lunes, 27 de diciembre de 2021

La importancia de lo que nos decimos al gestionar el malestar


ELISABET RODRÍGUEZ CAMÓN       |      Psicología y Mente 

Las autoinstrucciones son un recurso importante para gestionar las emociones desagradables. 

Una de las aportaciones que la corriente cognitiva realizó al ámbito de la psicología entre la década de los 60 del siglo pasado puso de manifiesto la relevancia del papel interno del individuo como elemento esencial en la regulación de la conducta.

Así, empezó a considerarse que el cómo percibe, procesa, interpreta, almacena y recupera la información una persona devienen fenómenos fundamentales que guían el propio comportamiento hacia la consecución de objetivos y metas particulares. 

A partir de estas consideraciones surgió, entre otras cosas, lo que hoy conocemos como las autoinstrucciones utilizadas en el contexto de la psicología aplicada. 

El enfoque cognitivo en psicología

Al considerar el componente de la cognición como agente activo de la respuesta comportamental del individuo, se inició el desarrollo de diversos modelos, teorías y técnicas de intervención psicológica como contraposición al enfoque conductista, el cual sostenía que el comportamiento era modificado solo en base a factores ambientales y externos.

Entre dichos postulados más novedosos cabe destacar varios. Por un lado, la teoría de Albert Bandura sobre el Aprendizaje Social, la cual ha tenido una importancia muy significativa en la aplicación de intervenciones psicológicas cognitivo-conductuales orientadas al Entrenamiento de Habilidades Sociales.

En segundo lugar destaca también la Teoría Racional Emotiva Conductual de Albert Ellis, un tipo de intervención centrada en abordar creencias irracionales que ha demostrado su eficacia en terapias para la depresión o la ansiedad.

En tercer lugar, encontramos la Terapia Cognitiva de Aaron Beck, una terapia que trabaja sobre distorsiones cognitivas, pensamientos automáticos; o, más concretamente, la técnica propuesta por D’Zurilla y Goldfried de Solución de Problemas en la que se proponen una serie de fases para afrontar de forma efectiva la toma de decisiones.

Finalmente, también resultan destacables los fundamentos del Entrenamiento en Autoinstrucciones de Donald Meichembaum, que defienden la utilidad de adoptar un discurso interno y un tipo de autoverbalizaciones efectivas a fin de facilitar el afrontamiento de posibles situaciones personales adversas o complicadas. Sobre esta última estrategia se ofrecen a continuación una serie de pautas específicas para aplicar de manera práctica este tipo de recurso psicológico.

La cognición como factor regulador de la conducta

Observar aspectos como qué pasa por la mente de la persona ante una determinada situación o experiencia, el nivel de toma de conciencia de sus creencias, el tipo de razonamientos que realiza, las conclusiones e ideas que genera al respecto... todo ello permite determinar con mayor exactitud el tipo de mensajes o de discurso interno que esta pone en práctica para el control de sus propias acciones.

Todo ello repercute notablemente en la experiencia emocional y modula en una gran proporción la capacidad de gestión psicológica eficaz, puesto que fenómenos como las creencias nucleares y esquemas personales, las expectativas, la valoración cognitiva de los eventos personales, la toma de decisiones en la resolución de conflictos, los factores a los que el individuo atribuye la ocurrencia de las situaciones que experimenta... pueden derivar en la experiencia de un significativo malestar emocional si no se elaboran de una forma funcional y adaptativa."

¿Cómo aplicar la técnica de las autoinstrucciones?

De igual manera que ocurre en el momento de tomar clases prácticas de conducir en las que el profesor ofrece una indicaciones sobre los pasos a seguir para circular con el vehículo, cuando se tiene delante una situación novedosa o difícil de manejar, las instrucciones manifiestas que la persona percibe resultan muy útiles para hacer frente a tal situación de manera más competente y, por ende, para conseguir un adecuado nivel en el manejo de las emociones de malestar que dicho evento puede provocar.

En la aplicación de la técnica en el ámbito de la terapia psicológica cognitivo-conductual, es el profesional quien guía al paciente primero en la identificación de la clase de discurso interno que suele utilizar este último, así como en la detección de mensajes que interfieren negativamente bloqueando la ejecución de la conducta y favoreciendo respuestas emocionales desagradables (“todo lo haces mal” o “eres inútil”) y, finalmente, en la interiorización de otro tipo de mensajes que potencien la autoconfianza personal (“si me equivoco, puedo aprender de ello” o “cuando estoy más calmado puedo expresarme de forma más clara”).

La ayuda del terapeuta inicialmente es mayor, puesto que al principio es quien propone dichas instrucciones de forma externa, con el objetivo de que el paciente vaya aprendiendo a ser más autónomo y vaya poniendo en práctica la utilización de estos mensajes positivos por sí mismo.

