MARCELO R. CEBERIO | La Mente es Maravillosa | 18/08/2020
Para sentir la anhelada paz no hace falta mirar siempre hacia lo lejos, pues el cuerpo –y en concreto, los neurotransmisores– nos pueden revelar mucho.
Cuando pensamos en
la paz, nos imaginamos tranquilos, reposados, en un ambiente de generosidad y
de amistad. Pareciera que se trata de una utopía que solo se puede vivir en
algún momento más adelante –siempre en el futuro– o por ratos. Sin embargo, eso
no quiere decir que no se pueda alcanzar.
Tengamos en cuenta una cuestión importante: en la
vida real, los niveles de cortisol están elevados debido a la cuota de estrés
que todos –en mayor o medida– tenemos que enfrentar cada día. En el intento de
adaptarse al caos que implican los múltiples estímulos a que nos somete el
medio, la suprarrenal trabaja.
En medio de todo
ese trabajo, si hay una
sustancia que el organismo segrega para manejar el estrés y ayudar a conducirnos
de una manera sosegada es la serotonina.
La serotonina es
un neurotransmisor que se produce en el sistema nervioso central y también en
ciertas células específicas en el tracto gastrointestinal. Este neurotransmisor
posee variadas funciones, en su mayoría están relacionadas con el bienestar y
la tranquilidad, que la hacen poseedoras del título de la “hormona de la paz”.
El Premio Nobel de la Paz es para
la serotonina
En el sistema
nervioso central la serotonina tiene
un papel importante en la inhibición de la ira y la represión de la agresión.
Por ende, se puede decir que esta sustancia es la que pone un paño frío a la
calentura causada por la bronca.
Su
aumento en los circuitos nerviosos produce una sensación de bienestar,
relajación, mayor autoestima, concentración y motivación, lo que resulta muy grato y puede
hacernos pensar que hemos alcanzado la paz.
En
el cerebro, la serotonina regula la ansiedad, lo que mejora el humor y nos hace
sentir más felices, logrando ver lo que nos sucede en la vida con unos lentes
positivos.
Entre las principales funciones de la serotonina se
halla la de regular el apetito mediante la saciedad, equilibrar el deseo
sexual, controlar la temperatura corporal, la actividad motora y las funciones
perceptivas y cognitivas.
Por otra parte, interviene en otros conocidos
neurotransmisores como la dopamina y la noradrenalina, que están relacionados con
la angustia, ansiedad, miedo, agresividad, así como los problemas alimenticios
y las adicciones.
Actúa en los
movimientos del intestino, puesto que se encuentra en gran cantidad en el
estómago y en el intestino, por lo tanto ayuda a la degradación de alimentos.
También regula las náuseas, puesto que cuando la serotonina aumenta ayudar a
eliminar las sustancias tóxicas del intestino (en las diarreas por ejemplo)
y estimula la región del cerebro
que controla las náuseas.
Adicionalmente, la serotonina causa vasoconstricción,
con lo cual, facilita la coagulación de la sangre, ya que las plaquetas de la
sangre liberan serotonina para ayudar a cicatrizar heridas.
Por la noche, al
bajar naturalmente, el cortisol (que nos mantiene atentos y
accionadores), hace un feedback negativo
con la serotonina (se eleva) que es la que abre la puerta a la entrada de la
melatonina –la hormona que induce al sueño– y es fabricada en el cerebro por la
glándula pineal, que es la gran reguladora del ritmo circadiano
(sueño-vigilia).
En la medida que
amanece, la glándula suprarrenal comienza a pulsar nuestro combustible súper
–el cortisol– para despertarnos y estar preparados para enfrentar el día,
disminuyendo la melatonina y aumentando la serotonina
que ya no es transformada a melatonina.
El
reloj interno serotoninérgico es el encargado de coordinar todas estas
funciones biológicas del ciclo del sueño: regular la temperatura corporal, la
pulsación del cortisol, la producción de melatonina, entre otros. La correcta
coordinación hace que podamos dormir profundamente y descansar preparándonos
para la nueva jornada.
