LUIS SALINAS MATEO | El País
| 16/08/2020
Las víctimas solo ven seducción, y no son conscientes del peligro hasta
que ya han cedido el control de su voluntad. Pero tiene remedio.
Lo único ficticio de esta historia sobre el chantaje emocional de Lorenzo
es el nombre. Todo lo demás es cierto, y resume cómo actúan los chantajistas de
su tipo. En su caso, su pareja se llamaba Begoña. A los 15 años comenzó una
relación con Lorenzo que se alargó durante una década y ha dejado huella: “Me
hacía sentir pequeñita y actuaba de un modo siempre beneficioso para él, pero
haciéndome creer que era yo la que salía beneficiada”. Afortunadamente, Lorenzo
comparte psicología y técnicas con otros como él y esta
historia es la de cómo se detectan y anulan sus malas artes.
El control de Lorenzo sobre Begoña estaba basado en dos cosas que no se rechazan
a las primeras de cambio: promesas y buenas palabras. Por ejemplo, si ella
organizaba un viaje con sus amigas, él se descolgaba poco después con planes
para ambos que casualmente les ocuparían las mismas fechas. Cuando Begoña se
disgustaba, llegaba la compensación en forma de zalamería:
“Me decía que es que no quería perderme, que me adoraba y no quería que me
fuera de su lado…”. Siempre decía que estaría a su lado para siempre, que era
el amor de su vida e, incluso, que daría la vida por ella. Y ella lo dejaba
todo por él. Una y otra vez.
Por si eso no era suficiente, los regalos hacían su parte. “Muchas veces
desaparecía fines de semana enteros y luego me hacía un regalo. Empecé a sospechar que me era infiel y, tras cada una de
las discusiones que manteníamos sobre eso, también me regalaba cosas”, recuerda
Begoña. “Empecé a saber cuál era un regalo porque sí y cuál era un regalo de
arrepentimiento”, añade. No eran humildes detalles ni dádivas discretas;
después de la primera vez en la que detectó que su pareja podía estar
engañándola, trató de compensarle con un espléndido viaje a París. “Nunca
reconocía que lo que me regalaba era por la discusión que
habíamos tenido ni para pedirme perdón, simplemente aparecía con un regalo. Muchas
de esas veces me mandaba flores al trabajo, y creo que ahora odio las rosas
rojas porque me recuerdan a aquello.
Parece una conducta exagerada, pero es habitual en la variante de
chantajista de las emociones que se conoce como ‘seductor’, que,
según los expertos, es el que más cuesta detectar. Existen otros tipos, con
técnicas más previsibles. Por ejemplo, los castigadores tratan de doblegar a la
víctima a través de enfados y castigos. Los autocastigadores, por su parte, son
aquellos que amenazan con infligirse a sí mismos un daño si no obtienen el bien
deseado —aquí entrarían aquellos que han pronunciado a veces con ligereza la
expresión “si me dejas, me mato”—, y también están los silenciosos, que
utilizan el silencio para lograr que su víctima se sienta verdaderamente
incómoda.
Cómo detectar a un manipulador y desarmar
sus intrigas
Alrededor del 3% de la población puede catalogarse como tal, y son capaces
de estar muy cerca sin que se note su presencia.
El sistema operativo del chantajista seductor es complejo, y pasa
por acceder al inconsciente de sus víctimas y prometerles que satisfarán
sus deseos más íntimos, anhelos del calibre del amor eterno. “A
través del chantaje van a intentar conseguir sus objetivos, esa forma de
adularte busca que te sientas muy querido y cuidado. Los regalos siempre son un
caramelito, es difícil ponerse a la defensiva cuando se recibe un regalo, pero
ellos nunca los entregan gratis, siempre van a querer algo a cambio: que les correspondas,
que no les abandones, controlarte…”, dice la psicóloga clínica Lara Ferreiro,
de El Prado
Psicólogos. Y advierte de que hay que prestar mucha atención a estas actitudes,
pues a veces son el comienzo de una relación de maltrato psicológico.
Ante la duda, hay que evaluar las promesas para determinar si son vacías,
y cerciorarse muy bien de que la adulación no se convierte en un trato nocivo.
