ROCÍO NAVARRO MACÍAS | La Vanguardia | 06/12/2020
Dar un hermano a un niño “para que no esté solo” es uno de los errores de los padres que lastran la relación fraternal.
“No te olvides de tu hermano”. Esta fue una de las frases con
las que Liam Gallagher respondía a su hermano Noel en su última pelea a través
de Twitter. Las disputas llevan enfrentando a los hermanos durante más de 25
años. Estrellas del pop aparte, el resultado de las relaciones fraternales depende
de muchos factores. Algunas desembocan
en amistades únicas, llenas de amor, y constituyen el
pilar sobre el que se sujetarán habilidades sociales futuras. En otros casos,
como el de los citados músicos, desencadenan fricciones, distanciamiento
o trastornos sociales más severos.
“Son también la base de todas las
relaciones que tendremos posteriormente. De este vínculo afectivo va a depender
la forma de vincularnos con todas las personas que nos rodean: amigos, pareja,
compañeros de trabajo, …”, explica Tania García, asesora familiar y autora de
los libros Hermanos y Educar sin perder los nervios (Vergara).
Entre todas las circunstancias
que afectan al carácter de la relación
entre hermanos, la manera en la que los progenitores tratan con
ellos es la más determinante. De hecho, son las personas que pueden facilitar
que el vínculo sea óptimo o que los lazos no terminen de unirse.
“Los hermanos pueden llegar a
tener una complicidad incomparable a ninguna otra. Compartir padres, un tipo de
crianza, … hace que haya cosas que solo se entiendan entre ellos”, comparte
Abel Domínguez, psicólogo infantil y director de Domínguez psicólogos. Para
permitir que la desarrollen, un acompañamiento emocional saludable y tratar a
cada hijo desde su propia individualidad son elementos esenciales en la vida
familiar.
¿Qué merma la relación entre
hermanos?
El papel de los progenitores
puede definir el carácter de la relación entre hermanos. “Cuando los adultos no
acompañan óptimamente esta relación, aparecen problemas que pueden durar toda
la vida”, comparte García. Establecer comparaciones entre hermanos o
posicionarse a favor de alguno de ellos, son algunos de los hechos que
desencadenan desequilibrios en la relación.
Este tipo de actuaciones
despiertan en los pequeños emociones como la envidia, los celos o la rivalidad.
“Si
para comunicarnos con nuestros hijos utilizamos críticas constantes, etiquetas o si nos posicionamos
a favor de uno fomentamos su distanciamiento y que su relación no se base en el
amor, sino en la competición por la atención de sus padres”, continúa.
¿Cómo deben actuar los padres?
Cada uno de los hijos de la
familia necesita que los padres le acompañen emocionalmente con la misma
intensidad. El hecho de tener hijos para que se nutran entre sí es un error frecuente, según
indica García.
“Es esencial entender que, cuando
queramos tener otro hijo, debemos hacerlo pensando en el acompañamiento adulto
que va a suponer. No en darle un hermano a nuestro hijo o en que no se quede
solo. Ellos no tienen esa necesidad, es un patrón adulto adquirido”, añade.
Desde esta perspectiva, una de
las pautas que favorecen la buena relación entre hijos es atender las
necesidades cerebrales de cada uno de ellos. Para que esta circunstancia se
cumpla, hay que tener en cuenta el momento de crecimiento en el que se ubica
cada pequeño.
“Entre los 2 y los 3 años,
algunos niños experimentan una temporada crítica y necesitan mucha atención de
sus progenitores. Puede ser para validar sus logros o debido a otros factores
como el cambio de escuela”, advierte el psicólogo. Si en esa fase aparece un
nuevo hermano, los padres deben mantener un interés especial por los progresos
del primer hijo para que no surjan desequilibrios emocionales.
“Asimismo, se deben tener en cuenta esas
etapas cuando el pequeño empieza a crecer y aparecen los logros evolutivos. El
mayor se puede sentir inseguro cuando se alaba al pequeño. Pero hay que ayudar a que
encaje este tipo de refuerzos, hacerlo partícipe de ellos, y fijarse en sus
propios avances”, continúa.
Mostrar respeto hacia los hijos,
acompañarlos, escucharlos y ofrecerles tiempo individual son otras de las bases
para que la relación entre hermanos funcione. “Los
padres en la crianza deben transmitir coherencia. No podemos decir a los hermanos
que se traten bien, que colaboren, que sean solidarios, que compartan, y luego
mostrar conductas contrarias a ellas”, expone Domínguez. Si los pequeños deben
elegir entre imitar un comportamiento o seguir las pautas que se les indican,
harán lo primero.
Las claves para conseguir una
buena relación fraternal
En la práctica, el
acompañamiento, la
escucha y la
atención individual pasan por seguir los siguientes comportamientos:
1.Prestar la misma atención a todos los hermanos. “Para
el mayor, que venga un bebé a quedarse sería algo equiparable a que un miembro
de la pareja introdujese a un tercero y le dijese al otro que ha venido para
quedarse y van llevarse todos muy bien”, establece Domínguez. Por ello, ante la
llegada de un nuevo miembro a la familia, debe prestarse una atención especial
a quienes ya la conforman.
“Los padres deben tener cuidado
con que los otros hermanos no asocien grandes cambios con el hermano pequeño; por ejemplo, que
no le quitemos la cuna para el pequeño, no cambiar la habitación, ni meter de
forma brusca al pequeño en la habitación. A ellos se les puede hacer un mundo”,
explica Domínguez.
2. Preparar juntos la llegada del nuevo hermano. “Tenemos que explicarles la llegada de un hermano con mucha amabilidad, respeto y atendiendo todas sus dudas y sus miedos”, señala García. Hacer partícipe a los hijos en la elección del nombre del pequeño o realizar actividades vinculadas con el bebé antes de que nazca, como pintar la tripa de la madre, pueden marcar un inicio positivo en la relación.
3. Preparar el primer encuentro. Que el bebé esté en brazos
de la madre cuando los hermanos se conozcan puede ser una conmoción para el
primer hijo. “Debemos preparar la llegada del pequeño con orden, y garantizando
la máxima atención para el mayor, ya que puede sentirse dolido o desplazado”,
aconseja el psicólogo infanto-juvenil. El especialista recomienda que el recién
nacido esté en la cunita, porque si está mamando la conmoción puede ser mayor.
4. Evitar poner etiquetas. Es un fenómeno que se
produce incluso antes de que el segundo hijo llegue a la familia. “Esto ocurre,
por ejemplo, cuando se aplican etiquetas como que es el “hermano mayor” y que
su comportamiento tiene que ser más maduro. Es algo que solo sirve para
distanciarlos desde el inicio, haciendo que estos vínculos no sean saludables”,
argumenta García, que también es pedagoga.
5. Empatizar con todos. En una familia no deben
existir preferencias. “Los padres deben entender a todos los hijos, empatizar
con todos, para que se sientan comprendidos”, indica Domínguez.
6. Ser un árbitro ante los conflictos. Los conflictos son naturales en la convivencia y deben ser los propios implicados los que los resuelvan por sí mismos. Sin embargo, los menores, en ocasiones, pueden carecer de las herramientas necesarias para solventarlos.
Si los pequeños no encuentran solución, los progenitores deben intervenir, siempre desde la neutralidad. “En el momento que se detecta que hay algún fallo, ofrecerles un modelaje, ejemplos u opciones de cómo abordar opciones de desacuerdo”, comparte el psicólogo. Pero que sean ellos quienes resuelvan su conflicto.