martes, 10 de noviembre de 2020

La sorprendente relación entre el estrés, la memoria y el tamaño del cerebro

 ANDRÉS MASA       |       El País       |       06/02/2019

Un estudio relaciona la tensión crónica con un órgano más pequeño, especialmente en mujeres

Si sentir estrés habitualmente es una situación que te resulta ajena, lo que te distingue de personas menos afortunadas quizá sea el tamaño de tu cerebro. Es lo que sugiere un estudio científico que ha evaluado el órgano de 2.200 voluntarios jóvenes y de mediana edad -la media fue de 48 años-. Según el trabajo, las personas con estrés crónico tienden a tener un órgano más pequeño. Y no solo eso. La investigación no explica si la relación es una causa o un efecto de la tensión constante, si es que es alguna de las dos cosas, pero sí señala que es especialmente notable entre las mujeres.

El cuerpo humano responde al estrés produciendo distintas hormonas, pero la huella que los científicos suelen buscar en la sangre para detectarlo es la que deja el cortisol. El cortisol es absolutamente necesario para la vida porque la tensión que produce predispone al organismo a responder rápidamente ante una situación de alerta. Pero la mejora de la capacidad de reacción se limita a momentos puntuales.

Si el nivel se mantiene elevado durante mucho tiempo, si el estrés se cronifica, la respuesta hormonal deja de ser beneficiosa y se convierte en un problema. El estudio, publicado en la revista Neurology, relaciona los niveles más altos de cortisol con el volumen cerebral más pequeño y también con el daño en algunas funciones cognitivas.

Resonancias magnéticas y pruebas psicológicas

Para alcanzar sus conclusiones, los académicos han analizado los cerebros de los participantes en el estudio Framingham, que forman parte de la tercera generación de una población de Boston en la que los científicos estudian la relación entre la salud y el estilo de vida. Lo hacen desde los años cuarenta del siglo pasado.

Los investigadores analizaron imágenes obtenidas con escáneres de resonancia magnética e hicieron pruebas cognitivas a los sujetos para evaluar su memoria, su capacidad de razonamiento abstracto, su percepción visual, atención y función ejecutiva, un concepto que recoge distintas habilidades que se complementan para alcanzar las metas futuras. Aparte de las diferencias en el volumen cerebral, los científicos detectaron daños en la microestructura de la materia blanca en varias regiones del órgano maestro del organismo, especialmente en el cuerpo calloso, que conecta los dos hemisferios cerebrales.

"La materia blanca -un tejido compuesto de fibras nerviosas que comunican las distintas partes del cerebro- está altamente correlacionada con la velocidad de procesamiento, que a su vez está asociada sólidamente con una mayor habilidad cognitiva en general", explican los autores en el artículo. "La disrupción de la transferencia de información debida al daño en la materia blanca podría explicar parcialmente las deficiencias en las habilidades cognitivas asociadas a mayores concentraciones de cortisol", añaden.

Entre las facultades que los investigadores han visto perjudicadas destaca la memoria, ese recurso tan preciado para los opositores. No es una novedad; los episodios de estrés ya habían sido relacionados con una menor capacidad de evocar los recuerdos anteriormente, pero no así los cambios en el volumen cerebral que proponen los investigadores... y esos son mucho más difíciles de corroborar. De momento solo es una hipótesis y, si bien otros estudios parecen apuntar en la misma dirección, estos trabajos aún son muy pocos. Eso sí, si existiese la relación que los científicos describen entre el cortisol, el estrés y la estructura cerebral, las implicaciones serían muy importantes: puede que los cambios estructurales del órgano sirvieran para predecir el desarrollo de algún tipo de demencia en la vejez.

