miércoles, 4 de marzo de 2015

Pedagogos y psicólogos alertan del aumento del síndorme del emperador.

SANIDAD

Madres, abuelas y hermanas, las principales víctimas de los menores con problemas de agresividad

Raquel Quelart | La Vanguardia | 04/02/2015

A falta de cifras oficiales –la mayoría de casos no llegan a denunciarse-, la percepción de educadores y psicólogos es de que los niños y jóvenes que sufren el síndrome del emperador, es decir, que utilizan la violencia física o verbal contra sus progenitores y su entorno familiar más allegado, se han multiplicado en la última década. “Año tras año están subiendo este tipo de demandas”, asegura José Antonio Rabadán, responsable de Psicología de la Unidad de Salud Mental Infantil y Juvenil del Hospital Mesa del Castillo (Murcia), que explica que cada vez es más frecuente que las familias afectadas acaben recurriendo a la justicia como última solución al problema.

El síndrome del emperador se caracteriza porque el hijo abusa de los padres –habitualmente de la madre- “sin que haya causas sociales que lo expliquen”, según el profesor de Criminología y Pedagogía de la Universidad de Valencia, Vicente Garrido. “Aunque no hayan sido unos padres perfectos, le han tratado con un amor y atención al menos básico que bastaría para que todos los niños sin tal síndrome crecieran como personas no violentas”. La causa, según el especialista, es tanto biológica –una mayor dificultad en desarrollar emociones morales y una conciencia- como sociológica: en la actualidad se desprestigia el sentimiento de culpa y se alienta la gratificación inmediata y el hedonismo. Y añade: “La familia y la escuela han perdido la capacidad de educación, y esto favorece que jóvenes con esa predisposición que antes eran contenidos por la sociedad ahora tengan mucha más facilidad para exhibir la violencia”.

La denuncia, el último recurso
“Este síndrome finaliza en una carrera entre padre e hijo a ver cuál de los dos denuncia antes a quién”, comenta Rabadán. “Acabar denunciando a un hijo, que te pongan una orden de alejamiento y no puedas verlo es muy duro”, afirma Esther Giménez-Salinas”, catedrática de Derecho Penal y Criminología de la Facultad de Derecho de ESADE. “De un marido te divorcias, pero de un hijo, no”, sentencia, y asegura que las principales víctimas de los maltratos físicos de hijos a padres son las mujeres de la familia.

Más ‘pequeños’ emperadores
Paralelamente al incremento de casos de síndrome emperador, los expertos también han constatado que cada vez es más frecuente detectar este trastorno de conducta en edades más tempranas, pese a que suele afectar a niños y adolescentes de entre 11 y 17 años. También coinciden en la dificultad de elaborar estadísticas al respecto, ya que, según explica Rabadán, “los padres se avergüenzan de la situación, se sienten culpables e intentan ocultar el problema el máximo de tiempo posible”, hasta que llega a niveles absolutamente insostenibles.
Hedonistas, egocéntricos, de clase media y pocas manifestaciones de empatía y sentimientos hacia los demás. Esta es la descripción que hacen los especialistas respecto al perfil psicológico más común entre los jóvenes y niños aquejados por el síndrome. “La inmensa mayoría de veces empiezan a mostrar la agresividad con la madre, que suele ser la principal víctima y, luego, se va extendiendo al resto de la familia”, explica el pedagogo y psicólogo José Antonio Rabadán.

Pero, ¿por qué son las figuras femeninas la primera diana de sus ataques violentos? “Estos niños tienen un comportamiento muy similar al de los bebés”, que ante cualquier problema o necesidad acostumbran a llamar a la madre para que la satisfaga. “Como no se les establecen límites, siguen haciendo lo mismo que de bebés”, comenta Rabadán, proyectando esa frustración hacia “mamá”, pero con la salvedad de que a ciertas edades ella no sabe lo que le pasa al niño y tampoco sabe cómo solucionar su problema y es cuando surge la agresividad.

