LAURA
ROJAS-MARCO |
Telva | 28/03/2022
Tengo
miedo, luego existo. El miedo, considerado la emoción salvavidas, es
definida como la más intensa e inquietante que surge cuando percibimos un
peligro real o imaginario. Es junto a las otras cinco emociones universales (la
alegría, tristeza, ira, asco y sorpresa) la que más compartimos con el resto de
la humanidad y la que más fácilmente identificamos en el reino animal.
¿POR QUÉ TENGO MIEDO?
Todos convivimos con algún
miedo. Algunas personas compartimos temores comunes como
el miedo al dolor, a la pérdida o a la muerte. Sin
embargo, otros miedos son individuales, únicos e intransferibles y tienen un
significado muy personal. No obstante, sean cuales sean nuestros temores, al
final todos tienen en común que cada uno tiene un nombre, un origen, una
historia y un porqué. Asimismo, tienen en común que surgen por los siguientes
motivos: al recordar una experiencia del pasado, al anticipar un riesgo de
amenaza en el futuro, o al sentir en el presente, aquí y ahora, un peligro
inminente. Al final sean del tipo que sean todos surgen cuando
se tambalea el pilar que sostiene nuestra seguridad física, emocional o
mental, así como los cimientos que protegen nuestra dignidad e integridad.
EL MIEDO NECESARIO
Sentir miedo es sano y
necesario, es un indicador de que la amígdala cerebral situada
en el sistema límbico funciona correctamente. En cambio, cabe señalar que a
pesar de que hay personas más miedosas que otras, algunas desconocen esta
emoción. Por ejemplo, las personas que padecen de lioidoproteinosis o el
síndrome de Juan sin miedo, basado en un personaje de uno de los cuentos
infantiles de los hermanos Grimm, son incapaces de sentir miedo.
Como resultado, no detectan el peligro lo que perjudica su seguridad. Por lo
tanto, tener la capacidad de sentir miedo es esencial ya que de todas las
emociones es la que mejor conectada está con nuestro instinto de supervivencia
y conservación. Es decir, es la que tiene línea directa con todos nuestros
sentidos, incluido con el de la intuición, el sexto sentido que
nos susurra al oído sobre cualquier peligro visible o invisible, tangible o
etéreo.
EL MIEDO SANO Y EL
MIEDO INSANO
Quizá el miedo tiene dos caras. Por
un lado, está el miedo sano y por el otro, el miedo insano.
El sano es un gran amigo y aliado que tiene vista de lince, la fuerza de un
elefante, la capacidad para trepar de un tigre y el vuelo de un halcón. Como un
radar detecta las amenazas más sutiles y sigilosas para defender y proteger
nuestro bienestar y vida. Por otro lado, tenemos el miedo insano, con un
sistema de alerta dañado, que detecta peligros falsos o erróneamente para luego
desencadenar una reacción de pánico o fóbica y nos paraliza. Es un miedo
desmesurado que perjudica nuestra vida por tanto necesita ser corregido o
tratado. En palabras de Martín Luther King "El temor normal nos
protege; el temor anormal nos paraliza. El temor normal nos impulsa a mejorar
nuestro bienestar individual y colectivo; el temor anormal no deja de
emponzoñar y distorsionar nuestra vida íntima. El problema no consiste en
deshacerse del miedo, sino en controlarlo y dominarlo."
A veces los miedos son claros y se pueden definir,
pero otras veces crean confusión, especialmente cuando vienen
acompañados de sentimientos encontrados que despiertan dudas en nuestra
conciencia como: "¿qué es lo correcto y qué debo hacer, huir o luchar?"
En ocasiones nos encontramos frente a un dilema entre lo que siento que
quiero hacer y lo que creo que debo hacer. Quizás frente al
miedo nuestra primera reacción es correr para ponernos a salvo,
pero una vocecita en nuestro interior, la voz de la conciencia, nos lo impide;
aquella donde reside el sentido de justicia, del deber y de responsabilidad. En
estos casos no es fácil decidir qué hacer ya que dejarnos llevar por el miedo pone
en juego nuestros principios y valores. Como resultado, podemos perder algo que
después es difícil recuperar: el sueño, la buena conciencia y la paz interior.
¿QUÉ HACER CUANDO
TENGO MIEDO?
¿Actuar o no actuar frente al
miedo? es probablemente la pregunta más frecuente que
nos hacemos frente a una amenaza. Decidir si reaccionar o no ante el temor
tiene un impacto no sólo en nuestra conciencia sino sobre todo en cómo nos
recordaremos en el futuro. Por lo tanto, a la hora de afrontar un miedo podemos
preguntarnos ¿cómo quiero recordarme? ¿quiero recordarme valiente, confiado y
sintiéndome orgulloso de tener el coraje de afrontarlo y cumplir con lo que
considero justo y correcto? o ¿quiero recordarme atrapado en su tela de araña
sintiéndome indefenso y temeroso? Mientras que en algunos
casos es mejor evaluar la situación y pensárselo dos veces, en otros casos es
mejor afrontarlos en vez de sucumbir a ellos. No olvidemos que esperar a que
desaparezcan los miedos para poder actuar puede llevar una eternidad, por lo
tanto, a veces es mejor afrontar el miedo con valentía y coraje; actuar a pesar del miedo.
Como dijo Nelson Mandela: "Aprendí que el coraje no
es la ausencia de miedo, sino el triunfo sobre él. La persona valiente no es
aquella que no siente miedo, sino la que conquista ese miedo".
HACER FRENTE AL MIEDO
EN 5 PASOS
La valentía requiere encontrar un camino a
través de la jungla del temor. Es tener el valor de mirar al miedo directamente
a los ojos y no apartar la vista, es soportar la ansiedad que
produce estar frente a él y de cerca. Es descubrir en nuestro mapa interior el
lugar en el que nace el río llamado VALOR. Como dijo Miguel de Cervantes: "El verdadero valor se
encuentra entre la cobardía y la temeridad". Luego, ante la
duda sobre cómo afrontar nuestros temores recomiendo seguir cinco pasos básicos:
- primero, llamemos
nuestro miedo por su nombre,
- segundo, identifiquemos su origen,
de dónde nos viene y cuál es el papel que tiene en nuestra vida; darle
sentido y forma ayuda a conocer sus limitaciones,
- tercero,
desarrollemos un mapa emocional compuesto
por nuestras fortalezas y estrategias de afrontamiento,
- cuarto, pongámonos
nuestra armadura protectora aquella que nos
protege de los golpes y nos cubre las heridas,
- y en quito y último lugar, pidamos apoyo a nuestras personas de confianza, aquellas que nos animan y ayudan a reconectar con nuestro "yo valiente", esa parte de nosotros que siempre nos acompaña cuando debemos afrontar las dificultades de la vida.
Así que te pregunto querido lector ¿recuerdas en qué miedo descubriste que eras valiente?