JOAQUÍN MATEU-MOLLÁ | Psicología y Mente
La agresividad es un rasgo básico en muchos de los animales que pueblan la
tierra. Lo más común es que se trate de un abanico de actos motivados por el
temor y/o la ira, pero también pueden estar implicadas otras realidades cuyo
fin conecta con la supervivencia misma (como la dominancia sexual, la
territorialidad, etc.).
Se trata, por tanto, de un fenómeno que suele proyectarse al exterior y
hacerse muy evidente en el momento en que se expresa. Genera en los demás un
daño físico objetivo, o tiene una intención disuasoria respecto a las
situaciones que se interpretan de forma hostil o peligrosa (gestos, intenciones,
amenazas, etc.).
En el ser humano, no obstante, la agresividad puede adoptar formas mucho
más sutiles, que no se detectan con la misma celeridad y cuyo fin es provocar
un daño menos evidente (pero igualmente severo) que el señalado hasta este momento.
En estos casos hablamos del comportamiento pasivo-agresivo, un fenómeno que
hace uso de nuestras destrezas y habilidades cognitivas para velar actos
sociales hostiles cuyas consecuencias inciden
dolorosamente sobre la vida emocional. En este artículo abordaremos
detalladamente esta interesante cuestión.
¿Qué es el comportamiento pasivo-agresivo?.- El comportamiento pasivo-agresivo fue contemplado, algunos años atrás,
como parte de un trastorno de personalidad estructurado y con entidad clínica
propia. Pese a esto, en las ediciones del DSM posteriores a la tercera, se
excluyó para evitar el posible sobrediagnóstico que parecía precipitar. Desde
aquel momento, y hasta la actualidad, se ha considerado como un rasgo que acompaña a las psicopatologías de la
personalidad del clúster B (sobre todo la narcisista, la
límite y la antisocial), pese a que no siempre se presentan juntas.
Se trata de conductas de naturaleza no verbal, aunque en ocasiones pueden
adoptar también el peso de palabras explícitas, o preñadas de una ira sórdida y
oculta tras la máscara de su frágil ficción.
Así, incluso los silencios pueden expresar un filo agudo, o devenir el
arma con la que hurgar en heridas afectivas. El enfado se alza como el estado
interno más frecuente, aunque se opta por no revelarlo a los demás,
traduciéndose así en una modalidad de abuso psicológico que daña severamente a
quienes se encuentran cerca y erosiona la calidad del vínculo.
El comportamiento pasivo-agresivo no aspira a la resolución de los
conflictos, sino que tiene como objetivos la expresión ambigua de las
emociones y la producción de algún agravio silencioso. No
obstante, únicamente se podría considerar realmente patológico en el instante
en que se consolidara como la dinámica social más común en las relaciones
interpersonales. Veamos, con más detalle, en qué consiste.
Características más importantes del comportamiento
pasivo-agresivo - A continuación
encontrarás algunas de las características básicas de las personalidades
pasivo-agresivas. No todos los individuos que la muestran cumplen su totalidad,
sino que se suele presentar un patrón que las combina de un modo particular
para cada caso.
1. Resistencia pasiva y ambigüedad - Es común que la actitud pasivo-agresiva curse con lo que se conoce como
resistencia pasiva. En este supuesto la persona mostraría un total acuerdo con
aquello que le sugieren, e incluso podría aceptar de buena gana tales
peticiones de ayuda, pero posteriormente actuaría como si realmente se opusiera
a ellas. Puede obviar la correspondiente responsabilidad o proceder de un modo
deliberadamente torpe, por lo que el resultado definitivo devendría
insuficiente o contraproducente. De tal manera, mostraría su desacuerdo con la
solicitud original que se le hizo, pero sin comunicarlo abiertamente.
2. Sentimiento de incomprensión y falta de aprecio - Las personas que muestran con frecuencia un comportamiento
pasivo-agresivo suelen hacer afirmaciones constantes sobre que se sienten
incomprendidas por los demás, o utilizan todo tipo de chantajes emocionales
para obtener el beneficio que buscan. Entre ellos, es habitual que se acuse a
los demás de falta de cariño, o que se tracen comparaciones gravosas en las que
otros están implicados, como "tratas bien a todos excepto a mí" o
"¿por qué ya no me quieres?". Con tal actitud, tóxica e intencional,
pretenden manipular el afecto del interlocutor.
