SALOMÉ GARCÍA | El País
| 24/12/2019
“Hay personalidades más propensas a esta actitud”
“Hay personalidades más propensas a esta actitud”
Hay personas que para tomar una decisión tan
simple como la de qué acompañamiento quieren para su hamburguesa, necesitan
realizar toda una disertación para decantarse por lo que más les apetece (las
patatas fritas) o lo más sano (la ensalada). Sin embargo, otras son capaces de
decidir mudarse a la otra punta del mundo sin siquiera plantearse las
consecuencias. Esta diferencia se debe a la impulsividad, una cualidad muy ligada a algunos tipos concretos de personas, que puede llevarlas a tomar decisiones sin
pensar. Sin embargo, existen ciertos ejercicios que podemos poner en práctica
para evitar que nos ocurra.
La impulsividad "es una manifestación de
descontrol emocional. Puede formar parte de un trastorno de la conducta, o
puede ser, en casos menos severos, resultado de un momento de arrebato por
alguna circunstancia emocional en la que la persona se deja llevar sin haber
dado paso a una reflexión previa", señala la psicóloga Paloma Cabanas.
Cualquiera puede tener una reacción impulsiva, aunque hay perfiles más
proclives a ese momento de descontrol.
"Por lo general, la impulsividad se
da en personas inestables emocionalmente, que son un poco o muy irracionales y
se dejan arrastrar por instintos o pasiones ilógicas, incomprensibles o
injustificadas. Es más frecuente en personas autoritarias, con egos muy
ampliados, que no admiten o no conocen los límites de las cosas, personas
invasivas y a veces con temores ocultos que se liberan en acciones impulsivas o
descontroladas como una forma de librarse de esa tensión interna", explica
la experta.
Para los psicólogos esa falta absoluta de
pudor, miedo o sensatez al actuar no brota de forma espontánea. Más bien,
se venía gestando desde mucho antes. "Actuar de forma desorbitada en
situaciones muy extremas nos habla de un desorden previo, ya existente, que se
liberaba tal vez a cuentagotas y ahora se desata completamente", continúa
Cabanas. Lo más importante para solucionar el problema, dice el psicólogo y
responsable del área de Psicología de Mindfulness de Slow Life House, Carlos Antonio Rodríguez Méndez, es detectarlo y
contar con las herramientas para combatirlas. El experto las repasa:
1. Buscar satisfacción real, no pasajera. "Un ejemplo claro son las compras
impulsivas. La falta de control frente a nuestros deseos viene de la necesidad
aprendida del refuerzo inmediato y la incapacidad de saber esperar a un
refuerzo que, aunque tardío, es más conveniente para nuestro bienestar",
aclara Rodríguez. Cuidado con las compras por Internet. La inmediatez del deseo
se tornará en desastre cuando llegue el extracto de gastos de la tarjeta.
¿Realmente necesitas volver a cambiar de móvil? ¿El enésimo jersey, es vital
para tu fondo de armario?
2. Analizar y sopesar antes de actuar. Por lo general, ninguna situación requiere
una toma de decisiones instantánea. "Una forma habitual de impulsividad es
decidir ante el primer impulso sin analizar con pausa los pros y los contras de
la decisión que estamos tomando", aclara el psicólogo. Piénsalo dos veces.
Apunta en un papel los beneficios, perjuicios y consecuencias, y valóralos bien
antes de lanzarte a actuar.
3. No dejarse llevar. Hay días negros en los que uno entiende la
reacción. El problema es que "normalmente se trata de una falta de control
de las emociones. Y lo habitual es que la domine la
ira".
4. Ponerse normas. "En la personalidad existe una
parte genética (nuestro temperamento) y una parte aprendida (nuestro carácter
forjado a través de nuestros hábitos). Un niño educado sin normas, no aprende a
demorar el refuerzo. Esto puede dar paso al desarrollo de la impulsividad en
personas que parten de inicio con un temperamento impulsivo".
5. Evitar el alcohol. "El alcohol actúa como inhibidor del
sistema nervioso central.
Cuando comienzan sus efectos, se inhibe el lóbulo prefrontal (la parte de
nuestro cerebro que ejerce el control de impulsos y regula el comportamiento
social) y hacemos cosas que nunca haríamos sobrios".
6. Contar hasta 10. Es el método más antiguo para no estallar
ante una provocación. Y sigue funcionando. "Cuando la impulsividad surge
frente a la respuesta emocional, como es el caso de la expresión de la ira, el
contar hasta 10 puede funcionar. Los psicólogos lo llamamos 'supresión de la
reacción emocional automática' y consiste en postergar la respuesta emocional o
minimizarla (contar hasta diez antes de contestar), aceptando que se vive una
emoción. Es eficaz a corto plazo, pero imposible de aplicar en momentos de
cólera extrema".
7. Luchar contra el lado oscuro. La ira conduce al lado oscuro, ya lo decía
Yoda en Star Wars. "Hay que cambiar la 'reacción' (la acción
de nuestra parte animal ligada a la respuesta emocional) por la ‘respuesta’ (la
conducta racional de nuestra parte humana). Cuando la ira o la decisión
impulsiva se ponen bajo la luz de la conciencia, ya no hay automatismo sino
respuesta controlada", aclara Rodríguez Méndez y establece un proceso de
cinco pasos para evitar actuar movido por la impulsividad: "Lo primero es
reconocer la ira o el deseo cuando aparece. A continuación, asumir esa emoción como
algo nuestro, dejarlo fluir y aplacarlo. Finalmente, analizar lo que va mal y
escoger la respuesta más adecuada. Cuando la ira está bajo la luz de la
conciencia pierde inmediatamente todo su carácter destructivo".