“Al principio de la relación él decía que me apoyaba en mis cosas, pero cuando
acabé la carrera y conseguí un buen puesto en una editorial, en el que tenía
que viajar muy a menudo, acabó por soltarme frases tan terribles como que yo
era una ‘snob’ de aeropuerto y gimnasio”, recuerda Begoña. Este cambio de las
palabras dulces a la ira tiene su explicación. Ferreiro subraya que los
chantajistas emocionales seductores despliegan sus encantos y sus estratagemas
hasta que advierten que su víctima ha caído en la trampa: “Cuando ya
sienten que estás enamorada y hay un vínculo fuerte esas promesas pueden
evaporarse, tú piensas que la persona es así, pero luego eso
desaparece. Son lobos con piel de cordero”.
La sutileza y el hecho de que se esconda bajo elementos aparentemente
positivos, como son los regalos y las promesas, ciertamente convierte a este
tipo de chantaje emocional en un arma de manipulación muy refinada (no es la única), pero hay una serie de
señales que pueden ayudar a que las alarmas salten a tiempo. Por ejemplo, sentir culpa
frecuentemente y hacer cosas que no queremos con el fin de
que disminuya este sentimiento. “Para que no salgas por tu cuenta te pueden
decir ‘me encuentro mal, pero no te preocupes, tú vete con tus amigos, que ya
me quedo yo aquí solo…”, apunta la psicóloga.
Otra de sus tácticas es la del aislamiento progresivo mediante la crítica
al entorno, algo que conoce bien Begoña: “Siempre intentaba
ponerme en contra de los amigos que me advertían de su
forma de ser. No quería que tuviera a mi alrededor gente que pudiera trastocar
sus planes. Decía de ellos que eran unos metomentodo, unos cotillas…”. Por
último, del mismo modo que los chantajistas silenciosos, es frecuente que
empleen lo que los expertos llaman un silencio congelado o castigo de
silencio, con el que castigan a su víctima cuando esta les anuncia una decisión
que puede entorpecer sus planes. Pero hay que hablar para romper la dinámica, y
con mucha claridad.
Si te proponen hacer tu trabajo, sube la guardia
Las relaciones de pareja son un campo abonado para
este chantaje emocional, pero que no te hayas topado con ellos en este contexto
no significa que estés a salvo. Pueden actuar en otros universos, como en el de
hijos de padres separados. Los progenitores, tras una separación o el divorcio,
con frecuencia entran en liza y quieren granjearse el afecto de sus hijos y que
estos les apoyen más a ellos que a su expareja. “Es habitual, y yo lo veo en
consulta, que un padre, por ejemplo, compre el silencio de sus hijos con
regalos para que estos no le digan a su madre que ha empezado una relación con
una persona nueva”, revela Ferreiro.
Las oficinas (y tiendas, talleres, fábricas…) también son testigos de cómo
urden sus planes estos expertos del chantaje. En este caso, el regalo
envenenado viene en forma de ayuda con la carga laboral, pero
lo más aconsejable es que lo rechacemos si no estamos dispuestos a otorgar la
contraprestación que pensamos que pedirá después. Si no entramos en el juego,
es relativamente sencillo ponerle límites a este tipo de chantaje y las
técnicas para mantener a raya a un chantajista emocional son siempre las
mismas, independientemente de que sea nuestra pareja, nuestro amigo, compañero
o familiar.
En el momento de poner los límites y rechazar el regalo, es importante no
olvidar nuestros objetivos a pesar de la verborrea incesante que el chantajista
puede llegar a desplegar. Para eso es recomendable emplear el llamado ‘banco de
niebla’, por el cual le comunicamos que entendemos cómo se siente, pero que no
vamos a permitir las actitudes que venimos viendo en él, o también la técnica del
‘disco rayado’, por la que repetiremos siempre el mismo discurso ante el
chantajista. “Podemos decirle que está muy bien que nos compren
un bolso, pero que no por ello vamos a hacer determinada cosa o a perdonarles
una falta. Se trata de descubrirles de un modo elegante”, concluye la
terapeuta.