Aldara Martitegui | Madrid | niusdiario.es | 25/06/2022
María Inés López-Ibor acaba de publicar su libro ‘En busca de la alegría’
Hablamos con la reconocida psiquiatra sobre cómo cultivar la alegría en el día a día para alcanzar una vida bien vivida
La hipótesis del libro es que, aunque no sea fácil, se puede conseguir convertir la alegría en una experiencia personal, en una vivencia
Cuenta la reconocida psiquiatra María Inés López-Ibor que, debido a su práctica clínica, se pasó muchos años de su vida investigando sobre la tristeza, hasta que un buen día se propuso estudiar sobre la alegría: el sentimiento que aparentemente parece el contrario a la tristeza. Pero la alegría es mucho más que eso: “Porque también es una forma de pensar”, asegura.
Uno de los frutos de esos años de investigación sobre la alegría es el libro que acaba de publicar: En busca de la alegría (Espasa, 2022). María Inés López-Ibor, que pertenece a una de las mayores estirpes de psiquiatras de nuestro país, responde en su libro a las preguntas que muchos nos hacemos y que son fundamentales para lograr ese ansiado bienestar interior: ¿es verdad que la alegría puede cultivarse?, ¿es lo mismo alegría y felicidad?
Sí; la alegría puede cultivarse y entrenarse, explica…pero es que, además, todos tenemos muchos más motivos para sentir alegría en el día a día de lo que creemos. Entonces, ¿por qué pasan desapercibidos todos esos momentos? Una de las propuestas de María Inés López-Ibor es precisamente que entrenemos nuestra mente para poner la atención en lo positivo de cada día y que lo honremos como merece. Este pequeño cambio de foco puede suponer el punto de partida del camino para vivir una vida bien vivida.
Pregunta: Para muchas personas eso de buscar la felicidad es demasiado grande, algo inabarcable que puede llegar a generar frustración. La alegría tal vez sea más superficial ¿pero es más asumible?
Respuesta: Claro, es que de eso se trata. Creo que la
felicidad es básicamente imposible porque la felicidad se asocia a conseguir
algo que tú quieres, como una meta. Y eso me da alegría, pero una vez que lo
tienes, vas buscando otra cosa… y vas buscando otra cosa…por eso es efímera
(…) Es imposible que estés completamente feliz, puedes estar feliz porque
has conseguido el trabajo de tu vida, pero puedes estar preocupado porque
tienes un niño muy pequeño y no sabes qué va a ser de su futuro. Entonces, por
eso, yo creo que es muy difícil. Pero, empezando por la alegría, podemos
vivir muchísimo mejor. Yo me he pasado años de mi vida…¡muchos años!
dedicándome al estudio de la tristeza por mi práctica clínica… ¿Y dónde
está el límite entre la tristeza normal y la tristeza patológica?, ¿y cuando la
tristeza se convierte ya en un síntoma? Pero luego decidí que era mejor
estudiar el sentimiento que parecía que era el contrario de la tristeza, que es
la alegría y, me he dado cuenta de que la alegría es mucho más que un
sentimiento: es también una manera de pensar. Hay personas que son capaces
de pensar de una manera más positiva. La alegría está relacionada con nuestras
motivaciones. Tú puedes ser más positivo. También está un poco relacionada con
la personalidad, con los rasgos. Hay personas más melancólicas, pero hay otras
que son más positivas, ¡pero lo podemos cambiar! Y la hipótesis del libro
es que de lo que se trata en esta vida -que no es fácil, pero hay que
trabajarlo- es de conseguir convertir la alegría en una experiencia personal,
en una vivencia.
P: Vivimos un poco en la
inercia del 'yo soy como soy y punto'. ¿Crees que si hiciéramos un poco más de
introspección nos daríamos cuenta de que tenemos muchas posibilidades de cambio
y, por tanto, de vivir una vida más plena?
