miércoles, 20 de marzo de 2024

La molesta verborrea: gente que nunca se calla

 

GEMA SÁNCHEZ CUEVAS  |   La Mente es Maravillosa    |    07/08/2023

Escrito por Edith Sánchez 

Una persona que habla sin parar, o bien se encuentra en un estado de agitación patológico, o bien es presa de un egocentrismo sin límite. En ambos casos la verborrea es un síntoma de imposibilidad para establecer comunicación con los demás.

Algo va de ser comunicativo a tener frecuentes ataques de verborrea. No tiene nada de malo que a algunas personas les guste hablar, pero lo cierto es que a veces se pasan. Hablan tanto que si les cosieran la boca, les saldrían letras por las orejas. No pueden guardar silencio, al punto que terminan hablando con el televisor si no encuentran interlocutor.

 

Esta conducta a veces resulta muy agobiante para los demás. Intentan mantener una conversación con ellos, pero se rinden al poco tiempo. No hay manera de que paren. Generalmente escogen a sus “víctimas” con acierto. Estas suelen ser personas calladas y afables, que no se atreverían a pedirles que callen o a dejarlos solos en pleno ataque de verborrea. Por eso los sufren abnegadamente.

 

Otro punto que define a estos amantes de la verborrea es el tema de conversación . Esta, casi siempre tiene un eje definido: ellos mismos. Quienes les rodean tienen que aguantar una exposición detallada de sus opiniones, vivencias, apreciaciones, planes, recuerdos y todo, absolutamente todo lo que gira en torno suyo. Esto, finalmente, termina agotando a cualquiera. Entonces, ¿por qué no pueden callarse?

 

No sabe hablar quien no sabe callar”.- Pitágoras de Samos –

 

Saben de todo… y más

 

Los ataques de verborrea son muy frecuentes en quienes tienen un rasgo que va de la mano: saben de todo y más. Al menos eso es lo que creen. No hay asunto en el que no hayan incursionado ni área en la cual no tengan una opinión para compartir. Todo lo que ha sucedido en el mundo ya les ha pasado a ellos o está por sucederles.

 

Aunque no tengan estudios en un tema y hayan leído poco del mismo, no tienen problema en impartir cátedra. Ahora que si conocen el tema y tienen un título relacionado, el asunto pinta todavía peor. Son como un seminario ambulante, que pontifica y ofrece datos minúsculos que nadie les está preguntando. Pueden llegar a ser una verdadera pesadilla.

 

Este tipo de personas adoran las palabras raras y los discursos floridos. De alguna forma es como si sintieran que el mundo entero es un gran auditorio que está expectante sobre lo que van a compartir. No creen que tengan algo que aprender de los demás. Por otro lado, su intención de fondo es enseñar. Básicamente, quieren ser el centro de atención y lucirse.

 

La verborrea no ilustrada

 

La verborrea también es un mal de aquellos que no intentan proyectar una imagen de ilustrados. También los hay que no quieren dar cátedra sobre todo tipo de temas, sino que necesitan informar a los demás de toda su vida o de la de otros. Ponen un énfasis desmedido en cualquier suceso cotidiano y lo narran detallando hasta el más mínimo aspecto, como si este tuviera una importancia trascendental.

 

También están los que suponen que todo el tiempo les estás pidiendo una opinión o un consejo. Ni bien alcanzas a hacer un comentario sobre algún aspecto de tu vida, e inmediatamente se deshacen en apreciaciones, diagnósticos y conjeturas sobre lo que pasa en tu vida, lo que debes hacer, las causas, las consecuencias y todo aquello que se les ocurra. Igual sucede con los que deciden quejarse sin parar.

 

El problema es que una vez que caes en su red de palabras, la inercia va a hacer que tiendas a permanecer en ese lugar. La otra opción es pasar por la desagradable situación de pedirles que se callen. Ellos difícilmente elegirán por sí mismos momentos para la escucha.

 

¿Qué hacer con un verborreico?

 

Una persona que hace de la verborrea su estilo de comunicación con los demás podría tener un trastorno psicológico, o simplemente un egocentrismo sin límite. Este último no puede catalogarse como un trastorno en sí mismo, pero definitivamente tampoco es una señal de salud mental.

 

Hay algunos estados de manía, ansiedad o agitación que llevan a hablar, hablar y hablar. El discurso sin descanso es una manera de expresar esa angustia. Su inquietud les impide callar y/o escuchar. Su forma de hablar es compulsiva, y muchas veces desordenada. Pueden pasar de un tema a otro sin que haya conexión. En esos casos, escucharles puede ayudar. Quizás seguir su discurso con comentarios puede ser una actitud que les ayude a tranquilizarse.

 

En el caso de los egocéntricos, que es el más frecuente, lo que sucede es que la persona no ha desarrollado las herramientas psicológicas para establecer una comunicación de doble vía. Lo suyo es un monólogo y los demás un contenedor. Una audiencia. En esos casos lo mejor es no prestarse para formar parte de su juego narcisista.

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Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.

