Redacción Uppers
El neuropsicólogo Álvaro Bilbao ha
detectado los siete comportamientos tóxicos que todo padre o madre debería
evitar
Los padres muy
exigentes generan estrés, ansiedad y baja autoestima en los hijos
Mostrar
abnegación y exhibir los sacrificios que se hacen por la familia puede ser un
tipo de manipulación
Todos los padres
quieren lo mejor para
sus hijos. En ese objetivo, a veces entran en actitudes o modos
de gestión que no son buenas o que, incluso, pueden ser tóxicas por sus
consecuencias a largo plazo. Los conceptos 'tóxico' y 'crianza' no deberían
asociarse, por eso es importante decir que hay pocos padres tóxicos, pero sí
momentos en que se puede caer en dinámicas indeseables, incluso sin darnos
cuenta. ¿Cuáles son? El neuropsicólogo Álvaro Bilbao ha detectado los siete
comportamientos tóxicos que todo padre o madre debería evitar.
Sobreexigir
Para el psicólogo, el
padre exigente genera estrés,
ansiedad y baja autoestima en los hijos. La idea de que
nunca es suficiente es peligrosa porque desincentiva a los jóvenes y, en buena
medida, carece de lógica. Es claro que todo, siempre, es mejorable y también subjetivo.
¿Dónde está el grado de excelencia? Depende de los gustos, necesidades y
circunstancias de cada persona.
Por otra parte, debemos
admitir que nadie es
perfecto, no siquiera los propios padres. Reducir, por tanto,
el nivel de exigencia puede ser bueno par construir una relación sana con los
hijos.
Sobreproteger
El psicólogo describe a los padres sobreprotectores como personas cuya “principal función en la vida es que sus hijos no sufran”. Esto hace que los hijos no desplieguen su propia capacidad de acción, se acostumbren a no llevar a cabo sus proyectos. Por tanto, los convertimos en personas dependientes.
Lo óptimo para el experto
es que antes de ayudar a los hijos pensemos si realmente lo necesitan. El
antídoto para los padres sobreprotectores es que aprendan a confiar en sus
hijos. A veces, sostiene el experto, hay que dejar espacio y dar la oportunidad
a que ellos mismos se organicen.
Ejercer constantemente la crítica
La crítica constante es
perniciosa porque destroza la autoestima de los demás. Si continuamente
criticamos a nuestros hijos, lo que demostramos es que no nos gusta cómo son o cómo actúan.
En el mejor de los casos, invalidamos su criterio. La falta de autoestima genera
en falta de autoconfianza; es decir, personas que van a necesitar en el futuro
la aprobación constante de los demás.
Podemos revertir esta
actitud tóxica aprendiendo
a valorarles por lo que son, por sus logros y por lo que son
capaces de hacer, motivándoles con felicitaciones y actitudes motivadoras. No
escatimemos el elogio y tangamos en cuenta que errar es de humanos. Los hijos
no son superhéroes.
Uso excesivo del poder
Si una persona tiene un temperamento autoritario; es
decir, tiene alta necesidad de ejercer el poder, su estilo de crianza va a ser parecido. Estas
personas necesitan que todos, incluidos sus hijos, les obedezcan para sentirse
seguros. En esa búsqueda de obediencia, los hijos pueden sertirse
despersonalizados, impotentes
y utilizados.
Esta necesidad de dirigir
viene, según Bilbao, de que estas personas no fueron atendidas en su infancia.
Su reacción adulta es centrarse en sus hijos de la manera que mejor
saben: ordenándoles
hacer cosas.
Ser abnegados
Mostrar abnegación puede
ser un tipo de
manipulación. El padre abnegado o sufridor siempre está trabajando y
sacrificándose por su familia. Como explica el experto,
para este tipo de personas no merece la pena cuidarse, relajarse o darse un
premio.
Este tipo de actitudes
viene de la idea de que la
vida es sufrimiento, una derivada perversa de la cultura del
esfuerzo. Sin embargo, en opinión del psicólogo, es bueno enseñarles a
disfrutar a los hijos. La vida no solo es sacrificio, y los premios pueden ser
la consecuencia del trabajo bien hecho.
Hacerse las víctimas
Para Álvaro Bilbao, el
victimismo en los adultos cuando hay un conflicto puede ser tóxico porque genera un sentimiento de
culpabilidad entre los hijos. Les estamos cargando con la
responsabilidad de la felicidad o el bienestar de los padres. Esto es muy
frecuente cuando hay desobediencias,
malos resultados escolares o, sencillamente, los
hijos no cumplen con las
expectativas de sus progenitores.
Mostrar el sufrimiento
puede ser bueno cuando muestra la consecuencia de una acción, pero, como
adultos, no debe responsabilizarse a los jóvenes del bienestar familiar. Cada
rol tiene una parte en ese delicado entramado. Como explica Bilbao, la labor de los padres no es lamentarse,
sino educar.
Ser imprevisibles
La imprevisibilidad, que
los hijos no puedan predecir qué va a pasar en su casa en ciertas
circunstancias, es la actitud tóxica más dañina de padres a hijos, según Álvaro
Bilbao. En ese caso, los hijos no saben a qué atenerse ante padres con
actitudes cambiantes. El resultado es que están hipervigilantes y ansiosos en
su propio entorno.
Los hijos, según señala el
experto, siempre deben sentirse
seguros en casa, más aún junto a sus padres. Si estos tienen un
estrés que les hace reaccionar de manera desproporcionada, deben aprender a
gestionarlo y a mantenerlo lejos del entorno familiar.