R: Yo creo que sí,
fíjate que se critica mucho a Freud, y yo creo que aportó algo muy importante,
que es enseñarnos a mirar para dentro: analizarte y de ahí vas
encontrando cosas. Con el psicoanálisis simplemente tú vas buscando. Yo creo
que Freud se equivocó porque trataba de encontrar una causa, y a veces no las
hay. A veces, incluso hay muchos traumas que deben permanecer olvidados porque
ya han pasado. Pero sí; el mirarte un poco hacia dentro es importante
porque si te conoces, te puedes cambiar. Siendo un poco
más superficial es un poco como cuando te miras al espejo: si hay algo que no
te gusta o no está bien en tu cara, te pones un poco de colorete o algo que te
favorezca más, y ya te ves de otra manera. Pues igual que lo hacemos con el
cuerpo, lo podemos hacer con la mente.
P: El ritmo
frenético de la sociedad actual no favorece para nada este trabajo de
introspección, que requiere tiempo y paciencia…¿Cómo ves tú la sociedad de
ahora?
R: Para mí es una
sociedad que creo que es muy compleja, más de lo que creemos. Es una
sociedad en la que el ser humano lo quiere todo y para ya. Mi
padre [Juan José López-Ibor Aliño, 1941-2015 ] ya hace años lo llamaba la
cultura del Telepizza, pero es un poco así: Quiero comer, me lo traen a casa;
quiero ropa, ahora me la traen a casa; necesito arreglar algo de casa, y Amazon
me trae el pegamento. Todo para ya, en este momento. Y eso genera mucha
insatisfacción, porque no aprendemos a esperar, a reflexionar, a ver realmente
qué quiero. Entonces, todo lo que queremos, se nos convierte en
necesidad y no es así. Nos hemos dado cuenta en la pandemia de que necesitamos la
mitad de las cosas. Pero esa cultura de todo, todo, todo, es ¿lo necesito o lo
quiero? Siempre pienso que con los niños nos equivocamos porque siempre les
preguntamos qué quieren ser de mayores, y ellos contestan con una profesión:
bailarina, pintor, médico, arquitecto. Y yo creo que la pregunta adecuada debe
ser tú, ¿cómo quieres ser?, ¿cómo quieres vivir tu vida? Quiero ser una buena
persona, estar alegre, disfrutar de la vida…y luego, será bailarina, pintor,
periodista o lo que toque.
P: Ir en busca de la
alegría ¿significa que tenemos que huir de otras emociones más incómodas, como
la tristeza?
R: Es que también tenemos que estar tristes: muchas veces, en nuestra vida, vamos a estar tristes y eso es importante porque todos los sentimientos tienen un papel adaptativo. La tristeza existe para que yo identifique que esa persona me importaba, que esa situación me importaba, que el trabajo me importaba. Y tengo que hacer un duelo. También necesito tener rabia para protegerme, para decir “hasta aquí hemos llegado” y me tengo que enfadar… Por ejemplo, no me gusta nada cuando te dicen que alguien ha fallecido y enseguida parece que necesitan un psicólogo, terapeuta o un especialista. No, tienen que hacer un duelo, es normal, se pasa mal, te angustias mucho, pasas unos días con problemas de sueño, con mucha tristeza, con mucho abatimiento…pero luego lo superas…A lo largo de la vida tenemos que hacer un montón de duelos. Por eso, ese falso ‘buenismo’ de aquí no ha pasado nada…no. Tienes que vivirlo.
P: ¿Qué piensas de este
boom de la industria de la autoayuda?
R: A mí, en general, lo de la
autoayuda no me gusta. Yo, de hecho, en el libro hablo de autocuidado. Porque
yo creo que sí tenemos la responsabilidad de cuidarnos a nosotros mismos. Uno
no tiene la culpa de tener la tensión alta, te ha tocado… pero sí tiene la
responsabilidad de comer sin sal y seguir el tratamiento…así es un poco la
mente (…) Tú tienes que tener angustia, tienes que tener ansiedad y dolor
porque has perdido a una persona que te importa y, además, tú lo tienes que
reconocer como normal y, además, lo que a mí me duele, me duele, a ti te duele
menos, pero a mí me duele…y tengo que vivir con eso, ocuparme, sentirlo,
reflexionarlo… y ya se me pasará y lo colocaré en su sitio y lo superaré y
recordaré a esa persona con cariño. De la misma forma tengo que estar triste o
angustiado si pierdo mi trabajo…no puedo estar como si nada, porque entonces es
falso y eso genera muchas inseguridades (…) No hay que vivir superficialmente.
