similar».
Como primera elección en
infantes «se opta por el tratamiento psicoterapéutico y hay
bastante consenso en eso, de hecho en menores de seis años es muy raro el uso
de fármacos», indica Izquierdo. Especialistas en salud mental pueden recomendar
terapias que han sido diseñadas para personas que sufren depresión, como la
cognitivo-conductual y la terapia interpersonal. La primera busca modificar los
estilos negativos de pensamiento y conducta que contribuyen a desencadenar y
mantener el síndrome depresivo, mientras que la segunda ayuda a las personas
que sufren depresión a identificar y manejar problemas específicos en las
relaciones con amigos, familiares o compañeros de colegio. «Algunas veces,
una psicoterapia con un niño cada quince días o tres semanas, puede mejorar su
ánimo y ayudar en su estado de salud. Si la familia lo acompaña, los
tratamientos funcionan y van muy bien», añade la psicóloga.
En cuanto al tratamiento farmacológico, la principal vía son los antidepresivos: unos medicamentos que funcionan incrementando la actividad y el nivel de ciertas sustancias químicas del cerebro denominadas neurotransmisores, que ayudan a mejorar el estado de ánimo.
¿Cómo
ayudar a un menor con depresión?
Una vez concluido el
diagnóstico, toca trasladarlo a sus seres queridos. «Pero cómo es posible si
tiene de todo» o «nosotros somos buenos padres» pueden ser algunas de las
primeras reacciones. «Los familiares muchas veces se quedan sorprendidos cuando
se les transmite que es depresión», declara Padilla. «Lo primero es
validar que un niño puede sufrir trastorno depresivo, tradicionalmente venimos
de una sociedad que tiende a evitar las emociones negativas y suena muy
impactante cuando hablamos de muchos adolescentes que se autolesionan o
se quieren morir, pero es la realidad, hay que reconocerlo y gestionarlo»,
añade la psicóloga clínica Izquierdo.
Informarse sobre qué es la
depresión puede ayudar a entender los síntomas de una persona diagnosticada con
esta enfermedad. «Si tienes un hijo que está irritable, y tú piensas que es un
maleducado, tu actitud hacia él será distinta al descubrir que en
realidad sufre síndrome depresivo», detalla el psiquiatra. También apunta a
un apoyo por parte de los progenitores o familiares directos ayudando al menor
a solucionar problemas, animándolo o reforzándolo: «Ellos no saben lo que les
pasa, es importante llevarlos al médico de primaria y este podrá hacer una
primera valoración». En el caso de que sea preciso, se derivará a una unidad de
salud mental, en la que intervendrá un psiquiatra o un psicólogo que hará otra
evaluación adicional. Como último paso, se prescribirá el tratamiento: «Ya sea
farmacológico, psicológico, o incluso ninguno, porque a veces con cambios en el
entorno ya es suficiente».
Según palabras del psicólogo
clínico Padilla, tanto en los procesos de diagnóstico como de tratamiento, la
familia puede ir de la mano con el especialista porque «muchas veces los padres
se culpan y se critican en exceso». Tal como apunta la guía de
práctica clínica del Ministerio de Sanidad, los seres queridos del paciente
pueden sentir frustración, estrés, e incluso acabar desarrollando también ellos
síndrome depresivo.
Entonces, ¿cómo actuar?
Considerándose como parte del equipo de apoyo y tratamiento. Aunque pueda
parecer que la persona con depresión no desea mejorar, no es cierto. Se deben
ver los síntomas como lo que son: un trastorno. Y con un tratamiento adecuado,
se puede superar.
Cuando un ser querido
sufre depresión, se le suelen decir frases como «no tienes motivos
para estar así», «pero si todo te va bien», «lo que tienes que hacer es salir
más», «debes conocer gente», «podría ser peor», «ya se te pasará». Se hace de
manera inconsciente, y seguramente, con la mejor de las intenciones. Pero son
un error y no ayudan a la persona que lo está pasando mal. Cuando alguien está
sufriendo esta enfermedad, no solo está triste o abatido, ni
padece un bajón puntual en el estado de ánimo. El síndrome depresivo implica
unas complicaciones psicológicas más complejas, y no debe trivializarse ni
culpabilizar a quien la esté sufriendo. Comprender lo que le está pasando a esa
persona ayudará a que esta se sienta apoyada en su proceso de recuperación.