DRA. ANA NOGUERA MAS
Editado por: LEONOR SANTOS MORENO
El ritmo precipitado que llevamos a lo largo de la
jornada relacionado con el trabajo, la vida familiar, las redes sociales, las
noticias, los mensajes, los desplazamientos, el ocio... han impreso una
velocidad en nuestro día a día que afecta a muchas personas, independientemente
de la edad.
De hecho, el estrés ha sido clasificado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como "la epidemia del siglo XXI". Algunos
datos estadísticos nos ayudarán a entender la magnitud del problema:
- Nueve de cada diez personas han sentido estrés en el último
año y un 40% de la población lo sufre de forma continua.
- Las personas que padecen trastornos mentales como ansiedad, depresión o estrés, acuden a su
médico de familia una
media de 19 veces más al año que aquellos que no los
padecen.
- Uno de cada cinco españoles consume algún tipo de fármaco
por dormir, haciendo que los ansiolíticos se hayan convertido en el
“medicamento de moda”.
¿Qué
es el estrés?
Podemos definir el estrés como un sentimiento de tensión física o emocional que se da cuando una
persona percibe un determinado estímulo o situación como amenazante. Es una
situación en la que la persona experimenta un estado de tensión y ansiedad
durante un período continuo de tiempo.
Aunque popularmente el término 'estrés' es considerado
como sinónimo de algo negativo, lo cierto es que, en dosis adecuadas,
adquiere una finalidad adaptativa. El estrés positivo surge cuando la persona
está bajo presión, pero la situación que le genera implica algún tipo de
beneficio. Esto hace que la persona esté motivada y con energía, afrontando la
situación como un reto (por ejemplo, un ascenso al trabajo, un objetivo
deportivo como correr un maratón) y, cuando se logra, ofrecen bienestar psicológico y físico para
la persona.
¿Qué
son las hormonas del estrés?
Cuando aparece el estrés, se activa un conjunto de
reacciones conductuales y fisiológicas que permiten que el organismo responda
al estresor de la forma más adaptada posible. Y es en este contexto que entra
en juego el sistema neuroendocrino, una estructura especialmente implicada
durante los estados de estrés y que se activa ante la aparición de estímulos, o
la vivencia de situaciones, que percibimos como amenazadores, haciendo que el
organismo acelere el funcionamiento de las glándulas adrenales.
La activación de las glándulas adrenales inicia una
reacción en cadena que dará como resultado la producción de diversas hormonas,
llamadas hormonas del
estrés, asociadas a la tensión psicológica. Entre las más
conocidas se encuentran el cortisol,
el glucagón y la prolactina, aunque hay implicadas otras que
también se disparan cuando existe tensión psicológica.
Cortisol
Dentro de todas las hormonas asociadas al estrés es el
cortisol la que más se relaciona con esa emoción. De hecho, se ha ganado el
nombre de ser la hormona
del estrés. Si bien cada hormona del estrés toma un rol en
particular, es el cortisol el que más
peso tiene durante este estado de tensión.
El organismo, cuando está sometido a circunstancias
estresantes o se perciben estímulos amenazadores, produce y libera esta hormona
en grandes cantidades. La producción de cortisol sirve para poder responder
adecuadamente a la situación estresante de forma rápida y eficaz.
Glucagón
El glucagón es una hormona sintetizada en las células
del páncreas y participa
en el metabolismo de los hidratos de carbono. Su principal
objetivo es dejar que el hígado libere glucosa cuando el organismo lo
necesita.
Ante una situación estresante, lo que hace el páncreas
es liberar grandes dosis de glucagón en sangre para cargar de energía nuestros
músculos y facilitar la respuesta de lucha o fuga. Esto provoca un desequilibrio hormonal a
corto plazo, pero necesario para enfrentarse satisfactoriamente a las
situaciones de amenaza. Sin embargo, este proceso fisiológico puede ser muy
peligroso para personas que padecen diabetes.
Prolactina
La prolactina es conocida principalmente por su
implicación en la secreción de leche durante la lactancia, pero también está
implicada en el estrés. Si una situación estresante se prolonga en el
tiempo, puede provocar hiperprolactinemia,
que es el incremento de los niveles de prolactina en sangre.
Un aumento del nivel de la prolactina en sangre inhibe
la liberación de hormonas hipotalámicas encargadas de la síntesis de estrógenos. Como
resultado de ello, se produce la inhibición de las hormonas sexuales femeninas,
haciendo que la mujer tenga menores niveles de estrógenos, sufra alteraciones menstruales y
pueda pasar por períodos de falta de ovulación.
Hormonas
sexuales: testosterona, estrógenos y progesterona.
Quizás a algunas personas les sorprenda que se hable
de las hormonas sexuales como sustancias implicadas con el estrés. Lo cierto es
que tanto la testosterona, como los estrógenos y la progesterona se ven
alterados en los procesos fisiológicos asociados a la tensión psicológica.
- La testosterona es
una hormona sexual masculina implicada en el desarrollo de los rasgos
sexuales masculinos, además de la respuesta sexual. Cuando se sufren
niveles de estrés elevados y crónicos la producción de testosterona
disminuye, el motivo es que el organismo prioriza la liberación de otras
hormonas, principalmente el cortisol. Como consecuencia de esta menor
producción de testosterona, el afectado puede experimentar problemas
sexuales tales como disfunción eréctil, impotencia y carencia de deseo
sexual.
- En el caso de los estrógenos, los altos niveles de estrés
disminuyen la liberación de hormonas sexuales femeninas como los
estrógenos y, por consiguiente, alteran el funcionamiento sexual normal de
la mujer.
- La progesterona es
una sustancia producida en los ovarios encargada de diversas funciones.
Entre ellas se encuentra ajustar el ciclo menstrual e intervenir en los
efectos de los estrógenos, con el objetivo de que éstos no sobrepasen su
estimulación de crecimiento celular. Cuando las mujeres están sometidas a
situaciones muy estresantes de forma crónica, la producción de esta
hormona se ve reducida teniendo como efectos varios síntomas como la
fatiga extrema, las cefaleas, cambios de humor, aumento de peso y pérdida
del deseo sexual.
Las hormonas del estrés son una de las
mejores evidencias de la relación
entre cuerpo y cerebro, donde nuestros estados anímicos
influyen ciertamente sobre nuestro organismo y viceversa. Necesitamos el
equilibrio mente-cuerpo para encontrar el sosiego y la calma necesarias para
enfrentar nuestras urgencias cotidianas.
Cuando no lo logremos y el estrés nos
afecta, debemos pedir ayuda a los profesionales para abordar los diferentes aspectos que nos
pueden estar afectando, con el fin de encontrar soluciones y conseguir un
equilibrio integral, mental y físico que nos aporte bienestar.