sábado, 8 de agosto de 2020

SusanaTristeza: del dolor, Covid y otros demonios, sanar sí es posible.

IVONNE VALDÉS   |   La Vanguardia   |   05/07/2020

El duelo en tiempos de coronavirus es un tema complicado, pero necesario. Al nombrarlo e intentar darle espacio, nos volvemos más resilientes, SEMANARIO habló con una especialista al respecto.

Con la mayoría de la población en su quinto mes de cuarentena y sabiendo que todavía falta un largo período para recuperar lo que sea que esta pandemia nos deje como “normalidad”, la tristeza aumenta y con ella, la necesidad de permitirse el duelo por lo perdido.

“Además, la pandemia catalizó el desgarre del tejido social y las consecuencias de éste. Por poner un ejemplo, desde el 2006 la Organización Mundial de la Salud (OMS) prevenía que para el año 2020, la depresión se convertiría en la segunda causa principal de discapacidad a nivel mundial. El coronavirus vino a cumplir con este pronóstico, y tendremos una crisis emocional sin precedentes en el contexto histórico actual.”

MUCHO TRABAJO, POCO TRABAJO.- La carga excesiva de trabajo ya era de por sí un factor contribuyente a la depresión, y pasar por circunstancias adversas como desempleo, luto y enfermedad pueden generar más estrés y disfunción. A esto hay que añadir el tabú con el que la salud mental se ha perpetuado y la serie de estereotipos que rodean aún el ir a terapia, buscar asesoría de expertos o simplemente pedir ayuda a la red de apoyo familiar.

El mundo cambió por la pandemia, de eso no cabe duda. De acuerdo con Miriam Colín (Méjico), psicóloga clínica con especialidad en psicoterapia, la raíz del problema que enfrenta la sociedad es causada por la falta de memoria de la humanidad.

“Es como si los seres humanos no pudiéramos registrar la historia de las otras enfermedades. Da la impresión de que la gente lo está viviendo como si esto nunca hubiera pasado antes y venimos de tantas epidemias que ya han diezmado a la población”, dijo Colín.

PERMITIR EL DUELO.- El cambio en las rutinas de todos para acatar la contingencia sanitaria ha generado incluso una sensación de luto, y lo que está faltando a este luto es un sentimiento de respeto.

“Nosotros no hemos hecho conciencia, no cuidar el ambiente, el aire, el maltrato hacia los animales, comerse a los animales salvajes, eso sigue; y todo esto (la pérdida de nuestro estilo de vida) debería hacernos reaccionar”, expresó.

Clínicamente, está comprobado que al luto lo acompañan, o lo exhiben, los sentimientos de tristeza, la añoranza de volver a lo que era antes —en este caso volver a la libertad de movilidad, a la estabilidad y a vivir sin miedo— y la nostalgia.

“Según la experta, estar tristes es una reacción sana y aprovechable, pues abrazar el dolor no es negar la fe, es dar lugar a la esperanza y, si se sigue un proceso sano incluso ayuda a madurar.”

“Qué bueno estar tristes por el planeta, qué bueno ponerse a reflexionar de cómo nos cuidamos, en cómo los adultos mayores son tan vulnerables y no hacíamos lo suficiente por ellos”, comentó la especialista.

LA DEPRESIÓN SE ASIENTA.- El Departamento de Salud Mental y Abuso de Sustancias de la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó un documento relevante para la prevención del suicidio, y se anunció que el 2020 sería un año con un alza significativa en los porcentajes de depresión mundial.

“De acuerdo con los estudios realizados, se advertía que la mayor prevalencia de los trastornos de ansiedad ocurriría en personas con profesiones como medicina o leyes y en directores de alto nivel.”

“Hay que aprender de la tristeza. No maltrates a los médicos, dale el asiento a la enfermera, ayúdalos a que descansen a que lleguen bien a sus casas, que coman y que no les gane el agotamiento”, exhortó Colín.