No solo es la memoria, la atención también se resiente

La investigadora principal del laboratorio de Neurociencia Social Cognitiva de la Universidad de Valencia, Alicia Salvador, es una de las personas que estudian en España el posible papel que el cortisol podría tener en el declive cognitivo en la vejez. "Está claro que los niveles elevados de cortisol durante un tiempo prolongado afectan al sistema nervioso, y eso puede tener consecuencias en la capacidad de adaptación posterior, pero que sea hasta el punto de provocar demencia aún no ha sido demostrado científicamente", explica Salvador.

Lo que su equipo tiene claro, gracias a los resultados que ha obtenido en las investigaciones que vienen realizando desde 2004, es que el estrés sí influye la memoria. Y que no afecta igual a los hombres que a las mujeres, ni a los jóvenes que a las personas mayores. Con todo, Salvador insiste en que el cortisol no es el enemigo.

"Hay numerosas pruebas de que tiene influencia sobre la cognición, y entre las funciones más estudiadas está la memoria, pero también aspectos como la atención y la toma de decisiones, que se han empezado a estudiar un poco más tarde", explica la investigadora. Lo que pasa es que los niveles que cada uno puede soportar antes de notar los efectos negativos son distintos. Y lo que es más importante, la fuerza de la tensión no es el único parámetro importante a la hora de valorar el efecto del cortisol en la salud: aprender a gestionar el estrés correctamente puede marcar la diferencia.

Para vivir tranquilo, 'mindfulness' y aceptación

Estudios anteriores han relacionado el estrés con el deterioro del hipocampo, "que es la región del cerebro que determina la memoria a largo plazo", explica el catedrático emérito del departamento de Psicología Biológica y de la Salud de la Universidad Autónoma de Madrid, Bernardo Moreno. El académico no muestra sorpresa alguna ante un efecto ya reconocido entre en la comunidad científica.

El profesor enfatiza que el estrés es inevitable, incluso deseable para activarnos ante ciertas situaciones que requieren actuar rápidamente. Pero también subraya que, desde el punto de vista evolutivo, nuestro organismo está adaptado al estilo de vida paleolítico, en el que esos momentos eran puntuales. El estrés está ahora fuera de lugar, y eso provoca perversas consecuencias.

Según Moreno, el contexto urbano, industrial, competitivo y de imprevisibilidad actual está haciendo que la tensión se cronifique, y eso favorece el deterioro cognitivo. También fomenta la aparición de enfermedades cardiovasculares y promueve respuestas contraproducentes del sistema inmune que pueden desencadenar neoplasias, tumores benignos o malignos.

La buena noticia es que, por muy inevitable que sea, podemos regularlo. "Siempre ha existido la desconexión, el viaje, los amigos, los momentos agradables" que nos ayudan a rebajar la tensión, dice Moreno. Y ahora también hay una pléyade de técnicas a las que podemos recurrir, entre las que el catedrático emérito destaca las relacionadas con el mindfulness, del que se ha dicho que puede hacerse incluso mientras uno se lava los dientes, y los recursos de aceptación y compromiso.

Los últimos implican hacerse consciente del problema y de la necesidad de superarlo. "Yo no soy mis pensamientos, yo no soy mis emociones. Puedo estar estresado, pero también puedo seguir", recita Moreno, emulando el proceso mental por el que funciona esta manera de manejar el estrés. Pero advierte: "Las técnicas son elementos que pueden ayudar, pero solo si uno está habituado". Es decir, es imprescindible hacer el esfuerzo previo de convertirlas en un hábito.

Y añade un detalle fundamental: "No pueden resolver continuamente los problemas. Si hay que recurrir a ellas constantemente es que el estrés de fondo no está resuelto", profundiza Moreno. Y, visto lo visto, parece más que deseable resolverlo antes de que las facultades mengüen más de la cuenta. 

Ayuno de dopamina: la moda de dejar el alcohol, el sexo y las redes sociales para "reiniciar" el cerebro

KRINTIN SULENG       |     El País     |     05/01/2020

Pretender mejorar el funcionamiento del órgano maestro reduciendo placeres potencialmente 'adictivos'. ¿Sirve para algo?