La permisividad no es la única causa  
En este sentido el profesor Vicente Garrido argumenta que el hecho de que unos padres sean demasiado permisivos con los hijos no es suficiente motivo para que el hijo o hija se vuelvan violentos hacia ellos: “La permisividad puede ‘echar a perder’ a un niño, este puede hacerse un vago, juntarse con malas compañías y cometer delitos”, aclara, pero si hay violencia en estos casos es como resultado de “un proceso de deterioro personal por falta de educación, generalmente al final de la adolescencia”.

Potenciales maltratadores
Según el psicólogo y pedagogo “están inmersos en una frustración permanente y aprenden que aumentando el nivel de tensión y agresividad y violencia, consiguen lo que quieren, pero nunca están satisfechos, no son niños felices, y se convierten en niños marginados y excluidos socialmente porque el resto de grupos de iguales no los acepta por sus conductas y comportamientos”, detalla.
La violencia de los jóvenes “emperadores” se puede manifestar de diferentes maneras: puede ser física, pero también psicológica, o simplemente puede ser “tirano” en otra serie de ámbitos.

Cómo prevenirlo 
Especialistas del hospital Mesa del Castillo han creado un método para conseguir una detección precoz. Este consiste en un cuestionario compuesto por cuarenta preguntas que los docentes de los centros de primaria y secundaria pueden facilitar a los alumnos y a los padres para dictaminar si el niño tiene conductas y comportamientos del síndrome del emperador. El siguiente paso es derivar el caso a los profesionales oportunos.

Según Garrido, los padres deberían insistir en tres puntos: primero, desarrollar de manera intencional y sistemática las emociones morales y la conciencia de los niños y adolescentes, dándoles oportunidades para que practiquen actos altruistas y que extraigan lecciones morales; segundo, poniendo límites firmes que no toleren la violencia y el engaño, y tercero, ayudándolos a que desarrollen habilidades no violentas que satisfagan su gran ego, su imagen de ser especial. 

El autor de diversas publicaciones, entra la que destaca Los hijos tiranos: el síndrome del emperador (2005),Vicente Garrido, concluye con esta frase: “Queremos a los hijos, es ley de vida, no nos gusta que sufran, ni siquiera pequeñas contrariedades. Pero si recordamos que una vida plena de sentido exige esfuerzo y —por qué no— un dolor emocional relevante, sacaremos lo mejor de nosotros cuando les demostramos que su voluntad no rige el mundo”. 

Las claves para gozar de una buena salud mental.

ALFONSO USSÍA | La Razón.es | 06/02/2015

Basta de sabotearnos a nosotros mismos y basta de adquirir hábitos fatales para nuestro equilibrio y salud mental. Gota a gota el vaso acaba sobrándose y esto es algo que ocurre mucho más frecuentemente de lo que pensamos, porque ni siquiera nos damos cuenta del flaco favor que estamos haciéndole a nuestro optimismo con constantes pensamientos negativos y acciones equivocadas. ¿Pero cómo lograr un buen y saludable estado de ánimo? Es fácil, evitando hacer cosas como estas:

Rectifica tu postura al caminar: parece una tontería, pero nuestra forma de nuestra forma de caminar se pueden extraer interesantes conclusiones sobre nuestro estado de ánimo. Según un reciente estudio publicado en la Revista de Terapia del Comportamiento y Psiquiatría Experimental, aquellas personas que caminan por la calle cabizbajos, con los hombros encorvados y los brazos decaídos, experimentan peores estados de ánimo que los que demuestran determinación en su forma de caminar, con la espalda recta y la cabeza bien alta. Caminar desgarbado transmite negatividad; caminar erguido, transmite seguridad. ¿Qué prefieres trasmitir?