“El luto es algo sumamente importante, incluso recomendado por especialistas en salud mental, pues permite navegar la elaboración de una nueva realidad. Cada etapa de duelo debe completarse para así formar una versión de uno mismo que se adapte”.

ENFRENTAR CON ÉXITO AL COVID, SE BASA MUCHO EN LA SOLIDARIDAD.- La cuarentena reveló otras formas de relacionarse con familia y amigos y ya metidos en la encrucijada, lo que queda es aceptar el problema y encontrar la salida

La primera etapa del luto es la negación, claramente experimentada por la sociedad desde que comenzó a conocerse el peligro de la pandemia.

“Todo el mundo la pasó por alto, por eso esto creció así. Si hubiéramos reconocido el riesgo desde el principio esto no se hubiera esparcido así”, destacó Miriam Colín, psicóloga clínica con especialidad en psicoterapia.

Ésta, ejemplifica Colín, es como una bolsa de aire que amortigua el impacto de la noticia de una nueva realidad, y sirve para que el cambio radical e irreversible no te paralice tanto.

“Durante el luto también se crea la capacidad de encontrar un nuevo refugio. La esperanza de encontrarse con lo perdido en una nueva manera dirige a la persona a la oración, a cuidar más la naturaleza, a valorar de una mejor manera a la pareja, los hijos o a padres”.

LAS NUEVAS MANERAS DE SENTIRSE UNIDO.- La cuarentena ha llevado a las personas a encontrar maneras de sentirse unidos a la distancia, el Día del Niño y el Día de la Madre no pudieron hacerse en restaurantes ni comprando regalos, así que las familias recurrieron a simplemente estar juntos y felices. O separados pero seguros. Esta dualidad fomenta otro tipo de afectos y demostraciones más elaboradas de afecto. Es decir, me cuido porque te quiero y te quiero porque te cuido. Muchas familias han regresado al principio de empatía y solidaridad con las personas que sufren comorbilidades o que desempeñan puestos de trabajo considerados como esenciales.

“Aprender a estar a solas es una de las etapas más cruciales del luto, pues significa desarrollar la capacidad de cuidarse a sí mismo sin culpar a otros de nuestra adversidad”.

No nos va a dar todo el Gobierno, no hay quién te cuide, nos cuidamos los unos a los otros nada más”, enfatizó Colín.

“El desempleo aumenta, las escuelas cargaron más a sus alumnos, las familias encerradas comienzan a pelear más, no hay cómo negar que la pandemia arruinó los estilos de vida. Pero no es lo mismo estar triste, que entrar en un estado patológico de depresión”.

Por ejemplo, Colín, quien se especializa en el tratamiento de niños con trastorno de déficit de atención e hiperactividad, ha sabido de papás que retiraron el medicamento a sus hijos porque “no estarían en la escuela”.

“Nadie tiene un manual de reacción para sobrevivir la pandemia, y es sano que muchos se sientan tristes y frustrados, pero la tristeza siempre debe invitar al cambio”.

EL INICIO DE LA REPARACIÓN.- “¿Cómo voy a reparar yo el daño para que no vuelva a suceder algo como esto? La sublimación debe ser la parada final en el proceso de duelo”, explicó la psicóloga.

“Los aplausos desde balcones para los trabajadores de salud en España, las asociaciones cuidando a las mujeres que sufren violencia doméstica, las personas saliendo a dar comida a los necesitados en todos los países, estos son los pasos correctos para terminar la pandemia siendo más fuertes que como empezamos”.

Con las vacaciones cerca, muchos se están fijando metas con la limpieza de la casa, hacer ejercicio, tomar cursos en línea, perder peso o hacer más ejercicio. Y eso está bien, pero no tienes que ser perfecto y no eres un fracaso si no aumentas tu productividad de un día para otro.

“Todavía es importante establecer objetivos y expectativas, pero lo sano es revisarlos o dividirlos en pequeños pasos”.