Por eso creo que esa historia de la autoayuda, mal utilizada, genera muchísima
insatisfacción…
P: Porque, a pesar
de que la alegría se puede entrenar, no siempre es algo que
dependa de la voluntad de uno…como psiquiatra esto lo
habrás visto mucho. Para curar una depresión, por ejemplo, no basta
con querer curarse.
R: Es que la voluntad
no lo es todo. No conozco a nadie que se quiera encontrar triste o se quiera
deprimir; todavía no lo he visto…habrá alguno por ahí, pero yo todavía no lo he
visto. La gente lo que quiere es estar bien, lo que quiere es estar
tranquilo, alegre, poder disfrutar. Hay gente que es más
melancólica, pero eso no es nada malo. La gente lo que quiere es estar bien. La
depresión es una enfermedad que para mí tiene alterados dos sentimientos: la
manera de cómo te encuentras tú contigo mismo, que es un sentimiento más vital,
de tu interior, tienes esa tristeza vital, pero también es del ánimo, de cómo
me encuentro yo en relación a lo que me está sucediendo. Y hay veces que eso,
la tristeza, se convierte en un síntoma y aparecen otros: problemas de sueño,
de concentración, tensión interna…y aparece algo que para mí es muy
llamativo en la depresión, yo creo que es uno de los síntomas que marca la
diferencia y es lo que no les permite cambiar: es la incapacidad de disfrutar
de las cosas. Cuando les dices: “date un paseo”, les da
igual darse un paseo. Van al cine y no disfrutan, están con su pareja y no
disfrutan, están con los nietos y no disfrutan. Si uno no lo pasa bien, pues lo
deja de hacer…pero eso no depende de ellos, ellos lo que quieren es pasarlo
bien. Cuando ya se recuperan, es cuando ya empiezan a experimentar placer: dan
un paseo y se encuentran mejor, se arreglan y se encuentran mejor, leen y
vuelven a disfrutar de la lectura…y, entonces, en ese momento, ya dejan de
pensar solo en ellos. Porque el discurso de una persona deprimida siempre
habla de él; es como un mecanismo de protección: “no me
encuentro bien, no quiero, no puedo”. Pero cuando empiezan a pensar en las
otras personas; empiezan ya a preguntarse ¿cómo está mi marido?, ¿y mis
hijos?...ahí ya es cuando empiezan a recuperarse. Por eso te digo que es un tema que
no tiene nada que ver con la voluntad ni con la intencionalidad.
P: ¿Crees que la pandemia
ha dejado tan tocada la salud mental de la población como dicen? ¿Tú
también estás viendo esta pandemia paralela en consulta?
R: Yo creo que hay dos
cosas, creo que la pandemia la tenemos que ver desde el punto de vista psíquico
como un desastre o catástrofe; es una situación para la que
nadie estaba preparado y que afecta a personas previamente sanas. Es como si
hay un terremoto enorme y las consecuencias del hecho afectan a personas
previamente sanas. Si tú vives en ese lugar y pierdes toda tu casa… o la guerra
en Ucrania: eso supera nuestra capacidad de afrontamiento. Y eso es
lo que ha pasado con la pandemia. No nos esperábamos eso.
P: Pero la mayoría de las
personas han salido adelante…
R: La gran mayoría lo ha
superado muy bien y eso es lo que me gusta. Ahora, como ha habido pandemia,
pues todo el mundo tiene ansiedad. Pero el periodo de
confinamiento lo hemos superado, la gran mayoría hemos vuelto al trabajo, hemos
vuelto a hacer las cosas que hacíamos, sí. Lo que ha generado es mucha
ansiedad, pero no solo por la pandemia sino por las consecuencias de la
pandemia: sociales, políticas, económicas… y ahora, hay muchos síntomas de
ansiedad…y no todos lo hemos vivido igual. Quien ha tenido la desgracia de
estar enfermo o perder un familiar o haber trabajado en primera línea, pues
tienen más síntomas de ansiedad.
P: Muchas veces hablamos
de salud mental y enfermedad mental como si fueran lo mismo ¿Cuál es la diferencia
y por qué es importante hacer la distinción entre ambos conceptos?
