martes, 5 de noviembre de 2024

Telmo Lazcano, experto en salud digital:"Con 12 años el cerebro de un niño no está preparado para un uso responsable del móvil"

OLGA PEREDA    |    Madrid   |    El Periódico    |     16/10/2024

 
Autor del ensayo ‘Las voces del silencio, la salud mental adolescente en la década del cambio’, el profesor y divulgador sobre educación y salud digital Telmo Lazkano forma parte del grupo de 50 expertos reunidos por el Ministerio de Juventud e Infancia para trazar un plan de protección digital a los menores. El documento, que está a punto de publicarse, servirá para enriquecer la futura ley que tiene por objetivo, entre otros muchos, evitar que los niños y las niñas accedan a contenidos 'online' inapropiados.
 
El departamento que dirige Sira Rego ha convocado a 50 especialistas. El asunto es grave.
 
No puedo hablar en nombre del comité sino en el mío propio. Estamos delante de problema de salud pública con muchas aristas. No solo la salud de los jóvenes está en juego, también la privacidad y muchas otras cosas.
El dilema de usar bien o mal el dispositivo banaliza el problema: debemos ayudar a que se desarrollen habilidades para tener una relación saludable con algo diseñado para ser altamente adictivo
En EEUU, la empresa Meta ha sido demandada en 41 estados federales por fomentar problemas de salud mental y adicción entre menores; lo mismo está pasando con TikTok
Entre los 14 y 16 años deben aprender el negocio de las tecnológicas y qué técnicas usan: pueden usar app desde el móvil de la familia, pero no puede tener perfiles propios
Cuando ya sabes lo que hay detrás de la pantalla, de los 16 a 18 años es un buen momento para hacer prácticas. Igual que en el carnet de conducir. Tendrán su primer 'smartphone', pero van a estar acompañados gracias a una estrecha relación de confianza con sus progenitores. A partir de los 18 obviamente serán libres, pero también serán los únicos que hagan frente a las consecuencias.  

Hay voces autorizadas que piden más educación y menos prohibición.

Es cierto y comprensible hasta cierto punto si se enfoca con esa dicotomía. Cambiemos el enfoque ‘educar o prohibir’ porque una cosa no quita la otra, igual que el alcohol o el carnet de conducir. No sé si se restringirá o no, pero la futura legislación no vendría a reducir derechos, sino a salvaguardarlos. Cuando le damos un 'smartphone' a un niño no le abrimos una puerta al mundo, sino le abrimos al mundo una puerta de acceso directo a nuestro menor en un momento que no está preparado. En ese mundo hay mucha gente, las tecnológicas con sus intereses, la industria pornográfica, los pedófilos... No se le prohíbe nada al niño. Con las discotecas pasa lo mismo. No se impide a ningún menor que entre en una, se le prohíbe al dueño de la discoteca que los menores accedan. De todas formas esto es una cuestión que va mucho más allá del mero dilema de la edad. Aquí hay muchos actores implicados, menores, escuelas, familias, instituciones e industria.

¿A qué edad le deberíamos entregar un 'smartphone' a nuestros hijos?

Hay que retrasar la edad, ya sea por un pacto social o por una ley. Hay evidencia científica muy sólida que indica que cuanto antes se le dé a una persona un producto con acceso a internet aumentan las probabilidades de desarrollar un problema de salud mental o conductual y, por el contrario, no aporta beneficios sustanciales que compensen esos riesgos. Pero es primordial dar educación desde el principio. Retrasar la edad por retrasar no va a solucionar mucho. Tienes que educar a esa persona y darle recursos. La base de la libertad es el conocimiento. Es decir, poder elegir. Para poder escoger entre la puerta A o la puerta B tienes que saber qué hay detrás de ambas puertas.

¿A qué nos arriesgamos si no retrasamos la edad?

En la última década, sobre todo gracias al discurso hegemónico de las tecnológicas, se ha puesto encima de la mesa un dilema: usar los dispositivos bien y usarlos mal. Eso banaliza la identidad real de muchas de estas aplicaciones y pone toda la responsabilidad en el usuario. No estamos hablando de una tecnología neutra, no estamos enseñando a una persona a andar en bicicleta. Lo que estamos haciendo es ayudar a una persona a que desarrolle capacidades para que pueda entablar una relación saludable con algo que ha sido diseñado para ser altamente adictivo. Si no tienen esas capacidades aumentarán las posibilidades de sufrir las consecuencias, problemas de salud mental, déficit de atención, 'ciberbullying'... Los datos que proporciona el informe 'Facebook Files' al respecto son muy esclarecedores. Recordemos que, en EEUU, la empresa Meta ha sido demandada en 41 estados federales por fomentar problemas de salud mental y adicción entre menores. Lo mismo está pasando con TikTok. 