Para la puesta en marcha de esta estrategia psicológica, se pueden generar unas autoinstrucciones eficaces analizando y respondiendo a una serie de cuestiones en los diferentes momentos de afrontamiento de la situación: antes de realizar la conducta, durante la misma y después de haberla afrontado. A continuación, se especifican diversos ejemplos a aplicar en cada uno de ellos:

1.     Autoinstrucciones antes de realizar la conducta

·        ¿Qué tengo qué hacer y qué objetivo quiero conseguir?

·        ¿Qué es lo que me va a poder ayudar a conseguirlo? ¿Qué no?

 

2.    Autoinstrucciones durante la realización de la conducta

·        ¿A qué estoy prestando atención?

·        ¿Cómo me siento al tener que afrontar esta situación? Del uno al diez, ¿con cuánta intensidad?

·        ¿Qué me está permitiendo conseguir mi objetivo? ¿Qué no?

 

3.     Autoinstrucciones después de realizar la conducta

·        ¿Qué siento al haber podido llevar a cabo la conducta?

·        ¿Qué aspectos de mi actuación me hacen sentir orgulloso?

·        ¿Qué puedo aprender para la próxima vez?

 

Características de las autoinstrucciones

En cuanto a qué aspectos cabe considerar e incluir en el contenido de las autoinstrucciones, se destacan los siguientes principios.

Es importante que los mensajes sean racionales, realistas y evitar distorsiones cognitivas, las cuales se definen como ideas irracionales, sesgadas o negativas que perjudican el desempeño de una respuesta psicológica adaptativa.

Entre ellas se encuentran la dicotomía (razonar en términos absolutos y extremos “siempre me bloqueo”), la anticipación (elaborar conclusiones en base a potenciales supuestos y expectativas rígidas “seguro que me equivoco”), la autoatribución (atribuir únicamente la conducta a factores internos sin considerar otros más circunstanciales o externos “si no lo hago correctamente es porque no valgo para esto”) o la abstracción selectiva (centrarse solo en los aspectos negativos y desconsiderar los neutros o favorables “aunque no me haya salido del todo mal esta parte, ha sido un fracaso porque he fallado en esta otra”.

Otro aspecto fundamental reside en que los automensajes fomenten una percepción de capacidad y confianza suficiente para afrontar la situación con el objetivo de conseguir una perspectiva de superación adecuada. Así, frases como “soy capaz de…” o “puedo afrontar tal situación”, etc., pueden ser de utilidad.

Por otra parte cabe frenar y eliminar los mensajes excesivamente autocríticos y autoexigentes que en muchas ocasiones impiden la aceptación de los propios errores y dificultades de forma natural. En este sentido es relevante evitar centrar las autoinstrucciones en expresiones del tipo “debería haber hecho... de esta manera” o “no tendría que haber... de este modo”, etc.

Es importante orientar las autoverbalizaciones hacia frases que organicen la conducta mediante pasos secuenciales de comportamiento, a modo de planes de actuación internos que guíen la ejecución de la actuación de la persona, por ejemplo: “en primer lugar voy a …, después empezaré a …, finalmente haré...”).

A modo de conclusión

A lo largo del texto se ha podido comprobar cómo de importante es hacer consciente el tipo de discurso interno empleado en el afrontamiento de eventos potencialmente complejos o ansiógenos, lo cual deviene factor esencial en la autorregulación de la conducta individual. En el momento en que la persona es capaz de identificar los mensajes distorsionados o irracionales que se dirige a sí misma y puede sustituirlos por otros más realistas y comprensivos, el enfoque adoptado en la respuesta que esta emite puede potenciar su nivel de competencia comportamental y favorecer la gestión del malestar generado en una situación dificultosa.

Nadie pierde por dar amor, pierde quien no sabe recibirlo


VALERIA SABATER     |   La Mente es Maravillosa   |   08/11/2021


Nadie pierde por dar amor, porque ofrecerlo con sinceridad, con pasión y delicado afecto nos dignifica como personas. En cambio, quien no sabe recibirlo ni cuidar ese inmenso regalo es quien pierde de verdad. Por ello recuerda, nunca te arrepientas de haber amado y haber perdido, porque lo peor es no saber amar.

 

Afortunadamente la neurociencia va ofreciéndonos día tras día reveladoras informaciones que nos explican por qué actuamos como actuamos en esto del amor. Lo primero que conviene recordar es que el cerebro humano no está preparado para la pérdida, nos supera, nos inmoviliza y nos enclaustra durante un tiempo en el palacio del sufrimiento.

