NAHUM MONTAGUT RUBIO | Psicología y Mente
El confinamiento por la pandemia de coronavirus ha tenido un impacto en la violencia doméstica.
La pandemia ha traído consigo una crisis sanitaria que ha obligado tomar serias medidas para evitar la propagación del coronavirus.
Al principio de la crisis se aplicaron
medidas de confinamiento y restricción de la movilidad, las cuales supusieron
una reducción significativa de los casos de COVID-19, pero tuvieron como efecto
colateral el incremento de otro serio problema: la violencia doméstica.
A lo largo del
último año, varios estudios han abordado los efectos del confinamiento en la violencia doméstica, tratando de ver
cuáles han sido los vínculos entre las medidas anti-covid y la aparición de
este tipo de agresiones. Veámoslo a continuación.
¿Qué sabemos sobre los efectos del
confinamiento en la violencia doméstica?
El 11 de marzo de 2020 se declaró la
pandemia por COVID-19. En cuestión de días, en algunos casos horas, multitud de
gobiernos alrededor del mundo aplicaron medidas para evitar la propagación de
la enfermedad, medidas restrictivas que incluían el confinamiento, la reducción
al máximo de todo contacto social con personas de fuera del hogar y la
prohibición de realizar viajes para evitar que el virus siguiera extendiéndose
y empeorara la ya de por sí grave situación sanitaria.
Estas medidas se mostraron efectivas
para reducir los efectos de la pandemia, pero trajeron consigo problemas como el estrés y
la ansiedad a causa de que el ciudadano medio se veía en una situación de alta
tensión emocional. Teniendo en cuenta esto, si las personas
poco vulnerables psicológicamente empezaron a manifestar problemas mentales,
podemos imaginarnos lo difícil que resultó ser para las personas que ya
formaban parte de un grupo de riesgo, como es el caso de las víctimas de
violencia doméstica.
Si bien todas las medidas para quedarse
en casa cobraron sentido desde un punto de vista sanitario, queda claro que fue
la peor situación que podían vivir las personas que recibían violencia
doméstica, ya fuera a manos de su pareja o en forma de abuso infantil. El
confinamiento obligó a personas a quedarse en el lugar en donde recibían esa
violencia, sin tener acceso a personas del exterior que pudieran detectar los
signos de abuso y violencia y resultándoles más difícil recibir asistencia por
parte de asociaciones especializadas.
Que la violencia hacia la mujer ha
incrementado es un hecho. Varias organizaciones mundiales, entre ellas la OMS,
la ONU Mujeres y UNICEF, advirtieron sobre la necesidad de prestar especial atención a las mujeres y
niños encerrados con sus maltratadores y de buscar medidas
que sirvieran para evitar la propagación del virus pero que no pusiera en
riesgo a los colectivos más vulnerables. Pese a que el confinamiento era
necesario, estaba claro que iba a convertirse en una trampa para las personas
víctimas de violencia doméstica. Se han echado por tierra décadas de progreso
contra este tipo de violencia.
Dada esta situación, cientos de
investigadores alrededor del mundo realizaron estudios para abordar las
relaciones entre la crisis del COVID-19, el confinamiento y el incremento de la
violencia doméstica. El objetivo no era solo ver los efectos en específico
detrás de la violencia doméstica atribuible a la crisis sanitaria, sino también
buscar la respuesta para crear políticas que eviten la exposición de
potenciales víctimas a este tipo de violencia, ya sea detectando mejor los
casos en una situación de confinamiento o evitando que permanezcan en el hogar
con su maltratador.
Son varios los efectos del
confinamiento en la violencia doméstica, tanto directa como indirectamente,
incrementándola. Las medidas de confinamiento, junto con el impacto económico
que ha tenido la pandemia, incrementaron los factores que se han asociado con
este tipo de violencia. Entre ellos podemos destacar el incremento del
desempleo en la población masculina, estrés al tener que encargarse de los
niños más tiempo, el incremento de la inseguridad financiera y la aplicación
de estrategias de
afrontamiento desadaptativas al encontrarse en una
situación que nadie se esperaba que le tocaría vivir.
