PSIQUIATRIA
MARIAN ROJAS ESTAPÉ – Comprender es aliviar.com – 15/03/2015
(Artículo
resumen sobre la conferencia impartida en México)
La
felicidad es una garantía de longevidad. Como bien explica el Dr. Daniel G. Amén, el cerebro es el hardware del espíritu.
Su funcionamiento determina lo felices que somos, cómo son nuestros
sentimientos o cómo interactuamos con los demás.
El
sufrimiento emocional deja huella en nuestros genes. Los manguitos que se
encuentran en los extremos de los cromosomas, los telómeros, disminuyen con el tiempo, con las enfermedades y con
el estrés. La buena noticia es que nuestras propias experiencias pueden alterar
el material genético, a esto se denomina epigenética.
La felicidad es una forma de vivir en el mundo. Consiste en aprender a ver la vida con un
filtro que nos aporte sentimientos de bienestar y equilibrio. Para ello es
preciso haber superado los traumas, conflictos y heridas del pasado. Una
persona que vive anclada en un pasado traumático no consigue ser feliz porque
la felicidad consiste en tener ilusión. La felicidad viene por tener motivos
por los que levantarse cada mañana.
Nuestros pensamientos y sentimientos alteran nuestro mundo interior. Tienen un impacto importante en la mente y en el
organismo. Los pensamientos negativos como ira, rabia, frustración,
desesperanza, alteran el riego sanguíneo en el centro del optimismo del
cerebro, la corteza prefrontal izquieda. Nuestra mente no
distingue realidad de ficción. Por tanto, cualquier pensamiento que nos
aturda, nos obsesione, tiene un reflejo en el cuerpo. Los estados de alerta y
estrés permanentes, generan la hormona del cortisol, que de forma
crónica induce cambios en el cuerpo: a nivel gastrointestinal, neurológico,
alteración en la tiroides, disminución del sistema inmunológico, muerte de
neuronas en el hipocampo (zona de memoria y aprendizaje), cansancio, tristeza,
apatía, y un largo etc. Según la Universidad de Harvard, del 60 a 80% de las
enfermedades que padecemos tiene relación directa con las emociones
tóxicas.
Hoy
en día sabemos cómo mejorar el equilibrio hormonal y ayudar a eliminar ese
exceso de cortisol que bloquea y perjudica nuestro cuerpo. Algunas de esas
claves son el ejercicio físico, practicar los pensamientos
positivos y eliminar los negativos, saber manejar a las personas
tóxicas del entorno (acercándonos a laspersona vitamina) y
practicando técnicas de meditación, mindfulness por ejemplo.
Existe
un elemento fundamental en este proceso: aprender a manejar las
emociones, ya que estas son las que influyen directamente en nuestro
organismo. Para ello hace falta:
1-Conocerse: focalizarnos en nuestras virtudes. Quien no
se conoce, no se comprende ni acepta y por tanto no puede superarse y
mejorar.
2- Evitar el exceso de autocrítica y exigencia: huir del perfeccionismo excesivo, ya que el
perfeccionista es el eterno insatisfecho. Cuidado con el autoboicot, es
esencial aprender a dominar la voz interior. Grandes entrenadores del tenis han
tratado estos temas; a igualdad de nivel, gana quien domina su mente. Lo
explica de manera clara Timothy Gallwey en su libro “el juego interior”.
3- Fijarnos metas y objetivos:
sueña en grande, actúa en pequeño. No tengas miedo de dejar volar tu corazón
pero, a continuación, realiza un plan de acción y una estrategia. No te quedes
únicamente en el sueño. Actúa en consecuencia. Decía Aristóteles: “No hay
viento favorable para quien no sabe adónde va“. Si perdemos de vista
nuestros sueños, metas, acabaremos siendo esclavos de lo inmediato. El año
pasado salió publicado un artículo interesante al respecto. Las personas con
una meta o propósito en la vida tienen menor riesgo de sufrir enfermedades
cardiovasculares y un menor riesgo de mortalidad.
4- Trabajar la voluntad. Esta
se adquiere con aprendizaje tratando de fortalecer un sistema de control
inteligente. Es la fuerza superior de la mente que nos permite alcanzar una meta,
no de manera impulsiva sino cerebral.
5- Mejorar en asertividad. Es encontrar el puente intermedio entre
aceptar que todo lo decidan los demás por nosotros o no ser capaz de tener un
pensamiento objetivo y respetar las ideas de otros. “Digo si cuando quiero
decir no; cuando digo no, me siento culpable”.
6- Aprender Inteligencia emocional. Esto significa, entender y expresar mis
emociones; entender y empatizar con las emociones de otros y controlar
emociones, la impulsividad.
7- Educar el optimismo. Se puede. Cualquier situación puede verse en clave de problema o en
clave de solución. Hay que cambiar el lenguaje y empezar a usar palabras que
evoquen entusiasmo, alegría, ilusión. Desechar las palabras tóxicas que nos
anulan y alteran el riego sanguíneo. El optimismo llama a la ilusión y a la
pasión, y estas tienen un efecto directo sobre el cerebro y la
neuroplasticidad. Se ha observado que en las personas que practican el
optimismo, se produce una neurogénesis: células madres se convierten en
neuronas en tres semanas y migran al hipocampo.
Como
bien decía Ramón y Cajal en 1984: “El órgano del pensamiento es, dentro
de ciertos límites, maleable y susceptible de ser perfeccionado mediante
ejercicios mentales convenientemente dirigidos”.