JOSÉ PADILLA | La Mente es Maravillosa | 07/06/2022
¿Por
qué nos ayuda pensar despacio? ¿En qué contextos nos beneficia realizar un
procesamiento más sosegado de la relación? En este artículo vamos a contestar a
estas y otras interesantes preguntas.
La mente humana tiende a tomar
atajos para decidir de manera rápida, ahorrar gastos energéticos y aumentar las
posibilidades de supervivencia. Imagina no
ser capaz de esquivar de manera veloz un objeto contundente que se acerca a ti.
Los reflejos, como mecanismos de acción rápidos, son necesarios para
sobrevivir.
En el acelerado modo de vida actual, cada vez más nos
sentimos presionados a tomar decisiones instantáneas, rápidas y eficientes que
nos permitan cumplir con las exigencias que se nos hace. La primacía de este modo de
actuar relega a un segundo plano el pensamiento lento.
Pensar
rápido y pensar despacio son dos modos de tomar decisiones a los que podemos
sacarles partido en función del contexto. No hay uno más importante que otro,
ambos son necesarios; sin embargo, en la actualidad parece tener más peso la
rapidez y menos importancia la lentitud. ¿En qué sistemas se basan estos dos
modos de procesar la información? ¿Qué beneficio tiene pensar despacio?
Pensar
despacio requiere mayor esfuerzo y energía, pero tiene sus beneficios.
Sistema 1 y sistema 2
El pensamiento rápido se sustenta en lo que se ha
denominado sistema 1, el cual permite tomar
decisiones veloces, automáticas, con poco o ningún esfuerzo o control
voluntario (Kahneman, 2012). Este sistema es ahorrativo,
pues requiere de poca energía, pero no todo es perfecto. Esta ruta de
procesamiento es muy propensa a incurrir en sesgos y errores sistémicos que
terminan afectando las decisiones que tomamos.
Así
pues, el sistema 1 es eficiente y nos permite responder de manera rápida con
poca información disponible. Algunas actividades automáticas atribuidas a este
sistema son las siguientes:
·
Nos orienta hacia la fuente de un sonido repentino.
·
Nos hace poner cara de asco cuando vemos algo
desagradable.
·
Permite conducir o hacer actividades en piloto
automático.
·
Entiende frases sencillas.
·
Ayuda a reconocer objetos de forma rápida.
Por su parte, pensar despacio está determinado
por el sistema 2, el cual promueve una toma de decisiones lenta,
esforzada y controlada. Centra la atención sobre
las actividades mentales que así lo requieren como los cálculos complejos y se
asocia con la experiencia de actuar, elegir y concentrarse (Kahneman, 2012).
Este
sistema de procesamiento no puede operar sin una atención enfocada y
voluntaria. Requiere de mayor esfuerzo y de inversión de energía, por lo que se
torna agotador para la persona usarlo constantemente durante largos periodos de
tiempo. Algunos ejemplos son:
·
Estar atento al cambio de luz del semáforo.
·
Buscar un libro en la biblioteca.
·
Comparar dos productos para saber cuál es el mejor.
·
Comprobar la validez de un argumento.
·
Observar un comportamiento en una situación social.
·
Escuchar la voz de una persona en medio del ruido.
Para
que cada acción, representada en los ejemplos anteriores, se realice de manera
correcta es necesario controlar la atención y enfocarla en el estímulo
objetivo. Es decir, requieren de una intervención consciente y voluntaria por
parte del sujeto.
Los beneficios de pensar despacio
A
continuación, revisaremos algunos de los beneficios más importantes de pensar
despacio.
1. Permite
reflexionar, considerar alternativas y consecuencias
Pensar despacio y procesar la información de manera
lenta y detallada nos ayuda a reflexionar mejor sobre las circunstancias en la que
nos encontramos, los problemas que se nos presentan en
ella y las soluciones que podemos emplear para resolverlos. La lentitud del
pensamiento permite vincular mejor las opciones con sus respectivas
consecuencias.
La
comparación, la predicción y la visualización de los efectos primarios o
secundarios de una decisión se logran a través de pensar de manera pausada y
crítica. A este último modo solo se puede llegar transitando por los caminos de
la lentitud.