Investigaciones recientes
Recientemente, el grupo de Piquero y
colegas han realizado una revisión sistemática en la que han puesto en común
las investigaciones que han abordado los vínculos entre violencia doméstica y
confinamiento, tratando de buscar cuáles son los efectos específicos que ha tenido
el confinamiento en la violencia doméstica a nivel mundial. Su trabajo pone en
comparación los resultados obtenidos de todas las partes del mundo, lo cual
pone en perspectiva cómo se ha dado el fenómeno de forma pluricultural y
pluriestatal.
De esta revisión sistemática se extrae
que el impacto económico
global del COVID-19 ha implicado un incremento de varios factores que
tradicionalmente han sido asociados a la violencia doméstica,
lo cual evidencia y explica el incremento de este tipo de agresión. La crisis
sanitaria ha incrementado el desempleo, añadiendo factores estresantes al
hogar. Además de ello, al dejar los niños de ir a la escuela sus padres han
tenido que tomar un rol más activo en su educación formal además de tenerlos
que soportar más tiempo en casa.
Ha habido muchos casos de personas que
no han perdido su empleo, pero que han tenido que teletrabajar en el hogar con
el resto de la familia, algo que puede provocar tensiones. Si el empleo no era
estable y, por lo tanto, había la posibilidad de acabar perdiéndolo a lo largo
de la pandemia (p. ej., restauración) la tensión se incrementaba a causa de
la incertidumbre y la inestabilidad financiera que ha sido
el trasfondo de toda la crisis sanitaria.
Otra de las explicaciones detrás del
incremento de la violencia doméstica a causa del confinamiento lo tenemos en
que ha habido más aislamiento social entre las mujeres al no poder establecer
contacto fuera de su núcleo doméstico. Añadido a esto, han habido más
oportunidades e intentos por parte de los abusadores de ejercer su poder y
control coercitivo sobre sus parejas y también se han dado más casos de
conflictos maritales. No se puede obviar tampoco el hecho de que, a causa del
distrés emocional, muchos hombres han caído en el abuso de sustancias.
Además de todos estos factores aquí
mencionados, no podemos ignorar el miedo principal de una crisis sanitaria:
enfermar. Muchas personas sentían verdadero pavor ante la posibilidad de
contagiarse de COVID-19, puesto que la simple posibilidad de enfermar podía
significar perder el empleo y dejar de recibir ingresos, tener que recibir
tratamientos de por vida o fallecer. Todo esto ha empeorado la salud mental
general, lo cual ha provocado tensión en el hogar y ha incrementado las
agresiones domésticas.
Desastres y victimización de la mujer
Pero realmente todo esto no es nuevo.
Ya se tenía la sospecha incluso de antes de la pandemia de que, en caso de que
hubiera una crisis sanitaria, la salud física y mental de las mujeres se
agravaría como consecuencia de un incremento de los casos de violencia
doméstica a causa del incremento de los factores que están detrás del
mismo. Ya se sabía que
los casos de violencia doméstica eran más graves y comunes tras producirse un
desastre natural y epidemias, puesto que implican una situación
de mucha tensión.
Pese a que las mujeres han ido ganando
derechos a lo largo de las últimas décadas y ha habido una mayor concienciación
para evitar que se den casos de violencia doméstica, la situación pandémica en
la que todavía nos encontramos ha echado a tierra años de avances. Al tratarse
de una situación completamente nueva para la mayoría de la sociedad, en la que
el malestar psicológico se ha incrementado, no es extraño (pero tampoco
justificable) que se hayan dado agresiones en el hogar, ya sean puntuales o
sistemáticas.
Esta situación debería
servir a los gobiernos, asociaciones y toda organización que tenga la capacidad
para proteger a las víctimas de violencia doméstica de elaborar planes para
que, en caso de que volvamos a tener una crisis sanitaria en un futuro próximo,
se puedan aplicar medidas
que eviten la propagación de la enfermedad pero sin atrapar a las mujeres
víctimas de este tipo de agresiones con sus maltratadores.