viernes, 17 de abril de 2015

Un treball necessari sobre el blog.




Hola a tots,

Vull posar ordre a les 271 entrades que hi ha al blog, per a no repetir cap article i també mirar d’anar comentant diversos aspectes de salut mental, i no incidir en un breu espai de temps en el mateix tema.

Tot això comportarà una feina que no puc compaginar amb posar més entrades al blog, almenys durant un període que espero sigui curt, perquè no tinc tant temps lliure per fer ambdues coses alhora.

Una altra observació que us volia fer és que més d’una vegada haureu notat que un mateix trastorn, un metge o equip pensa molt diferent d'un altre. A mi també em sorprèn però tot i així poso tots els articles perquè considero que  són honrats,  tenen teories diferents i experiències professionals una mica contraposades, i estan en el seu dret de donar-ho a conèixer. Ells mateixos es troben a Congressos i cadascun defensa la seva teoria.

Bé, fins d’aquí a un temps que será el més breu possible. Aneu mirant el blog de tant en tant i així quan torni a posar nous articles ho veureu.

Salutacions,


M. Carme Samaranch.


Sin deudas con el mundo

PSICOLOGÍA
FRANCESC MIRALLES  |  eL pAÍS | 12/04/2015

Todos necesitamos, en mayor o menor medida, la aprobación de los demás. Incluso las personas con más autoestima se encuentran tristes y heridas cuando no se sienten aceptadas por su entorno. Así como los niños reclaman que los adultos aprecien sus manualidades, también en la madurez deseamos ser amados, comprendidos o, como mínimo, respetados. Para conseguirlo, mucha gente se afana en desplegar una amabilidad y generosidad excesivas, que no garantizan en absoluto el aprecio de los demás. Como si estuvieran en deuda con el mundo, el ansia de complacer a otras personas se puede convertir en una adicción por la que se paga un precio alto: olvidarse de las propias necesidades.
Hace dos siglos, el filósofo alemán Arthur Schopenhauer reflexionó: “Resulta casi inexplicable cuánta alegría sienten las personas siempre que perciben señales de la opinión favorable de otros, que halagan de alguna manera su vanidad. A la inversa, es sorprendente hasta qué extremo las personas se sienten ofendidas por cualquier degradación o menosprecio”.
Luchar constantemente por la aprobación ajena, además de resultar muy estresante, nos obliga a vivir según lo que los demás esperan de nosotros, dejando de lado nuestras metas personales. Así lo exponen en su libro ­Tackling your Dire Need for Approval (abordar tu desesperada necesidad de aprobación) los psicólogos estadounidenses Albert Ellis y Robert Harper. Apuntan, además, que, “irónicamente, a mayor necesidad de amor, menos respeto y aprobación recibimos. Tratar desesperadamente de agradar nos convierte en personas débiles y menos deseables a los ojos ajenos, pudiendo llegar a ser incluso una molestia para los que nos rodean”.
A las personas que tratan de complacer a todo el mundo les horroriza la posibilidad de que alguien pueda enfadarse con ellas. Pero parten de una creencia equivocada: no necesitamos demostrar a nadie nuestra atención a todas horas para obtener su amor. Sintetizando las conclusiones de Ellis y Harper, esta dependencia nos causa los siguientes problemas:
§  Sentimiento de inutilidad. Fijar nuestro valor basándonos en la opinión ajena nos coloca en una posición de vulnerabilidad y dependencia. De hecho, cada vez que actuamos en función de lo que quieren los demás, perdemos el control sobre nuestra vida.
§  Frustración permanente. Por mucho que nos esforcemos, nunca gustaremos a todo el mundo. Siempre habrá alguien que no nos valore, y no solo por una cuestión de afinidad. Lograr el cariño de todos es imposible por un hecho muy simple: hay personas limitadas emocionalmente que no son capaces de amar.
§  Pérdida de objetivos vitales. Con el fin de complacer a los demás, nos podemos encontrar haciendo cosas y frecuentando a gente que en realidad no es interesante. El precio de este comportamiento es que desaten­demos todo lo que en realidad desearíamos estar haciendo.
Contra la presión irracional de intentar agradar a todos, Wayne W. Dyer calcula que el 50% de la gente con la que uno se topará en su vida no estará de acuerdo con nosotros, e incluso nos criticará. Dyer sostiene que cuando detectemos una falta de afinidad, en lugar de ofendernos, sencillamente debemos pensar que hemos topado con un miembro de ese 50%. Es alguien que pertenece a otro club, como cuando encontramos por la calle a un aficionado con la camiseta del equipo rival. No es necesario hacer de ello un drama.
Gran parte del sufrimiento de los que se sienten en deuda con el mundo obedece a puras conjeturas sin ninguna base real.
¿De dónde viene toda esta ansiedad? Según afirma Joyce Meyer en su libro Adicción a la aprobación, “la constante necesidad de aprobación se debe a una inseguridad que, en algunos casos, tiene su origen en un abuso sufrido en el pasado, ya sea físico, verbal o emocional”. Para superar la inclinación de gustar, explica, “hay que enfrentarse a las emociones negativas que esta conlleva y que normalmente son sentimientos de culpa, vergüenza e ira”. El paso más importante es aceptarse tal como es uno. La necesidad de gustar cambia cuando apartamos el foco de la mirada ajena y decidimos respetarnos y amarnos a nosotros mismos.
Aunque llevemos muchos años malviviendo para complacer a los demás, todo se transforma en el momento en que tomamos conciencia de lo que hacemos y, sobre todo, de por qué lo hacemos. Las siguientes preguntas, sencillas y directas, nos ayudarán a esclarecer si nuestra forma de actuar tiene sentido:
¿Busco complacer a esta persona o a este grupo de gente porque me une a ellos un afecto profundo? ¿O existe otro motivo?
¿Qué sucedería si yo dejara de actuar en función de lo que creo que esta persona o este grupo esperan de mí? ¿De qué manera cambiaría mi vida si yo modificara mi comportamiento? ¿Sería peor o solo diferente?
¿Cómo actuaría en cada situación si atendiera en primer lugar a mis propios deseos y necesidades?
¿Por qué no atiendo a ellos? Si es a causa del miedo, ¿qué es lo peor que podría suceder?
¿Soy capaz de hacer cosas que tienen significado para mí, independientemente de lo que agrade o desagrade a los demás?
Esta clase de diálogo interno puede ser muy iluminador, ya que nos ayuda a entender lo que hacemos, y por qué. Nuestro objetivo debe ser alcanzar el compromiso con nosotros mismos para, desde la sinceridad y sin dejar de prestar atención a nuestras necesidades, relacionarnos con los demás de forma saludable.
Lógicamente, si ponemos en marcha un cambio de prioridades, no nos faltarán las críticas o la gente en nuestro entorno que dirá sentirse defraudada al estar acostumbrada a ciertos privilegios. Sin embargo, quienes de verdad nos quieren no tardarán en acostumbrarse y, si desean lo mejor para nosotros, nos apoyarán en el cambio.
Una vez asumimos que no tenemos por qué gustar a todo el mundo, del mismo modo que sabemos que existen personas que no nos agradan por sus modales, valores o forma de proceder, recobramos la libertad para vivir y sentir desde la autenticidad. Cuando nos aceptamos plenamente a nosotros mismos y respetamos la libertad de los demás, que no tiene por qué comulgar con nuestra forma de ser, ganamos un espacio precioso en nuestra vida para compartir nuestro tiempo, ideas y sentimientos con personas con las que sí tenemos complicidad.

