ANA MORALES | vogue.es | 04/10/2022
El menos es más en materia de
pertenencias en casa y en el trabajo reporta unos cuantos beneficios a nivel
emocional. He aquí una historia real (y la explicación de una psicóloga)
Después de dos mudanzas en menos de seis meses con tres hijas –es
importante este último dato porque la cantidad de objetos se multiplica de
forma desproporcionada cuando se tienen niños pequeños–, he decidido practicar
el minimalismo material.
Hace tiempo que intento instaurar en mi día a día la versión psicológica del
‘menos es más', reduciendo también el número de pensamientos que restan energía
y felicidad en busca de un proceso de higienización mental que me haga la vida más
fácil. Pero me he dado cuenta de que acompañarlo de un minimalismo material
también ayuda (y mucho). Y más en la era de la necesaria sostenibilidad en la
que comprar de forma consciente y
responsable sin atesorar cantidades ingentes de objetos
que también ponen en riesgo la salud del planeta es justa y necesaria. Pero más
allá de todo esto, reconozco que tras deshacer cajas y cajas de pertenencias y
tener que poner en práctica de forma acelerada la regla de oro de Marie Kondo –deshacerse de todo aquello
que no te haga feliz o de lo que lleves más de un año sin usar– he comprobado
que tener a mi alrededor menos cosas, me da tanta paz mental como una clase de
yoga (o, a veces, incluso más). Al final, el clásico ‘cuanto más tienes, más
quieres’, tiene algo (bastante) de cierto y atesorar cosas también produce un
estrés bastante innecesario.
No obstante, y por no quedarme solo en
el entusiasmo de la experiencia personal y la felicidad que me dio desprenderme
de muchas cosas que no usaba, he hablado con la psicóloga Pilar Guerra Escudero para
profundizar en las bondades comprobadas que tiene reducir el número de bienes
que poseemos. Al fin y al cabo, pasada la euforia del principio, conocer las
ventajas de esta corriente también me ayuda mucho a mantener el objetivo en el
tiempo.
Qué
es el minimalismo material
El tener un número de cosas razonable
(y no el exceso que en ocasiones caracteriza nuestros armarios, baños e,
incluso, mesas de trabajo) es un concepto que, tal y como apunta Guerra,
entronca con el concepto de “saber elegir el poseer las cosas que son
estrictamente necesarias para poder vivir en la vida. Se trata de un nuevo
paradigma social donde el valor que damos a los objetos es lo que va a permitir
diferenciar entre lo necesario y lo que no lo es”.
Los
beneficios del minimalismo material
- Poseer menos reduce el estrés y la ansiedad. Y la explicación es lógica y clara.
“El estrés es una respuesta que da el ser humano ante la aparición de uno
o varios estímulos. Ante un mayor número de estímulos hay más
posibilidades de tener sensación de angustia o ansiedad puesto que se
requiere mayor esfuerzo para poder gestionar las emociones. El estar
rodeado de pocas cosas y elegir tan solo aquellos objetos que nos son
necesarios, reduce la hipervigilancia de estar de manera continuada en
contacto con ellos, de la observación de su funcionalidad o no, de su
utilidad o inutilidad y, por lo tanto, nos permite encontrarnos ante un
ambiente libre de contrariedades y problemas”, apunta Guerra.
- Facilita la concentración. Y no nos referimos solo a que el
orden en la mesa de trabajo, sino al hecho en general de poseer menos
cosas y reducir las exigencias que también implican esas pertenencias. “La
atención que se derrocha en el cuidado y mantenimiento de múltiples
objetos, actividades o compromisos, requiere la puesta a punto de
múltiples funciones ejecutivas como son atención, concentración, memoria,
capacidad de elección y habilidad para la solución de problemas”, apunta
la psicóloga. Digamos que el cuidado de las cosas que poseemos nos hace,
tal y como apunta la experta, estar con la función multifunción activada
todo el tiempo. Y eso, claramente, resta bienestar emocional.
- Ayuda a ser (un poco) más felices. La felicidad es algo más que reducir el
número de cosas que poseemos, pero en cierta medida, trabajar el
minimalismo también ayuda a estar cerca de ella. “Nos hace estar más
serenos al sentirnos más libres y con menos peso”, explica Guerra. De
hecho, si el deseo de posesión va más allá y se materializa en compras
compulsivas, generamos un problema. “Cientos de estudios psicológicos
demuestran que las compras impulsivas se convierten en compulsivas, ya que
la base de esa conducta está relacionada con las creencias limitantes de
que poseer más es tener más estatus social; de que tener más nos provee de
mayor seguridad y autoestima; de que comprar mucho nos hace sentirnos más
completos”. Por tanto, parar estos pensamientos es justo y necesario.
Cómo
empezar a practicarlo
No
hace falta enfrentarse a una mudanza para iniciarse en el minimalismo material.
Aunque las mudanzas de las que hablaba al principio me permitieron de alguna
manera ‘empezar de cero’ a la hora de poner orden y deshacerme de todo aquello
que no usaba y que, en cierta medida, me restaba paz mental, la realidad es que
era una idea que me rondaba en la cabeza hace tiempo. Ya había empezado a hacer
compras mucho más meditadas y también un ejercicio de análisis previo antes de
llevarme al baño de mi casa cualquier producto de belleza que caía en mis manos
por mi profesión y por mi devoción –soy editora de belleza y beauty junkie a la vez–,
haciendo el propósito de apurar al máximo los que ya estaba usando. No
obstante, Guerra Escudero comparte otras recomendaciones:
- Diferenciar entre necesidades y deseos. Para la psicóloga es una regla
básica. “El ser humano nace con necesidades básicas que son objetivas y
universales, como la alimentación o el sueño y todo aquello que contribuye
a mantener un estado de salud para sobrevivir. Todo lo que esté fuera de
estas necesidades básicas se consideran deseos de mejora, pero no son
necesarios. Por ejemplo, necesitamos agua para vivir, pero no necesitamos
un tipo determinado de envase de cristal, ni por supuesto armarios repletos
de accesorios con los que poder llenar de agua”, explica.
- Pensar, inventar y reciclar. Antes de una compra es importante
analizarla y darnos otras opciones que no pasen por comprar.
- Lo que se compra hay que cuidarlo. Y precisamente eso implica unas tareas
de vigilancia de las que hablábamos antes que pueden también afectar a
nuestros niveles de estrés.