MARIAN BENITO | uppers.es | 28/01/2023
Hablamos con la autora de
'Levantarse y luchar' sobre resiliencia, el principal factor protector de
nuestra salud mental y la base de la felicidad
Un tercio de la población tiene el
potencial innato de superar la adversidad de forma natural. El resto lo puede
aprender
Simplemente
cambiando el pensamiento se modifica nuestro cerebro e incorpora nuevos
circuitos cerebrales que nos preparan para afrontar la vida con sensación de
confianza y sin estrés.
'Levantarse y luchar'. Esta consigna tan
simple con la que Rafaela Santos, médico y psiquiatra, tituló su
primer libro resume toda una filosofía de la felicidad que empieza por una
palabra: resiliencia. Es un concepto del que se habla mucho sin
decir apenas nada. Por fin, de la mano de una de las mayores eminencias en este
campo, vamos a conocer cómo funciona y cómo podemos preparar
al cerebro para dar la cara y salir indemne cuando nos
llegue la adversidad. Es algo que ocurrirá, según la doctora, al menos dos,
tres o cuatro veces en la vida.
Santos preside la Fundación Humanae que ella misma creó en
2004 con la idea de cubrir el vacío que existe en la prevención de la
salud mental y crear un mundo más humano. Además, imparte
programas de desarrollo personal y preside el Instituto Español de Resiliencia
y la Sociedad Española de Especialistas en Estrés Postraumático.
·
El libro lo escribió hace
ya diez años, pero la pandemia ha obligado a lanzar una edición ampliada y
actualizada. La autora ha recopilado en él testimonios de
personas que, teniendo motivos para rendirse, hicieron frente a la dificultad y
aprendieron a levantarse. Nos recibe a punto de coger un vuelo con destino a
México donde le espera una audiencia deseosa de escuchar cómo hacer frente a la
incertidumbre y cómo lograr la felicidad.
Levantarse y luchar. Se dice pronto y suena bien, pero ¿cómo se hace?
La resiliencia es
la capacidad de afrontar la dificultad de una forma constructiva y
generar los recursos que nos permitirán seguir luchando a pesar de haber pasado
por una situación traumática. Todos la tenemos o la podemos desarrollar cambiando
la estructura cognitiva o la forma en que nuestra mente piensa y trabaja. Una parte de la
población, por su propia estructura genética, tiene una facilidad natural para
salir fortalecida. En Psiquiatría estamos investigando a
fondo la importancia del gen transportador de la serotonina. Sabemos que los
niveles bajos de esta sustancia en el cerebro provocan que el impacto de un
golpe emocional sea mayor y a veces tan grave que el cerebro no lo procesa.
“Decía Horacio, hace
ya más de 2000 años, que en los contratiempos es donde conocemos nuestros
recursos para hacer uso de ellos”.
La resiliencia no es
espontánea. Nos hartamos de escuchar que saldríamos fortalecidos de la pandemia
y ha ocurrido al revés. Como cualquier otro logro, es resultado del
esfuerzo, del espíritu de superación y de tener una
esperanza.
“La OMS augura que en
2030 la salud mental será la principal causa de discapacidad en el mundo. ¿Qué
podemos hacer para que esto no se cumpla?”
Deberíamos ponernos ya a
trabajar. Los americanos, que son muy agudos en temas de dinero, han calculado
que por cada dólar que se invierte en prevención se ahorran cien en tratamiento
y mil en rehabilitación. Podemos desarrollar la resiliencia como prevención
y ahí deberíamos poner el foco, en prepararnos sin necesidad de
haber sufrido un trauma. Es importante fortalecernos para resistir y minimizar
los daños e incluso salir siendo mejores.
“Los americanos muy agudos en temas de dinero, han calculado que por un dólar que se invierte en prevención se ahorran cien en tratamiento y mil en rehabilitación”
¿Qué nos hace tan
vulnerables?