R: A mí me gusta que
se hable ahora de salud mental; pero hay que entender que la salud mental no es
la enfermedad mental. Es como la salud cardiovascular y la enfermedad del corazón. Hay una
parte que es verdad, que tenemos que cuidarnos, para que estemos sanos
mentalmente y hay algunas personas que van a tener síntomas de enfermedad
mental, y algunos van a tener la enfermedad mental. Yo puedo tener ansiedad
porque la ansiedad es normal…todos tenemos que tener ansiedad porque es la
respuesta normal al estrés. Algo ha sucedido y tengo que
responder. Pero, en algún momento, la ansiedad se convierte en un síntoma de
una depresión, o de otra enfermedad, o de un trastorno en sí mismo y ahí ya
necesito un tratamiento. Entonces, yo creo que ahora sí que estamos viendo que
hay personas que no están bien y que, además, empiezan a venir
a consulta con síntomas relativamente leves porque ya se está perdiendo un poco
el tabú de ir al psiquiatra o al psicólogo. Yo necesito ayuda y
voy a ir, entonces, vienen con síntomas más leves que antes y las posibilidades
de recuperación son muchísimo mayores, como en cualquier enfermedad…
P: ¿Cómo saber que ha
llegado el momento de pedir ayuda profesional?
R: Creo que el límite
en cada persona es distinto, pero es cuando ya te afecta a tu vida; incluso
cuando tú ya empiezas a pensar “esto no es normal” (…) cuando los demás te lo
dicen: “oye, es que estas muy irritable”. Cuando ya tienes señales en tu cuerpo,
que a veces no las prestamos atención: no duermo, me cae mal la comida, estoy
como con un perro aquí en el estómago que me está mordiendo todo el rato, tengo
dificultad respiratoria, salto con mis hijos, salto en el trabajo. Cuando todo se
me hace muy pesado y me afecta ya…yo creo que ya hemos pasado el límite. Y
entonces, ahí es cuando hay que ir al médico de cabecera o a un especialista.
P: Unas personas aguantan
y aguantan y no van al profesional de la salud mental cuando tienen que ir, y
otras van cuando en realidad no sería necesario…de ahí viene la queja de que se
patologiza la vida cotidiana porque, como dices, cierto
nivel de ansiedad, es normal…
R: Claro, lo que no
podemos hacer es medicalizar todo el sufrimiento o todos los sentimientos del
ser humano, no. Yo tengo que tener ansiedad si tengo un
examen o si tengo esta entrevista porque, si no, es que no
me importa. Tengo que estar triste, igual que tengo que ponerme muy contenta si
algo bueno me sucede.
P: ¿Tenemos mucho que
aprender todavía sobre salud mental?
R: Exactamente, porque
medicalizamos el sufrimiento. Mira, a mí, lo que realmente no me gusta, es
que viene mucha gente a la consulta y me dice: "yo tengo la autoestima
baja"…¿pero eso que es? Y yo digo, "la
autoestima no es ni baja, ni alta, ni gorda, ni delgada… es que tú no te
estimas a ti mismo de manera adecuada: tu autoconcepto todavía no está
bien", pero claro, si ya le pones un apellido, ya lo dejas así: “yo soy
morena: punto” Y no es así, porque yo puedo trabajar, conocerme bien…
efectivamente, hay cosas de mí que no me gustan nada, pero puedo irlas
modificando y, al final, estar más contenta conmigo misma. Por eso digo
que la alegría es como un camino. El subtítulo del libro se
me ocurrió en el último momento es cómo vivir una vida bien vivida, bien
sentida, bien pensada…y a lo mejor te han pasado miles de desgracias pero,
si las has afrontado bien, tú vas a tener esa sensación de que tu vida ha sido
plena.
P: Para terminar: ¿Algún
consejo para lograr esa vida bien vivida?
P: Hay algunos muy
sencillos…yo creo que hay uno que es importantísimo, y es que cada día te
fijes en tres cosas buenas que te hayan pasado y les des importancia;
que tus hijas sonríen, que hayan ordenado el cuarto, que el vecino te salude,
que te ha llamado un amigo…porque siempre estamos con el ‘pero’… “ya, pero es
que no me llamó ayer”. No, pero te ha llamado hoy. O que alguien te diga un
detalle…Es que todas esas cosas buenas las damos por hechas, no
les damos importancia, pero si uno las reflexiona cinco minutos, toda la
angustia, todo el estrés de la vida cotidiana, puede bajar un poco…