3. Hosquedad - La hosquedad es una característica
central de las personas pasivo-agresivas. Se erige como una actitud áspera,
descortés e insensible que se despliega al percibirse contrariadas durante sus
interacciones con los demás. Lo común es que se dispare ante una crítica, y su
objetivo es generar una atmósfera incómoda en la que se provoque un "giro
de los acontecimientos" que les beneficie o que invierta la carga de las
"acusaciones". Esto es, busca que los demás reconozcan haberse
excedido al transmitirles su descontento.
4. Desdén hacia la autoridad - Los sujetos
pasivo-agresivos tienen
enormes dificultades para reconocer la autoridad en las demás personas,
debido a que les resulta muy difícil tolerar la imposición de normas distintas
a las eligen para sí mismos y para otros. Este rasgo se agrava durante la
adolescencia, una etapa evolutiva en la que concurre a menudo una respuesta de
oposición (reactancia) ante las jerarquías y el poder, aunque en este caso se
mantiene con idéntica intensidad al llegar a la adultez. De tal manera, no
distinguen bien entre el respeto a las reglas mediante las que se rige la vida
en común y la pleitesía ante la opresión.
5. Envidia - La envidia es también un rasgo
frecuente para el supuesto que nos ocupa, e interactúa de un modo muy estrecho
con otros de los descritos en esta lista. Pese a que pueden felicitar a los
demás por sus logros y mostrarse pletóricos al conocerlos, albergan dentro de
sí mismos una emoción negativa como resultado de estos (y en concreto de no
poder adueñarse de ellos o considerarlos propios). En ocasiones, llegan a minimizar la relevancia de tales
méritos ajenos y a subrayar los fracasos previos, o incluso los
riesgos de que en el futuro puedan diluirse o resultar infructuosos.
6. Quejas sobre la mala suerte - La tendencia lastimera/pesimista es común en las personas
con actitud pasivo-agresiva. Una actitud caracterizada por la auto-condescendencia
y la voluntad de que otros se compadezcan de ellas, para lo que no dudan en
proclamar toda desgracia que les ha tocado vivir como la raíz de aquello que se
les pueda reprochar. Suelen hacer creer a los demás que sus fracasos han sido
causados por factores externos, como los hados o la fortuna, e incluso culpan a
terceros de haber boicoteado sus esfuerzos por lograr lo que se les resistió. Así, rara vez reconocen sus errores.
7. Oscilación entre la actitud desafiante y el
arrepentimiento - Pese a que la
actitud que nos ocupa se suele caracterizar por la expresión de una violencia
velada, algunas veces quienes la ostentan se relacionan de forma pendenciera y
beligerante (como si disfrutaran navegando en un entorno enturbiado por
conflictos).
Frecuentemente se esfuerzan por enzarzar a quienes tienen cerca de ellos
en guerras estériles, las cuales avivan sin dudar a través de comentarios
nocivos y de la filtración de los secretos que les confían. A medida que
el tiempo pasa, suelen ser consideradas como personas a las que "no se les
puede contar nada". Mienten y cuando se les posiciona en
un escenario del que ya no tienen escapatoria, optan por rogar el perdón y por
promover sentimientos de lástima.
8. Autosabotaje del trabajo que no le apetece hacer - Algo muy común,
íntimamente asociado con el rasgo pasivo-agresivo, es el sabotaje de todas las
actividades que responden a una demanda externa. En estos casos, cuando se exige una cosa que en realidad no
se quiere hacer, llega a aparecer una actitud de entorpecimiento que desespera
al sujeto demandante. Los olvidos, la lentitud, la colaboración
deficiente e incluso la procastinación; son respuestas deliberadas que
pretenden motivar una forma de agresión sucinta: estorbos en las
responsabilidades de tipo laboral/académico, demoras en proyectos compartidos,
etc.
9. Protesta de que las demás personas hacen demandas
excesivas y tendencia a la sobreargumentación - Con el fin de liberarse de la responsabilidad, a veces
llegan a acusar a otros de que exigen demasiadas tareas, hasta el punto mismo
de desbordar sus recursos de afrontamiento. Por ello pueden referir que se sienten
"estresados" por las actividades que les han encomendado,
pese a que no existe evidencia razonable para esta queja. Cuando se ahonda en
los motivos que subyacen a tales negativas, aluden a una retahíla de argumentos
deshilvanados, tras los que se oculta la realidad.
10. Obstrucción de los esfuerzos ajenos - Además de no
participar en los esfuerzos que se articulan para la consecución de una meta
común, las personas pasivo-agresivas pueden ejercer violencia dificultando a
los demás que logren el éxito en sus propias tareas.