Olvídate, por un momento, de las redes sociales: compartir, opinar, mostrar y aprender de los canales sociales es una de las mejores tendencias de los últimos años, y es algo bueno y saludable, pero donde también hay que poner ciertos límites. ¿Cuántas fotos de comida o de compras o de ciudades subes a #Instagram cada vez que haces algo diferente? Según un estudio publicado en la revista Psychological Science, nos centramos demasiado en fotografiar imágenes y no tanto en aprenderlas, en observarlas y sobre todo, en disfrutarlas, ya que gracias a este revelador estudio, los sujetos que más imágenes fotografiaron y compartieron fueron los que luego menos objetos pudieron recordar. Consejo: algo tan sencillo como relájate y disfruta.

Haz ejercicio, ¡muévete!: no eres una persona particularmente deportista, no hay problema, tampoco es necesario. Pero memoriza este dato en tu cabeza, si practicas algo de ejercicio al menos durante tres veces por semana, el riesgo de estar deprimido disminuye un 19%, según un nuevo estudio publicado en Archives of General Psychiatry. Existe una línea demasiado fina entre la actividad física y la depresión, por eso las personas que están deprimidas son mucho menos propensas a ser activas, mientras que los que son activos (o se obligan a serlo) son menos propensos a estar deprimidos. Tras este párrafo, el consejo no puede ser otro que levantarse del sofá, salir y moverse. No tienes que entrenar para una maratón, pero cualquier actividad física (un largo paseo, por ejemplo), será de gran ayuda para mantener un buen estado de ánimo.

Bonus track: el humor como mejor aliado. Es hora de encontrar alguna formas parar reír más. Hay muchos estudios que demuestran los beneficios de la risa en nuestra salud y esto, por supuesto, incluye la salud mental. La risa es la medicina rápida para la ansiedad y la depresión. Busca, busquemos, algo que nos haga reír cada día; una charla con un amigo, un programa de televisión o un libro divertido.

A veces no es necesario tomarse la vida tan en serio.




El cansancio mental.

PSICOLOGÍA

MIRIAM SUBIRANA| El País | 25/01/2015                                            

Gracias a nuestra poderosa mente pensamos, soñamos, ideamos, proyectamos, asociamos ideas, diseñamos, planificamos, generamos expectativas, imaginamos y recordamos. El pensamiento puede ser beneficioso o nocivo, positivo o negativo, necesario o inútil, insípido o creativo, elevado y sublime o destructor y desgarrador. Muchos pensamientos son innecesarios. Algunos surgen como tormentas que nos azotan. Si no gestionamos bien toda la actividad de nuestra mente, el cansancio mental se convierte en nuestro compañero inseparable.
Es una fatiga que provoca dispersión, pereza, falta de atención y de claridad; además, disminuye nuestra capacidad resolutiva. En cambio, cuando se está inspirado y motivado, la mente nos revitaliza y genera pensamientos creativos que suscitan energía y fuerza. En un estado creativo, los pensamientos son prácticos, poéticos y manifiestan belleza. La mente está abierta y puede ver lo extraordinario en lo aparentemente corriente.
“Las preguntas relevantes son como escobas que barren la mente y crean un espacio limpio”
Desafortunadamente, este estado mental no suele durar mucho. Más bien nos sumergimos en una actividad mental estéril y agotadora. Cada individuo genera unos 50.000 pensamientos al día, muchos de los cuales son repetitivos y mecánicos. Otras veces se da vueltas una y otra vez sobre cosas que no se pueden cambiar. Son pensamientos que suelen referirse al pasado. No llevan a ninguna parte y agotan.
Cuando se vive en un tren de pensamientos innecesarios y debilitantes, viene bien plantearse algunas preguntas que ayuden a desactivar ese mecanismo repetitivo y lleven a una reflexión más productiva y estimulante. Por ejemplo, ¿cuál es la intención que le mueve a pensar lo que está pensando? El primer paso es encontrar el propósito, porque permite darse cuenta de lo inútil de ese pensamiento y cambiar el rumbo.
Otra práctica aconsejable es intentar no utilizar demasiado los tiempos verbales condicionales, ya sean en pasado o en futuro. Por ejemplo: “Si hubiera estado ahí en esos momentos, no habría sucedido esa desgracia”. Como el pasado pasó y el futuro aún tiene que venir, este tipo de juicios no son útiles, debilitan y agotan. Es tan importante aprender a transformar como a no crear estos pensamientos sobre asuntos que no podemos cambiar o que no depende de nosotros que cambien. Así se estará más concentrado y se tendrá mayor claridad para tomar las decisiones adecuadas.
Cuando la mente está libre de todo conflicto, existe una energía creativa que surge libre de condicionamientos”
No se trata de dejar la mente en blanco, sino de generar pensamientos positivos, creativos, inspiradores, beneficiosos. Así se logra un espacio mental fértil. Deliberar en positivo no es negar la realidad, sino ser capaz de ver los problemas y tener la creatividad mental para aportar soluciones sin obsesionarse ni ofuscarse. Las reflexiones positivas fortalecen y revitalizan la mente. Suelen ser cavilaciones que se basan en valores y en apreciar y agradecer lo que se es y lo que se tiene. Una mente agradecida es una mente descansada.
En una sesión de coaching, una mujer explicaba cómo se obligaba a realizar los planes que se había marcado y los compromisos que había adquirido, forzándose a cumplir los horarios impuestos por otras personas importantes para ella. Aunque sintiera que debía parar, su mente le hacía seguir. Sin parar, ni respirar con consciencia ni escuchar. Estaba agotada mentalmente.
A veces el cansancio mental surge de las luchas internas entre lo que nos gustaría que fuera y lo que es, entre si decir o callar, si salir o quedarse, entre las decisiones que se toman y lo que en realidad se hace. Debemos incorporar prácticas para comprender de dónde surge tanto pensamiento estéril, para escucharnos y acallar los ruidos mentales.