Silicon Valley es conocido por su papel de polo mundial de desarrollo tecnológico y los millones de dólares que generan sus gigantes digitales. Pero el paraíso geek por excelencia también es el lugar donde se fraguan tendencias de salud de lo más extravagantes, generalmente ligadas al aumento de la productividad personal. Los ejecutivos de San Francisco han puesto de moda la dieta del ayuno intermitente, la de beber agua cruda de la lluvia y depósitos sin tratar, la de consumir microdosis de LSD para rendir mejor en el trabajo... y ahora llega la de alejarnos de todo aquello que produce placer– desde la alimentación, el alcohol y el sexo hasta las redes sociales y las nuevas tecnologías. La práctica se conoce como ayuno de dopamina, un término acuñado por el psicólogo e inversor tecnológico Cameron Sepah al que se le atribuyen las bondades de "reiniciar" y mejorar la eficiencia del cerebro. O sea, como una manera de librarnos de los "vicios" que nos impiden alcanzar nuestras mentas y potenciar la productividad. ¿Vale la pena intentarlo?

Contra la hormona del deseo y la motivación

La dopamina es un neurotransmisor básico del sistema nervioso central y no es dañina, recuerda la neurocientífica Raquel Marín, profesora de Fisiología de la Universidad de La Laguna, en Tenerife. El cerebro la necesita para múltiples tareas, relacionadas con la memoria, la motivación, la recompensa, el aprendizaje, la atención y los estados de alerta. "También está implicada en funciones motoras, se estimula cuando nos enamoramos e incluso actúa en la producción de prolactina, la hormona de la secreción de leche en la mama", apunta Marín.

El hecho de que se libere dopamina en el cerebro cuando sentimos algún tipo de satisfacción o bienestar por actividades como leer un libro, salir con los amigos, viajar o practicar sexo, hizo que durante mucho tiempo se creyera que esta molécula era la responsable del sentimiento del placer. Ahora se le conoce como el neurotransmisor del deseo y la motivación. "Al liberar dopamina sentimos unas enormes ganas de buscar el placer, cuando lo encontramos nos lo hacen sentir las endorfinas o encefalinas. El deseo hace buscar el placer, y el placer también hace aumentar las ganas de buscar el deseo", explica Ignacio Morgado, catedrático de Psicobiología en el Instituto de Neurociencia de la Universidad Autónoma de Barcelona.

La dopamina también está unida a la sorpresa, por lo que cuanto más inesperado resulta un acontecimiento, más dopamina se libera. "Es como cuando alguien está tranquilamente sentado en una cafetería y de repente se le aparece un amigo al que no ve hace muchos años", sostiene Morgado, autor del libro Deseo y placer, la ciencia de las motivaciones (Ariel). Entonces, ¿qué tiene de malo? ¿Para qué iba alguien a desear bloquear su producción?

Los vínculos con la adicción y la depresión

La gracia de la propuesta es que el ayuno de dopamina se basa en la renuncia a los comportamientos pocos saludables que impliquen abusar del placer. Puede entenderse como una especie de estrategia para huir de situaciones que distraen la atención de otras más productivas, o como una "terapia de desintoxicación" de lo que nos aleja de lo verdaderamente importante. Sin embargo, "el organismo la regula para que no sea escasa ni excesiva. Es difícil concebir una posible regulación a la baja por controlar voluntariamente aspectos relacionados con la producción de dopamina", explica Marín.

Para Morgado sí existe la manera, aunque es poco atractiva: "Si uno se encierra en casa, no recibe llamadas y no ve la televisión, impide que su cerebro libere dopamina de forma natural. No sabemos en qué circunstancias debe aplicarse el ayuno ni cómo debería ser, pero se dirige a la vida cotidiana y nos llama a todos abusones de la vida, como una homilía de domingo", recalca. El neurocientífico es partidario de la idea del ayuno, pero como vía de investigación en sustancias inhibidoras para casos de adicción, cuando la sobrecarga de los sistemas de recompensa deteriora el cerebro. "No es un tratamiento terapéutico para cualquier persona, reducirla solo es bueno en casos de exceso exacerbado de algo dañino para el organismo y que impide hacer una vida normal", subraya el catedrático.

