lunes, 1 de julio de 2013

Usted puede ser un narciso


Neurólogos de Berlín asocian el trastorno egótico al déficit de neuronas en el cerebro emocional

Javier Sampedro | Madrid | El País | 28/06/2013

Usted puede ser un narciso. La frase acertará con uno de cada 100 lectores, porque esa es la proporción de la población que muestra ese fastidioso rasgo de carácter. O mejor, que sufre ese trastorno de la personalidad (NPD, por Narcissistic Personality Disorder). Y de ser así lo más probable es que tenga usted un marcador físico identificable por cualquier neurólogo: una reducción de la materia gris en una parte de su cerebro llamada ínsula y que es esencial para la empatía, o identificación con el otro. El único otro con el que sería usted capaz de identificarse sería usted mismo. Con su propio mecanismo.

Los narcisistas habrán existido desde que surgió la especie humana hace 100.000 años, pero solo llevan ese nombre desde que se lo puso el médico y activista británico Havelock Ellis (1859-1939), cuya obra mayor, “Estudios sobre la psicología del sexo”, se publicó en siete volúmenes a lo largo de 30 años y fue censurada con saña por la ortodoxia victoriana de la época. El nombre, naturalmente, remite al mito griego de Narciso, el tipo que acabó muriendo ahogado de tanto mirar su reflejo en el agua.

El narcisista se caracteriza por “muestras ubicuas de grandiosidad, necesidad de admiración y falta de empatía”, según la definición estándar de la Asociación Americana de Psiquiatría. Es una persona absorta en sí misma, convencida de su propia importancia más allá de toda duda razonable y con una necesidad patológica —literalmente— de recibir muestras de admiración y toda clase de atenciones de los demás. ¿Ya siente usted sudores fríos?

El psiquiatra Stefan Röpke y sus colegas de los departamentos de psicología clínica, neurociencia afectiva, neuroimagen y psiquiatría de la Universidad Libre de Berlín, presentan sólidas evidencias en el Journal of Psychiatric Research de que los narcisistas —o pacientes de trastorno de la personalidad narcisista (NPD), por emplear el término técnico— han estudiado a 17 pacientes (12 hombres y 5 mujeres) que habían sido previamente diagnosticados de trastorno de la personalidad narcisista, y también a 17 personas del montón con la misma distribución de sexos, edades y niveles socioculturales que les han servido como control. Su principal conclusión: “Aportamos aquí la primera evidencia empírica de anormalidades estructurales en los cerebros de los pacientes con trastorno de la personalidad narcisista”.

La ínsula es una región del córtex (o corteza) cerebral, la capa más exterior de nuestro cerebro, y la que se pliega en surcos y convoluciones para hacer sitio a nuestras grandes demandas cognitivas. Está precisamente enterrada en el puro fondo del surco más profundo del cerebro, la cisura de Silvio (o surco lateral). Es el límite posterior del lóbulo frontal, las redes neuronales que nos hacen humanos. Por estudios anteriores se sabe que la ínsula está implicada en la consciencia —y en la autoconsciencia, que viene a ser la capacidad de reconocerse en un espejo—, la percepción, la cognición y la experiencia interpersonal. Eso incluye la empatía, o facultad de identificarse con el otro, de ponerse en su pellejo.


El acaparador compulsivo, una vida entre toneladas de cosas inservibles

Se estima que el Trastorno por Acaparamiento afecta de un 3% a un 5% de la población en Estados Unidos



CAROLINA GARCÍA | Washington | El País | 04/06/2013                                

   No es difícil imaginar la vida que lleva una persona que sufre Trastorno por Acaparamiento, rodeada de montones de cosas que nunca usará; una vida entre toneladas de cosas inservibles. Acompañados por la soledad y la tristeza unas veces, y confundidos con otras enfermedades, como los trastornos de personalidad y la demencia, en otras, estas personas no son sólo un problema para ellos mismos, lo son también para los que viven en su entorno. En Estados Unidos se estima que más de un millón de personas lo padecen.



