ANA TORRES MENÁRGUEZ | Madrid |
El País | 04/10/2019
El psicólogo israelí Tal Ben-Shahar,
25 años profesor en Harvard, cree que el gran mal del siglo XXI es que no se
busca tiempo para el descanso
Tal Ben-Shahar (Ramat Gan, Israel,
1970), doctor en Psicología y Filosofía por la Universidad de Harvard, donde fue profesor 25
años, lleva otros tantos estudiando la felicidad. Como muchos otros expertos,
cree que el gran enemigo del bienestar es el estrés: el 94% de los
universitarios estadounidenses lo sufren. "Es la nueva pandemia global",
dice en alusión al calificativo empleado por la Organización Mundial de la
Salud. Los médicos lo llaman el "asesino silencioso", cuenta. Pero el
psicólogo israelí cree que durante años se ha estado mirando al lado
equivocado; no hay que estudiar los factores que lo provocan, sino las
conductas que no lo curan. "Hemos dejado de darle importancia al descanso,
a la recuperación y no basta con el sueño", apunta.
Ben-Shahar cambió hace
unos años Boston por Nueva York y ahora imparte un seminario sobre la felicidad
en la Universidad de Columbia, además de dirigir el Happiness
Studies Academy, una plataforma online con cientos de estudiantes interesados en
aprender a gestionar sus emociones. Desde hace años tiene claro el diagnóstico:
la felicidad constante no existe.
Esta semana ha participado en
EnlightED, un evento sobre el futuro de la educación y su relación con la
tecnología organizado en Madrid por South Summit, la Fundación Telefónica, IE
University y la Fundación Santillana.
Pregunta. ¿Existe un sistema
inmune psicológico? ¿Hay personas que tienen mayor tendencia a la tristeza?
Respuesta. La genética marca
la diferencia. Por ejemplo, yo no nací con una genética ligada a las emociones
positivas. De niño sentía ansiedad, igual que mis padres y abuelos; la hemos
padecido generación tras generación. El hecho de ser infeliz hizo que me
interesara por este campo: la ciencia de la felicidad. En los años setenta,
en Estados Unidos, se hizo una serie de
investigaciones sobre gemelos con idénticos genes. Se les separó al nacer,
fueron criados en países distintos, con economías diferentes. Pasados los años
se observó que había muchas similitudes en cuanto a sus niveles de bienestar,
su comportamiento e incluso sus pasiones. De media la felicidad depende en un
50% de la genética, en un 40% de las elecciones personales y en un 10% del
entorno. Esos porcentajes pueden cambiar en situaciones extremas, como una
guerra.
P. ¿Cómo se miden los
niveles de felicidad en el cerebro?
R. Hay patrones
cerebrales que están asociados con la felicidad, con la depresión o con la
rabia. No es solo una parte, sino múltiples que trabajan de forma conjunta. Un
ejemplo es la corteza prefrontal: la parte izquierda se asocia con las
emociones positivas y la derecha, con las negativas. Es importante conocer los
hallazgos en este campo para entender que con nuestra conducta podemos mejorar
los niveles de bienestar.
P. Hay un boom, cientos
de best
sellers sobre el tema. ¿Nos preocupamos más ahora por intentar
ser felices?
R. No, es algo
ancestral. Hace 2.500 años, Aristóteles escribía sobre ello. La Biblia también
trata ese tema. Siempre ha sido parte de nuestro pensamiento. La diferencia es
que ahora tenemos más tiempo libre y a eso se suman unas expectativas de vida
irreales. El resultado es que nos sentimos infelices porque no entendemos lo
que es la felicidad.
P. ¿Qué es la
felicidad?
R. No es posible estar
siempre feliz. Las emociones negativas, como la rabia, el miedo, o la ansiedad,
nos hacen falta. Solo los psicópatas están a salvo de eso. El problema es que,
por falta de educación emocional, cuando las sentimos, las rechazamos, y eso
hace que se intensifiquen y que nos domine el pánico. Si bloqueamos una emoción
negativa, igualmente lo hacemos con las positivas. Hay que sentir el miedo y
ser conscientes de que tiramos hacia adelante con él. No es resignación, sino
una aceptación activa. Cuando nació mi hijo David, al mes empecé a sentir celos
de él. Mi esposa le dedicaba más atención que a mí. En ocasiones las emociones
se polarizan, llegamos a extremos y no por ello somos mejores o peores
personas. Somos humanos.
P. Según un reciente
estudio de la agencia europea Eurofound, los niveles de estrés
están aumentando en la escuela y la transición de los jóvenes hacia la vida
adulta se complica por las expectativas de sus padres y las presiones de la
sociedad.
R. Las expectativas
tienen un papel clave en la felicidad. La más peligrosa es creer que se puede
estar en la cresta de la ola de forma constante. La obsesión por ser feliz todo
el tiempo hace que la gente se sienta miserable. En los últimos años las redes
sociales han influido bastante; ver las caras sonrientes de los demás, sus
relaciones de pareja idílicas, un trabajo ejemplar. Cuando sentimos tristeza o
ansiedad esas imágenes refuerzan nuestra idea de que algo estamos haciendo mal.
Pero nada de eso es real, todos vivimos en una montaña rusa emocional. Es
inevitable y no es malo.
P. El 14% de los
jóvenes europeos entre 15 y 24 años está en riesgo de sufrir depresión —según
el último informe de Eurofound— y lideran el ranking países
como Suecia (con una tasa del 41%), Estonia (27%) y Malta (22%). En España,
donde la tasa de desempleo juvenil es más elevada, está por debajo del
10%. ¿Qué está fallando?
R. Te pondré otro
ejemplo. En Estados Unidos cada cinco años se miden los niveles de salud
mental, que suelen variar un 1% hacia arriba o abajo. En el último periodo, los
resultados han sido muy diferentes: entre adolescentes, los niveles de
depresión han crecido hasta en un 30%. Uno de los motivos es que están
disminuyendo las interacciones cara a cara, se sustituyen por el smartphone. Las
relaciones personales son un antídoto contra la depresión.
P. En el siglo XIX se
trabajaba hasta 18 horas diarias y ninguna ley impedía hacerlo 24 si era
necesario. Hoy tenemos mayor calidad de vida. ¿Cuál es la raíz de la
insatisfacción permanente?
R. La expectativa de
vida de los trabajadores era proveer suficiente comida a su familia para
sobrevivir. Hoy pensamos en ganar más dinero, en las vacaciones soñadas... Hoy
lo puedes hacer todo; aunque tengas un empleo interesante y te gusten tus
colegas, no es suficiente. Como puedes elegir y cambiar, nunca estás
satisfecho.
P. ¿Cómo puede la
escuela prepararnos para saber lo que es la felicidad?
R. Hay que enseñar a
cultivar relaciones sanas, a identificar propósitos y sentido en lo que
hacemos. Y lo más importante: a encontrar tiempo para el descanso. Las
investigaciones han demostrado que ese el gran problema, que no nos recuperamos
del estrés. No vale con leer best sellers de autoayuda, hace falta una acción.
En el trabajo, hacer un parón cada dos horas de 30 minutos, o de 30 segundos si
trabajas en Bolsa, pero desconectar y respirar. Tomarte un día libre. Aprender
que la felicidad no es un código binario, de uno a cero, sino un subir y bajar.
Es un viaje impredecible que termina cuando mueres.