Ejercitar la mente con pensamientos creativos revitaliza. Es como cuando se hace ejercicio físico. Caminar, correr, nadar o jugar al tenis energiza, y si acabamos cansados, se siente que es un cansancio sano. Por el contrario, si nos quedamos de pie media hora sin movernos, terminamos más cansados que si hubiéramos estado ese rato caminando. A la mente le ocurre algo parecido: si está “parada” dando vueltas a un mismo asunto, se agota más que cuando avanza con pensamientos inspiradores que abren nuevos horizontes.

¿Qué se puede hacer para que nuestro pensamiento sea más inspirador y vigorizante y combatir el cansancio mental? Cultivar el pensamiento creativo, reflexivo y claro. ¿Cómo? Por ejemplo, haciendo un viaje a un entorno natural y observar. Mirar el horizonte que une mar y cielo en una playa; sentir la humedad del suelo o gozar de los colores de las hojas y los ruidos de la naturaleza en una montaña. Así es más fácil que la mente se calme.
Son situaciones que ayudan a parar la actividad mental durante un par de minutos y a descansar. Se trata de visualizar un espacio que me ayude a renovar el discernimiento.
En un mundo saturado de información y conversaciones que provocan ruido mental, emocional y físico, se necesita cultivar espacios internos de silencio para estar centrados. Un silencio creativo, contemplativo y generativo. Es decir, que genere positividad y bienestar, comunicación y sentido y una quietud en la cual se gesta el pensamiento transformador. Aunque uno esté en un entorno ruidoso, puede ser creador de pensamientos inspiradores como cuando está rodeado de naturaleza.
Todo mi esfuerzo debe limitarse a controlar las idas y venidas de la mente, poner la imaginación a mi servicio y dejar de estar yo –como un esclavo– al suyo”
Tenemos la capacidad de crear las reflexiones que queremos. Utilicémosla más a menudo. Para ello, se debe controlar la mente, dirigirla y mantener centrada la atención. Si uno se queda atrapado en sus propios pensamientos, no tendrá poder sobre ellos. Cuando, observándolos, se logra separarse de ellos, se deja espacio, se asume el control y se pueden canalizar en la dirección que se quiera.

