ALEX FIGUEROBA | Psicología y Mente
“A menudo creemos que
nuestra memoria solo está compuesta por recuerdos autobiográficos; no es así”.
Los recuerdos no se centran sólo en los
hechos acontecidos, sino también en las respuestas fisiológicas que se
produjeron simultáneamente; de hecho, la intensidad y la relevancia emocionales
de una situación parecen ser los factores clave que explican que su huella se
mantenga a largo plazo.
En algunas ocasiones puede incluso que
la memoria emocional de un evento siga existiendo después de que se hayan
olvidado los hechos; esto sucede de forma habitual en los casos de fobia, en
que no siempre se recuerda cuál fue la experiencia traumática que provocó la
aparición del miedo.
En este artículo describiremos qué es la memoria
emocional y cuáles son sus bases biológicas, además de definir
la naturaleza y los mecanismos de influencia de las relaciones entre el
recuerdo y las emociones.
"¿Qué es la memoria emocional?
En el ámbito de la Psicología podemos
definir la memoria emocional como el aprendizaje, el almacenamiento y el recuerdo de
eventos asociados con las respuestas fisiológicas que se daban
en el momento en que tuvieron lugar dichos sucesos. Se relaciona también con la
recuperación de otras informaciones y detalles asociados con el evento
concreto.
No obstante, se trata de un concepto
muy amplio cuyo uso varía en función del contexto; por ejemplo, el célebre
pedagogo teatral Konstantin Stanislavski llamó “memoria afectiva” a una técnica
de interpretación consistente en recordar eventos para evocar emociones
determinadas.
La memoria emocional es uno de los
aspectos nucleares de la identidad humana: nuestros recuerdos
autobiográficos más vívidos suelen estar asociados a
emociones muy intensas, sean positivas o negativas. Se ha planteado que
recordamos el estado fisiológico en que nos encontrábamos en un momento dado
más que los hechos en sí mismos.
Desde la perspectiva evolucionista se
defiende que la memoria emocional se desarrolló porque aumentaba nuestra
capacidad de adaptación al entorno, permitiéndonos reaccionar de forma rápida a
situaciones que podían implicar un peligro para la supervivencia. De hecho, las
emociones pueden ser entendidas como los fundamentos de la motivación, aquello
que nos predispone a querer alcanzar determinados objetivos y evitar ciertas
experiencias.
En este sentido, la memoria emocional
es aquello que da sentido a las emociones en sí, dado que permite que nuestro
comportamiento se articule según lo que vamos aprendiendo acerca de las
consecuencias de nuestras acciones y nuestra manera de exponernos a
ciertos entornos o situaciones. Sin memoria emocional, apenas contaríamos con
referencias acerca de qué hacer, especialmente si tenemos en cuenta que en
nuestra especie la conducta depende mucho más de lo que vamos aprendiendo que
de nuestros instintos.
La relación entre emociones y memoria
La memoria y la emoción son procesos
íntimamente relacionados; todas las etapas del recuerdo, desde la
codificación de información hasta su recuperación a largo plazo, son facilitadas
por factores de tipo emocional. Esta influencia es bidireccional, de modo que
los recuerdos provocan con frecuencia la aparición de emociones, por ejemplo.
La emoción tiene efectos moduladores
tanto en la memoria declarativa o explícita como en la no declarativa o
implícita. Lo que hace que recordemos mejor o peor un suceso no es tanto su
relevancia en la historia personal como la intensidad de las emociones que
experimentamos cuando ese momento tuvo lugar.
Factores que influyen en el recuerdo
En general se habla de dos factores
emocionales que afectan al recuerdo: el grado de
activación y la valencia de la emoción. La activación emocional asociada a un
estímulo o situación hace que la atención se centre en éste, de forma que se
recordará mejor en el futuro, sobre todo si nuestro estado emocional es similar
al del contexto de aprendizaje.
Sin embargo, las emociones intensas
también pueden interferir en otros tipos de memoria, concretamente la
procedimental y la operativa o memoria de trabajo. Esto afecta a la
consolidación de los recuerdos y se relaciona con la atención; por ejemplo, las
experiencias disociativas que se producen bajo estrés intenso dificultan la
consolidación de información.
En el marco de la psicología de las
emociones, la palabra “valencia” se usa para designar la cualidad positiva o
negativa. En general los recuerdos asociados a emociones
agradables se recuerdan mejor y con más detalles que los negativos,
en especial a medida en edades avanzadas.
Un fenómeno relacionado con la valencia
emocional es el de la dependencia de estado, propuesto por Bower. La
dependencia de estado consiste en que recordamos con más facilidad eventos
emocionalmente positivos si estamos alegres y más experiencias negativas si nos
sentimos tristes.
Bases biológicas de la memoria emocional
La estructura cerebral conocida como
amígdala tiene un papel fundamental en la memoria emocional. Además de
permitir el aprendizaje de la asociación entre situaciones y emociones, la amígdala envía señales que facilitan las
operaciones relacionadas con la memoria en otras áreas del cerebro,
especialmente el hipocampo y la corteza prefrontal.
Su rol central es el aprendizaje por
condicionamiento clásico de respuestas emocionales, por el
cual asociamos un estímulo con las emociones que sentimos mientras éste se
encuentra presente, como sucede en las fobias. La actividad de la amígdala se
ha relacionado sobre todo con las emociones negativas, y de forma más
específica con el miedo.
Aunque se requieren más investigaciones
sobre este tema, se sabe que las hormonas del estrés, como el
cortisol, interactúan con la amígdala. Estos efectos pueden ser facilitadores,
pero también inhibitorios: por ejemplo, cuando sentimos ansiedad la
consolidación de recuerdos empeora porque la memoria de trabajo queda
parcialmente ocupada por el estrés.
Entre las funciones de las regiones frontotemporales
del cerebro en conjunto se encuentra la facilitación de la retención, el
almacenamiento y la recuperación de recuerdos emocionalmente cargados; a su
vez, las sensaciones de activación emocional promueven el recuerdo a largo
plazo de estos eventos.