El Acaparamiento es un trastorno mental en el que la persona que lo sufre recoge de forma obsesiva muchos objetos y no desecha nada. Estos pueden ser libros, ropa, antigüedades, objetos de colección, incluso animales, entre otros. Sus domicilios suelen estar muy desordenados y faltos de higiene, lo que puede conducir a situaciones peligrosas, como incendios o infecciones. También puede ser una enfermedad muy costosa, debido al hecho de que los acaparadores compran artículos innecesariamente.



Desde la Asociación Americana de Psiquiatría (APA, por sus siglas en inglés) aseguran que el acaparamiento se “debe más al miedo a tirar algo, que al mero hecho de acumular cosas, o a una cuestión de ahorrar”. Deshacerse de algo provoca en el individuo ansiedad, “por lo que la persona se aferra a ello para evitar la angustia”, prosiguen.



Esta patología psiquiátrica ha sido considerada durante los últimos años un subtipo del trastorno obsesivo compulsivo (TOC) -comportamientos y rituales repetitivos que afectan de forma significativa la vida del individuo- y ahora, tras 13 años de investigación, la APA ha decidido incluirlo en su nuevo manual diagnóstico DSM-5 -puesto a la venta en Estados Unidos el pasado 22 de mayo- como trastorno independiente.
   Según un comunicado emitido por esta organización, su incorporación ayudará a diagnosticar e identificar a las personas con dificultades persistentes para deshacerse de sus posesiones, independientemente de su valor real.



Se estima que de un 3% a un 5% de los estadounidenses padece este trastorno mental en la actualidad, según informa The New York TimesA pesar de que la mayoría de las personas que sufren este trastorno son diagnosticadas en edades avanzadas, pasados los 65 años, estudios recientes muestran que la compulsión de acumular suele comenzar durante la adolescencia pero que, generalmente, no se intensifica hasta la edad adulta. Algunos expertos lo asocian a un problema en el lóbulo frontal del cerebro, a causas genéticas o por estresores ambientales.



Las mujeres y los hombres lo padecen en el mismo porcentaje, la mitad de los casos sufre, además, Trastorno Depresivo Mayor y el 20% presenta síntomas propios del TOC. Muchos Estados han comenzado a lidiar con esta enfermedad y lo asumen como un peligro grave de salud pública. En más de 85 comunidades del país, entre ellas algunas situadas los Estados de Virginia, Nueva Jersey y Massachussets, se han establecido grupos de trabajo con la esperanza de evitar las posibles catástrofes y ayudar a los acaparadores a cambiar sus vidas.



   Es una condición muy seria que, en alguno de los casos, puede conducir a enfermedades y situaciones peligrosas para el acaparador y sus vecinos. Es un comportamiento compulsivo y es una manifestación de la ansiedad cuya causa puede ser muy diferente en cada persona.

“El Síndrome de Diógenes, por su parte, no tiene un diagnóstico reconocido por el manual diagnóstico DSM-5, pero parece ser una categoría. Según la página del Instituto Nacional de Salud (NIH, por sus siglas en inglés), es una forma de acaparamiento que se da en individuos de edad avanzada y se cree que la causa es orgánica, exactamente neurológica, aunque no está confirmada. Existe descuido en la imagen personal y sufren problemas graves de interacción social”.

   El tratamiento del trastorno de acaparamiento suele ser de larga duración -algunos expertos aseguran que no hay curación-, aunque en algunos casos ha sido exitoso, describe la APA en su página web. Se ha demostrado que la terapia cognitivo-conductual –serie de sesiones que inciden sobre la conducta y el pensamiento del individuo- es la más eficaz para tratar este trastorno, junto a la medicación, indica la experta. Aunque no siempre. “La naturaleza propia de la enfermedad exige muchas veces diferentes enfoques”, explicó Christiana Bratiotis, profesora asistente de trabajo social en la Universidad de Nebraska, a The New York Times. "Ninguna disciplina tiene toda la experiencia necesaria", añadió. 


"Ya hay voluntarios dispuestos a que les pongamos electrodos para mejorar su memoria"

ENTREVISTA | Andrés Lozano.

María Valerio | Madrid | El Mundo | 25/06/2013.

