Un 20,84% de los estudiantes
universitarios sufre ansiedad durante las pruebas académicas. Planificar el
estudio o practicar técnicas de relajación puede ayudar.
Para la mayoría
de estudiantes la etapa universitaria es una experiencia estimulante y
positiva. Para otros puede ser un periodo de estrés, ansiedad o depresión. La
época de exámenes es la que concentra el mayor índice de casos. Un 20,84 % de
los universitarios asegura sufrir elevados niveles de ansiedad a la hora de
enfrentarse a las pruebas académicas, según un estudio realizado con 28.559
alumnos de 16 universidades españolas en 2005 y publicado en la revista Education.
Las situaciones
de tensión y nerviosismo son habituales en los campus; la universidad supone un
salto importante en la demanda académica y dispara la autoexigencia. “Todo el
mundo siente ansiedad ante los exámenes, es una reacción habitual. A veces, es
incluso deseable, porque nos permite rendir más. El problema es cuando se da de
forma continua e interfiere en el plano académico y personal”, apunta Ignacio
Fernández, psicólogo de la Clínica
Universitaria de Psicología de la Universidad
Complutense de Madrid.
La ansiedad es
un estado en el que aparecen sentimientos de aprensión, incertidumbre y tensión
por anticipar una amenaza real o imaginaria, según la definición de la
estadounidense Diane Papalia, psicóloga y experta en desarrollo cognitivo de
la Universidad de
Virginia Occidental. La ansiedad continuada puede impedir al estudiante
alcanzar los objetivos que se propone. Estudiar, ir al examen y aprobar se
convierten en obstáculos insalvables.
¿Cómo se puede
identificar? Hay síntomas que son fácilmente observables: nerviosismo intenso
desde el punto de vista fisiológico (palpitaciones, tensión muscular o incremento
de la sudoración); aceleración del pensamiento; anticipación de futuros
fracasos; bloqueo (que en ocasiones puede provocar que el estudiante no quiera
acudir al aula); problemas para conciliar el sueño; trastornos estomacales o
mayor irritabilidad. Hay casos leves que se manejan con tres o cuatro pautas y
otros más graves que requieren terapia, tratamiento farmacológico o ambos,
señala Ignacio Fernández, que asegura que en época de exámenes los estudiantes
acuden más a la clínica de la Complutense.
Lo primero que
se debe hacer es consultar a un experto para obtener un diagnóstico. “Hay
alumnos que tienen tanto miedo a suspender que dejan de ir a clase, se quedan
en blanco durante la prueba o no rinden a la hora de estudiar”. Para evitar
estos extremos, Fernández recomienda mejorar la planificación y fijarse
objetivos a corto, medio y largo plazo. Metas diarias o semanales. “Hay que
escoger un espacio cómodo para el estudio y que sea exclusivo para esa
actividad. Además, es importante planear las sesiones de estudio: empezar con
contenidos de dificultad media, luego alta y finalmente baja”. Es conveniente
programar descansos de unos 30 minutos para combatir la fatiga y reservar horas
para el ocio y el descanso para rendir más el día siguiente y conciliar mejor
el sueño.
Abordar la
ansiedad con técnicas de relajación es otro
de sus consejos. “El estudiante debe ser consciente de lo que le pasa. Concentrar
la atención en la respiración y hacerla progresivamente más profunda y lenta
ayuda a desconectar, calmarse e iniciar el estudio en condiciones óptimas”,
recalca.
El
caso de Reino Unido
La presión
académica, las preocupaciones por encontrar un empleo en el futuro o la subida
de la tasa de la matrícula pueden afectar a la estabilidad emocional de los
universitarios. Los síntomas del estrés y la ansiedad se manifiestan en un 30%
de los casos durante la noche, según un estudio elaborado
por Nightline
Association, una asociación impulsada y gestionada por estudiantes
que ofrece atención nocturna presencial, telefónica y telemática a alumnos en más
de 92 universidades británicas.
Esta
iniciativa, nacida en la Universidad de
Essex en
1970, se basa en dos principios: confidencialidad y anonimato. “Muchos
estudiantes se sienten mal cuando llega la noche y termina el bullicio del
campus. Ese momento de soledad hace que aparezcan sus miedos y se sientan
desamparados. Para eso estamos ahí nosotros, una red de miles de voluntarios
que nos limitamos a escucharles sin emitir juicios de valor”, cuenta Brendan
Mahon, doctorando de 25 años en la Universidad de
Cambridge y
responsable de Nightline Association.
Según un
estudio elaborado sobre 1.000 universitarios británicos en 2013 por este
colectivo, que ofrece este servicio de forma gratuita, el 75% de ellos sufrió
en algún momento angustia psicológica: el 65% estrés, el 43% ansiedad y el 29%
preocupación por no encajar. Durante el pasado año, atendieron un total de
17.500 demandas de atención. Algunos campus disponen de espacios a los que los
estudiantes pueden acudir a lo largo de la noche para compartir sus
preocupaciones con alguno de los voluntarios, que previamente han recibido una
formación para proporcionar información de utilidad a los afectados. “Si es
necesario les derivamos a servicios de salud mental. El hecho de hablar con
otro igual hace que las barreras para comunicar un problema no sean tan altas”,
apunta Mahon.
Un informe
del Royal College
of Psychiatrists considera que un entorno de apoyo emocional
entre personas de la misma edad y condición favorece la prevención de problemas
de salud mental, sobre todo entre jóvenes. El leitmotiv de
este colectivo es escuchar sin juzgar.