viernes, 6 de marzo de 2015

La cocaína cuadruplica el riesgo de muerte súbita.

Un estudio de investigadores españoles analiza 437 autopsias de consumidores habituales.

JAIME PRATS | Valencia | El País | 11/12/2014

El consumo reciente de cocaína cuadruplica el riesgo de muerte súbita cardíaca. Así lo reflejan investigadores españoles en la revista Addiction a partir de la información obtenida de 437 autopsias correspondientes a todos los fallecidos por muerte repentina en Vizcaya entre enero de 2003 y diciembre de 2009.
Los efectos del consumo de cocaína en el sistema cardiovascular son conocidos, ya sea el aumento de la frecuencia cardíaca, de la presión arterial o la contractilidad del ventrículo izquierdo. También se relaciona con la aparición de trombosis y arritmias. “Ya sabíamos que es un factor de riesgo de las enfermedades cardíacas, pero desconocíamos cómo se traduce en incremento de probabilidad de muerte”, explica Javier Meana, de la Universidad del País Vasco y coautor del trabajo. En ello se centra el estudio, en el que también ha participado el Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (Cibersam) del Instituto de Salud Carlos III y el Instituto Vasco de Medicina Legal.
Los investigadores seleccionaron de entre todos los fallecidos por muerte súbita a un segmento de población relativamente joven (entre 19 y 49 años) para evitar que la influencia de los problemas cardiovasculares, más frecuentes en personas mayores, pudieran enmascarar el resultado del estudio. También se introdujeron variables para evitar otros sesgos que pudieran empañar las conclusiones como el consumo de otras drogas u otros factores de riesgo: obesidad, hipertensión, diabetes o tabaquismo. El trabajo se centra en consumidores habituales —dos o tres veces a la semana—, lo que comprobaron mediante la detección de la sustancia en orina e incluso con datos del historial clínico. La medición de las cantidades en los fallecidos también sirvió para descartar casos como intoxicaciones por sobredosis.
A la información obtenida (de 311 consumidores fallecidos por muerte súbita cardíaca y 126 por otros tipos de muerte súbita) aplicaron tres modelos estadísticos de regresión lógica. Observaron que el consumo de cocaína cuadruplica el riesgo de muerte súbita cardíaca y que en los hombres es un 1,6 superior al de las mujeres.
El problema de estos pacientes es que son asintomáticos hasta que su corazón se para, y entonces ya es tarde para tomar medidas. Como nunca han tenido manifestaciones clínicas, no suelen acudir a los servicios de cardiología para revisar su salud. Aunque si lo hicieran, tampoco es fácil detectar alteraciones con pruebas convencionales. De ahí los esfuerzos que se están desarrollando, por ejemplo, mediante métodos de diagnóstico por imagen de alta tecnología, para identificar las alteraciones cardiacas iniciales que asoman y que conductas como el consumo de cocaína pueden acelerar fatalmente. Un trabajo del mes pasado, en el que también participó el Cibersam, detectó con el empleo de resonancia magnética por imagen, lesiones cardiacas en el 71% de adictos con aparente buen estado de salud.

España está, junto con el Reino Unido y Francia, en cabeza del consumo de cocaína en la UE, según el informe del Observatorio Europeo de las Drogas correspondiente a 2013, aunque la tendencia en toda Europa es a la baja desde los registros máximos alcanzados en 2008.

Dormir "corriendo"

NEUROFISIOLOGÍA Los efectos de la actividad física en el sueño.

·        Casi un 35% de la población española reconoce algún trastorno del sueño
·        La literatura científica hace hincapié en el papel del ejercicio para mejorar el sueño
·        Conviene practicar deporte entre cuatro y seis horas antes de irse a la cama
·        El 70% de los ancianos consume habitualmente hipnóticos