¿Los teléfonos inteligentes no son neutros?

Las redes sociales y videojuegos con 'lootboxes' (diseño adictivo), que es para lo que la mayoría de adolescentes usan un 'smarpthone', no son una tecnología ética a nuestro servicio. Ya en el mismo titular está el engaño. No están hechas para socializar. Su diseño es asocial, el objetivo es mantener a esa persona cuanto más tiempo delante de la pantalla. Primero hay que comprender esta tecnología y segundo, hay que saber en qué manos las dejamos. Es decir, comprender las leyes naturales de un adolescente, de su cerebro. No se le puede pedir un uso responsable a una persona que no puede hacerlo, hay que mirar las dos caras de la misma moneda.

¿Cuándo lo pueden hacer?

La madurez completa del cerebro llega a los 25 años. A los 16-18 se da un punto de inflexión muy importante, de ahí que sea la edad para que sea legal el consumo de alcohol o poder conducir. Un adolescente tiene una determinada sinfonía cerebral: la amígdala está lejos de su desarrollo, el hipocampo no tiene suficientes experiencias enriquecedoras y, sobre todo, al córtex prefrontal le queda mucho por avanzar. En cambio, el accumbens (buscador de placer) está prácticamente desarrollado. Esto explica que todo adolescente, de manera natural, sea sumamente impulsivo y anteponga los premios a los riesgos. Tienen serias dificultades de prever las consecuencias a medio-largo plazo de sus acciones y les cuesta decir basta sobre algo placentero. Es imposible que un niño de 12 años haga un uso responsable de la tecnología porque su cerebro no está preparado y porque la propia tecnología busca explotar las vulnerabilidades de ese cerebro mediante gratificaciones inmediatas y diferentes técnicas psicológicas y tecnológicas. Hemos dejado una herramienta sumamente potente en manos de una persona que no es capaz fisiológicamente. Si somos sinceros, reconoceremos que los adultos también tenemos serias dificultades. El cambio comienza en nosotros, dando ejemplo y educando holísticamente. No podemos pedir aquello que nosotros no somos capaces de hacer.

¿Qué soluciones tenemos?

Esta tecnología ha venido para quedarse, pero la pregunta es cómo y en qué sentido. Las redes sociales no van a desaparecer y, además, si tenemos madurez, conocimiento y recursos podemos llegar a controlarlas y nos pueden ofrecer grandes ventajas. Así que nosotros planteamos tres pasos. La educación está desde siempre, pero entre los 14 y 16 años se abre una ventana cognitiva. El adolescente tiene que entender qué hay detrás de la pantalla antes de ponerse delante de una. Esa etapa que planteamos es algo así como estudiar el examen teórico del carnet de conducir. Le enseñamos el negocio de las tecnológicas, qué técnicas usan y sus consecuencias.

¿Sin acceso al móvil?

De los 14 a los 16 pueden hacer uso de determinadas aplicaciones, por ejemplo, desde el teléfono de las familias. Pero el punto de vista de las madres y los padres tiene que ser pedagógico, el menor no puede tener perfiles propios. El niño tiene que saber en qué se basa el negocio de las multinacionales, que se supone que son gratis para el usuario. ¿Cómo es posible que ofreciendo algo gratis se hayan convertido en las empresas más ricas del mundo?

Porque les entregamos nuestros datos.

Y esos datos los venden, hacen dinero con ellos. Para conseguir tus datos, cuanto más tiempo pasas delante de la pantalla, mejor. Como te decía, hay que hablar a los adolescentes de cómo funciona la tecnología y las consecuencias, que van más allá de los problemas de salud mental o conductuales e incluyen también las 'fake news'.

¿Y la siguiente fase, a partir de los 16 años?

Cuando ya sabes lo que hay detrás de la pantalla, de los 16 a 18 años es un buen momento para hacer prácticas. Igual que en el carnet de conducir. Tendrán su primer 'smartphone', pero van a estar acompañados gracias a una estrecha relación de confianza con sus progenitores. A partir de los 18 obviamente serán libres, pero también serán los únicos que hagan frente a las consecuencias.  

