lunes, 14 de junio de 2021

Impacto psicológico de la COVID-19 en una muestra de profesionales sanitarios españoles


Autores: María Dosil Santamaría, Naiara Ozamiz-Etxebarria, Iratxe Redondo Rodríguez, Joana Jaureguizar, Alboniga-Mayor, Maitane Picaza Gorrotxategi      |      Elsevier.es      |      2020

Introducción

Ante la actual pandemia de la COVID-19, el personal sanitario se enfrenta a estresores laborales muy intensos, tales como jornadas laborales prolongadas, sobrecarga de trabajo, instrucciones y medidas de seguridad estrictas, necesidad permanente de concentración y vigilancia, escasez de equipamientos de protección y reducción del contacto social, además de tener que realizar tareas para las que muchos no estaban preparados.

En esta situación de estrés, se pone en riesgo tanto su salud física como la mental, dando lugar a la posible aparición de síntomas de ansiedad, depresión o trastornos por estrés postraumático o traumatización vicaria derivada de la compasión hacia los pacientes que están atendiendo.

En las investigaciones previas sobre epidemias, ya se han observado reacciones psicológicas adversas entre los y las trabajadoras sanitarias, por ejemplo, ante el brote de SARS, del MERS y actualmente ante la COVID-19. Estos estudios mostraron que dichos trabajadores temían el contagio y la infección de sus familiares, amistades y colegas, y sentían incertidumbre y estigmatización, lo que podría derivar en consecuencias psicológicas a largo plazo. Además, tal como se ha demostrado en el contexto de otras epidemias, el estrés y la ansiedad entre el personal no solo influyen directamente en su salud, sino que indirectamente afectan al sistema sanitario al dejar de acudir al trabajo como consecuencia de ello.

Otro aspecto que puede estar alterado por la sobrecarga de trabajo es el sueño, que ha mostrado ser un indicador clave de la salud, ya que además de mejorar la eficacia y el trato a pacientes, mantiene una función inmunológica óptima para prevenir las infecciones.

A todo ello, habría que sumar la compleja relación entre estas variables. Por un lado, existe evidencia de que el estrés funciona como detonante de los síntomas de ansiedad y depresión en personal sanitario joven. En el contexto de la pandemia de la COVID-19, tanto la sobrecarga de trabajo como el miedo a la posible infección podrían estar generando y aumentando los niveles de estrés. Además, la incidencia de estos síntomas, por ejemplo, la de la ansiedad, suele ser mayor en el personal médico femenino que en el masculino.

Actualmente, ante la expansión de la COVID-19 en España, existe preocupación sobre todas estas cuestiones y especialmente acerca del ajuste psicológico y la recuperación del personal sanitario que trata a pacientes con este virus, aunque, por el momento, apenas hay investigaciones al respecto. Teniendo todo esto en cuenta, el objetivo del presente trabajo ha sido evaluar los niveles de estrés, ansiedad, depresión y alteraciones del sueño entre el personal sanitario que trata a pacientes expuestos al virus de la COVID-19 en la comunidad autónoma del País Vasco (CAPV) y Navarra. También se estudian otras variables descriptivas de la muestra que podrían estar relacionadas con estos niveles de sintomatología psicológica. 

Material y métodos

Este estudio se realizó con una muestra total de 421 profesionales sanitarios del Departamento de Salud de la CAPV y Navarra, todos ellos profesionales en activo en diferentes centros hospitalarios públicos y privados de dichas comunidades. La muestra se obtuvo mediante un muestreo no probabilístico por bola de nieve. La edad mínima fue de 18 años y la máxima de 74 años. De estas personas, 338 eran mujeres y 83 eran hombres.

Se diseñó un cuestionario que contenía datos sociodemográficos (sexo y edad) y preguntas acerca de si vivían acompañados de alguna persona con enfermedad crónica, si habían tenido contacto con personas infectadas por el virus de la COVID-19, si tenían miedo al ir a trabajar y sobre la percepción del cumplimiento de las normas de confinamiento de la población.

