viernes, 28 de abril de 2023

El proyecto artístico de una fotógrafa, una asociación y una fundación para luchar contra los estigmas

 

DOMINGO MARCHENA         |     El Masnou      |     23/04/2023

 

El velero Ikigai (una expresión japonesa que se podría traducir como “la razón para vivir”) no es el más grande del puerto de El Masnou, en el Maresme, pero sin duda es el que tiene más historias a bordo. Están, por ejemplo, las tres rosas que esperan en el camarote. Y está David Jarque, el patrón, que dejó una lucrativa carrera en el mundo de los seguros y las empresas para poner su barco a disposición de colectivos vulnerables.

 

Y, sobre todo, están Jeni, Laura, Marcela y otro David, del colectivo Nikosia o Radio Nikosia, como la conoce casi todo el mundo por su iniciativa más exitosa: el programa que se emite los miércoles en Barcelona por radio Contrabanda, de 16 a 18 horas, en el 91.4 de la FM. Jeni y sus amigos son personas interesantes, sensibles e inteligentes, aunque casi siempre se les presente como personas con. Con trastornos mentales.

 

Nikosia lucha contra los estigmas de mil maneras, no solo con el programa de radio. Por eso, para dar una lección de cordura, Jeni y los demás han hecho una travesía en el velero. La fotógrafa profesional Quintina Valero, otra de las navegantes, se alió con la asociación sociocultural Radio Nikosia para crear un proyecto que subyugó a la Fundació La Caixa y a su iniciativa Art for Change, el arte como motor de transformación social.

 

Art for Change financia proyectos creativos que fomenten la participación de colectivos vulnerables. La candidatura de Quintina Valero y Nikosia, que propone una reflexión sobre los márgenes de la ciudad a través de fotos analógicas y digitales, fue una de las vencedoras en la última convocatoria. La idea es que los integrantes de Nikosia, tan habituados a los márgenes, fotografíen Barcelona desde otras orillas, otras perspectivas.

 

Era inevitable, pues, que el velero Ikigai y su propietario se convirtieran en el tercer vértice de este triángulo. En el 2019, con 47 años, David Jarque era un profesional de éxito con el futuro asegurado, pero ese no era el futuro que él quería. Alquiló su piso del Poblenou y se fue a vivir a su barco. Ahora se gana la vida con travesías chárter, trasladando a grupos de Barcelona a Menorca en verano. Pero tiene mucho tiempo libre.

 

Ocupa parte de ese tiempo colaborando con Amics de la Gent Gran. Por eso tenía tres rosas en un lugar de honor de su barco para este 23 de abril. Serán para señoras mayores sin compañía, una de ellas, su amiga María Vicenta, de 94 años, a la que visita regularmente desde el 2019. También ha puesto su velero a disposición de entidades como la propia Nikosia o la Fundación Paliaclínic, entre otras, sin pedir nada a cambio.

 

O a cambio de cantidades simbólicas, como se empeña en hacer Nikosia gracias a la ayuda que ha recibido de la Fundación La Caixa. Son singladuras cortas, de unas cuatro horas, con origen y final en el puerto de El Masnou, pero el navegante logra así gratificaciones que en su anterior vida no hubiera logrado ni con todo el dinero del mundo: las caras satisfechas de Jeni, Laura, Marcela y de su tocayo David, el de Nikosia, son la prueba.

 

Este otro David se embarcó sin muchas expectativas. “¿Es tu primera vez en un velero?”. “No lo sé, la verdad: he tomado tantos fármacos en mi vida que mi memoria flaquea”, respondió. Pero acabó el viaje extasiado. Mònica y Fabiana, dos puntales de los proyectos de Nikosia, han visto aquí sonrisas que hacía mucho que no veían. El silencio mar adentro, las olas y las fotos enseñan una cosa: no hay personas con. Solo personas.

 

Cuatro voces

 

“Las etiquetas son para la ropa”

 

A Jeni, de 27 años, que realiza un curso de administración, le apasionan el dibujo y el diseño. Laura, de 25, experta en geopoética, estudia antropología y ha dejado boquiabiertos a todos con un discurso sobre el viento con resonancias de Neruda (“Polvo en el trigo, arena en las arenas / el tiempo, el agua errante, el viento vago / nos llevó como grano navegante”). Marcela, de 49, está pendiente de unas pruebas para trabajar como camarera en un bar. David, de 54 años, presidente de Radio Nikosia desde hace uno, trabaja como amo de casa y cuidando a su madre. Son cuatro miembros de esta asociación cultural, pero podrían ser casi un centenar. Todos opinan lo mismo. “Una vez trajimos a la radio a una persona migrada que nos preguntó: ‘¿Qué es peor? Los trastornos mentales o los estigmas?’. Y todos le contestamos a una: ‘¡Los estigmas!’. ¿Sabes qué nos respondió ella? Que se sentía como en casa. Aplaudió cuando le dijimos que las etiquetas para son para la ropa, no para las personas.

 

Cualquiera puede tener a lo largo de su vida un trastorno de salud (incluido, por supuesto, un trastorno de salud mental). Por eso es tan importante destruir estereotipos. Cuando las fotos analógicas y digitales y en blanco y negro del proyecto Art for Change se exhiban en una muestra a nadie se le ocurrirá etiquetar con adjetivos a sus autoras y autores. Artistas, sin más. Y algunas miradas con notable talento, como la de Jeni.

 

Mientras navegaba junto a ellos, entre El Masnou y la playa del Somorrostro, en Barcelona, La Vanguardia les pidió que resumieran la labor de Nikosia. Sus respuestas fueron: “Sensibilidad”, “Un refugio”, “Un lugar de descanso”, “Una alternativa filosófica al sistema de vida actual y que demuestra que es posible sobrevivir con dignidad antes, durante o después del sufrimiento mental”. No hay que estigmatizar a nadie. Esta es la lección de cordura del velero Ikigai, una razón para vivir.