ROXANA IBÁÑEZ MACHADO | la Vanguardia | 03/01/2021
La intromisión de los padres en la vida de sus hijos adolescentes debe ser fruto de la confianza y no de la imposición
Llega la adolescencia de tu hijo o hija y tienes miedo de quedarte fuera de juego. Aparecen las dudas. ¿Hasta qué punto hay que
mantener la supervisión paternal? ¿Cómo enfocamos el control sobre cosas suyas,
como las redes sociales y otros aspectos de su vida, sin vulnerar su intimidad?
¿Podemos o debemos invadir su espacio privado? ¿Cuáles son los límites?
Lo que sí hay que tener claro es que, en
cualquier caso, la intromisión de los padres en las redes sociales o en
cualquier terreno debe ser siempre con consentimiento, no solo porque la ley
ampara a los hijos en cuanto a su privacidad, sino porque debe ser fruto de la confianza y no de la imposición. Y siempre se
puede recurrir a ciertas fórmulas para no perderlos de vista.
!Acéptalo! No siempre puedes saber todo de su vida
Es cierto que por un lado existe la responsabilidad de los padres de velar
por el cuidado de los hijos. Pero también lo es que hay que preservar su
derecho a la intimidad. Y aún es más importante en la adolescencia. Lo ideal
será buscar el equilibrio entre estas cosas, comenta Héctor Galván Flórez,
director clínico de Instituto Madrid de Psicología.
No se debe olvidar que la adolescencia es una época bisagra. Es decir, los chicos y las chicas están saliendo del “túnel” de la infancia, están atravesando un cambio social y personal muy importante en su vida, están empezando a conformar su identidad y su personalidad frente a los demás y ellos mismos, y están descubriendo que tienen más responsabilidades y menos tiempo libre, por lo cual necesitan tener esa sensación de un mundo que es único de él o de ella, afirma Galván. “A esas edades, si no sienten que tienen una vida, una información, un mundo propio, pueden tener dificultades en su desarrollo”, advierte.
Asimismo, debemos tener en cuenta que siempre va haber un espacio de
privacidad de algo que no conocemos que es íntimo y privado de nuestros hijos,
apunta el psicólogo Roger Ballescà. Por muy pequeños que sean los niños,
siempre tienen un espacio privado que, conforme va aumentando la edad, va
haciéndose cada vez más grande.
“Y no tiene que ser vivido como algo problemático, si no como algo natural;
la intimidad forma parte de las personas y tienen derecho igual que todos,”
puntualiza el experto, que es también coordinador del Comitè d'Infància i
Adolescència del Col.legi Oficial de Psicologia de Catalunya (COPC).
“Cuando un hijo
ya tiene entre trece y dieciséis años va a haber cosas que no las vamos a saber
y es normal”, recalca Galván. “Es sano aprender a convivir con ello sin
sentirse necesariamente inseguros. Todo parte porque ese hilo de relación se
hace más fino durante esta época de la vida, pero ya se volverá a fortalecer
más adelante; y que se mantenga va a depender exclusivamente de que los hijos
nos sientan a su lado como cuidadores incondicionales” reflexiona.
Ni mucho ni poco: ¡Supervisión equilibrada!
¿Cómo hacerlo? “No hay pautas establecidas de hasta qué punto hay que
mantener un control en cada momento”, dice Ballescà. “Pero nos podemos basar en
algunos elementos sobre qué cosas son adecuadas para cada edad- continúa-; por
ejemplo, los juegos tienen clasificaciones por edad y también el uso de redes
sociales, o en otras cuestiones, como hacerse un piercing o un tatuaje, que
solo están permitidos a los mayores de 18 años y los que son menores necesitan
el consentimiento de los padres. Si ya la propia ley dice que necesitan del
consentimiento de los padres, pues quiere decir que también pueden dar su
opinión sobre eso y que pueden negarse a que lo hagan”.
Sin embargo, a
la hora de aplicar la supervisión parental resulta conveniente mantener cierta
sensatez. La actitud de inspección hacia los hijos es sana, pero llevada al
extremo conduce a problemas importantes.
“El control de los padres a veces no es bueno o malo en sí mismo, sino
en función del grado en el que se aplica”, puntualiza Ballescà.
¿Demasiado control podría debilitar la relación con los adolescentes?
Héctor Galván coincide. Y no por el hecho de que sea más o menos control,
sino por la forma del mismo. “Es decir, si al ejercerlo transmitimos sensación
de desconfianza, de no creer que él o ella tengan sentido común o que sepan
desenvolverse, lo que va a suceder es que los adolescentes cada vez se cierren
más y se comuniquen menos con nosotros”. La clave está en formarles como personas.
Eso es lo que les va a proteger más antes los demás y ante el mundo externo.