La depresión se evaluó con la versión española de la escala Depression Anxiety and Stress Scale-21. Tiene 4 opciones de respuesta (de 0 = no me ha ocurrido a 3 = me ha ocurrido mucho o la mayor parte del tiempo) que se agrupan en 3 factores: depresión, ansiedad y estrés. Para el estudio, se emplearon los puntos de corte de Portocarrero AN y Jiménez-Genchi, A: sin sintomatología, sintomatología leve, moderada, severa y extremadamente severa. 

Por otro lado, se utilizó la escala de insomnio de Atenas (AIS) en su versión española. Se trata de un instrumento diseñado para cuantificar la dificultad del sueño en base en la CIE-10. Se compone de 8 elementos; los 4 primeros se refieren a variables cuantitativas del sueño, incluyendo la inducción del mismo y despertares nocturnos, despertar final y la duración total del sueño. El quinto se refiere a la calidad del sueño, y los 3 últimos hacen referencia al impacto del insomnio sobre el rendimiento durante el día. Los ítems se puntúan de 0 a 3, siendo las puntuaciones más altas las que denotan un sueño más deteriorado. La puntuación total varía de 0 a 24 puntos. En el presente estudio, se utilizó una puntuación AIS total de 6 o más para considerar el insomnio.

El estudio obtuvo la aprobación del Comité de Ética de la UPV/EHU. El contacto se hizo a través del correo electrónico y las respuestas se recogieron mediante un cuestionario online entre los días 1 y 10 de abril del 2020, con previa solicitud del consentimiento para la participación de los sujetos. En el cuestionario se explicaban tanto los objetivos del estudio como el procedimiento a seguir. Los datos se analizaron mediante el programa estadístico IBM SPSS Statistics for Windows, Version 25.0. En primer lugar, se describieron tanto las frecuencias como los porcentajes de las variables sociodemográficas. Posteriormente, se procedió a realizar un análisis multivariado sucesivo de la varianza, con el fin de probar las diferencias entre los niveles de depresión, ansiedad, estrés e insomnio en función de las variables sociodemográficas analizadas. 

Resultados

El 46,7% de los participantes indicaron sufrir estrés, el 37% ansiedad, el 27,4% depresión y el 28,9% problemas de sueño. En cuanto a las diferencias por sexo, las mujeres mostraron mayores niveles de ansiedad  y estrés. Y por lo que se refiere a la edad, fueron los mayores de 36 años los que mostraron en mayor medida estrés, ansiedad, insomnio y depresión. 

En lo referido a los datos recogidos en el cuestionario ad hoc, el 72,2% de la muestra señaló que no convivía con una persona con enfermedad crónica. El 71,5% sí había tenido contacto con personas infectadas por la COVID-19 y el 44,4% indicó que sentía miedo al contagio. Finalmente, el 88,4% percibía que la población estaba respetando las normas de confinamiento.

Las personas que respondieron sentir miedo en su trabajo fueron también las que mayores niveles de depresión, ansiedad y estrés presentaban, siendo el estrés la variable dependiente con mayor tamaño del efecto, seguido de la ansiedad y de la depresión.

Por último, los y las profesionales que perciben que en general la población no está respetando las medidas que se han impuesto respecto al confinamiento, son las que mayores niveles de depresión, ansiedad, estrés, e insomnio presentan, todas ellas con un tamaño del efecto intermedio, excepto el insomnio, que muestra un tamaño pequeño. 

Discusión

El impacto de la COVID-19 y sus implicaciones están suponiendo un reto importante al personal sanitario, que a menudo se enfrenta a una gran sobrecarga de trabajo, en condiciones psíquicamente exigentes, y con la sensación de disponer de pocos medios y apoyos.

