PSICOLOGÍA
¿Evita cualquier sufrimiento y tropiezo a sus hijos? Si ha contestado sí,
reflexione. Un exceso de protección puede crear adultos inseguros y
dependientes
Padres y madres
tenemos la mala costumbre, y en España es muy común, de sobreproteger a
nuestros hijos. Miedo a que sufran, a que no sean capaces o a que se sientan
frustrados y hundidos por no alcanzar sus metas con autonomía son algunas de
las causas que se esconden detrás de esta actitud. El sufrimiento de los hijos
se convierte en el de los padres, que llegan a sentir angustia, malestar
general, excesiva preocupación, anticipaciones catastróficas de las desgracias
e infelicidad de su prole.
Muchos
progenitores tratan de allanar el camino a sus hijos con tal de evitar su
sufrimiento, lo que es una de las peores lacras desde el punto de vista de la
psicología. Hacerlo evita el aprendizaje, impide que la persona explore nuevas
emociones, que se encuentre ante dilemas interesantes para resolver o retos a
los que buscar soluciones. Cada vez que evitamos a nuestros hijos una situación
que pensamos que puede hacerles pasarlo mal, les estamos negando una
oportunidad de crecimiento personal, una manera de explorar sus límites e
impedimos que descubran lo capaces que son.
Ejemplos
existen cientos, desde ayudarlos a hacer los deberes para que terminen antes o
porque pensamos que no lo harán solos, a servirles la comida para que no la
derramen… Sobreproteger es impedir que los hijos exploren las consecuencias de
no ser responsables, y justamente son los resultados de lo que hacemos o no los
que realmente motivan los cambios.
El arte de enseñar es el arte de ayudar a descubrir” -
Mark Van Doren
Los límites de
la sobreprotección están en cuidarlos “demasiado”, evitando así que se
enfrenten de forma natural a los problemas que sí tienen que vivir, a las
soluciones que ellos tienen que buscar y las consecuencias propias de cada
acto. No se trata de promover una conducta temeraria por parte de los padres y
dejar que se enfrenten a responsabilidades impropias de la edad, sino de no
educar en una burbuja en la que se encuentren falsamente seguros y al margen de
una realidad que educa para la vida, la presente y la futura.
Lo que nunca
puede perder de vista su hijo es la sensación de seguridad. Si le agreden,
alguien le pone en peligro, sus amigos le sugieren actividades peligrosas o
fuera de lugar para su edad, tiene que sentir la tranquilidad de que sus mayores
le van a aconsejar, poner límites y proteger física y moralmente.
Los niños que
se han educado demasiado a resguardo tienen mayores problemas en el futuro para
enfrentarse a emociones básicas como son la frustración, el miedo, la ansiedad
o la tristeza, que deben aprender a gestionar. Nuestros hijos, en un futuro,
tienen que llorar el desamor, sufrir una equivocación en su puesto de trabajo,
la crítica de su jefe, la soledad del que empieza una vida independiente, la
pérdida de un ser querido y el amigo que deja de serlo porque le falla.
Gestionar de forma eficaz estos sentimientos forma parte del crecimiento
personal de todos nosotros. Si se evitan estas situaciones a nuestros hijos con
el fin de que no sufran, no estarán preparados para ser adultos maduros y
emocionalmente responsables. Estos niños pueden mostrar más miedo, inseguridad,
tiranía y exigencias dado que están acostumbrados a que les sirvan y les
resuelvan todo, tienen menos capacidad de esfuerzo, son más apáticos y vagos.
Analicemos cinco ventajas de “buscarse la vida”:
1
Educar en la responsabilidad. Deje que se quede sin ropa limpia y
planchada que ponerse. Los chavales van acumulando en la silla de su dormitorio
y usted repite cada día que la eche en el cesto de la ropa sucia. Hasta que un
día usted comprueba que apenas le queda ropa en el armario y hace su trabajo.