Es más útil preguntar que indicar o imponer… ¿Qué tal te encuentras? ¿Cómo
te va en el instituto? ¿Te preocupa algo?, etc. “Hay que dejar que ellos se
expresen y, más importante aún, ¡no juzgarles!”, dice Galván. “Y además -prosigue-
es bueno ayudarles a que aprendan a pensar en solucionar los problemas con
preguntas como: ¿Has pensado qué hacer?, ¿Cómo lo resolverías?, ¿Qué se te
ocurre si pasará tal cosa?... No tanto darle, soluciones ya hechas”.
A estas edades,
estos gestos les va creando una sensación de incondicionalidad y sienten un
apego seguro, que sus padres van a intentar entenderles y apoyarles sin
juzgarles inmediatamente de entrada, y que son personas con las que se puede
compartir las cosas en momentos de preocupación, indica el especialista.
Dos claves para tener acceso a la vida de un
adolescente
1-Ve de menos a más. La primera cosa que hay
que hacer es preguntar y establecer una buena comunicación con nuestros hijos. Y
solo si eso falla, hay que poder ver qué está ocurriendo, observar si hay
alguna conversación que nos dé pistas, resalta Ballescà. Hay que ir de las
estrategias menos invasivas a las más invasivas. La mayoría de las veces,
cuando necesitamos meternos en la vida íntima a través de estrategias invasivas
es porque en cierto modo ha fracasado, la comunicación con los hijos y eso
ocurre frecuentemente porque no es extraño que se produzcan tensiones y haya
épocas que nos explican muchas menos cosas.
2-Pregúntate: ¿cuánto sabes de tu hijo o hija?. Compartir
momentos, conversaciones o actividades con ellos es la mejor forma de generar
confianza e, indirectamente, de tener un control de sus vidas, dice Galván.
Aunque, más que control, sería mejor hablar de conocimiento. Es decir, cuando
conocemos qué o por dónde va la vida de nuestros hijos, hay un control sano y
no impositivo. “No sirve de mucho que nos dediquemos el día a trabajar y no
compartamos momentos con ellos y que simplemente en un momento dado le
preguntemos ¿qué haces?, ¿con quién vas?, ahí el chaval se va a sentir
interrogado”. Y en muchas ocasiones va a ser más fácil conocer de su vida
haciendo deporte o realizando alguna actividad juntos en el que de forma
natural van a ir saliendo conversaciones, preocupaciones o preguntas, pero que
el chico o la chica las hacen hacia los padres, no al revés, esto les crea
confianza y al final es la mejor forma de sentir ese control sano.
¿Existe algún salvoconducto que nos permita invadir su
privacidad?
Nos queda claro que debemos respetar la privacidad de nuestros hijos, no
solo porque la ley lo dice, sino también porque es una manera sana de
sobrellevar la relación con los chavales a estas edades. Pero desde el punto de
vista educativo, según explica el psicólogo Héctor Galván, podríamos darnos la
licencia de “entrometernos” si detectamos indicios claros de que puede estar
sucediendo algo.
Por ejemplo, si
observamos que llora sin razón alguna, que tiene una mala expresión no verbal,
que no quiere contar nada, que de forma repentina intenta evitar ir al colegio,
o si ha dejado de golpe de verse con sus amistades de siempre. Ante estas
señales, más que invadir bruscamente su espacio, es importante hablar con
ellos. O, por ejemplo, con los tutores del colegio para tratar de entender si
está pasando algo más.
Haz un pacto con el uso de las tecnologías
Los psicólogos insisten en que se debe respetar la intimidad de los hijos.
Aunque reconocen que también se puede tener un cierto control a una determinada
distancia. “Por ejemplo, en el uso de las tecnologías e internet, el móvil o el
ordenador, cada vez se pueden hacer más cosas, no solo buscar información, sino
también conocer gente, hacer compras, arruinarte la vida o hacerte muy
exitoso”, comenta Roger Ballescà.
“Por lo tanto-
continúa- hay que pensar que es una puerta más de nuestra casa y por la cual se
puede entrar y salir. Y de la misma manera que cuando nuestros hijos salen del
hogar físicamente le preguntamos a qué hora van a volver y qué van hacer, pues
con el uso de las tecnologías pasa exactamente lo mismo, tenemos que poder
saber qué tipos de páginas visitan o cuáles son las actividades que realizan.
Hasta qué punto debemos saberlo dependerá de la edad que tengan”.
Asimismo, los
expertos ponen el foco en el uso de los móviles a estas edades. Para Galván no
es recomendable que antes de los 12 años tengan smartphones porque no tienen
una madurez suficiente para exponerse a todo lo que esto implica. Aunque
lógicamente habrá que sortear la presión que puede suponer que los tengan sus
compañeros de clases o amigos menores de esa edad. “Y de ser así, más allá de
algún tipo de control, lo que realmente se trata aquí es de educarles en el uso
de las tecnologías y de su propia intimidad, deben tener claro que nunca deben
facilitar datos personales como dirección o el nombre completo, por ejemplo”.
