Cris de Quiroga | Madrid |
ABC | 07/04/2020
Sed de
contacto físico
La
ayuda psiquiátrica a distancia es imprescindible para que sobrelleven estos
días de angustia
Para
ciertas personas, el confinamiento puede ser un tormento. Aquellos con patologías psiquiátricas graves,
que les acompañan de por vida, sufren aún más la situación detonada por
el Covid-19. Sobre
todo, después del endurecimiento de las medidas de aislamiento, que solo
permite las actividades esenciales y ha prohibido a los enfermos mentales
seguir con su rehabilitación en los ambulatorios.
Para
ellos, «es mucho más duro, en la parte social ya tienen dificultades grandes.
No estar interactuando con las personas, con el entorno, rompe con lo que se
hacía en el hospital», explica en conversación telefónica Rosa Bueso, la
terapeuta ocupacional de la Unidad de Hospital de Día de la Clínica Nuestra Señora de la Paz, regentada por la orden religiosa de
San Juan de Dios. Desde hace dos semanas, 34 pacientes con trastorno bipolar, esquizofrenia y trastorno de la personalidad,
por mencionar algunas patologías, no acuden a este centro; Bueso, junto a una
psicóloga y una psiquiatra, se encargan de continuar con su terapia a
distancia.
De
lunes a viernes, este trío descuelga el teléfono y comienza a marcar. De hecho,
Bueso interrumpe unos minutos la entrevista para atender una llamada. «¡Cómo me
alegro de que te hayas levantado pronto hoy!», congratula a uno de sus
pacientes. «Empiezan a desestructurar los hábitos establecidos, se levantan tarde y no toman la medicación
cuando deben», cuenta esta terapeuta. «Necesitan tener
estabilidad, algunos tienen ideas autolíticas [un comportamiento autolesivo que
puede desembocar en suicido]», añade. También organizan, a través de la
plataforma Zoom, videoconferencias para realizar las sesiones grupales. En
definitiva, una copia de la rehabilitación presencial, donde trabajaban las
«áreas de déficit» de los pacientes, mediante técnicas de relajación, terapia
psicológica y ejercicios psicomotrices, entre otras cosas.
Sed de
contacto físico
Si
bien la terapeuta asegura que este seguimiento está siendo «eficaz», deja que
desear. «La parte corporal, el grupo como representación de la sociedad,
tocarse, vincularse, darse la mano... Hay muchas cosas de contacto físico que
no se pueden trabajar y son importantes», remarca Bueso. «Cuando tienes que
cuidar a alguien, debes estar cerca. Esa parte no la puede cubrir un medio
informático», insiste. Y el aislamiento empieza a hacer mella: «Las conversaciones cada vez son más largas,
sientes su angustia». La ansiedad ya se ha disparado en varias
ocasiones; en esos casos, interviene la psiquiatra, que puede hacer retoques en
la medicación. El último paso es proceder al ingreso del paciente.
Pese
a esta ayuda, el
confinamiento les pasará factura. «Si ahora tienen
dificultades, cuando acabe todo esto va a ser el doble», declara. Aunque la
cascada de ERTE (Expediente de Regulación Temporal de Empleo) ha puesto a miles
contra las cuerdas, el panorama al que se enfrentan los enfermos mentales es
menos halagüeño, al ser uno de los colectivos menos contratados.
Mientras
esta treintena de enfermos continúa con su rehabilitación a distancia, muchos
otros permanecen ingresados en la clínica. Antes de que esta crisis sanitaria
derrumbase su vida cotidiana, los internos recibían visitas a diario, paseaban
por los jardines, charlaban en la cafetería. Todo ello se suple ahora con videollamadas a sus
familiares, pero «es imposible dar abasto con todos», comenta una de las
enfermeras de la clínica, Carolina Muñoz. Además, comunicarse con sus seres
queridos no siempre es la mejor opción. «Otros viven esta situación con mucha
angustia y estrés. Los pacientes
paranoides lo ven mucho peor, incluso cuando ven a sus padres en la pantalla puede
ser peor», aclara.
En
cada una de las cuatro plantas del centro hay 26 habitaciones de psiquiatría,
ya de por sí bastante aisladas. «Están súper agobiados de no poder salir»,
asegura Muñoz. Ella también se encarga de las consultas a distancia, con un
grupo de pacientes con trastorno bipolar. «Para muchos, es la única llamada que reciben al día»,
lamenta. La pandemia se ensaña con los más vulnerables.