MAIRENA VÁZQUEZ RODRIGUEZ |
Grulla Psicología y Nutrición
| 13/04/2020
Las
obligaciones que tienes pendientes, lo que comiste ayer, qué hiciste un día
como hoy hace justo un año o el recuerdo de ese momento que marcó un antes y un
después en tu vida. Toda esa información - y muchísima más - se encuentra
almacenada en nuestra memoria.
Sí, “almacenada” literalmente. Nuestro cerebro está compuesto por una especie de “cajitas” en las que se distribuyen los diferentes tipos de memoria humana. Digamos que la memoria es el almacén en el que se guardan nuestras experiencias y nuestros recuerdos.
Prácticamente
todas las personas tenemos unas nociones básicas sobre qué es la memoria.
Si nos pusiésemos a realizar encuestas en la calle a la gente que pasa
podríamos encontrarnos respuestas como: “es lo que nos hace saber
dónde vivimos y cómo nos llamamos”, “los recuerdos del pasado”, “lo
que nos permite estudiar”…
Efectivamente, todo eso son
funciones de la memoria. Según Óscar Wilde (conocido escritor irlandés), “la
memoria es el diario que todos llevamos con nosotros”.
Es por ello que cualquier fallo
en esta función fruto por ejemplo de un daño cerebral adquirido, de una
enfermedad neurodegenerativa o de trastornos psicológicos podría afectar de
manera funcional a quien lo sufre.
Según el Diccionario de la Lengua
de la RAE la memoria es la “facultad psíquica por medio de la cual se
retiene y recuerda el pasado”.
Se trata
de una función cognitiva realmente compleja que nos ayuda en
prácticamente todas las situaciones diarias. Es la capacidad que tenemos
para retener, almacenar y recuperar cualquier tipo de información de manera
efectiva. Al ser algo tan complejo encontramos un gran número de áreas o
estructurales cerebrales implicadas, entre ellas el hipocampo, el sistema
límbico y la corteza cerebral.
Pero… ¿cómo introducimos la
información en la memoria? A través de 3 fases: codificación, almacenamiento
y recuperación.
Tipos de memoria humana
¿Te
imaginas un armario lleno de ropa sin ordenar donde junto a un pantalón te
encuentras una camiseta, unos calcetines o incluso un sombrero? Así, sin orden
ni concierto, ¡todo revuelto! Esto es algo impensable para la memoria, esa
especie de ordenador que tenemos en nuestra cabeza.
Existen diferentes tipos de
memoria ordenados según criterios de clasificación:
1. Dependiendo
del tipo de información que se almacene podemos hablar de memoria
verbal (recordar la lectura de nuestro libro favorito) o memoria no
verbal (retener la imagen de aquel cuadro que tanto nos gusta).
2. Dependiendo
del órgano sensorial estimulado podemos hablar de la memoria auditiva
(la canción que nos alegra cada día al resonar en nuestra mente), memoria
olfativa (el olor a césped que nos transporta al verano), memoria
gustativa (el sabor del postre que trae recuerdos familiares) y memoria
háptica (el tacto que eriza la piel al abrazar a un ser querido). Otro
tipo importante es la memoria visual (recordamos la sonrisa de
nuestro mejor amigo aunque llevemos tiempo sin verle) que además comprende la memoria
fotográfica al ser capaces de recordar con todo lujo de detalles las
características de una escena.
3. Y por
supuesto dependiendo del tiempo en el que la información permanece en el
sistema existen dos clases de memoria: memoria a corto plazo y memoria
a largo plazo.
MEMORIA SENSORIAL
Continuamente estamos recibiendo información
que nos llega a través de los sentidos. Deja de leer y observa a tu
alrededor: el sol que se cuela por tu ventana, el olor del café, el ruido de
las noticias de fondo.
Se trata de información breve que
solo dura entre 200 y 300 milisegundos. A pesar de que resulta útil en el
aquí y en el ahora tiene dos caminos: o desaparece en el caso de que
no sea relevante o se transmite a la memoria a corto plazo. Es un almacén
temporal.
MEMORIA A CORTO PLAZO
De la información que recibimos a
nivel sensorial, la que resulta más relevante pasa al almacén de la memoria
a corto plazo. Este almacén tiene una capacidad limitada de entre 5
y 9 elementos y se encarga de mantener información en nuestra mente durante un
breve espacio de tiempo (30-45 segundos). Además realiza funciones de control y
se encarga de las operaciones ejecutivas. Está formada por 4 sistemas que
retienen los datos: sistema operativo, bucle fonológico, agenda visoespacial y
almacén episódico.
MEMORIA A LARGO PLAZO
Es el almacén que permite
procesar la información y guardarla de manera prolongada en el tiempo ya
sea por minutos, años o décadas. En esta “especie de disco duro” guardamos toda
la información que pueda resultar útil en un futuro.
Dependiendo del contenido o
utilización de la información, encontramos dos clases de memoria: la memoria
declarativa o explícita y la memoria procedimental o
implícita.
La memoria declarativa o
explícita permite recordar hechos, acontecimientos, episodios o datos como
puede ser la celebración de nuestro último cumpleaños o qué cenamos anoche. Esta
memoria retrospectiva se divide en dos tipos:
· Memoria
episódica o autobiográfica: Según Tulving (1972) es “el
conocimiento consciente de acontecimientos o episodios datados temporalmente,
localizados espacialmente y experimentados personalmente”. Información de experiencias
personales pasadas como pueden ser los recuerdos de los veranos en la
playa.
· Memoria semántica:
nuestra enciclopedia personal, nuestro almacén de conceptos e información.
Muy necesaria para el lenguaje. Aquella información sobre el mundo que
aprendemos y que permanece invariable como puede ser la información sobre las
capitales de Europa o los conocimientos sobre matemáticas.
Por su parte la memoria procedimental o implícita abarca aquellos procedimientos que realizamos de manera automática; información relacionada con el “saber hacer”. Comprende las destrezas motoras y los condicionamientos. Algunos ejemplos de memorias procedimentales son montar en bici, conducir o sumar y resta.
En definitiva y a pesar de que
los diferentes tipos de memoria funcionan de manera particular, todas influyen
en el proceso de recordar. Gracias a ello los seres humanos podemos hacer una
de las cosas más importantes como personas: definir nuestra propia identidad
y ser capaces de darle un sentido tanto a nosotros mismos como a nuestro
entorno.
J.L. Borges (escritor argentino)
lo ejemplificaba diciendo que “somos nuestra memoria, somos ese quimérico
museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos”.
De nuestra memoria dependerán
nuestras experiencias, nuestros recuerdos, nuestras emociones. Por eso es vital
cuidarla y reforzarla a lo largo de la vida. Pero de eso… de eso hablaremos
otro día.