Para tener poder sobre algo se debe ver desde cierta distancia. Al observar un cuadro, si se pega la nariz a él, no se ve más que un pedacito borroso. Si nos distanciamos, podemos abarcarlo en su totalidad. En la práctica de meditación se aconseja sencillamente observar los pensamientos y dejarlos pasar. Llega un momento en que uno se da cuenta de que son una creación mental, una película, que uno puede dejar de crear y de seguir. Al lograr este dominio, se conecta con un estado de calma y claridad que permite crear los discernimientos de calidad que queremos. Una buena meditación revitaliza, nos llena de energía, barre la mente de reflexiones innecesarias y deja espacios para la innovación y la renovación mental.

Identificado el mecanismo que graba el miedo en el cerebro

NEUROCIENCIA
Un neurocientífico español describe cómo se almacenan los recuerdos traumáticos

MANUEL ANSEDE | El País | 14/12/2014

Bajo la sombra de los rascacielos de Manhattan, muy cerca de los 20.000 cadáveres sepultados en un viejo cementerio oculto bajo el Washington Square Park, se encuentra el laboratorio del miedo. Allí, bajo las órdenes del neurocientífico y rockero estadounidense Joseph LeDoux, trabaja una quincena de investigadores para intentar comprender por qué, por ejemplo, una persona se queda paralizada al ver a un perro, traumatizada por un huracán o muda al intentar hablar en público.
Uno de los miembros de esta brigada de élite del miedo, empotrada en el Centro para la Ciencia Neural de la Universidad de Nueva York, es el neurocientífico español Lorenzo Díaz-Mataix, que acaba de identificar los mecanismos cerebrales que convierten las experiencias desagradables en recuerdos imborrables durante años.
Díaz-Mataix se ha sumergido en el cráneo de cientos de ratas. En lo más profundo de sus cerebros, como en los de los seres humanos, se esconde la amígdala, una región del tamaño de una almendra en las personas a la que la comunidad científica señala como almacén del miedo. Presuntamente, en ella se guardan durante décadas los recuerdos de las vivencias traumáticas sufridas a lo largo de la vida.
En 2010, salió a la luz el caso de una mujer estadounidense de 44 años con la amígdala completamente dañada por una rarísima enfermedad genética. La mujer, conocida como SM para preservar su anonimato, era incapaz de sentir miedo. Un grupo de investigadores encabezado por el psicólogo Justin Feinstein, de la Universidad de Iowa, siguió su pista durante más de 20 años. Rodearon a SM de serpientes y arañas venenosas, vieron con ella películas de terror como El resplandor y El silencio de los corderos, la acompañaron a sanatorios abandonados supuestamente habitados por fantasmas. Y nada. La mujer sin amígdala ni siquiera sintió miedo cuando, caminando de noche por un parque solitario, un yonqui le puso un cuchillo en la garganta y masculló: “Te voy a rajar, puta”. SM siguió andando como si escuchara La Traviata.
Ahora, Díaz-Mataix ha iluminado ese enigmático cajón de recuerdos que es la amígdala cerebral. Su investigación parte de una hipótesis postulada en 1949 por el psicólogo canadiense Donald Hebb y sugerida hace más de un siglo por el nobel español Santiago Ramón y Cajal. “Dos células o sistemas de células que están repetidamente activas al mismo tiempo tenderán a convertirse en 'asociadas', de manera que la actividad de una facilitará la de la otra”, dejó escrito Hebb en su libro La organización de la conducta. O, expresado de manera más simplificada, las neuronas de la amígdala del cerebro humano que se excitan eléctricamente tras el ataque de un perro permanecen conectadas durante años. Sus puentes eléctricos se refuerzan. Ese sería el esqueleto del recuerdo.