Y es que la dopamina está ligada a las adicciones, cuando el cerebro solicita la recompensa de forma insistente. En estos casos, juega una mala pasada. "Produce la sensación permanente de desazón y desasosiego en ausencia del premio, así como de cubrir esa necesidad para subsistir aunque seamos conscientes de que una práctica nos perjudica", aclara Marín, que pone el ejemplo del café de las once de la mañana. "Ningún estudio científico demuestra que sea fundamental para sobrevivir, sin embargo, muchas personas sienten que no pueden funcionar sin él", dice la neurocientífica.

El director de la sección de Neurociencia cognitiva del Centro de Evolución y Comportamiento Humano de la Universidad Complutense de Madrid, Manuel Martín-Loeches, advierte de que "no hay forma de restablecer algo que está en continuo cambio desde antes de nacer, como es el cerebro. Si restringimos la dopamina con el ayuno ocurriría algo parecido a los efectos a la larga de una adicción: la falta de satisfacción, que suele llevar a una depresión".

Paradójicamente, solo el hecho de plantearse semejante opción también aumenta el nivel de esta molécula. "Reducir las horas de conexión a redes sociales, eliminar el consumo de fármacos o cambiar la alimentación con pautas más saludables es algo altamente aconsejable para una mejor salud cerebral, una mayor capacidad de concentración, una mejor sensación de recompensa frente a umbrales más bajos de estímulos y una mejor sensación de autoestima. Pero, en sí misma, la decisión de hacer este pseudoayuno de dopamina también estimula la producción de dopamina", recalca Marín, autora del libro Pon en forma tu cerebro (Roca Editorial).

Cambiar la cerveza de la tarde por media hora de gimnasio

Los expertos están de acuerdo en que, desde el punto de vista neurocientífico, el ayuno de dopamina es algo inimaginable. "Son demasiados los parámetros fisiológicos y psíquicos que regulan su producción", afirma tajante la neurocientífica. Sin embargo, que no se pueda controlar el nivel del neurotransmisor en multitud de funciones no impide realizar acciones conscientes para controlar las prácticas que estimulan su síntesis. "Si se consiguiera disminuir la producción de dopamina en las zonas concretas del cerebro implicadas en las adicciones, es probable que pudiéramos sentirnos más capaces de controlar hábitos dañinos. En algunas investigaciones en animales ya se ha conseguido reducir el antojo por el dulce", recuerda Marín.

La científica propone crear ambientes con menos estímulos para la dopamina, como cambiar la rutina de la cerveza diaria de las siete de la tarde por media hora de gimnasia o apagar los dispositivos electrónicos cuando estamos almorzando. "Los cambios de contexto que implican eliminar el consumo de estupefacientes benefician al cerebro en el medio plazo, por la misma razón por la que nos sentimos físicamente mejor al dejar de consumir dulces a diario", insiste.

Sin embargo, la idea de rendir mejor en el trabajo gracias al ayuno de dopamina está cuestionada por la relación positiva que existe entre la molécula, los estados de ánimo positivos y la creatividad. "Pueden no ser convenientes para ciertas tareas, como la contabilidad, ya que se cometen más errores. Pero para la mayor parte de las funciones laborales y personales, la dopamina sería muy recomendable", apunta Martín-Loeches. Y en contextos más románticos también, recuerda Marín: "No todo es perjudicial en la sobreproducción de dopamina. La necesitamos también para enamorarnos. Sin esta maravillosa molécula es muy probable que no pudiéramos nunca sucumbir al amor", concluye. ¿Y quién quiere renunciar a esas mieles?