 

Luis Jiménez, psiquiatra:"Nadie está libre de no cuidar su cerebro lo suficiente y tener luego síndrome de Diógenes"

Esther Rodríguez     |    La Voz de Asturias     |     21/10/2024

El presidente de la Sociedad Asturiana de Psiquiatría explica en qué consiste este trastorno y las causas que pueden llevar a que una persona desarrolle el mismo

Cualquier persona, en su sano juicio, ha guardado en alguna ocasión algún que otro objeto en su casa, ya bien sea por el valor sentimental que tiene o porque considera que en un futuro podrá volver utilizarlo. Esta acción es bastante común. Pero cuando este comportamiento se convierte en compulsivo, ya estamos hablando de que existe un serio problema. Como resultado de la acumulación, los hogares acaban repletos de artículos inservibles hasta el punto de ser focos de insalubridad. Cuando esto ocurre, la salud del individuo y de sus vecinos, en el caso de que los tenga, corre un serio peligro. «Estaríamos hablando de un problema de salud pública», asegura Luis Jiménez (Oviedo, 1973), antes de señalar que cualquier individuo es susceptible de sufrir síndrome de Diógenes.  El presidente de la Sociedad Asturiana de Psiquiatría y profesor del Departamento de Medicina de la Universidad de Oviedo explica en qué consiste este trastorno y las causas que pueden llevar a que una persona desarrolle el mismo

—¿Qué es el síndrome de Diógenes?

—Vamos a decir el mal llamado síndrome de Diógenes porque en realidad es un trastorno de acumulación de objetos. Digo además mal llamado porque Diógenes en realidad no acumulaba nada. De hecho se desprendió de todas las posesiones y vivía en un tonel desnudo, por lo que se le atribuye un síndrome que no se corresponde con su filosofía. En la inmensa mayoría, estos casos son consecuencia de algún trastorno, bien sea una demencia, una esquizofrenia, un trastorno obsesivo-compulsivo o dependencias y adicciones, sobre todo de alcohol. Hasta hace poco no se consideraba un trastorno por sí mismo y no estaba incluido en las clasificaciones internacionales, pero la última versión de la Clasificación internacional de enfermedades (CIE-11) y el Manual de Trastornos Mentales (DSM-5) ya lo incluyeron como un trastorno específico.

—¿Cuáles son los síntomas de este trastorno?

—El hecho de acumular objetos innecesarios, inútiles, hasta el punto de que van invadiendo los domicilios de estas personas hasta hacerlos inhabitables.

—¿Por qué tratan estas personas de acumular objetos?

—Depende de la causa. Se habla de dos tipos de trastorno de acumulación. Uno que vamos a llamar pasivo, que básicamente es ir acumulando o no tirar las cosas que tienes en casa y entonces cada vez hay más, se generan más basuras, se generan más objetos que no sirven para nada. Y hay otro que llamamos activo, que son personas que incluso recogen objetos de la calle porque piensan que pueden ser útiles y los llevan para casa.

—¿Qué tipo de trastornos están detrás de este síndrome?

—Puede que haya un trastorno obsesivo y sea un ritual de ese propio trastorno. Si es un caso de una demencia, muchas veces tiene que ver con los fallos cognitivos que empieza a experimentar la demencia. En las esquizofrenias puede ser porque su idea delirante o las voces que puede estar escuchando le dicen que tiene que recoger esos objetos porque hay que prepararse para una hecatombe nuclear.

—El mal llamado síndrome de Diógenes va más allá de acumular basura. Por lo general, estas personas suelen tener un comportamiento agresivo...

—No tiene por qué. Primero hay que saber qué hay detrás de ese trastorno de acumulación, que depende de muchas cosas. Pero el patrón de comportamiento normal es al revés. Suele ser gente que se queda metida en su casa, que sale muy poquito y tiene muy poco contacto con los vecinos. Por eso, más que agresivos lo que son son esquivos.

—¿Cómo suele ser el perfil del paciente? ¿En qué tipo de personas hay más prevalencia de este tipo de trastorno?

—Es muy difícil porque no hay un perfil, depende de la comorbilidad que tenga. Si viene de una demencia o de una esquizofrenia pues estas enfermedades son más frecuentes en mujeres. La demencia es además mucho más frecuente en personas mayores.