 

“El amor no tiene cura, pero es la cura de todos los males” – Leonard Cohen

 

Estamos programados genéticamente para conectar entre nosotros y para construir lazos emocionales con los que sentirnos seguros, con los que edificar un proyecto. Es así como hemos sobrevivido como especie, “conectando”, de ahí que una pérdida, una separación e incluso un simple malentendido haga que salte al instante la señal de alarma en nuestro cerebro.

Ahora bien, otro aspecto complejo sobre el tema de las relaciones afectivas es el modo en el que afrontamos dicha separación, dicha ruptura. Desde un punto neurológico cabe decir que empiezan a liberarse al instante las hormonas del estrés, conformando en muchos casos lo que se conoce como “el corazón roto“. Sin embargo, desde un punto emocional y psicológico, lo que sienten muchas personas es otro tipo de realidad.

 

No solo experimentan el dolor por la falta del ser amado. Sienten una pérdida de energía, de aliento vital. Es como si todo el amor dado, todas las esperanzas y afectos dedicados a esa persona se hubieran ido también, dejándolos vacíos, yermos, marchitos…

Entonces… ¿cómo volver a amar de nuevo si lo único que habita en nuestro interior es el polvo de un mal recuerdo? Es necesario que afrontemos estos momentos de otro modo. Te hablamos de ello a continuación.


Dar amor o evitar amar de nuevo

Todos nosotros somos un delicado y caótico compendio de historias pasadas, de emociones vividas, de amarguras soterradas y miedos camuflados. Cuando se inicia una nueva relación nadie lo hace enviando previamente todas sus experiencias pasadas a la papelera de reciclaje. Nadie empieza de “0”. Todo está ahí, y el modo en que hayamos gestionado nuestro pasado hará que vivamos un presente afectivo y emocional con mayor madurez, con mayor plenitud.

 

“Es mejor haber amado y perdido que nunca haber amado en absoluto” – Alfred Lord Tennyson

Ahora bien, el hecho de haber vivido en piel propia una amarga traición o, sencillamente, percibir que el amor se ha apagado en el corazón de nuestra pareja cambia mucho el modo en que vemos las cosas. Dar amor con intensidad durante una época determinada, para después quedarnos vacíos y enclaustrados en la habitación de los recuerdos y las ilusiones perdidas, cambia muchas veces la arquitectura de nuestra personalidad.

 

No falta quien se vuelve desconfiado, e incluso quien desarrolla poco a poco la gélida y férrea coraza del aislamiento donde interiorizar el clásico mantra de “mejor no amar para no sufrir. Sin embargo, es necesario derribar una idea básica en estos procesos de lenta “autodestrucción”.

 

Nunca debemos arrepentirnos de haber amado, de habernos arriesgado a un todo o nada por esa persona. Son esos actos los que nos dignifican, los que nos hacen ser humanos y maravillosos a la vez. Vivir es amar y amar es dar sentido a nuestras vidas a través de todas las cosas que hacemos: nuestro trabajo, nuestras aficiones, nuestras relaciones personales y afectivas…

Si renunciamos a amar o nos arrepentimos por haberlo ofrecido, renunciamos también a la parte más hermosa de nosotros mismos.

Sanar el amor perdido

Según un estudio llevado a cabo en la University College London, existen ciertas diferencias entre hombres y mujeres a la hora de afrontar una ruptura afectiva. La respuesta emocional parece ser muy distinta. Las mujeres sienten mucho más el impacto de la separación, sin embargo es común que se repongan antes que los hombres.

 

Ellos, por su parte, suelen aparentar estar bien, se visten con la máscara de la fortaleza refugiándose en sus ocupaciones y responsabilidades. Sin embargo, no siempre logran superar esa ruptura o tardan años en hacerlo. ¿La razón? El sexo femenino suele disponer de mejores habilidades para gestionar su mundo emocional. Facilitar el desahogo, buscar apoyo y afrontar lo ocurrido desde una perspectiva donde se halla el perdón y la actitud de pasar página suele hacer las cosas más fáciles.

 

Sea como sea, y más allá de los géneros o del motivo que haya originado esa ruptura, quedan claras algunas cosas que es necesario inocular en nuestro corazón a modo de vacuna. Ningún fracaso emocional debe vetarnos nuestra oportunidad de ser felices de nuevo. Digamos “no” a ser esclavos del pasado y eternos cautivos del sufrimiento.

 

Otro aspecto que es bueno recordar es que amar no es sinónimo de sufrir. No alimentemos esperanzas o alarguemos el “chicle” de una relación que de antemano tiene fecha de caducidad. Una retirada a tiempo salva corazones y un adiós valiente cierra una puerta para abrir otraesa donde el amor se conjuga siempre con la palabra FELICIDAD.