Como explica la psicoterapeuta Camila Cams, “la hipervigilancia es un estado de atención excesivamente intensa y constante hacia el entorno, acompañada de una percepción ampliada de las señales y estímulos que podrían indicar posibles amenazas o peligros”. Es decir: es un estado psicológico que nos hace estar permanentemente alerta, como si estuviéramos en peligro, a la espera de que pase algo. “Quienes experimentan hipervigilancia suelen estar en un estado de alerta elevada, siempre atentos a cualquier cambio en su entorno, incluso a los más sutiles”, añade Cams.
Este estado de
alerta constante puede estar asociado con el estrés, la
ansiedad o el trauma: las personas que han vivido situaciones amenazantes o peligrosas pueden
desarrollar hipervigilancia como una forma de autoprotección.
Podemos explicarlo, de la forma más llana, como la necesidad de estar todo el
tiempo alerta, atentos a la aparición de algún peligro.
Sin embargo, la
hipervigilancia puede ser agotadora, y puede provocar importantes perjuicios en
quienes la padecen, puesto que, a menudo, suele llevar a un aumento en los
niveles de ansiedad y estrés. Pero además de provocarlos, la
hipervigilancia también puede ser parte de trastornos de
ansiedad, trastorno de estrés postraumático (TETP) u otras condiciones de salud mental.
Por otra parte, el
elevado nivel de energía que exige estar permanentemente alerta es algo
que produce agotamiento, tanto a nivel físico como emocional, y puede afectar a diferentes niveles,
desde la sensación de debilidad a alteraciones en el sistema inmune. En los
casos más extremos, puede incluso ser el origen de problemas en
distintos sistemas y órganos del cuerpo, como cardíacos, respiratorios,
endocrinos o musculoesqueléticos. Además, por supuesto, de alteraciones en
el ciclo de sueño y vigilia, así como dificultad tanto
para conciliar el sueño como para mantenerlo. Y
también puede afectar, y
mucho, a las relaciones interpersonales.
Para que la
hipervigilancia no se convierta en un problema mayor es importante ser
consciente de ella, ser capaz de reconocerla si aparece, y abordarla para que
no interfiera negativamente en la calidad de vida y el
bienestar emocional de la persona.
Si sientes que estás experimentando hipervigilancia y está afectando a tu vida diaria, lo mejor que puedes hacer es hablar con un profesional facultativo especializado en salud mental para obtener orientación sobre cómo lidiar con ella.