IMA SANCHÍS | La
Contra de la Vanguardia | Barcelona
| 18/06/2018
Nací en Lucerna, Suiza, y vivo en Milán. Vivo en
pareja y tengo dos hijos. Soy jefe de servicio de la Organización
Sociopsiquiátrica del cantón de Ticino, Suiza.
Entrega
Atiende
a personas, no enfermedades. Desde sus inicios luchó por la abolición de las medidas
coercitivas (habitaciones de aislamiento, atar a los pacientes..) y lo ha
implementado con éxito en el hospital público suizo del que es jefe de
servicio. En 1996 fundó la empresa cultural y social sin fines de lucro Olinda
en un viejo hospital psiquiátrico de los suburbios de Milán en la que enfermos
mentales y jóvenes del barrio gestionan y trabajan en su restaurante, bar,
catering, albergue, hotel, teatro... Desarrolló proyectos internacionales de
salud pública para la OMS . Ha participado en el V Congrés Català d’Infermeria
de Salut Mental , organizado por la Associació Catalana de Salut Mental, en el
hospital de Sant Pau .
Pregunta.-Todos
los locos son tristes? | Respuesta.- Ni mucho menos. Lo son si están
solos.
P.-¿Qué ha
entendido? | R.-Que todos somos diferentes incluso en la
enfermedad mental. El diagnóstico no nos dice nada de la persona, para cada
esquizofrénico hay que buscar un camino. La institución psiquiatra se debe
adaptar a la singularidad de la persona.
P.-No es fácil. |
R.-Pero es hermoso.
P.-Un
psiquiatra suele recetar. | R.-El fármaco es una muleta que ayuda a
contener los síntomas pero no cura. Lo que cura es la relación y el afecto. No
hay terapia sin simpatía.
P.-¿Entre
médico y paciente? | R.- Sí, y enfermeros y pacientes. Cuanto
peor está una persona más relación de afecto necesita.
P.-¿Es
proporcional? | R.-Un enfermo mental no suele tener sólo un
problema clínico, también tiene un problema social: ha perdido la casa, el
trabajo y se ha peleado con los suyos. Está solo. Es necesario ayudarle a
reconstruir las oportunidades sociales para que pueda reencontrar su camino.
P.-No es
práctica habitual entre psiquiatras.
| R.-Para quién trabaja en una
institución pública debe ser una práctica cotidiana. Nosotros no tenemos
maquinarias complicadas, sólo tenemos nuestro conocimiento y afecto. Hay que
tener una relación intensiva con los enfermos.
P.-¿Cómo de
intensiva? | R.-Hemos calculado que cuando llega una
persona en crisis psiquiátrica la media son dos horas con ella, algo que es muy
difícil desde el punto de vista organizativo pero indispensable si quieres
construir una relación.
P.-Me sorprende
usted. | R.-Lo primero es comprender, y para eso
tienes que escuchar, hacer preguntas no estandarizadas, tener paciencia y dar
crédito a la persona. No se trata de controlar, de encerrar, de calmar con
fármacos, sino de establecer una relación.
P.-Póngame un
ejemplo. | R.-A un suicida no hay que encerrarlo para
que no lo vuelva a intentar sino estar con él.
P.-¿Y eso cura? |
R.-Sí, la dedicación intensiva en los momentos de crisis allana el
camino para poder seguir trabajando con la persona. Sin embargo, si el primer
encuentro se reduce a encerrarlo en espera de que pase la crisis el seguimiento
es muy difícil porque falta la confianza, la relación.
P.-¿Hasta qué
punto somos sólo química o somos algo más?
| R.-Antes pensábamos que el
cerebro no se puede regenerar, hoy sabemos que tiene una capacidad
transformadora de sí mismo.
P.-Usted es un
abanderado en contra de la sujeción física.
| R.-De todas las medidas
coercitivas: puertas cerradas, atar a la gente a la cama y las habitaciones de
aislamiento. Llevo años aplicando mi programa y mi receta en un hospital
público: tiempo de conversación con el paciente, y gracias a eso hemos
eliminado esas medidas.
P.-¿Y si la
persona es muy agresiva? | R.-Le pondré un ejemplo: la policía nos trae
a un hombre enmanillado con una grave crisis maniaca, agresivo y agitado. Tras
dos complicadas horas de conversación consigo entender que se ha dejado la
puerta de casa abierta.
P.-Y eso le
preocupa y le altera. | R.-Le acompañamos a su casa con la condición
de que vuelva y acceda a tomarse los fármacos en lugar de inyectárselos a la
fuerza.
P.- Necesita
personal muy especializado. | R.- Necesito personal motivado. Y sale
rentable.
P.-¿Y pasada la
crisis? | R.-Tenemos un programa personalizado dentro
y fuera del hospital. Hemos creado un equipo que visita a los enfermos en su
casa, a algunos dos veces al día. Hay que ayudarles en el plano social porque
la soledad es terrible. No los puedes abandonar, si lo haces volverán al
principio.
P.-Ha creado
usted una oenegé en un antiguo hospital que les da trabajo. |
R.-Es un proyecto que inicié hace veinte años en el antiguo hospital
psiquiátrico de Milán que hemos transformado en un espacio para la ciudad. La
antigua cocina es hoy un teatro, la capilla ardiente un restaurante, el
convento un hostal.
P.-¿Se puede
comer, dormir, ver teatro…? | R.-Sí, y se puede encontrar trabajo y
amigos. Realizamos multitud de proyectos: con 40 pacientes y abuelas del barrio
hacemos pasta fresca que vendemos a restaurantes; catering, un laboratorio de
teatro con jóvenes del barrio y pacientes que les ayuda a descubrir sus
talentos y donde se hablan quince lenguas diferentes.
P.-¿Y eso? |
R.-Es la composición de la periferia urbana de Milán: asiáticos,
africanos, latinoamericanos... Nuestras obras son tan famosas como nuestras
pizzas, la gente viene y paga por ello. Trabajamos con productos de mucha
calidad y lo hacemos muy bien. Somos un proyecto sostenible.
P.-¿El poder de
la determinación? | R.-Debemos creer en nuestra capacidad
transformadora, no sólo somos objetos del destino, podemos contribuir activamente
en hacer un pedacito de historia, aunque sea homeopático.
P.-¿Es duro
trabajar con enajenados? | R.-Es una fuente de enorme riqueza. Los
límites de la normalidad los definen miedos y prejuicios, pero ese confín se
puede ensanchar y en esa frontera hay autenticidad.
P.-¿En qué cree
usted? | R.-Todos tenemos una capacidad emancipadora
dentro, hay que descubrirla y hacerla emerger.