CECILIA JAN | Madrid | El País |
06/04/2019
"Una de cada diez madres sufre esta patología, que en
los casos más graves puede llevar a ideas suicidas y afectar al desarrollo del
bebé".
El parto ideal para el que se había
preparado Luz Ruiz Peinado se convirtió en una pesadilla. Se complicó y acabó
en una cesárea de urgencia que sufrió en vivo al no hacerle efecto la epidural.
Estuvo varias horas separada de su bebé, ingresada en la UCI. Esta experiencia traumática
fue el inicio de una depresión posparto que esta policía de 33 años pasó sola,
sin buscar asistencia médica. "Tenía una tristeza extrema, lloraba por
todo, cualquier cosa me costaba, engordé 20 kilos por un trastorno alimenticio,
y con la niña tenía obsesión: sentía que tenía que compensarla por esas
primeras horas en las que no estuve con ella, y aunque no podía más de no
dormir, era incapaz de dejarla con otra persona para descansar", recuerda.
Ahora, cinco años después, Ruiz puede entender lo que le ocurrió. "No
busqué ayuda porque sentía que estaba mal visto. ¿Cómo no voy a poder yo sola,
si un hijo es lo más bonito que te puede pasar? Tengo que poder, me
decía".
La depresión
posparto es la patología materna más frecuente. La sufren al menos una de cada
10 madres en países industrializados, el doble en países en desarrollo, según
la Organización Mundial de la Salud (OMS). Algunos
expertos elevan el porcentaje hasta el 35%. El estigma que arrastran las
enfermedades mentales, y en este caso, por partida doble al producirse en un
momento en teoría feliz, hacen que esté infradiagnosticada. "Las madres no
lo suelen decir espontáneamente, y muchos profesionales sanitarios no están
formados para detectarla", explica Ibone Olza, psiquiatra perinatal e
infantil.
No hay una causa única para la
depresión posparto. Se han encontrado, entre otros, factores psicológicos,
sociales, genéticos y hormonales. Sufrir depresión durante el embarazo -la
padecen al menos una de cada 10 futuras madres-, ser muy perfeccionista, la
soledad y la falta de apoyo familiar, tener problemas económicos, traumas o
estrés elevan el riesgo. "El posparto es una etapa de mucha vulnerabilidad
a la depresión", afirma Lluïsa García, coordinadora del Hospital de Día Madre-Bebé del Clínic de Barcelona. Es el único
en España que atiende de forma conjunta a madres con trastornos psiquiátricos
tras el parto y a sus pequeños, algo normal en países como Francia o Reino
Unido.
En su año de funcionamiento, el centro,
con un equipo con psiquiatras, psicólogas, enfermeras, y trabajadoras sociales,
ha atendido a unas 45 madres, el 40% por depresión. Algunas presentan
trastornos, como el obsesivo compulsivo o el bipolar, que empeoran o reaparecen
tras dar a luz. Mucho menos frecuente, pero muy grave, es la psicosis posparto,
explica García, por el peligro de que se hagan daño a sí mismas o a sus bebés.
Aparte del sufrimiento que conllevan estos trastornos, hay un riesgo real para
sus vidas: según la OMS, el suicidio es una "causa importante" de
fallecimiento entre embarazadas y puérparas. "El 40% de las madres que
hemos recibido traía ideas de muerte", confirma la psiquiatra con
sorpresa.
Pero también el recién nacido se ve
afectado. La depresión puede hacer que la madre, como en el caso de Ruiz, se
obsesione por su cuidado, pero también que caiga en el extremo opuesto y no sea
capaz de establecer el vínculo con él. "Puede sentir que no quiere a su
bebé, que se ha equivocado, o pensar, 'pobrecito, qué mala madre le ha
tocado", describe Olza. "Hasta que comienza a mejorar, todo el
sistema de vinculación que la madre ha de poner en marcha con el bebé para que
se desarrolle de forma óptima se altera", añade García. Así, puede
distanciarse del niño porque no lo siente como suyo o evitarlo por miedo a
hacerle daño.
“No busqué ayuda porque sentía que estaba mal visto.
¿Cómo no voy a poder, si un hijo es lo más bonito que hay?”
De ahí, recalcan ambas expertas, la
importancia de que el proceso de recuperación incorpore al bebé. En el Clínic,
al que acuden las pacientes de 9.30 a 16.00 durante 60 sesiones, las enfermeras
enseñan, por ejemplo, a madres temerosas o reacias a bañar a sus pequeños.