El
pensamiento crítico está directamente asociado con un modo de pensar
desacelerado en el que se da el análisis minucioso de las ideas.
2. Maneja la
lógica, las matemáticas y la estadística
Aunque el pensamiento rápido del sistema 1 puede
realizar cálculos matemáticos básicos, como 2+2=4, presenta serias dificultades
para realizar cálculos más complejos que requieren de un razonamiento más
profundo. Si se requiere analizar y resolver un problema matemático utilizando
diferentes fómulas, el pensamiento rápido se quedaría muy corto; en
cambio, el pensamiento despacio abordaría la tarea con mayor probabilidad
de éxito.
De igual forma, para resolver problemas
estadísticos de manera eficaz y efectiva se necesita pensar despacio. El
sistema 1, el del pensamiento rápido, no es un buen profesional de la
estadística. Él puede ofrecer soluciones automáticas y rápidas, pero no asegura
que la respuesta sea la acertada.
3. Puede
corregir errores
La corrección de errores
requiere de un proceso atencional sostenido que sea capaz de hallar dónde está
el problema para luego, en compañía de otros procesos mentales
superiores, ajustar el error cometido. Este tipo de verificaciones y de cambios
requiere de la intervención del pensamiento despacio, el cual brinda la
posibilidad de analizar detallada, minuciosa y analíticamente el error.
La solución de errores requiere
de un trabajo metacognitivo, el cual solo puede lograrse apelando a la lentitud
del pensamiento. La metacognición como
estrategia permite planear, monitorear, controlar y evaluar los resultados
obtenidos durante la realización de una tarea.
Así
mismo, permite conocer el proceso cognitivo que lleva a cabo la persona, la
tarea que realiza y las estrategias que usa durante todo el proceso.
4. Ayuda a
realizar elecciones deliberadas
Pensar despacio permite tomar
decisiones conscientes. Los procesos automáticos y rápidos debilitan las
elecciones deliberadas, pues no hay tiempo para detenerse y analizar de
manera intencional las
alternativas antes de escoger una.
Cuando
se toma una decisión en la libertad del pensamiento, esta tiende a ser más
razonable, pues contempla la pertinencia y las consecuencias de las diferentes
opciones que se tienen para optar por aquella que más se ajusta a la situación.
Toda elección deliberada al ser consciente, controlada y voluntaria exige como
mediación la capacidad de pensar despacio.
La
lentitud del pensamiento ayuda a reflexionar mejor sobre lo que se hará y a
tomar el control sobre las acciones.
5. Facilita
el seguimiento de reglas
El pensamiento lento, al ser
secuencial, facilita el seguimiento de las reglas. Al
pensar con rapidez se omite el paso a paso de las reglas, pues lo que se busca
es la eficiencia, más no la efectividad. Así, se salta de una etapa a otra con
la finalidad de lograr resultados inmediatos.
Cuando se piensa despacio, de modo intencional,
deliberado y voluntario, la mente puede seguir mejor las reglas, ya que es
capaz de comprenderlas al reflexionar sobre ellas y al buscar el sentido que
tienen. Además, permite saber de qué modo se pueden aplicar y qué se espera de
ellas al ser implementadas.
6. Controla
el pensamiento y la conducta
Para regular los pensamientos y las acciones es necesario
pensar despacio. Este tipo de pensamiento facilita la
observación de lo que se hace y de los procesos cognitivos implicados. Al
mirar, analizar y reflexionar sobre pensamientos y conductas propias es posible
iniciar planes de acción que ayuden a gestionar mejor estos procesos.
Todo
control cognitivo requiere de una intervención voluntaria, deliberada y
consciente que permita ajustar, regular y evaluar los cambios y las
implicaciones que puedan tener, tanto para el funcionamiento mental como para
el desarrollo de las relaciones de la persona.
Para terminar, pensar rápido y
pensar despacio son procesos igualmente útiles y beneficiosos. No
hay que entender a la una como el villano de la otra, o intentar aplacar una en
favor de la otra. Más bien, de lo que se trata es de saber elegir uno u otro
camino en función de las circunstancias.