A sus 86 años, John Nash acaba de recibir el Premio Abel de
matemáticas tras décadas de convivencia con la esquizofrenia
EL ACENTO - Sección OPINIÓN | EL PAÍS | 29/03/2015
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nombre de John Nash, como el de Stephen Hawking, quedará para siempre asociado
a la reconfortante idea de que, pese a sufrir la más terrible de las
adversidades, es posible alcanzar las más altas metas. Ambos lo han conseguido
gracias a una mente maravillosa capaz de remontar los
obstáculos de una patología altamente invalidante, y su vida ha sido llevada al
cine como un ejemplo de superación. Si en el caso de Hawking esa mente ha
producido las más brillantes investigaciones pese a estar atrapada en un cuerpo
atrofiado, el de Nash es doblemente meritorio, pues ha tenido que pasar por
encima de una enfermedad, la esquizofrenia, que afectaba gravemente al
funcionamiento del propio cerebro.
A sus 86 años, John Forbes Nash acaba de recibir
el Premio Abel que otorga la Academia Noruega de Ciencias y Letras, considerado
el Nobel de las matemáticas. Se lo han concedido, junto a Louis Niremberg, por
sus aportaciones sobre ecuaciones no lineales en derivadas parciales, una
teoría que ha tenido enorme repercusión en diversos ámbitos científicos, desde
la química y la física cuántica, a la biología de sistemas o las finanzas.
Nash ya recibió en 1994 el Premio Nobel de
Economía por su contribución a la teoría de juegos, con lo que se convierte en
uno de los matemáticos con mayor reconocimiento. Y eso a pesar de que en 1958,
cuando apenas tenía 29 años y se encontraba en su momento más creativo, le fue
diagnosticada la enfermedad que frenó en seco su vida académica.
La esquizofrenia es una dolencia terrible,
porque hace que la mente se disocie y cree una realidad paralela en forma de
delirios que, en la mente de quien la sufre, tiene la misma fuerza que la real.
En algunos casos esta dolencia comporta una pérdida cognitiva y siempre va
acompañada de una tendencia al aislamiento social.
Pero después de un largo periodo de
hospitalizaciones y reclusión, Nash fue capaz de utilizar su propia fuerza
mental para doblegar las alucinaciones y preservar espacios de lucidez que le
permitieron volver a dar clases en la Universidad de Princeton. Las recompensas
le llegaron, como se ve en la película Una mente maravillosa,cuando
ya llevaba décadas de convivencia con la esquizofrenia. Son historias
maravillosas que reconfortan en medio de tanta tragedia.