Cuando desciende la serotonina…
¿se va la paz?
Los
hombres producen hasta un 50 % más de serotonina que las mujeres. Por lo tanto, ellas son más
sensibles a los cambios en los niveles de serotonina. Los estrógenos y la
progesterona están asociados a la serotonina. Las mujeres cuyos ovarios
producen más estrógenos y progesterona, son más resistentes al estrés porque
tienen mayor cantidad de serotonina.
Pero aquellas que
tienen menos estrógenos y progesterona, aún tienen menos serotonina y en los
comienzos de la menstruación, se vuelven hostiles, irritables, depresivas con
accesos de llanto y cólera.
El estrés, los
niveles de azúcar en sangre y los cambios hormonales, sobre todo en los
estrógenos, son algunas de las causas por las que serotonina se ve alterada. El
déficit también se relaciona con los estados de ánimo, por ejemplo:
agresividad, mal humor a la mañana, ansiedad, depresión, incluso las
migrañas, debido a que cuando los niveles de serotonina bajan los vasos
sanguíneos se dilatan.
La
serotonina baja se observa claramente en los cuadros depresivos (sensación de malestar y
pensamientos negativos, por ejemplo) y en la fibromialgia, cuyo bajo nivel de
serotonina genera en parte los dolores típicos de este cuadro, y los trastornos
del sueño.
También pueden observarse en casos de personas con
dificultad en el aprendizaje, memoria y de concentración, alteraciones en el
deseo sexual. Además, puede afectar al ritmo alimentario, por ejemplo, puede
producir ganas de comer dulces o comer a cada rato.
Los pensamientos
negativos (“yo debería haber hecho”,
que marcan siempre lo faltante y llevan a pensar en lo que los demás piensan de
uno, etc.) además de ser absolutamente autodesvalorizadores y destructivos, son
la evidencia de la deficiencia de la serotonina, que si se actúa en
consecuencia, generan realidades catastróficas.
¡Y llega la primavera!
Cuando
llega la primavera y el verano, la serotonina se condiciona a la luz que recibe
del organismo.
Esto conlleva un aumento progresivo del bienestar y la felicidad con mayor
estímulo sexual, producto de las concentraciones de este neurotransmisor en el
cerebro.
También es
denominada “hormona del placer”, puesto que en una relación sexual para que se
produzca la eyaculación u orgasmo, el hipotálamo, el gran comandante cerebral,
que ordena a la hipófisis y dirige el sistema endocrino, libera oxitocina (la
hormona del amor) mediante la hipófisis y a posteriori de la eyaculación, aumenta
notablemente la cantidad de serotonina en el cerebro provocando un estado de
placer y tranquilidad.
La
serotonina puede estimularse mediante una serie de alimentos. Por ejemplo, el triptófano
es precursor de la serotonina, es un aminoácido esencial que al no ser
producido por el organismo es necesario obtenerlo mediante la dieta (leche y
derivados, huevos, pollo o pavo, soja, legumbre, banana, piña, tomates, pastas,
cereales, arroz, queso, chocolate negro, carnes magras).
La
práctica de deportes regularmente, produce no solo endorfinas, sino también
serotonina. Más
allá de los beneficios del sistema cardiorrespiratorio y musculoesquelético,
las técnicas de relajación como el yoga, la meditación, la vida al aire libre,
pasear, bailar y divertirse favorece su incremento. Asimismo, evitar la rutina,
crear cosas nuevas y desarrollar actividades nuevas también estimula esta
sustancia.
En síntesis, la felicidad, el bienestar y la paz están emparentados con la serotonina, por lo tanto, hagamos actividades que no llenen de este neurotransmisor. ¡Seamos serotoninérgicos!
“Hay una tempestad que arranca el tronco y lo arrastra/
Hay una escisión en ascenso
desde lo hondo/
una marea, un hervor vuelve,
regresa/
allí para la paz/
aquiétate”. – Hanni Ossott