OPINIÓN
Algunos indicadores muestran los efectos de la crisis
sobre la salud. Preservar los servicios públicos reducirá el impacto.
La historia ofrece algunos ejemplos claros de cómo las
crisis económicas se traducen en un deterioro de la salud de la población. Diez
años después de la caída del muro de Berlín, la esperanza de vida en Rusia
había caído desde los 65 años en hombres y 74,6 en mujeres alcanzados en 1987 a
60 y 73 años respectivamente. La crisis que siguió a la caída del muro y los
cambios sociales que produjo el paso a un capitalismo descarnado dejó sin
servicios públicos ni protección social a millones de rusos, lo que se tradujo
en un rápido aumento de la mortalidad.
¿Está provocando la crisis económica un retroceso en
los estándares de salud en los países del sur de Europa? La cuestión es de la
máxima relevancia, pero no tiene fácil respuesta, como pudo verse en un debate
organizado por Cáritas el pasado jueves. Depende, como siempre, de qué se
observe y cómo se miren las cifras .
En las sociedades con mayor bienestar y más
cohesionadas, las repercusiones sobre la salud suelen ser a más largo plazo.
Los niños catalanes que hoy sufren malnutrición no morirán por ello, pero es
seguro que su salud se resentirá.
Lo importante, como señala Carme Borrell, de la
Agencia de Salud Pública de Barcelona, son los determinantes de salud, es
decir, los factores que inciden sobre ella. Y no cabe duda de que la crisis los
está afectando. Si la población en riesgo de pobreza ha pasado del 24,5% al
28,2% en cinco años y la mayor pobreza se traduce en peor salud, no tardaremos
en ver su impacto en las estadísticas. De hecho ya aparecen algunos signos. Por
ejemplo, la peor alimentación conduce a una mayor obesidad, de la que se
derivan otros problemas de salud como la diabetes. Pues bien, en la población con
menos ingresos, el porcentaje de niños obesos casi se ha duplicado entre 2006 y
2012.
Pero es en la salud mental donde antes debutan las
consecuencias de una crisis, normalmente en forma de depresión, crisis de
ansiedad, adicciones y suicidios. Un estudio encabezado por Margalida Gili
publicado en el European Journal of Public Health concluye que ha aumentado
significativamente la frecuencia de los trastornos mentales y el abuso de
alcohol, especialmente entre quienes están en paro y tienen riesgo de perder la
vivienda. Otro estudio dirigido por Carme Trilla observa cómo el 70% de las
personas que acuden a Cáritas por problemas de vivienda afirma sufrir problemas
de depresión u otros trastornos mentales, cuando en la población normal el
porcentaje es del 15%.
Esta mayor vulnerabilidad no se ha traducido, según
Josep Ramos, psiquiatra del hospital Sant Joan de Déu, en una mayor demanda de
atención especializada para adultos, pero sí para niños. ¿La razón?
Probablemente porque en el caso de los niños hay mayor vigilancia y los adultos
con trastornos de ansiedad y depresión se quedan en la asistencia primaria, que
es donde se recetan ahora más antidepresivos.
La memoria colectiva guarda la terrible imagen de
empresarios arruinados arrojándose por la ventana en la Gran Depresión de 1929.
Uno de los primeros indicadores a los que se recurre para evaluar el impacto de
una crisis económica es la tasa de suicidios. Aquí encontramos datos tan
contradictorios como reveladores.
Un estudio realizado en Gran Bretaña muestra un ligero
repunte de la tasa de suicidios en paralelo a la crisis y al incremento del
paro. Pero la tasa sigue estando por debajo de hace diez años. Algo parecido
ocurre en España y Portugal. En Grecia, en cambio, un trabajo publicado en The
Lancet daba cuenta de que los suicidios habían aumentado un 17% entre 2007 y
2009 y a lo largo de la crisis el aumento ha sido del 43%.
Desde luego, la solidaridad familiar juega un papel
muy relevante. Pero lo más importante es poder mantener las estructuras del
Estado de bienestar que amortiguan el impacto de la crisis sobre los factores
que determinan la salud: prestaciones y servicios sociales, asistencia
sanitaria, educación... Aunque recortados y sobrecargados, los servicios
públicos siguen en pie. Cuanto mayor y más larga es la crisis, más importante
es preservar estos grandes amortiguadores sociales.
Nota.- He recortado algunos párrafos que daban
estadísticas que no me han parecido importantes. Si se quieren consultar se
puede encontrar en la hemeroteca de El País.