EDITH SANCHEZ – Revisado por el psicólogo SERGIO DE DIOS GONZÁLEZ | La Mente es Maravillosa 25/12/2020
Mientras que la autocompasión es una forma sana de relacionarnos con nuestro mundo emocional, el victimismo es una forma de instrumentalizar el dolor que nos hace más débiles y frágiles.
Autocompasión y
victimismo son, en principio, dos conceptos muy similares. Sin embargo, al
profundizar en cada uno, está claro que resultan ser casi opuestos. Mientras que la
autocompasión es una forma de sensibilización con lo propio, el victimismo es
una impostura que busca manipular a los demás.
Es cierto que
autocompasión y victimismo tienen en común el hecho de que son conductas
dirigidas hacia uno mismo y que toman como contenido central el sufrimiento personal.
Pese a ello, el propósito que busca cada uno de esos comportamientos es muy diferente.
Así mismo, en ambas hay un reconocimiento de la vulnerabilidad propia y el propósito de validar un sentimiento de carencia o fragilidad. Aun así, autocompasión y victimismo tienen efectos y consecuencias muy disímiles, tanto en quien las experimenta, como en su entorno.
“Una persona victimista es como un barco a la deriva. Está expuesto al oleaje, al viento y a cualquier vicisitud del entorno. No tienen un timón para dirigir el barco, tampoco disponen de velas con las que dirigir el viento. Viven a expensas de que el mundo les trate bien”. – Laura Vélez
La autocompasión, o sensibilización al dolor propio
A la palabra compasión suele
dársele un significado peyorativo. Se piensa que su función es la de minimizar
al otro. Sin embargo, sentir pesar o
pena por alguien, incluido uno mismo, se ve a veces como una señal de debilidad
o claudicación. También se asocia con una conducta estrictamente
pasiva.
Sin
embargo, la autocompasión en esencia tiene que ver con
reconocer el sufrimiento propio y solidarizarse con él.
No se trata de “lamer las heridas” ni de “recrearse” en ellas, sino de aceptar
que está presente alguna forma de dolor emocional,
permitirnos experimentarlo y darnos tiempo para comprenderlo.
En
realidad, la autocompasión es una forma en la que se
expresa el amor propio. Implica respeto
por uno mismo y preocupación activa por nuestro estado emocional. Aunque se
trata de un proceso interno, no es pasivo, sino reflexivo y, por lo mismo, muy
dinámico.
El victimismo, una impostura
El victimismo,
por su parte, cumple un papel como cortina de humo. Mediante este tipo de
conducta se busca evadir la
responsabilidad personal frente al propio
sufrimiento. No se quiere comprenderlo, sino usarlo para
justificarse y, de paso, culpar a otros por el dolor que se siente.
Por eso se habla
del victimismo como una impostura. Aunque el sufrimiento puede ser real, de
todos modos, se le magnifica porque en algún punto se
ha descubierto que este puede funcionar como añagaza,
como sebo para obtener ganancias secundarias tales como la consideración ajena
e incluso ciertos privilegios.
El victimismo
también se utiliza como medio para sustentar o argumentar la persistencia en
los errores. Es una actitud y una conducta en la que el dolor
se convierte en pretexto incluso para hacer daño a otros. Igual, se le utiliza
para evitar ser cuestionado y para demandar de otros un trato especial o
privilegiado.
Autocompasión y victimismo
Como ves, autocompasión
y victimismo tienen dos lógicas muy disímiles.
La diferencia más relevante de ellas es que la primera constituye un
sentimiento auténtico, mientras que el segundo constituye un artificio que se
utiliza a conveniencia, aunque quien lo haga muchas veces no sea consciente de
esto.
Otras
diferencias entre autocompasión y victimismo son las siguientes:
·
La autocompasión promueve; el victimismo, estanca. La primera
ayuda a comprender y evolucionar; el segundo se convierte en una estructura
fija.
·
Reafirmación y falseamiento. La
autocompasión lleva a reafirmar los propios sentimientos; el victimismo sobredimensiona
o falsea el dolor propio.
·
Autenticidad y manipulación. La
autocompasión nos lleva a ser más genuinos, más nosotros mismos; el victimismo
es una actitud que se utiliza para manipular a otros.
· Generosidad y egoísmo. El ser comprensivos con nuestro propio dolor nos lleva a comprender mejor el dolor de los demás y a ser más empáticos; el victimismo es una forma egoísta de abordar el sufrimiento.
La resiliencia
Para convertir el
sufrimiento en un aprendizaje y una oportunidad de crecimiento, es necesario
entenderlo primero. La autocompasión
nos ayuda en este proceso, siendo especialmente útil para enfrentar el dolor.
Por contra, cuando ese proceso resulta fallido, se cae en el victimismo.
Por
otro lado, también está esa actitud, tan de moda en el mundo actual, según la
cual lo ideal es pasar por encima del dolor como si no estuviera ocurriendo
nada. En este paradigma, fuerte sería aquel que es capaz de ignorar o minimizar
su propio sufrimiento y puede seguir hacia adelante, sin mayor problema.
Esa aparente
dureza no suele tener efectos constructivos.
Tanto el sufrimiento como la felicidad son estados que deben experimentarse
plenamente para que de verdad dejen una huella. No es posible desarrollar la
resiliencia ignorando o dándole la espalda al dolor.
La compasión como terapia