Ballescà lo resume con una imagen visual: “¿Verdad que no le permitirías a
tu hijo que pusiera una llave en la puerta de su habitación y que solo él o
ella tuviera la llave de entrada? Sería absurdo, no?. Pues ocurre exactamente
lo mismo con los dispositivos móviles.
“Es aconsejable que, hasta los 16 años como mínimo, los padres puedan tener
acceso a las claves de los móviles u ordenadores, otra cosa es que hagan uso o
no de ellas”, enfatiza Ballescà. “Esto establece una especie de acuerdo tácito
entre los padres y los hijos- argumenta- Y en cierto modo se lo ponemos un
poquito más difícil. Ellos saben que hay ciertas cosas que se abstendrán de
hacer sabiendo que sus padres pueden acceder en cualquier momento a sus
dispositivos. Aunque esto no quiere decir que no puedan buscar mil maneras de
salirse con la suya”.
Si conviene, se
puede recurrir a la ayuda de las aplicaciones o herramientas de control
parental porque limitan tipos de contenidos a determinadas edades.
¿Espías sus redes sociales? ¡Alto! Hay otras maneras de llegar a ellos
Los padres no deberíamos olvidar algunas reglas cuando se habla de redes
sociales o de videojuegos. La primera de ellas, según Ballescà, es que tienen
una edad recomendada para empezar a hacer uso de las mismas. Y lo mejor es
seguir estas recomendaciones, aunque a menudo son los padres los primeros que
se saltan esa regla, agrega el experto del COPC.
Tampoco es un
secreto que hoy en día la gran mayoría de los adolescentes son activos en las
redes sociales, y puede que muchos padres caigan en la tentación de espiarles.
Los expertos son contundentes al respecto y recuerdan que no solo es un delito
que está regulado, sino que siempre, educativamente, lo mejor es preservar su
intimidad. Por lo cual no debería ser el primer recurso, sobre todo cuando se
intenta tener una vigilancia sana. Se podría recurrir a esta actitud como
último término, dice Galván.
“A lo mejor al chico o chica no le
importa ese control en algunas redes sociales, pero en otras quiere tener su
espacio de mayor privacidad y es importante tener en cuenta ese aspecto, porque
si el adolescente no desea que sus padres estén en sus redes sociales va a
buscar esa individualidad en otras áreas que pueden ser más peligrosas”,
advierte Galván.
Es bueno ser
amigos de nuestros hijos en las redes sociales sobre todo si parte de un
acuerdo entre los progenitores y los chavales. Pero puede ser contraproducente
si es vivido como una imposición de los padres, matiza Ballescà. Aunque
deberíamos de planteárnoslo, apunta. “Entre otras cosas porque los padres debemos
de entender que no somos los amigos de nuestros hijos, somos sus padres.
Podemos tener una relación excelente y en algunos puntos muy parecida o muy
próxima a una relación de amistad, pero ejercemos funciones diferentes y hay
que tener claro eso. Lo cual no es ni mejor ni peor, es distinto”, concluye.
Supervisar amigos y relaciones de pareja ¿sí o no?
Más allá de las
redes sociales también hay otros espacios en la vida de los adolescentes en los
que conviene prestar atención. Por ejemplo, sus amistades. “En este aspecto la
intromisión a su espacio debe hacerse solo en el caso de que detectemos que hay
alguna cosa que no nos cuadra”, dice Ballescà. Es decir si observamos conductas
extrañas en casa, si empieza a bajar mucho el rendimiento académico o si notamos
conductas de aislamiento más exageradas de las que son normales en la
adolescencia.
También si
observamos que llega en malas condiciones porque ha bebido o si huele porque ha
fumado. Entonces es cuando debemos poder dar un paso adelante e inmiscuirnos en
cierto modo en un ámbito de su privacidad, el mismo que debemos dejar
preservado en el caso de que no haya ningún elemento que nos haga sospechar de
que nada vaya mal.
En esta etapa
también surgen esos primeros amores y es normal que muchos padres quieran saber
un poco más sobre esas cosas que son importantes para sus hijos. Pero, ¿hasta
qué punto hay que inmiscuirse en sus relaciones de pareja? Tal como explica
Ballescà, una de las cosas que más les cuesta a muchos adolescentes es hablar
sobre su sexualidad, y eso incluye las relaciones de pareja.
Y el hecho de
entrar en el móvil, ver sus conversaciones con la novia o el novio sería una
violentación y no dejar espacio al otro, apunta el experto. “Lo ideal es tener
una actitud respetuosa hacia su intimidad y abierta al diálogo, porque es más
fácil que nos expliquen cosas. Si forzamos demasiado, lo único que
conseguiremos es que se cierren todavía más”, enfatiza el psicólogo.