El equipo de Díaz-Mataix ha demostrado que la teoría de Hebb es cierta, al menos parcialmente, en los complejos cerebros de los mamíferos. Su experimento, es una versión sofisticada del célebre perro de Pávlov, aquel can ruso que se acostumbró a escuchar un metrónomo (sustituido por una campanita en el imaginario colectivo) antes de comer y ya salivaba cada vez que escuchaba el tic tac aunque no hubiera alimento. El investigador español, en tándem con Josh Johansen, del Instituto RIKEN de Ciencias del Cerebro en Japón, sometió a decenas de ratas a un pitido de 20 segundos rematado por una descarga eléctrica de medio segundo. A partir de entonces, las ratas se quedaban paralizadas cada vez que escuchaban ese sonido. En su cerebro quedó grabado el miedo al chispazo.
Ahí empezó la sofisticación del experimento, gracias a una técnica conocida como optogenética. Los investigadores instalaron genes de algas sensibles a la luz a bordo de virus, que funcionan como taxis microscópicos, y los inyectaron en los cráneos de las ratas, las cuales con la amígdala cerebral apagada eran incapaces de recordar el chispazo y carecían de conexiones reforzadas entre sus neuronas. Al mismo tiempo, activar las amígdalas de ratas que no habían sufrido la pequeña electrocución servía para generar miedo al pitido sin necesidad de ningún tipo de shock. En este último caso, según los autores, era necesario que se activaran también los receptores de noradrenalina, una molécula cerebral implicada en los procesos de atención. Sin esta activación, no había aprendizaje.
 “Con una sola descarga eléctrica asociada a un pitido, las ratas ya recuerdan la experiencia toda su vida. El cerebro hace esto para afrontar los peligros. Un animal necesita aprender con una sola oportunidad, porque quizá no tenga otra”, explica el neurocientífico.
El despacho del también español Luis de Lecea, profesor de Psiquiatría en la Universidad de Stanford (EEUU), se encuentra a escasos 15 metros del laboratorio en el que se desarrolló la optogenética en 2004. Desde allí, De Lecea ha sido testigo de cómo esta técnica ha revolucionado la investigación del cerebro humano.
El neurocientífico español dibuja las posibles aplicaciones de sus hallazgos. “En los enfermos con estrés postraumático, ansiedad o incluso depresión, su cerebro no es capaz de aprender que lo que una vez fue peligroso ya no lo es, y siguen respondiendo de forma exagerada”, señala. Personas que han vivido guerras, accidentes graves, violaciones o catástrofes naturales siguen sintiendo miedo y estrés una vez pasado el peligro.
La comunidad científica internacional trabaja desde hace unos años en intentar borrar esos malos recuerdos. Se basan en un proceso conocido como reconsolidación de la memoria. “Cada vez que un recuerdo sale a la luz, se pone en un estado frágil que hace que el cerebro pueda añadir cosas relevantes”, apunta Díaz-Mataix. Cuando se abre el baúl de los recuerdos es el momento de modificarlos.
Si, por ejemplo, alguien va en un coche escuchando a todo volumen la canción Balada Boa de Gusttavo Lima y se estampa contra un árbol, cada vez que escuche el estribillo “Tchê tcherere tchê tchê” tendrá pavor. “Sin embargo, si cada vez que la víctima va a un bar a tomar algo ponen esa canción, el cerebro recupera el recuerdo y aprende que ya no es negativa. Eso es la reconsolidación”, añade el investigador.
Este proceso se puede facilitar con fármacos que actúan sobre los receptores de noradrenalina, como el propranolol, que ya se suministró a víctimas del atentado del 11 de marzo de 2004 en Madrid. Los síntomas de su trastorno de estrés agudo remitieron en el 64% de los casos, según un estudio de la mutua Ibermutuamur.
Para Díaz-Mataix, es muy posible que el proceso para almacenar recuerdos desagradables que han observado sea en realidad un mecanismo general del sistema nervioso para generar otro tipo de recuerdos, ya sean de asco, ira o alegría. “El problema es cómo estudiar estas emociones primarias en una rata”, lamenta. Si tiene razón, será todavía más cierta aquella sentencia de Ramón y Cajal: “Todo hombre puede ser, si se lo propone, escultor de su propio cerebro”.