Está bien tratar de dar un buen ejemplo y ser fuertes para aquellos que dependen de nosotros. Pero también está bien admitir que sientes miedo, que estás deprimido o ansioso, no entierres estos sentimientos.


"No es bueno que el hombre esté solo"

 MARIAN ROJAS ESTAPÉ   |   08/10/2018

Hace unos meses estuve de viaje en Colombia impartiendo unas conferencias destinadas a diferentes públicos. Al terminar cada una de ellas me gusta charlar de modo informal con quienes quieren quedarse compartiendo sus inquietudes o dudas. Una frase se repitió una y otra vez: “me siento solo”. Volví afectada y removida por dentro, porque eso confirmaba algo que llevaba percibiendo en los últimos tiempos: la soledad es un mal que se está expandiendo silenciosamente.

Si lo pensamos todos, en algún momento, nos hemos sentido solos. Si realizamos una introspección sincera comprobaremos que surgen con cierta frecuencia pensamientos del tipo “me falta alguien”; “nadie me entiende”; “echo de menos a esa persona tan importante para mí”… Probablemente hayamos vivido en algún momento una de las sensaciones más terribles: estar rodeado de gente pero encontrarse solo. Analizando a la gente en consulta, la soledad es uno de los temas más recurrentes. No olvidemos que gran parte de los trastornos de la mente (depresión, ansiedad, miedos…) suelen presentar tres características comunes que responden al acrónimo D.I.S.: Desesperanza (no voy a salir nunca de esto), Incomprensión (nadie me entiende) y Soledad (me siento solo).

La soledad puede ser buscada y deseada o impuesta por las circunstancias (por ejemplo por fallecimiento de un familiar, ruptura de una relación duradera, aislamiento social…). Esta última genera una gran angustia, producto de la frustración de no tener a nadie, de no saber cómo ni a quién dirigirse en busca de apoyo y cariño. Por definición la gente que la padece no puede compartir sus sentimientos con nadie. La soledad es por tanto algo soterrado, un mal sordo que pasa desapercibido para los demás y que va carcomiendo a las personas que lo padecen.

Recientemente leí atónita que una mujer de 78 años había sido hallada en su domicilio en estado de momificación. Había fallecido hacía cuatro años; ¡nadie se había percatado de su muerte, nadie le había echado en falta…! ¿Qué está sucediendo? ¿Cómo hemos permitido que eso ocurra? ¿Qué estamos haciendo mal? Los fríos datos son alarmantes: los hogares unipersonales han aumentado en los últimos años de forma exponencial. Hoy en día en España suponen ya el 25% del total, uno de cada cuatro. Las cifras son preocupantes.

¿Es mala la soledad? Depende de cómo la interiorice cada cual . Precisamos encontrar el punto medio entre el contacto con otras personas y la necesidad de aislarnos voluntaria y periódicamente. La soledad objetiva, aceptada de forma consciente y positiva, es una buena vía para el crecimiento interior, pero su exceso puede repercutir en nuestra salud física y psicológica. A veces encontrar el equilibrio no es sencillo. Hace poco un buen amigo me comentó que quería irse a vivir solo, a una ciudad pequeña. Necesitaba aislarse del entorno y de su trabajo durante una temporada para reencontrarse. Antes de ayer recibí noticias de él; “demasiada soledad, no me encuentro bien, necesito volver porque estoy en una rampa deslizante que me lleva a pensamientos oscuros”.

La soledad enfermiza aparece cuando alguien se siente abandonado, indefenso y solo.  La situación de desamparo es percibida subjetivamente como un castigo y ello puede acabar siendo muy perjudicial para el equilibrio interior. Toda depresión severa conlleva una alta carga de sensación de soledad. ¡Cuántas veces escucho a gente quejarse de sentirse solos pese a conocer sus circunstancias personales, y saber que esa persona cuenta con el completo apoyo de los que le rodean! “Sentirse solo” conlleva no ser capaz de percibir una mano amiga en el entorno. Frecuentemente en consulta la terapia consiste en abrir los ojos y hacer ver que ese mundo lejano y hostil que se percibe no lo es tanto, y que sorprendentemente hay más afecto del que se imagina. Mucha gente cuando sale del bache cree que el entorno ha cambiado, aunque en la mayoría de los casos lo único que se altera es su percepción de la realidad.