LAURA TARDÓN | Madrid | El Mundo | 23/01/2015

Si contar ovejas no funciona o imaginarse en una playa paradísiaca no logra su abandono a los brazos de Morfeo, quizás sea el momento de probar con unas clases de baile, montar en bicicleta o, simplemente salir a caminar. Una revisión de estudios publicada este mes en la revista Journal Behavior Medicine señala al ejercicio físico como el mejor ansiolítico y antidepresivo natural. Según sus conclusiones, ayuda a dormir más rápido, aumenta el tiempo de las fases más profundas del descanso y disminuye el número de despertares durante la noche.
Cuando el cuerpo se mueve incrementa la actividad metabólica, la del sistema nervioso simpático (nos prepara para la acción, asciende la frecuencia de los latidos cardiacos) y también la temperatura corporal. Estos aspectos fisiológicos favorecen la vigilia durante las dos y cuatro horas siguientes, dependiendo de la intensidad del ejercicio. Después, se va produciendo la reacción contraria, una curva descendente durante la cual "disminuye la tasa metabólica, existe predominio del sistema parasimpático (responsable de las actividades que ocurren cuando el cuerpo está en reposo) y se reduce la temperatura corporal, lo que facilita la conciliación del sueño", argumenta Diego García-Borreguero, director del Instituto de Investigaciones del Sueño de Madrid. Por esta razón, en líneas generales, "para tener un sueño más profundo, recomendamos actividad física entre cuatro y seis horas antes de irse a dormir". 
Además, argumenta el presidente de la Sociedad Española del Sueño, Joaquín Terán Santos, mientras el cuerpo se ejercita "crecen las concentraciones de serotonina. Cuando se mantiene este hábito en el tiempo, dicho aminoácido acaba adquiriendo un patrón muy parecido al ritmo natural de la luz y la oscuridad (ritmo circadiano) que regula el sueño. Es decir, actúa reforzando al proceso natural". 
La hora importa
Aunque no hay conclusiones definitivas en los análisis científicos desarrollados hasta la fecha, todo parece indicar que la hora escogida para ir a nadar o caminar marca la diferencia. Por la mañana, así como en cualquier momento del día, los efectos beneficiosos sobre la salud son indiscutibles, pero puede que "no tenga relación con un mejor descanso", apunta García-Borreguero. Y sí, por el contrario, se practica actividad física poco antes de acostarse, "va a ser difícil conciliar el sueño porque el organismo aún estará muy acelerado" y hay que dar tiempo a que se normalice. A esto se suma, según el neurofisiólogo Francisco Javier Puertas, que la práctica de deporte "favorece la liberación de adrenalina. Y a la cama hay que ir relajado". Tampoco conviene tomar otros estimulantes como café o chocolate.
Al igual que la hora, la frecuencia, el tipo de ejercicio y la intensidad son otros condicionantes que la evidencia científica analiza. Para empezar, la actividad física debe ser regular. Tal y como rezaba en 2013 un análisis de la revista Journal of Clinical Sleep Medicine, pasar 45 minutos en una cinta de correr un día no aportará ventajas a la hora de dormir esa misma noche, requiere constancia. El trabajo se centraba en un protocolo de 30 minutos unas tres o cuatro veces por semana. Otros estudios apoyan esta tesis y se atreven a hacer algunas estimaciones: 150 minutos de ejercicio a la semana podrían mejorar en un 65% la calidad del sueño.  
Además de una práctica habitual, conviene que la actividad física esté relacionada con ejercicios de fuerza (hacer pesas) y de resistencia aeróbica (correr, bailar, caminar, subir escaleras, nadar...).
Las dificultades para dormir y la incapacidad para tener un sueño profundo, con despertares frecuentes, "merma el rendimiento físico e intelectual, provoca ansiedad y depresión", describe el doctor Puertas. Su colega, el presidente de la SES, resume que "dormir poco favorece la obesidad, la morbimortalidad cardíaca y la mortalidad en general". También resalta el trabajo de un grupo español de sueño que está investigando la asociación entre apneas y el desarrollo de algunos tumores. Convendría contabilizar, añade el especialista, los accidentes de tráfico que se producen por una capacidad de reacción disminuida por el exceso de somnolencia.
El estrés y la crisis
