REDACCIÓN de BBC NEWS MUNDO | 06/05/2021
Es muy extraño que la amenaza de una enfermedad ocupe gran parte de nuestro pensamiento, como sucede en estos días.
Durante semanas, casi todos los medios tienen
historias sobre la pandemia del nuevo coronavirus. Los programas de radio y
televisión tienen cobertura ininterrumpida sobre las últimas cifras de
muerte y, dependiendo de a quién sigas, las plataformas de redes sociales
están llenas de estadísticas aterradoras, consejos prácticos o humor negro.
Este bombardeo constante
de información puede provocar una mayor ansiedad, con efectos inmediatos en
nuestra salud mental. Pero el sentimiento
constante de amenaza puede tener otros efectos más traicioneros en nuestra
psicología.
Debido a algunas respuestas a las enfermedades que
fueron evolucionando con los siglos, el miedo al contagio nos lleva a ser
más conformistas y primitivos, y menos receptivos a la excentricidad.
Los recientes informes de aumento de xenofobia y
racismo pueden ser el primer signo de esto, pero si las predicciones de la
investigación científica son correctas, pueden reflejar cambios sociales y
psicológicos mucho más profundos.
Sistema inmunológico conductual
Como gran parte de la psicología humana, estas respuestas
a la enfermedad deben entenderse en el contexto de la prehistoria.
Antes del nacimiento de la medicina moderna, es muy
probable que las enfermedades infecciosas fueran una de las mayores amenazas
para nuestra supervivencia.
El sistema inmune tiene algunos mecanismos
sorprendentes para cazar y matar a esos invasores patógenos.
Desafortunadamente, estas reacciones nos dejan
sintiéndonos con sueño y sin energía, lo que significa que nuestros antepasados
enfermos no habrían podido realizar actividades esenciales, como la caza, la
recolección o la crianza de los hijos.
El aumento de la temperatura corporal durante la
fiebre, por ejemplo, es esencial para una respuesta inmune efectiva, pero esto
resulta en un incremento del 13 % en el consumo de energía del cuerpo. Y cuando
la comida escaseaba, eso habría sido una carga seria.
“Enfermarse y permitir que este maravilloso sistema
inmunológico funcione es realmente costoso”, dice Mark Schaller de la
Universidad de Columbia Británica, en Vancouver, Canadá.
Por lo tanto, cualquier cosa que reduzca el riesgo de
infección en primer lugar debería haber ofrecido una clara ventaja de
supervivencia.
Por esta razón, desarrollamos un conjunto de
respuestas psicológicas inconscientes, que Schaller ha denominado
el “sistema inmunológico de conducta”, para que actúen como una primera
línea de defensa con el objetivo de reducir nuestro contacto con posibles
patógenos.
Cuando rechazamos cosas que huelen mal o alimentos que
creemos que no están limpios, intentamos instintivamente evitar el posible
contagio.
La mera sugerencia de que ya hemos comido algo podrido
puede llevarnos a vomitar, expulsando la comida antes de que la infección haya
tenido la oportunidad de alojarse.
Investigaciones científicas sugieren también
que tendemos a recordar más fuertemente el material que desencadena el
asco, lo que nos permite recordar (y evitar) las situaciones que podrían
ponernos en riesgo de enfermedad más adelante.
Dado que los humanos son una especie social que
evolucionó para vivir en grandes grupos, el sistema inmunitario de conducta
también modificó las interacciones con las personas para minimizar la
propagación de una enfermedad, lo que condujo a una especie
de distanciamiento social instintivo.
“El sistema
inmunológico de conducta funciona con una lógica de ‘más vale prevenir que
curar’”, dice Lene Aarøe, de la Universidad de Aarhus, en Dinamarca.
Conformarse o irse
Varios experimentos han demostrado que nos volvemos
más conformistas y respetuosos de las convenciones cuando sentimos la amenaza
de una enfermedad. Uno de ellos fue llevado a cabo por Schaller.
El especialista primero preparó a los participantes
para que se sintieran amenazados por una infección, pidiéndoles que
describieran un momento en que habían estado enfermos anteriormente y luego les
dio varias pruebas para medir su tendencia a conformarse.
En una de ellas, propuso a los estudiantes un cambio
en el sistema de calificación de la universidad y ellos debían votar colocando
un centavo en un frasco marcado con la leyenda “de acuerdo” o “en desacuerdo”.
Una mayor sensibilidad a la enfermedad llevó a los
participantes a seguir a la mayoría y colocar su centavo en el frasco con la
mayor cantidad de monedas. Fueron influenciados por la popularidad en
lugar de ir contra la corriente con su propia opinión.
Varios experimentos han demostrado que nos volvemos
más conformistas y respetuosos de las convenciones cuando sentimos la amenaza
de una enfermedad. Uno de ellos fue llevado a cabo por Schaller con individuos
que tenían menos probabilidades de sentir afinidad con las personas “creativas”
o “artísticas”.
En los cuestionarios también es más probable que estén
de acuerdo con declaraciones como “romper las normas sociales puede tener
consecuencias nocivas e involuntarias”.
Es posible que esos resultados parezcan bastante
distantes de lo que vemos hoy en la televisión y la cobertura en línea de las
noticias.
