domingo, 10 de noviembre de 2024

La segunda edad de oro en la neurociencia podría ayudarnos a comprender la depresión

Daniel Pellicer Roig      |      National Geographic    |     24/10/2024

 Biotecnólogo especializado en biomedicina y enfermedades raras

 Según un estudio publicado en la revista Nature, el cerebro de las personas propensas a la depresión redirige el doble de neuronas a la atención a estímulos.

 Estamos viviendo una segunda edad de oro en la neurociencia. Gracias a la aparición y establecimiento de tecnologías capaces de procesar cantidades ingentes de información, como el machine learning o inteligencia artificial, los neurocientíficos están cada vez más cerca de resolver el gran rompecabezas cerebral. El nombre del rompecabezas es el conectoma, una red de comunicación que permite a unas neuronas conectarse con otras y transmitir la información de forma rápida y precisa.
 
Esta red de conexiones es única para cada uno de nosotros, por ello, cada cual actuará de una forma distinta ante una misma situación. Por ejemplo, ante la amenaza de un balón que se acerca a toda velocidad, algunas personas se apartarán, otras tratarán de controlarlo y unas terceras cerrarán los ojos y se cubrirán la cabeza para protegerse. Esta acción viene determinada por la conversación que hayan tenido sus neuronas en una fracción de segundo. Una conversación neuronal que estará determinada por las vivencias que haya tenido cada persona en el pasado.
 
El mapa cerebral de la depresión, EL DOBLE DE CONEXIONES ¿CAUSA O CONSECUENCIA?

Al igual que una red de carreteras, el conectoma está constantemente en construcción. Las neuronas fortalecen los caminos que más se utilizan y desconectan aquellos que no. De este modo, atesoramos recuerdos y olvidamos gran parte de los estímulos insustanciales del día a día, como las caras de las personas que nos hemos cruzado o las palabras exactas de las conversaciones que hemos tenido. Ahora bien, en ocasiones, estas conexiones pueden reforzar pensamientos o acciones que se manifiestan de una forma perjudicial. Por tanto, la ansiedad, la depresión y otras enfermedades mentales podrían tener una base biológica.

O al menos a esa conclusión es a la que llega el mayor estudio hasta la fecha que ha tratado de relacionar neuroimagen y depresión. En dicho estudio, en el que han participado más de 30 investigadores de Canadá, Alemania, Estados Unidos, Suiza y España, han reunido información de cómo se conectan las neuronas de más de 135 pacientes con depresión y 37 personas sanas. Para ello han empleado una técnica denominada resonancia magnética funcional, que permite observar cuánta información se mueve de una región cerebral a otra.

Siguiendo con la metáfora de las carreteras, mediante esta técnica los investigadores pueden conocer de forma aproximada cuántos vehículos (información) se mueven entre dos ciudades (regiones cerebrales); si se trata de decenas, cientos o miles. Ahora bien, no permite conocer la marca y modelo exactos del vehículo, ni los pasajeros, sino que la cantidad de información es limitada. Sin embargo, sí que es suficiente para poder deducir que las personas que sufren depresión tienen una red neuronal dirigida a la atención de estímulos el doble de ramificada y concurrida que la población sana.

El descubrimiento de esta relación supone un pasito más hacia un biomarcador que permita detectar la depresión. En la actualidad, este trastorno únicamente se puede diagnosticar mediante cuestionarios que, por su naturaleza, no dejan de tener cierto componente subjetivo y pueden dar lugar a falsos positivos o falsos negativos. Sin embargo, los investigadores piden prudencia, ya que se trata de un estudio con pocos pacientes y se requieren más pruebas para garantizar la validez de los resultados.

La región que se encontraría alterada en las personas con depresión se denomina red frontoestriatal de saliencia. Se trata de una de las tres redes neuronales vinculadas a la atención y otros procesos del pensamiento y está relacionada con el valor que le asignamos a lo que ocurre a nuestro entorno y al reconocimiento de las sensaciones internas. Como observaron en el estudio, en personas potencialmente depresivas, los bordes de la red de saliencia suelen estar más extendidas que en el resto de las personas, llegando a invadir regiones cerebrales contiguas en al menos 3 configuraciones distintas.

Tras realizar un seguimiento durante 18 meses a los pacientes, los investigadores observaron que, ante un episodio depresivo, la transmisión de información dentro de la red de saliencia caía drásticamente. Al disminuir la transmisión de información, los pacientes comenzaban a padecer anhedonia, o la incapacidad de experimentar placer. Este síntoma iba intensificándose a medida que disminuía la actividad en la red de saliencia y la persona iba cayendo en la depresión. Una vez aumentaba el ánimo, la actividad de la red de saliencia volvía a la normalidad, pero la red de saliencia seguía del mismo tamaño.

Por tanto, lo que los investigadores quieren dejar claro es que la depresión no produce la expansión de la red de saliencia, sino que serían los individuos que tienen esta red expandida los que son más propensos a padecer depresión.

Gracias a estos datos, los investigadores fueron capaces de detectar los episodios depresivos en algunos de los pacientes hasta con una semana de antelación e identificar cuándo regresaban a la normalidad. Es decir, habían conseguido predecir la aparición y la remisión de los síntomas depresivos en ese grupo de pacientes.

En una segunda parte del estudio, los investigadores analizaron escáneres cerebrales de 12000 niños, e identificaron 57 con la red de saliencia expandida. A estos niños nunca se les había detectado un episodio depresivo cuando se les realizó el primer examen, pero sí que comenzaron a experimentarlos durante la adolescencia. Todavía no está claro por qué los niños tenían la red de saliencia más extendida en un principio, pero los investigadores apuntan a la genética como una posible causa. Si se confirmase, este estudio serviría para apoyar la hipótesis de que la depresión tiene un componente genético heredable y serviría de punto de partida a la hora de detectar de forma temprana a las personas vulnerables de sufrir depresión.

Por tanto, en este estudio se cubren distintos frentes que ayudan a explicar un trastorno mental muy complejo. Por un lado, los investigadores están cada vez más cerca de encontrar un biomarcador que ayude a diagnosticar la depresión. Detectando una red frontoestriatal de saliencia expandida no solo podrían discriminar a personas con predisposición depresiva, sino que, con un correcto seguimiento, podrían identificar los episodios depresivos antes de que ocurran y atajarlos lo antes posible. Pero de nuevo, los investigadores piden prudencia, todavía necesitan aumentar el número de pacientes para asegurarse que el proceso es lo suficientemente robusto para que pueda utilizarse para el diagnóstico.