Cada vez más personas padecen de insomnio. Según las encuestas nacionales de salud, hasta casi un 35% de la población reconoce algún trastorno del sueño. La causa más frecuente, puntualiza Terán Santos, «no es la enfermedad sino el déficit de sueño inducido por el ritmo de vida actual, los horarios de trabajo, los turnos, hábitos inadecuados como la lectura en las tabletas antes de acostarse...». En las últimas décadas, «hemos reducido en un 20% el tiempo que dedicamos a dormir. Vivimos en una sociedad más exigente, con más estrés, preocupaciones, la crisis...», explica Hernando Pérez, coordinador del Grupo de Estudio de la Vigilia y Sueño de la Sociedad Española de Neurología (SEN).
Todo un caldo de cultivo que ha favorecido el "preocupante" aumento del consumo de fármacos que ayudan a dormir. El uso de ansiolíticos (Orfidal o Valium) en España ha incrementado un 57% desde el año 2000 al 2013. El consumo de hipnóticos (como el Lexatin o Stilnox) ha aumentado un 30% en el mismo periodo. "Hay un exceso de medicación", remarca el neurofisiólogo Puertas. Según datos de la Sociedad Española del Sueño, el 70% de los ancianos consume habitualmente hipnóticos y el 17% asegura que no puede dormir si no recurre a este tipo de medicamentos.
"Los hipnóticos son efectivos sólo en casos de insomnio agudo y tomados durante un tiempo limitado (4-6 semanas), pero los especialistas nos estamos encontrando con muchos casos en los que se llevan consumiendo a diario durante 20-30 años", señala el experto de la SEN. Son relajantes musculares que "pueden empeorar las apneas, producir más caídas en las personas mayores" y, según las últimas investigaciones, "su consumo crónico se asocia a mayor riesgo de deterioro cognitivo". Además, son cómplices a la hora de perpetuar el insomnio. "Con el paso del tiempo se desarrolla tolerancia, pierden efecto y crean dependencia". Dentro de una sociedad medicalizada, coinciden los especialistas consultados por EL MUNDO, lo más fácil es prescribir, renovar y mantener un fármaco que se sabe no es tóxico, aunque no hay investigaciones más allá de los cuatro meses de tratamiento.
Resulta fundamental acompañar la medicación inicial (el 90% de los insomnes toma antidepresivos y ansiolíticos conjuntamente) con un programa para reeducar (existen unidades del sueño que ayudan a este tipo de personas) al paciente e integre hábitos de higiene en su día a día. Por ejemplo, evitar comidas abundantes, desarrollar una rutina antes de acostarse, ir a dormir y despertarse a la misma hora, evitar las siestas, relajarse, no beber alcohol, no ver la televisión antes de acostarse... Y, por supuesto, practicar ejercicio aeróbico regular, que, dada la literatura científica publicada, mejora la calidad del sueño en las personas con problemas para dormir.
Así como el ejercicio ayuda a mejorar el descanso nocturno de las personas con insomnio, también ofrece ventajas en otros trastornos del sueño. Uno de los más frecuentes, la apnea (interrupción momentánea de la respiración durante el sueño). Tal y como argumenta Hernando Pérez, "la actividad física está relacionada con un aumento del tono muscular, aliviando el problema de los ronquidos y combatiendo la obstrucción de las vías aéreas". También trabaja contra la obesidad, otro factor predisponente al descanso inadecuado por la noche. "La grasa se acumula por la zona del cuello y puede obstruir el paso del aire".
En España, reflexiona el presidente de la SES, "tenemos un problema de horarios en comparación con otros países europeos", que ajustan mejor sus estilos de vida a los ritmos de luz y oscuridad. Sería interesante modificar, además de hábitos individuales, otros más generales, como "los husos horarios, que correspondieran con una hora menos. O adelantar la emisión de la programación de máxima audiencia".

Tanto a la población general, como a los sanitarios como a los políticos "nos invade el concepto de que el sueño no es un fenómeno biológico". Falso. Se ha demostrado que dormir es una actividad absolutamente necesaria. Durante el sueño se ponen en marcha diferentes funciones fisiológicas imprescindibles para el equilibrio físico y psíquico, como el proceso de aprendizaje y memoria, una eliminación 10 veces más eficaz de los residuos de las células cerebrales o la restauración de la homeostasis del sistema nervioso central y del resto de los tejidos.