"Antes, esta formación la hacía la tribu, la familia. Ahora se encuentran
solas en casa, intentando lidiar con un bebé por el que puede que no sientan
mucho afecto, o al que no entienden, y culpabilizándose por ello",
explica.
Los pequeños, de hasta un año de edad,
se quedan atendidos mientras las madres asisten a terapia, clases de mindfulness o
grupos con otras mujeres. "Es muy importante compartir lo que les ocurre,
no pasarlo en silencio. A veces les es difícil por el estigma, cuesta entender
que no pueden ejercer de madres por una enfermedad mental. Oír que les pasa al
10% de mujeres les hace bien", cuenta García.
La psicoterapia es parte fundamental
del tratamiento. "Hay que estabilizarlas cuanto antes", explica Diana
Sánchez, psicóloga y fundadora de la Asociación Española de Psicología Perinatal. "Lo primero
es darles herramientas para que estén tranquilas y desculpabilizarlas. Se les
explica que se cura, y se trabaja para que se sientan capaces de hacer las
cosas bien". Es conveniente incluir a la pareja, pues "es el
principal apoyo y también lo pasa fatal, porque no entiende que aunque se
desviva, ella va a tardar en mejorar", aconseja Olza. Si es necesario, se
administra medicación, normalmente antidepresivos y ansiolíticos. Las tres
expertas consultadas recalcan que la mayoría de los fármacos son compatibles
con la lactancia materna, algo que para las afectadas suele ser positivo.
"Favorece el vínculo con el bebé y la sensación de autoeficacia de las
madres, a veces es lo único bueno que encuentran en ellas", explica
García.
La recuperación, en cualquier caso, es
lenta. "Como mínimo cuatro o seis meses", calcula Sánchez, aunque
puede llegar al año, y si no se trata, la depresión corre el riesgo de hacerse
crónica. Por eso, las psiquiatras observan con interés la aprobación en Estados
Unidos del brexanolone, el primer fármaco diseñado para la depresión posparto, que comienza
a hacer efecto en dos o tres días frente a las tres semanas, como mínimo, de un
antidepresivo normal. "Un medicamento que dé la vuelta de forma rápida al
estado de la madre sería muy positivo para ella y para el bebé", valora
García. "Los resultados parecen prometedores", opina Olza, aunque
llama a la cautela, pues "el seguimiento solo se hizo a 30 días, y las
mujeres que recibieron placebo también mostraron una mejoría importante".
"Si funciona, bienvenido sea. Pero
debería mejorarse mucho en otros aspectos", afirma Olza. "Me temo que
la salud mental materna no es una prioridad, y como es una patología de
mujeres, aunque sea grave, tiene menos atención y recursos", critica.
Olza, directora del Instituto Europeo de Salud
Mental Perinatal, que trata de formar y sensibilizar a los profesionales
en estos temas, destaca la importancia de mejorar la detección precoz. En este
campo, destaca Cataluña, donde desde 2018 existe un protocolo de seguimiento de
la salud mental materna desde el embarazo, algo que no hay a nivel nacional.
Las tres expertas coinciden en la importancia de que se haga desde la atención
primaria. "Con unas simples preguntas por la matrona o el pediatra, que es
la única persona a la que sabemos que la madre va a ir seguro, se podría
detectar", concluye Sánchez.
Signos de alarma para detectar una posible depresión
Tristeza
continua y profunda, llanto, cambios de humor repentino, irascibilidad,
trastornos alimenticios, sensación de no ser una buena madre o dificultad para
vincularse con el bebé son síntomas comunes de la depresión posparto. Pero
muchas veces es difícil de detectar, porque la madre, de puertas afuera,
intenta aparentar que todo va bien. Algunos signos que, según las expertas
consultadas, pueden indicar que se está ante esta patología son:
Excesiva preocupación por la salud del bebé: acudir al pediatra cada poco, o presentar
conductas obsesivas, como miedo a sacar al niño a la calle por si enferma.
Problemas de sueño: no dormir cuando el bebé sí lo hace, por miedo a que se despierte, o
por controlar si respira, puede indicar una depresión. También al contrario, un
exceso de somnolencia.
Fatiga extrema: es normal sentirse agotada las primeras dos semanas tras el parto.
Pero después, puede indicar el inicio de una depresión.
No disfrutar con el bebé: el miedo a no ser buena madre o a dañar al bebé, o la dificultad
para vincularse con el recién nacido, afecta a la relación.
Dificultades con la lactancia materna: es un círculo vicioso, si existen, puede ser un
detonante de la depresión, y cuando la madre está deprimida, es habitual tener
complicaciones en la lactancia.