PSICOLOGÍA
¿No sabe cómo actuar cuando se ve acorralado por un interlocutor
especialmente locuaz? Existen técnicas para interrumpirlo con elegancia
MIGUEL
ÁNGEL BARGUEÑO | el País | 23/12/2014
Lo hemos vivido
demasiadas veces. Un desconocido en la barra de un bar, el vecino de asiento en
el avión o el típico plasta de oficina: personas que nos dan conversación
cuando menos la necesitamos. Sin que se den cuenta —suponemos—, estos
individuos con incontinencia verbal nos ponen en una situación violenta: dado
que no queremos escuchar lo que nos cuentan (porque no nos interesa o porque
tenemos prisa) nos obligan a interrumpirlos con el riesgo de quedar mal y
hacernos sentir descorteses. No es un asunto baladí. Vivimos días en que las
habilidades sociales son especialmente importantes. De saber usar o no
determinadas herramientas depende, en buena medida, nuestro éxito social y
profesional. La sociedad nos apremia a desarrollar ciertas cualidades comunicativas,
y, sin embargo, en esta circunstancia entran en conflicto dos de ellas: la
asertividad (salirnos con la nuestra, o enfatizar nuestro parecer, con
mucha mano izquierda para que el otro no se moleste) y la empatía(ponernos en la
piel del otro). ¿Tenemos que aguantar al pesado de turno para que no se sienta
ofendido o debemos dejarle con la palabra en la boca y quedarnos tan anchos?
“Para poder
cerrar conversaciones hay un elemento cognitivo previo: asumir que tenemos
derecho a concluir una conversación si esta no nos conviene”, explica Enrique
García Huete, doctor en Psicología, coach y director del
gabinete Quality Psicólogos,
en Madrid. “Pensamientos como: ‘Cómo voy a cortar a la otra persona si quiere
hablar’ son poco asertivos”. Reforzando la asertividad, reducimos el
sentimiento de culpa. “Lo que no puedes hacer es aguantarte. Si interrumpes al
otro correctamente, no queda ningún cargo de conciencia”, dice José Elías,
psicólogo y director del Centro
Joselías,
en Madrid. De lo que se trata, pues, es de que prevalezca nuestro derecho
teniendo en cuenta el del otro. Básicamente, disponemos de dos niveles de
actuación: el oral —intervenir activamente en la conversación para
suspenderla—, y el de la comunicación no verbal, con el mismo objetivo. Cada
uno cuenta con diferentes técnicas. Para un resultado óptimo (y expeditivo) se
recomienda combinarlos.
“Cambio y corto”
Puede que lo
que nos pida el cuerpo sea decirle a la otra persona cuatro cosas bien dichas.
Pero podría tomárselo a mal. Imagine que esa otra persona es su jefe. Tanto la
psicología como el coaching nos ofrecen técnicas para salir
con elegancia de ese incómodo trance:
1. No haga ni
una sola pregunta. Por
supuesto, lo primero —y de sentido común— es no darle más cuerda a aquel que se
enrolla como una persiana. “Hay veces que no nos damos cuenta y decimos: ‘Ah,
¿sí?’, y eso hace que el otro siga con su carrete”, advierte el doctor García
Huete. Cuando se trata de concluir la conversación, evite interpelaciones y
apostillas.
2. No se
invente excusas. Soltar
por teléfono aquello de “perdona, pero es que me estoy quedando sin batería”,
aparte de burdo, es innecesario. Las mentiras piadosas no hacen daño, pero dar
excesivas explicaciones puede volverse en nuestra contra. “Las excusas son un
arma para el contrario: cuando le digo a un amigo que no quiero dejarle el
coche porque tiene un cable estropeado le estoy dando pie a que me diga: ‘Oye,
pues te arreglo el cable y te devuelvo el favor’. En el caso de una
conversación, es mejor decir simplemente: ‘Tengo cosas que hacer’. Eso nunca es
una mentira”, explica García Huete. “Siempre podemos engañar, pero estas
técnicas permiten no hacerlo. Nunca hay que decir algo que pueda dejar a la
otra persona cortada”.
3. Jaque en
tres movimientos. Empleándonos
con diplomacia seremos capaces de dar por terminada la conversación de forma
indolora para ambas partes. Esto se logra estructurando nuestra despedida en
tres bloques: “Primero, hay cumplir el objetivo del otro; luego, cumplir
nuestro objetivo; y, tercero, dejar una alternativa abierta”, dice García
Huete. Para ilustrarlo, el especialista recurre al clásico ejemplo del pelmazo
en el avión. “En aviones la técnica es muy sencilla: o me saco algo para leer o
‘Me ha tocado la hora de dormir’. Sería algo como: ‘Oye, discúlpame, me parece
muy interesante lo que cuentas [cumplo su objetivo], pero tengo unas cosas que
leer durante el trayecto [cumplo mi objetivo]. En todo caso, si acabo, luego
retomamos la charla [alternativa abierta]”, añade el doctor. El psicólogo José
Elias coincide: “Habría que decir algo así como: ‘Hemos disfrutado mucho con la
conversación, pero tenemos que finalizarla’. De ese modo, halagamos a nuestro
interlocutor, sonriendo y dando la oportunidad de poder retomar el contacto más
adelante”.
4. Resuma la
conversación. Un
resumen siempre es sinónimo de balance final. Si logramos intercalarlo en el
discurso del otro, estaremos a las puertas de una huida triunfal. “No estamos
creando conflicto y estamos terminando la conversación”, dice José Elías.
“Requiere aprender a tomar el control para que podamos contar incluso una
anécdota como transición a la despedida. Este tipo de habilidades te dan la
oportunidad de mantener la buena relación con la otra persona, puesto que no se
va a molestar”, añade.
5. Cambie de
tema. Si
el problema es el contenido del monólogo, soporífero o intrascendente, podemos
intentar cambiar de tema, que es básicamente cerrar una conversación y abrir
otra. “De cualquier tema que esté hablando la otra persona, siempre hay otro
con el que lo podemos relacionar”, sostiene Enrique García Huete. “De una
charla sobre unos problemas de pareja se puede pasar a qué vas a hacer estas
Navidades, y de ahí nos ponemos a hablar de las fiestas. Conseguimos que quede
como un giro natural de la conversación”.
6. Integrar a otras personas en la
charla. Pongamos
por caso que estamos en grupo en un acto social —una boda, por ejemplo— y uno
de nuestros conocidos nos acapara con su densa verborrea. En ese caso, un truco
bastante efectivo es el de incorporar a otros en la conversación. “Conseguimos
que el sujeto se dirija a ellos, y aprovechamos para irnos”, comenta el doctor
García Huete.