Vivimos tiempos de mucha
incertidumbre en todos los terrenos y nuestros cerebros no están preparados. No
lo están para esta sociedad líquida, para un mundo que se ha vuelto volátil, ambiguo y
muy complejo. Incluso a los padres se les va de las manos la
educación de sus hijos. Tenemos muchas posibilidades de bienestar, pero hay que
poner orden en nuestras cabezas y eliminar mucho caos. El estrés está
en la base de los accidentes cardiovasculares, los accidentes de tráfico y la
depresión. Debilita nuestro sistema inmunitario y nos deja
vulnerables frente a la enfermedad. ¿No son razones suficientes para crear una
población resiliente, con recursos mentales para afrontar lo que depare la
vida?
El consumo de
psicofármacos se ha disparado. ¿Nos empastillamos para soportar la vida?
La automedicación se ha
convertido en un problema muy grave con efectos muy perniciosos. La tendencia
en Psiquiatría es prescribir la mínima medicación en dosis y en tiempo. La última
generación de inhibidores de recaptación de la serotonina está permitiendo
ajustar la medicación de manera muy precisa. Además, hay
una colaboración cada vez más estrecha con los psicólogos para trabajar bien
los pensamientos.
¿Un cerebro de 50 o
incluso de 80 aún tiene esa capacidad de tomar impulso después de una caída?
Lo vemos con personas
mayores a las que las circunstancias ponen al límite y siguen encontrando una
razón para seguir adelante tomando la vida como un regalo. No existe edad para
aprender resiliencia. El cerebro es más plástico en las primeras décadas de la
vida, pero cualquier etapa es buena para moldearlo con esfuerzo y entrenamiento.
Ramón y Cajal anticipó que cada uno es escultor de su propio cerebro. La
investigación posterior le dio la razón.
“Hasta el final de la vida, un cerebro bien entrenado tiene capacidad de reponerse y tomar impulso después de una caída”
¿Cómo distinguimos una
tristeza por un momento malo de una depresión?
Es humano entristecerse
por un acontecimiento vital negativo. Generalmente, en un mes una persona
debería ser capaz de bajar la actividad neuronal que ocurre después de este
impacto y, a partir de ahí, empezar a normalizar el dolor. Hay gente que se
queda encapsulada en el sufrimiento dejando que el
pensamiento arrastre a otros pensamientos negativos que agravan el sufrimiento
y afectan a otras áreas de su vida. Las personas que aplican resiliencia buscan
recuperarse con otras alegrías y otros pensamientos más constructivos.
¿Por qué la psicología
positiva tiene ahora tan mala prensa?
Por un mal uso, por culpa
de quienes la han banalizado. No estamos hablando de pensar en positivo, sino
que los pensamientos negativos no se vuelvan reiterativos. No podemos hacer
de la psicología algo frívolo y basado en frases simplonas.
¿La dicha absoluta
debería dejar de ser una aspiración?
La felicidad se ha vuelto
una presión. Debemos tener cuidado con la palabra. Vivimos
presionados por las redes sociales, la publicidad y una imagen de felicidad
irreal que, al compararla con tu realidad, te provoca ansiedad. La felicidad se
nos presenta como imperativo, eludiendo que la vida implica sacrificio,
enfermedad, pérdidas y dificultades. Todo esto no es raro, sino parte del ser
humano y, simplemente, debemos aprender a vivir con ello. Pero somos
impacientes y acostumbramos a que nuestros hijos también lo sean evitándoles la
dificultad y sin prepararlos para lo que, inevitablemente,
llegará.
¿Qué hábitos hacen un
cerebro feliz?
En primer lugar, con lo
que yo defino como "las tres A". Aceptación
de aquello que no podemos cambiar (aunque sí elegir la actitud). Adaptación a
la realidad valorando qué haremos con lo que tenemos o nos queda después de una
situación. Y apoyo. Superar algo en soledad puede ser complicado. Todo ello lo
resumió en una frase el psiquiatra vienés Viktor Frankl a
partir de sus propias vivencias en el campo de concentración de Auschwitz: "Si no está
en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger
la actitud con la que lo afrontas".
Y de manera aún más cotidiana, con formas de vida saludable que garantizan un equilibrio vital. Yo propongo la regla del 8: 8 horas de trabajo, 8 de sueño y 8 para el resto de actividades que te aportan bienestar.