Los datos revelaron que un porcentaje alto de profesionales sanitarios señala sufrir síntomas de ansiedad, estrés, depresión y trastornos del sueño. Las prevalencias de ansiedad, depresión y estrés encontrados fueron superiores a los de estudios previos sobre la COVID-19.

Además, el estudio puso de manifiesto niveles de ansiedad, depresión, estrés e insomnio superiores en mujeres, siendo las diferencias estadísticamente significativas para la ansiedad y el estrés, en la línea de estudios previos. El papel principal de cuidadoras que las mujeres ejercen en sus hogares (hijos y padres) puede que esté detrás de su mayor ansiedad y estrés, por el miedo al contagio. No obstante, habría que contextualizar los resultados, ya que algo más del 80% de la muestra del presente estudio eran mujeres.

En lo que se refiere a la edad, y contrariamente a lo hallado en otros estudios, los y las profesionales sanitarias de mayor edad, revelaron niveles más altos de toda la sintomatología evaluada. Quizá, a mayor edad es más probable que los participantes cuenten con familia a su cargo, hijos o padres, lo que aumenta la presión de la responsabilidad, el miedo a llevar el virus a sus hogares, etc.

Relacionado con lo anterior, se observó que convivir con una persona con enfermedad crónica aumentaba también los niveles de ansiedad en las personas participantes, por el miedo al contagio. Además, el hecho de trabajar con pacientes infectados por la COVID-19 aumentó los niveles de ansiedad, estrés e insomnio. Y si, además de trabajar con pacientes con infección por el virus de la COVID-19, convivían con personas con enfermedad crónica, sus niveles de ansiedad eran aún mayores. Es evidente que el miedo al contagio está muy presente entre el personal sanitario que participó en el estudio. El miedo es una respuesta natural frente a la amenaza y la COVID-19 se está viviendo actualmente como tal, en gran medida, por el gran vacío de conocimiento que existe sobre la misma, lo que despierta sentimientos de vulnerabilidad o de pérdida de control, y preocupaciones sobre la salud personal, la de la familia y sobre el aislamiento.

Actualmente, el confinamiento y la distancia social (junto con las medidas de higiene) son las principales medidas de prevención con las que cuenta la población, y un alto porcentaje de los participantes percibían que la población las estaba respetando. Sin embargo, aquellas personas que percibían que no era así fueron las que mayores niveles de depresión, ansiedad, estrés e insomnio señalaron. Si las medidas de prevención no se cumplen estrictamente, el riesgo al colapso sanitario es mayor, de ahí que el personal sanitario se preocupe especialmente por la responsabilidad social de la ciudadanía.

Hasta el momento, no se cuentan con estudios en España que exploren el impacto psicológico de la pandemia en el personal sanitario. Esta sería la principal fortaleza del estudio. Las implicaciones prácticas del mismo son también relevantes. Es necesario reducir el impacto psicológico del personal sanitario, y para ello, se recomienda aportar formación sobre la COVID-19, reforzar medidas de seguridad y garantizar las necesidades básicas del personal, tales como alimento y sueño. Se recomienda pues proveer de áreas de descanso y facilitar visitas periódicas de profesionales de la salud mental o asistencia psicológica telefónica. Será importante sostener estos servicios durante el tiempo, ya que la sobrecarga de trabajo se mantiene y es preciso evitar y tratar posibles casos de estrés postraumático causados por esta pandemia.

En cuanto a las limitaciones del estudio, cabe destacar que la distribución de la muestra (más del 80% mujeres) debe llevarnos a tomar los resultados de diferencias por sexo con cierta cautela. Asimismo, la generalización de los resultados está limitada, ya que es una muestra no probabilística en la que puede haber cierto sesgo de selección: la participación fue voluntaria, pudiendo haber participado aquellas personas especialmente impactadas emocionalmente. Futuros estudios deberían ampliar la muestra, obteniendo una muestra probabilística más equilibrada respecto al sexo y hacerla extensible a más comunidades autónomas.