Liberados del deseo de llevar a nuestro terreno a aquellos que nada tienen que ver con nosotros, contaremos con un caudal de energía y amor inesperados. Estaremos cambiando una deuda ficticia con el mundo por un sentimiento de gratitud. Esta sensación nacerá de la oportunidad de compartir lo mejor de nosotros con quienes, desde el reconocimiento y la libertad, quieran acompañarnos.

Cerebros "desorganizados" por madres cocainómanas.

NEUROLOGIA | Estudio con resonancias magnéticas

AINHOA IRIBERRI | Madrid | El Mundo | 08/04/2015

Que consumir cocaína durante el embarazo no era positivo para los futuros recién nacidos no es ninguna novedad pero, hasta ahora, se desconocía el papel exacto que tenía en los bebés. Gracias a la última tecnología de diagnóstico por imagen y a la voluntad de un equipo de científicos de la Facultad de Medicina de la University of North Carolina (EEUU), esto ha dejado de ser un misterio. No solo se confirma el papel negativo de la droga sobre el desarrollo fetal, sino que se identifica dónde hace más daño: en la amígdala prefrontal y en la red neuronal ahí situada.
Se trata de una vía que tiene un importante papel en la regulación del arousal, término científico para describir la atención y la activación. El trabajo que la droga hace en el cerebro de los recién nacidos lo que hace en las vidas de muchos de sus usuarios: desorganizarlo.
Para llegar a esta conclusión, los investigadores llevaron a cabo una resonancia magnética generación en 152 bebés. De ellos, 45 habían tenido exposición prenatal a la cocaína, 43 a otras drogas y 64 no se habían expuesto a ninguna de estas sustancias.
Todos los hijos de madres que se habían drogado mostraban alteraciones en la organización funcional del cerebro, pero los de madres cocainómanas iban más allá. Uno de los autores principales, Wei Gao, explica a EL MUNDO que esto no significa que la cocaína sea más dañina que otras drogas. "Puede deberse a las diferentes vías de acción de las drogas y que otras tengan un mayor impacto sobre otras áreas del cerebro", comenta.

Las implicaciones prácticas de este estudio están claras para los autores y pasan por más estudios similares. El objetivo sería buscar con las resonancias magnéticas biomarcadores objetivos para la identificación de riesgos en los recién nacidos.
Porque aunque el estudio no ha llegado tan lejos, se sabe que esta desorganización cerebral puede tener implicaciones en el comportamiento de los menores. De hecho, Gao adelanta algunas observaciones que aún no han sido publicadas: "Tenemos resultados preliminares de un estudio piloto con los mismos niños a los tres meses de edad y hemos observado peores resultados en pruebas cognitivas y motoras, aunque hacen falta más trabajos", concluye.