MARIAN ROJAS ESTAPÉ | 03/01/2018
La vida es bastante más sencilla de lo que parece; el problema
radica en que existen demasiadas personas dedicadas a complicarla, “profesionales
de la complicación”. Muchas personas, con tal de ser el
centro de atención, de sentirse protagonistas, realizan planteamientos
difíciles y complejos de sus ideas. En ocasiones hay que saber marcar
distancia para que ello no nos afecte. Decía Einstein:“Se debe hacer
todo tan sencillo como sea posible pero no más sencillo”.
La verdadera sencillez únicamente puede surgir del interior
de nosotros mismos.
Dentro de cada uno existen luchas, deseos, ilusiones, impulsos que nos
hacer ser prisioneros de un mundo complejo de emociones y pensamientos. De esto
sabemos mucho los psiquiatras. La sencillez de mente se refleja en
nuestra conducta. De hecho en los trastornos de personalidad, una de
las características más claras es que estas personas viven constantemente
rodeadas de pensamientos negativos, retorcidos, complicados que se traducen en
conductas o estados anímicos angustiados o de desasosiego. Adquirir
sencillez de pensamiento nos ayuda a no ser víctimas de nuestros conflictos
internos.
¿Por qué es útil volver a la “sencillez”?
La sencillez ayuda a ver la vida con otros ojos, a tener una mirada que va
más allá de los sucesos que contempla y por tanto, la realidad
entra de manera distinta en el corazón. Uno se transforma,
se vuelve sensible a la naturaleza. Sin sencillez, uno no percibe el mensaje interno de
las cosas. Con esa sana ingenuidad uno puede distinguir
las sutiles señales que manda la vida para apreciar la belleza interna de lo
que le rodea, ya que, al fin y al cabo la sencillez es poder entrar en
la realidad buscando la verdad de las cosas.
Es de inteligentes saber simplificar la cabeza, reduciendo lo
complejo a lo elemental. Es decir, resolver lo complejo y no complicar lo
simple. El camino hacia la sencillez es largo, una tarea
lenta; uno tiene que desvestirse de las múltiples capas
que se han ido amontonando a lo largo de los años. Llegar a un
equilibrio entre la espontaneidad y la descomplicación; alcanzando un estilo
propio. La sencillez combina dulzura y sabiduría. Uno
sobrevuela hacia la infancia; la sencillez es virtud de niños y sueño y
aspiración de mayores. Los pequeños buscan
constantemente el porqué de las cosas. Son filósofos en potencia. Con su
sencillez pueden entender su entorno, o al menos asombrarse.
Sencillez es una fusión entre el niño inocente y el maestro
sabio. El hombre que no es complicado es capaz de reírse de sí
mismo, de sus errores y tener un optimismo sano.
Unas palabras del escritor argentino Ernesto Sábato: “Un buen
escritor expresa grandes cosas con pequeñas palabras”.
Einstein: “Si tu intención
es describir la verdad, hazlo con sencillez y la elegancia déjasela al
sastre”.