Andrés Lozano es uno de los pioneros mundiales en el uso de la estimulación cerebral profunda para tratar distintas patologías neurológicas y psiquiátricas. Aunque nació en Sevilla, cuando tenía tan sólo tres años se trasladó con su familia a Canadá. Ya son 50 años los que lleva viviendo allí y actualmente es responsable del departamento de Neurocirugía de la Universidad de Toronto. Después de tantos años dedicándose a la neurocirugía, a este científico le siguen fascinando los misterios del cerebro, muchos de los que va conociendo gracias a las nuevas técnicas de investigación.

¿En qué confía más para seguir ampliando el conocimiento del cerebro, en las pruebas de imagen, en la genética...?
Muchas veces los grandes descubrimientos han sido una cuestión de azar. Por ejemplo, una vez, tratando con electrodos a un paciente con obesidad, encontramos una región capaz de mejorar su memoria. Cuando vas a un sitio nuevo del cerebro, se revelan nuevos circuitos neuronales y puedes descubrir cosas que nunca imaginaste.

¿Dónde está el límite de la estimulación cerebral? ¿Podremos tratar cualquier cosa con electrodos?
Todas las enfermedades psiquiátricas y neuronales tienen una base de circuitos cerebrales alterados; pero también lo tienen la memoria, la alegría, la tristeza, la inteligencia... Por ejemplo, ya tenemos dos voluntarios dispuestos a que les pongamos electrodos para mejorar su memoria. Eso no es ético hoy por hoy, pero es algo que la sociedad se va a tener que plantear; esa especie de 'neurocirugía cosmética'. Los implantes de pecho, por ejemplo, estaban reservados hace unos años para casos de cáncer, mientras que ahora es una cirugía muy común. Las cosas cambian con el tiempo y en el caso del cerebro tendremos que afrontar ese debate en el futuro.

¿Ha avanzado mucho el conocimiento del cerebro? ¿Cuánto nos queda por conocer?
Aún no conocemos cómo funciona la memoria, cuál es la base anatómica de la conciencia, cómo se puede grabar información en el cerebro... Todavía hay cosas completamente misteriosas, muchas regiones del cerebro que no sabemos exactamente qué están haciendo, por qué se han desarrollado tanto en el ser humano en comparación con los animales, dónde residen las funciones más desarrolladas, como la empatía, la ambición, la justicia...

¿Cómo reaccionan los pacientes antes de que empiece a operar su cerebro?
Hay que tener en cuenta que hacemos cirugías para patologías ya bien establecidas, como el Parkinson [con 100.000 pacientes ya tratados en todo el mundo]. Cuando vamos a nuevas dianas, operamos a pacientes que han probado sin éxito todo tipo de tratamientos, que tienen enfermedades resistentes a las terapias convencionales, y están al borde de la muerte. Son muy valientes cuando aceptan ser los primeros en el mundo a quienes colocamos electrodos con una nueva finalidad.

Después de 50 años viviendo en Canadá, ¿qué relación mantiene con España?
Tenemos varias colaboraciones en España y hay médicos españoles que vienen a Toronto a formarse en la técnica de la estimulación cerebral profunda; y esta cirugía ya se usa de rutina en hospitales españoles para tratar el Parkinson. En cambio, su uso en patologías psiquiátricas, como la depresión, está menos extendido aquí.

¿Cómo se ve la crisis desde Toronto?
La crisis en España es bastante preocupante porque la investigación no está avanzanado al ritmo que uno quisiera por falta de recursos. Pero yo creo que hay que invertir en esto por varias razones, y una de ellas es económica. Por ejemplo, si usted tiene a un paciente de 30 años con depresión, metido en su casa sin salir, cobrando una pensión, le está costando dinero al gobierno. En cambio, si con los electrodos logras convertir a esta persona en alguien que está trabajando y pagando impuestos... yo creo que incluso desde el punto de vista económico, hay que invertir en ciencia.

¿Hubiese podido usted hacer en España lo que hace en Canadá?
No sé si todo lo que hago lo hubiese podido hacer, pero la curiosidad es algo intrínseco, y supongo que la hubiese tenido en cualquier sitio. En España hay científicos fantásticos.