Pero los investigadores de la Universidad de Hong Kong
también evaluaron a personas exponiéndolas a escenas de las
películas Epidemia o Estallido (Outbreak), que podrían
parecerse más a algunos de los informes periodísticos actuales.
Las imágenes alusivas de una pandemia los llevaron a
valorar la conformidad y la obediencia sobre la excentricidad o la rebelión.
Vigilancia moral
¿Por qué el sistema inmunológico de conducta cambiaría
nuestro pensamiento de esta manera?
Schaller argumenta que muchas de nuestras reglas
sociales tácitas, como las formas en que podemos y no podemos preparar
alimentos, la cantidad de contacto social que se acepta y no se acepta, o cómo
deshacerse de los desechos humanos, pueden ayudar a reducir el riesgo de
infección.
“A lo largo de gran parte de la historia humana,
muchas normas y rituales cumplen esta función de mantener a raya las
enfermedades”, asegura Schaller.
“Las personas que se ajustan a esas normas prestaron
servicios de salud pública, y las personas que violaron esas normas no solo se
pusieron en riesgo, sino que también afectaron a otros”.
Como resultado, es beneficioso ser más respetuoso con
la convención ante un brote contagioso.
La misma lógica puede explicar por qué nos volvemos
más vigilantes moralmente en un brote.
Los estudios demostraron que cuando tememos al
contagio, tendemos a ser más severos cuando juzgamos un incumplimiento de
lealtad (como un empleado que habla mal de su empresa) o cuando vemos a alguien
que no respeta a una autoridad (como un juez).
Incluso los recordatorios extremadamente sutiles sobre
la enfermedad pueden dar forma a nuestros comportamientos y actitudes.
Simplemente pedirle a la gente que se pare junto a un
desinfectante de manos provocó que los participantes de un estudio expresaran
actitudes más conservadoras asociadas con un mayor respeto por la tradición y
la convención.
- Miedo a los extraños –
Además de convertirnos en jueces más estrictos entre
las personas dentro de nuestro grupo social, la amenaza de enfermedad también
puede hacernos desconfiar más de los extraños.
Tanto en los perfiles de internet como en las
reuniones cara a cara, Natsumi Sawada, de la Universidad McGill, en Canadá,
descubrió que formamos peores primeras impresiones de otras personas si
nos sentimos vulnerables a una enfermedad.
Otras investigaciones demostraron que las
personas convencionalmente menos atractivas son juzgadas negativamente, tal vez
porque confundimos sus características con un signo de mala salud.
Nuestra mayor desconfianza y sospecha también dará
forma a nuestras respuestas a personas de diferentes orígenes culturales.
En el pasado, las personas fuera de nuestro grupo
pueden haber sido menos propensas a observar las normas prescriptivas
específicas que estaban destinadas a proteger a la población de la infección,
por lo que temíamos que, sin saberlo o deliberadamente, propagarían la
enfermedad.
Pero hoy puede provocar prejuicios y xenofobia.
Aarøe, por ejemplo, descubrió que el miedo a la
enfermedad puede influir en las actitudes de las personas hacia la inmigración.
La investigadora enfatiza en que esto es parte del
enfoque de “mejor prevenir que lamentar” del sistema inmunológico de conducta.
“Es una interpretación errónea” de señales irrelevantes
que ocurre “cuando la mente evolucionada se encuentra con el multiculturalismo
y la diversidad étnica de los tiempos modernos, que no fue un fenómeno
recurrente durante la mayor parte de nuestra historia evolutiva”, explica.
Lidiando con covid-19
La influencia del sistema inmunológico de conducta
varía de un individuo a otro. No todos se verán afectados en el mismo
grado.
“Algunas personas tienen un sistema inmune conductual
particularmente sensible que les hace reaccionar con demasiada intensidad a las
cosas que interpretan como un posible riesgo de infección”, detalla Aarøe.
Según varias investigaciones, esas personas ya eran
más respetuosas de las normas sociales y más desconfiadas de los extraños que
la persona promedio, y una mayor amenaza de una enfermedad simplemente endurece
sus posiciones.
Todavía no tenemos datos concretos sobre las formas en
que el brote de coronavirus está cambiando nuestras mentes, pero la teoría del
sistema inmunológico de conducta ciertamente sugeriría que es probable.
Yoel Inbar, de la Universidad de Toronto, argumenta
que sería un cambio relativamente moderado en la opinión general de la
población, en lugar de una gran sacudida en las actitudes sociales.
El especialista encontró evidencia de cambio social
durante la epidemia de ébola de 2014, que estuvo muy presente de las noticias
internacionales.
“Los efectos más profundos pueden no tener nada que
ver con (el sistema inmunológico de conducta), sino más directamente con la
percepción de qué tan bien los funcionarios del Gobierno responden o no a la
situación”, dice.
Vale la pena considerar cómo estos cambios psicológicos influyen en nuestras propias reacciones personales al coronavirus.
Ya sea que expresemos una opinión conformista, juzguemos el comportamiento de otro o intentemos comprender el valor de las diferentes políticas de contención, podríamos preguntarnos si nuestros pensamientos son realmente el resultado de un razonamiento racional, o si podrían haber sido moldeados por una respuesta antigua que evolucionó milenios antes del descubrimiento de la teoría de los gérmenes.