—¿Cualquier persona puede ser susceptible de sufrir este trastorno de acumulación?

—Si padeces o si de repente tienes alguna de las causas que lo acaba produciendo, sí. En el medio en el que vivimos, con la esperanza de vida que tenemos ahora, la demencia es una patología muy prevalente. Nadie está libre de no cuidar nuestro cerebro lo suficiente o de tener una enfermedad neurodegenerativa y que podamos tener luego este tipo de síndrome, que en realidad es un tipo de comportamiento que se ve en diferentes cuadros. No es como la persona que tiene la patología cardíaca, que sabemos que si tienes un estilo de vida sedentario, si no cuidas los niveles de colesterol, la tensión arterial, tienes más riesgo de tener una patología cardíaca. En este caso, pues es una expresión de estas otras enfermedades y no se puede prever.

—¿No se puede prever?

—No, no se puede prever. Por eso hay que identificar el posible trastorno que tenga lo antes posible.

—¿Qué signos o señales deben de alertarnos?

—Cuando se empieza a ver la acumulación de objetos inútiles o de cosas que están rotas, que no se tiran, entonces ahí normalmente quien debería percibirlo es la familia o los allegados. Muchos de los casos que aparecen en la prensa, de vez en cuando, lo más habitual es que sea gente que precisamente vive sola y no tiene familia cerca que le vayan a visitar, y hasta que no empieza a oler muy mal la casa y se dan cuenta los vecinos, pues no salta la voz de alarma.

—En el momento que la familia se da cuenta, ¿cuál sería el protocolo a seguir? ¿Cómo debe actuar la familia?

—Hay que ir al médico de Atención Primaria para que haga una primera evaluación y luego oriente a ver qué puede haber detrás. Si se trata de una patología psiquiátrica ya habría que recabar la ayuda de salud mental, pero si es una demencia, pues vamos por otro lado.

—¿Qué consecuencias tiene para la salud vivir entre basura?

—Hay problemas de higiene, estas personas pueden acabar teniendo alimentos en mal estado, hacer que aparezcan ratas, cucarachas… al final, es un problema de salud pública.

—Si viven en comunidad, los vecinos también están expuestos a este foco de insalubridad…

—Claro, claro, efectivamente.

—Hay quienes no acumulan basura en su casa, pero sí que tienen acumulados numerosos documentos y datos en su móvil. ¿Puede convertirse esto en un serio problema en la era actual?

—Es una pregunta muy interesante. El problema del síndrome de Diógenes, vamos a decir, analógico, en la vida real, tiene que ver con que se acaban teniendo casas insalubres. A lo mejor es que no pueden ni dormir en la cama y tienen que dormir en un sofá o en el suelo, porque lo tienen todo colonizado con los objetos. El digital, la única consecuencia que se me ocurre, en primera instancia, es que sus teléfonos móviles o sus aparatos digitales sean cada vez menos operativos. Por toda la acumulación de datos y de archivos que puedan tener ahí puede que cuando quieran buscar algo no lo encuentren y necesiten más tiempo. Pero no sería ese problema de salud del que estamos hablando con el trastorno de acumulación.

—¿Puede una persona superar el trastorno de acumulación?

—Lo importante es identificar qué enfermedad hay detrás, y a partir de ahí se pone un tratamiento correspondiente a cada enfermedad.

—Se trabajaría por tanto personalmente con el paciente para que se vaya desprendiendo de todos objetos que acumula.

—Claro, claro.

—¿Qué consejo le daría a familiares o vecinos de personas con este tipo de trastorno?

—Que acudan al médico de atención primaria, que es el médico de cercanía, el que en un momento dado se puede trasladar a domicilio y ver cómo está esta vivienda. A partir de ahí, si son personas que todavía son capaces de darse cuenta de la situación y aceptar la ayuda, pues es más fácil. En caso contrario, y como la sospecha podría ser de un trastorno que altera la capacidad de razonamiento, entonces una vez constatado por el médico de familia o por alguna autoridad, como puede ser la policía, ya se podrían iniciar medidas de apoyo judicial. Estamos hablando de personas que tienen un problema de salud y la justicia nos puede ayudar, gracias a la ley de apoyos que permite intervenir en un momento dado.

—Sí, que sería ayudar cuanto antes a esta persona para que la situación no vaya más y no acabe derivando en otros trastornos a mayores.

—Eso es.