A este respecto, en el informe se solicita un cambio radical y
global en la atención de los problemas de salud mental, centrada
actualmente en un modelo biomédico obsoleto e inadecuado.
En concreto, según se advierte en el documento es necesario reemplazar
el modelo biomédico imperante por un marco alternativo para la atención de
la salud mental que se base en un paradigma de los derechos humanos y donde
se preste atención a los determinantes sociales que influyen en el
bienestar emocional. De acuerdo a este nuevo marco de intervención en salud
mental, “la atención debe abarcar un amplio conjunto de servicios
integrados y coordinados para la promoción, la prevención, el tratamiento,
la rehabilitación, la atención y la recuperación”, contar con “servicios
de salud mental integrados en la atención primaria y general de la salud”, y “mejorar
las intervenciones psicosociales de base empírica y aumentar el número de
profesionales sanitarios cualificados en el ámbito comunitario”, más
allá de los profesionales de la medicina.
En el análisis del panorama de atención en salud mental, el documento
identifica y examina de manera pormenorizada tres obstáculos
principales que están impidiendo el progreso hacia este nuevo
modelo de atención en salud mental: el predominio del modelo biomédico, las
asimetrías de poder y el uso sesgado de la evidencia en la investigación de
la salud mental.
El predominio del modelo biomédico
En el documento se refleja la preocupación por el predominio del modelo
biomédico en salud mental, a pesar de la falta de evidencia científica de
las premisas en las que se sustenta (como por ej., el supuesto
desequilibrio bioquímico como causa de los trastornos mentales) y la falta
de validez de los manuales para el diagnóstico y clasificación de los
trastornos mentales (por ej., el DSM). Asimismo, se advierte sobre la
excesiva medicalización en salud mental y la predilección hacia los
fármacos psicotrópicos como primera línea de intervención en salud mental,
que “con el apoyo de la psiquiatría y la industria farmacéutica,
domina la práctica clínica, las políticas, los programas de investigación,
la educación médica y las inversiones en salud mental en todo el
mundo”, a pesar de los indicios cada vez más numerosos de que los
fármacos psicotrópicos “no son tan eficaces como se creía, tienen
efectos secundarios nocivos y, en lo que se refiere a los antidepresivos,
sus beneficios en casos de depresión leve y moderada pueden atribuirse a un
efecto placebo”.
Asimetrías de poder
En segundo lugar, en el informe se advierte que “el poder de
decisión en cuestiones de salud mental se concentra en manos de los
adalides del modelo biomédico, en particular la psiquiatría biológica con
el apoyo de la industria farmacéutica”, que se encuentran estrechamente
vinculados con otras partes interesadas, como la OMS y el Banco Mundial.
Este desequilibrio de poder favorece el paternalismo y las visiones
patriarcales en la atención a las personas con problemas de salud mental y
tiende “a ocultar las opiniones y la participación significativa de
la sociedad civil, los usuarios y antiguos usuarios de los servicios de
salud mental y los expertos de diversas disciplinas no médicas”, de
tal manera que “la doctrina convencional, basada en una
interpretación biomédica reduccionista de cuestiones complejas relativas a
la salud mental, domina las políticas y servicios de salud mental, incluso
cuando no están respaldadas por la investigación”.
Uso sesgado de los datos empíricos en salud mental
Un tercer obstáculo, según el informe, viene derivado de la falta de
transparencia en la divulgación de resultados científicos. “Existen
muchos antecedentes de empresas farmacéuticas que no han divulgado los
resultados negativos de sus ensayos clínicos sobre fármacos, lo que ha
tergiversado la base empírica que sustenta su utilización. Esta práctica
impide a los profesionales de la salud y a los usuarios acceder a la
información necesaria para tomar decisiones
con conocimiento de causa”, señala el documento.
Asimismo, establece más adelante: “la investigación científica en salud
mental y en políticas sigue adoleciendo de falta de diversificación de la
financiación y continúa centrándose en el modelo neurobiológico. La
psiquiatría académica, en particular, tiene una influencia desmesurada”. Según
se establece en el documento, este sesgo de la investigación hacia los
determinantes biológicos de la salud mental, “impregna también la
enseñanza en las facultades de medicina, lo que limita la transferencia de
conocimientos a la siguiente generación de profesionales y les impide
comprender la variedad de factores que afectan a la salud mental y
contribuyen a la recuperación”.
Teniendo en cuenta este análisis de la situación, y a fin de subsanar
el desequilibrio del enfoque biomédico respecto de los servicios de salud
mental y de garantizar que se aborden los factores determinantes básicos y
sociales con miras a la promoción de la salud mental para todos, el informe
de la ONU recomienda a los Estados miembro, entre otras medidas, que:
- Adopten
medidas inmediatas para establecer marcos participativos
inclusivos y significativos en la formulación de la política
pública y la adopción de decisiones a este respecto, que incluyan,
entre otros, psicólogos, trabajadores sociales,
enfermeras, usuarios de los servicios, la sociedad civil y las
personas que viven en la pobreza y aquellas en las situaciones más
vulnerables.
- Junto
a otras partes interesadas pertinentes, incluidas las instituciones
académicas, reajusten las prioridades de la investigación en la esfera
de la salud mental a fin de promover una investigación en
ciencias sociales que sea independiente, cualitativa y
participativa, y plataformas de investigación, explorando modelos de
servicio alternativos que no sean coercitivos.
- Colaboren
con las instituciones académicas para subsanar la falta de
conocimientos con respecto a la salud mental basada en los
derechos y de base empírica en la formación médica.
- Den prioridad
a la promoción de la salud mental y a la prevención en la
política pública, y aumenten las inversiones en todos los ministerios
pertinentes.
- Adopten
medidas inmediatas para elaborar políticas públicas que, en
consonancia con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, aborden la
salud mental y apliquen un desarrollo holístico en la primera
infancia y la adolescencia, dando prioridad a la promoción
y las intervenciones psicosociales.
- Invertir
en servicios psicosociales que estén integrados en la atención
primaria y los servicios comunitarios para
empoderar a los usuarios y respetar su autonomía.
- Elaborar
un conjunto básico de intervenciones psicosociales apropiadas,
aceptables (entre otras cosas, desde una perspectiva cultural) y de
calidad que constituya un componente fundamental de la cobertura
sanitaria universal.
En definitiva, el documento se hace eco de la crisis del modelo
biomédico imperante en salud mental, un tema que se ha visto reflejado de
manera creciente en los últimos años tanto en los foros científicos como
profesionales (y que ha sido abordado en Infocop en
numerosas ocasiones), trasladando el debate a la esfera política mundial,
lo que supone un paso trascendental para la implementación de medidas
reales de cambio.
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