Tampoco escriba una nota disculpando las tareas que su hijo no ha hecho en casa
por evitarle una regañina de un profesor. Hasta que los niños no se exponen a
las consecuencias de ser irresponsables, no tienen la necesidad de cambiar.
2 Fomentar la
autonomía. Que
dependan de ellos mismos para resolver problemas y buscar soluciones en la vida
en general. Si no les dejan hacerlo, deducen que el esfuerzo lo tienen que
realizar los padres y que son ellos los que deben adivinar qué necesitan.
3 Fomentar el
emprendimiento. Imagine
que su hijo preadolescente o adolescente le pide dinero para hacerle un regalo
a su madre o padre en su cumpleaños. Se lo da y, además, se siente afortunado
de tener un hijo detallista. En lugar de facilitarle el dinero, propóngale un
plan de negocio. ¿Quieres dinero? Dime cómo vas a ganarlo. No se trata de
educar en el materialismo, sino de ser creativos, tener ideas y obtener un
beneficio por ellas. Puede que si le incita a montar un negocio casero, empiece
a cambiar su mentalidad. Igual le da un masaje y cobra un dinerito, o le
propone llevar a su hermano pequeño a una actividad. Deje que discurra y le
ofrezca ideas. De todas formas, al final le facilitará el dinero, pero habrá
tenido que pensar y esforzarse para ganarlo.
4 Desarrollar
su autoestima. La
persona que se involucra en su desarrollo, que invierte esfuerzo en conseguir
sus metas, que tropieza y se vuelve a levantar y al final lo consigue, se valora
de forma positiva. La lectura que saca de sí misma es “yo puedo a pesar de la
adversidad, puedo y lo consigo”.
5 Trabajar su
seguridad y confianza. Quienes se han educado para resolver situaciones
y lo han logrado saben que tienen recursos. Muchos hombres y mujeres se
califican como “buscavidas”. Son aquellos que saben que, pase lo que pase,
serán capaces de sobrevivir.
Si
desea ir soltando la cuerda y permitiendo que se caiga, que se equivoque, que
viva las emociones adecuadas, no olvide que dar mimos, mucho amor y seguridad
no están reñidos con el concepto de sobreprotección. Pero deje que ellos
encuentren la solución a un problema. Aprenderán a disfrutar y a sentirse
orgullosos de sus logros si se sienten protagonistas de ellos.
Si tiene dudas
sobre la tarea que tiene que realizar su hijo solo o sobre si está siendo
sobreprotector, hágase estas preguntas: ¿esto lo debería saber hacer mi hijo?;
¿es algo que, con un poco de esfuerzo y perseverancia, podría conseguir si yo
no intervengo?; ¿si le expongo a la posibilidad de no conseguirlo o que se
quede sin hacer, las consecuencias son peligrosas para él o solo incómodas?
(como que le llamen la atención en el colegio si no lleva la tarea); ¿ayudarle
en esto se ha convertido ya en un hábito cómodo por parte de mi hijo?; ¿qué
beneficios tiene para él o ella que yo le resuelva esta situación?; ¿son los
beneficios más adecuados que las desventajas que conllevan?
Recuerde que
cada vez que sobreprotege a su hijo le impide que entrene una nueva destreza.
Uno de los aprendizajes más importantes es el que se basa en el ensayo y error.
Casi todo lo que aprendemos y automatizamos en esta vida es fruto del ensayo y
de la repetición, desde las jugadas que realizamos cuando practicamos fútbol a
la capacidad de organización necesaria para que dé tiempo a hacer los deberes
por la tarde. Tenga cuidado, en su afán por ser padres perfectos terminarán por
educar hijos inútiles.
Su hijo es maravilloso y para usted
como padre es el más guapo, el más hábil, el más ágil e inteligente. Pero si
solo se acostumbra a que lo elogie cada día, sin hacer el esfuerzo necesario
para ganarse el halago, necesitará constantemente su dosis de endiosamiento
para sentirse bien y seguro. Necesita fracasar, aprender que es estupendo en
muchos aspectos, pero saber también que tiene áreas de mejora que entrenar.