Sergio de Dios González |
La Mente es Maravillosa
| 31/12/2019
Escrito por Edith Sánchez
Son
muchos los padres que en la actualidad sienten miedo de contrariar a un hijo.
Un temor que no es inocuo, ya que en muchas ocasiones hacen que pierdan parte
de su rol como autoridad y referencia de los más pequeños.
Crece
el número de padres que tienen miedo de contrariar a un hijo. Se trata de un
fenómeno al que asistimos con frecuencia, aunque muchas veces se esconda o se
le ponga otra etiqueta. Encontramos, cada vez con más frecuencia, a padres
inseguros, indecisos y llenos de culpa que no saben cómo disciplinar a hijos.
Es posible que la
sobreinformación en psicología sea parte de lo que ha engordado al problema.
Son tantas las indicaciones recogidas en diferentes medios, y en ocasiones
contradictorias o poco precisas, que la crianza se ha vestido con un atuendo
más complejo de lo que realmente es -y eso, que en sí, ya es compleja-.
De esta manera, en este campo abonado, el miedo a contrariar a un hijo se ha
reproducido.
Antes era más sencillo, o lo parecía, aunque de la misma forma se cometían
errores. En una familia , los roles estaban más definidos. Los padres
conservaban la autoridad durante más tiempo, tardaban más en competir con otras
fuentes de información y seguridad.
“Estos son malos tiempos. Los
hijos han dejado de obedecer a sus padres y todo el mundo escribe libros”.-
Cicerón –
La culpabilidad en los padres
Si algo caracteriza a muchos padres actuales es el sentimiento de culpa o el temor a generarlo.
Perciben que los peligros son grandes y afilados; además, en el poco tiempo que
pasan con los pequeños, no quieren ser una fuente de contrariedad para ellos.
Son un poco padres-abuelos.4
La culpa que
experimentan los padres de hoy viene de muchas fuentes. Hay toda una serie de creencias según las cuales todo lo que le
suceda al hijo en un futuro es culpa de los padres. Si es
tímido, porque lo es. Si es mal estudiante, porque no estudia. Y así
sucesivamente con todo.
No quieren ser demasiado permisivos, tampoco quieren ser demasiado
estrictos. Así, en muchos casos, en la búsqueda de ese equilibrio los límites
quedan difuminados. No hay unas referencias claras, porque las dudas son
muchas.
El miedo de contrariar a un hijo
El miedo de
contrariar a un hijo está directamente relacionado con la reacción de este.
Algunos niños son criados de tal modo que jamás están listos para que les
digan “no” o para que la satisfacción de sus deseos sea pospuesta.
Nadie les ha enseñado a negociar con la frustración o la búsqueda de
alternativas.
No es hasta pasada la adolescencia cuando nuestra corteza prefrontal se termina de desarrollar. Dicho de otra manera,
hasta alcanzada una edad, los impulsos tiene mucha fuerza frente al
autocontrol. Por eso son tan necesarios los límites o las normas, por eso es
tan necesaria la educación.
Por otro lado, los
niños no dejan de ser seres inteligentes que en muchas ocasiones persiguen un
objetivo que está prohibido. Por lo tanto, no van a dudar en intentar echar
abajo el muro de la norma con diferentes estrategias. De ahí las pataletas o los numeritos.
De ahí lo importante de que los padres no se muestren débiles ante estas
conductas tan espectaculares.
Por otro lado, señalar que es especialmente importante mantener la autoridad cuando son pequeños. Si no lo hacemos entonces, después será mucho más difícil recuperarla. Así, los conflictos serán más profundos y nos costará más que el adolescente siga en determinados temas las pautas que le marquemos.
Lo que necesitan los niños
Durante los primeros años de vida, los niños necesitan básicamente tres
cosas de la crianza: límites, normas y hábitos. Esos tres elementos, a
su vez, exigen que haya autoridad paterna. Autoridad no es autoritarismo. Los
niños son seres inmaduros que no saben qué es lo mejor para ellos -lo irán
descubriendo y también tendremos que ir aumentando el espacio de su autonomía-,
ni cuál es la mejor manera de comportarse. Los padres sí deben saberlo.
Los padres o tutores son las personas responsables de que el pequeño
cuente con estas referencias. También serán los principales modelos
cuando se asienten las raíces de su comportamiento, antes de que empiecen a
ganar poder los iguales.
Por otro lado, el miedo a contrariar a
un hijo crece con la falta de costumbre, cuando por sistema cedemos en las
pequeñas peticiones. Así, difícilmente vamos a enseñarles que en ocasiones
somos nosotros quienes tenemos que adaptarnos a la realidad o a los demás.