En general relacionamos la soledad con la vejez, con los ancianos que se quedan sin familia o sin amigos. Se trata de un problema que va in crescendo dada la inversión de la pirámide demográfica de nuestra sociedad. Podemos asomarnos a lo que está aconteciendo en Japón, donde el 27% de la población tiene más de 65 años.  Hay ancianos que para huir de su aislamiento cometen delitos con el propósito de acabar en la cárcel en compañía de otras personas. Lo curioso, y lo peligroso, es que esto se está dando cada vez con más frecuencia entre la gente joven. La soledad ha mutado. De ser un mal endémico de la tercera edad a un problema transversal que puede darse en todas las fases de nuestra vida. Percibo en mi consulta que cada vez más chicos jóvenes sufren de este mal; debido en gran parte a la adicción a internet, a las redes y a los juegos online. Un joven que se siente solo normalmente arrastrará una personalidad insegura y vulnerable, lo que a su vez es el germen para problemas de categoría mayor. En cada etapa de la vida la soledad presenta unas características particulares, pero en todas ellas el riesgo de enfermar por ella es el mismo.

El estudio más importante sobre la felicidad se lleva a cabo desde Harvard con el profesor Robert Waldinger. Tras estudiar casi más de 100 años a personas con todas las variables posibles (analíticas de sangre, estudios, ingresos en el banco, lugar de vacaciones, familia…); un mismo resultado: la soledad mataEs uno de los principales factores de riesgo para enfermar. Tener personas con las que compartir tus inquietudes e ilusiones te mantiene vivo. Las personas aisladas sufren un deterioro físico y mental severo. El americano John T. Cacioppo realizó un estudio sobre el efecto de la soledad y el aislamiento. Descubrió que la falta de personas cercanas en el entorno, afecta al sueño, a la salud e incluso altera el ADN de quien la padece.

Unas ideas sencillas para superar la soledad;

·        Atrévete a dar el primer paso para salir de tu aislamiento.

·        Piensa quien es la persona más cercana que puede tenderte una mano amiga.

·        Trata de unirte a algún plan donde haya otras personas.

·        Lee, infórmate sobre cómo mejorar tus habilidades sociales.

·        Apúntate a algún grupo de deporte, cultura… donde puedas relacionarte practicando un hobby.

·        Cuida tu salud, alimentación y sueño. Aunque suponga un gran esfuerzo, si todo eso está descuidado, tu sensación de ahogamiento emocional, aumenta.

·        Recuerda que todo se vuelve más negro y oscuro cuando uno está solo, y uno juzga de forma más dura el entorno y las personas que nos rodean, lo que paradójicamente nos aísla más.

·        Pide ayuda, incluso médica, si crees que es necesario.

Cada uno de nosotros debería plantearse: ¿a quién estoy dejando sólo? ¿Quién podría agradecer una visita, una conversación o al menos un mensaje? Este artículo valdría la pena si al menos uno de los lectores parase a pensar a qué persona que se encuentre sola puede dedicarle más tiempo en los próximos días.

Como analizo en mi nuevo libro “Cómo hacer que te pasen cosas buenas uno de los componentes fundamentales de la vida es el amor a los demás. Cada uno de nosotros estamos en esta vida para hacer felices a los que nos rodean, para apoyar a los que tenemos cerca, sean familiares, amigos, compañeros, o simplemente personas que la providencia pone en nuestro camino. No permitamos que el egoísmo nos impida acercarnos a los demás; como bien dice el Génesis “no es bueno que el hombre esté solo”.

Dra. Marian Rojas Estapé. Psiquiatra