Padres distraídos con el móvil: su efecto en la conducta de los hijos

 

Ana Cebollero Salinas, Carmen Elboj, Pablo Bautista Alcaine, Tatiana Íñiguez Berrozpe 

|     Madrid     |     Hola.com     |     15/02/2024

Existe en inglés un término que ilustra esta actitud de los padres, ‘pubbing’. La palabra, de uso coloquial en inglés, surge de la suma de snub (ignorar) y phone (teléfono); por lo que en español algunos lo han traducido como ‘ningufoneo’

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Acaban de cenar, se sientan en el sofá y la hija preadolescente le está contando a su madre que ha recibido un mensaje ofensivo en Instagram, quizás es una tontería, pero le ha hecho sentir mal… Sin embargo, su madre está absorta en su propio móvil contestando los whatsapps que no ha podido leer durante el día. La niña se calla y coge su smartphone para mirar Tik Tok… ¿Te suena esta imagen?

 

El acoso en la red o cyberbullying es una realidad preocupante que afecta, en mayor o menor medida, a uno de cada tres menores en España. En el mundo, según la OCDE, el 23 % de los estudiantes de Secundaria afirma haber sufrido acoso en internet al menos varias veces al mes. Dada la relevancia que tiene el entorno familiar en su facilitación o prevención, hemos investigado qué papel tiene la supervisión familiar y el propio uso del móvil de los adultos responsables en la aparición de estas conductas.

El phubbing parental es un fenómeno reciente que consiste en estar distraído o distraída con el móvil y no prestar atención a un hijo o hija durante una interacción. La palabra, de uso coloquial en inglés, surge de la suma de snub (ignorar) y phone (teléfono); por lo que en español algunos lo han traducido como “ningufoneo”.

 

En nuestro análisis, nos hemos centrado en explorar cuál podría ser la relación de esta falta de atención con la aparición de conductas de riesgo en niños, niñas y adolescentes. Además, nos hemos planteado si existían posibles diferencias por género o edad.

 

Para dar respuesta a estas preguntas, entre otras, realizamos un estudio en Aragón con 1.554 estudiantes de Primaria y Secundaria entre 10 y 18 años mediante la técnica de encuesta.

Ignorar tiene consecuencias

Hemos podido confirmar que la supervisión familiar del uso de internet por parte de los menores, y de sus comunicaciones en redes sociales es un factor protector ante el hecho de convertirse en agresor o víctima del ciberacoso.

También que cuando los padres tienden a concentrarse en el móvil mientras comparten tiempo de conversación con los menores hay más posibilidades de que estos incurran en roles de agresor o víctima en sus interacciones en internet.

Uno de cada cuatro de estos estudiantes preguntados reportaban ser ignorados por parte de su padre o de su madre al estar estos mirando su móvil (el 23 % de las chicas y 25 % de los chicos decían que recibían phubbing por parte de su madre, y 28,1 % de las chicas y 28,9 % de los chicos por parte de su padre).

Si separamos los resultados por sexos, encontramos que el phubbing tiene más consecuencias entre los chicos, que son agresores con mayor probabilidad, mientras que la supervisión familiar resulta más efectiva para la prevención de la ciberviolencia en el caso de las chicas.

Las edades críticas

En cuanto a la edad, la supervisión parental disminuye mucho en adolescentes a partir de 15 años. Sin embargo, su efecto positivo en esa etapa es similar a los otros grupos de edad, por lo que sería ideal mantener la supervisión.

Por otro lado, aunque el phubbing parental afecta negativamente a todos los grupos de edad, es especialmente preocupante entre los menores de 10 a 12 años a la hora de convertirse en ciberagresores. 

Estar presente, supervisar, y no prohibir

Estos resultados sugieren que la supervisión familiar de los adolescentes en su uso de las redes sociales e internet les ayuda a desenvolverse de forma sana y segura en el mundo virtual.

No se trata, por tanto, de la prohibición del uso de los dispositivos móviles, que los menores pueden considerar como una vulneración de su independencia, sino de una supervisión consciente y constructiva de cómo se usan para prevenir conductas de riesgo, tales como el ciberacoso. Y esta debería ser continuada en el tiempo, dado el efecto positivo que tiene incluso en el grupo de mayor edad. 

Y dar ejemplo

Sin embargo, la educación digital proporcionada por la familia no es el único elemento necesario para lograr ese desarrollo personal saludable. La forma en que los padres y madres utilizan sus dispositivos electrónicos actúa como un modelo negativo para niños y adolescentes. Y el hecho de que los hijos puedan percibir que son ignorados cuando sus familiares están utilizando sus teléfonos móviles puede promover aún más marcadamente un “comportamiento de exclusión” que interfiere en las relaciones entre los progenitores y sus hijos, y puede conducir a conductas de riesgo en línea como el ciberacoso.

 

La prevención del ciberacoso por lo tanto debe incluir la sensibilización de las familias hacia estrategias de parentalidad positiva que incluyan la supervisión y dar un buen ejemplo.

El uso responsable de las redes sociales e internet supone enseñar a nuestros hijos e hijas la importancia del respeto en internet, lo que se conocer como “netiqueta” (acrónimo de net –red, en inglés– y etiqueta, que hace referencia a las normas de conducta socialmente aceptables en internet).

Las reglas de la netiqueta incluyen, entre otras, el respetar la privacidad del otro (no compartir imágenes o datos de otros sin permiso), interactuar con los demás con respeto, verificar siempre las fuentes o ayudar si alguien es acosado. En definitiva, comportarse con los demás en la red como nos gustaría que se comportaran con nosotros.

 

Pero, además de la netiqueta, enseñar un uso responsable supone también que todos aprendamos una nueva manera de convivir con los móviles en familia. En este nuevo panorama en el que dispositivos y redes sociales ejercen tanta atracción sobre nuestra atención, es importante priorizar la comunicación en persona.