Ana M. Longo |
uppers.es | 13/03/2024
Se
trata de una respuesta física que busca controlar el sufrimiento mental
El primer
paso en las familias es, según los especialistas, “ser conscientes de que
existe un problema”
Hablamos
con jóvenes que sufren este problema: “Hay que pedir ayuda a los padres”
Está pasando cada vez
más. Teniendo en cuenta que los estudios revelan que el 70% de las psicopatologías aparecen en la infancia y adolescencia y que la pandemia ha agravado el problema, las
autolesiones como respuesta al sufrimiento íntimo también están aumentando. Los
padres pueden asustarse y no estar preparados para actuar frente a algo así.
Hablamos con expertos y con pacientes adolescentes para que nos expliquen lo
que debemos saber para poder intervenir correctamente.
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Cifras alarmantes
Según un estudio
realizado por la Generalitat
de Catalunya en 1.900 centros educativos durante 2022, un 26% de los estudiantes de entre 11-18 años se ha dañado físicamente
alguna vez. También desde la Fundación Manantial se realizó un estudio en 2023, en el que el 11.7% de los adolescentes con ansiedad manifiestan
autolesionarse “siempre o muchas veces”.
Mónica (nombre ficticio),
de 15 años y paciente del Centro Terapéutico Residencial Recurra Ginso, es una
de ellos. Lleva tiempo en terapia y destaca que cuando se autoinfligía daño era
después de periodos intensos de “miedo, soledad, tristeza o angustia”. Su familia se dio cuenta y la llevó
al psicólogo y al psiquiatra. Ella prometía no volver a hacerlo, pero ante los
picos de sufrimiento mental, la realidad es que volvía a recaer. “No busqué
ayuda antes porque no identificaba que estuviese mal y la necesitase”, explica.
Eso da cuenta de lo
importante que es detectar a tiempo que hay un problema que tratar. “A quienes
se autolesionan quiero decirles que busquen otras alternativas, que pidan ayuda a sus padres y vayan a algún
centro terapéutico o a un sitio parecido para que puedan mejorar y no tengan
necesidad de hacerse daño cuando se encuentren mal”, señala la joven, que ha
querido participar en este reportaje con el propósito de ayudar a otros
chavales en la misma situación.
Luis (nombre ficticio),
de 16 años, es otro de los casos que también se encuentra recibiendo
tratamiento en el mismo centro. Él también llegó a un punto en
el que se decidió a buscar ayuda. “Cuando me hacía daño sentía emociones
fuertes, como la tristeza, el agobio, la ansiedad. Creía que no podía lograr lo que me propusiese y que era un
inútil al que todos odiaban”, explica.
Su familia
le ayuda activamente en su
proceso de recuperación, lo que es muy importante para tener fuerzas y no rendirse.
“Los adolescentes deben pedir ayuda porque, aunque no lo crean, sirve de mucho.
Pueden escribirlo o expresarlo verbalmente. Que no se
guarden nada para ellos”, añade.
Detección temprana
“Una buena prevención comienza
por tener un buen vínculo con la familia y una buena
comunicación”, explica el doctor Celso Arango,
jefe del Servicio de Psiquiatría del Niño y Adolescente del Hospital General
Universitario Gregorio Marañón y asesor clínico de Recurra Ginso.
“En las familias donde se
pueden comunicar los problemas, donde todos se reúnen y discuten aquello que
les han ocurrido durante el día y que muestran interés, los
hijos tienen una mayor sensación de sentirse escuchados o apoyados,
y eso es muy importante para los adolescentes”, añade.
Pistas previas
En cuanto a las ‘pistas’
o síntomas que
pueden indicar que un adolescente está teniendo problemas que no quiere o no
puede aún expresar, Arango recomienda prestar atención a todo aquello que
represente un cambio en lo que ha sido hasta ese momento. Algunos ejemplos
podrían ser los siguientes:
·
Bajada en el rendimiento académico.
·
Ya no hace cosas o practica hobbies que le gustaban,
como salir con los amigos o hacer deporte.
·
Empieza a tener conductas anómalas, como llevar manga larga en
verano (para ocultar cortes y marcas).
·
Pérdida súbita de peso o un excesivo interés por todo lo que tiene que ver con los
alimentos, como las calorías.
·
El aislamiento social: Deja de comunicarse con la familia o
amigos.
Por otro lado, hay que
estar muy atento a las propias palabras que use el adolescente en su día a día
a la hora de relacionarse con su entorno. “No ha de banalizarse que el
adolescente hable de la muerte o algo relacionado con
ese tema, o de cierta desesperanza vital, que exprese que
no hay futuro y rechace un proyecto de vida”, sostiene el doctor Arango.
Buscar ayuda profesional
Para hablar de cómo
reaccionar frente a estas actitudes en los adolescentes, María Domínguez
Bidagor, enfermera especialista en salud mental del programa
ATRAPA (Acciones para el Tratamiento de la Personalidad en la Adolescencia) en
el Hospital General Universitario Gregorio Marañón, diferencia dos ámbitos: el
familiar y el profesional.
En el ámbito familiar,
suele resultar difícil para los padres entender por qué un
adolescente necesita autolesionarse para hacer frente a su día a día. “Pese a
que la primera reacción de las personas cercanas puede ser el rechazo, el enfado y
la incomprensión ante una conducta tan desadaptativa,
quizás sea el momento de preguntarse por qué y qué está pasando,
mostrar preocupación y ser conscientes de que existe un problema”, explica la
especialista.
El primer paso es buscar ayuda
profesional para estar cerca y “servir de apoyo no
punitivo”. Es decir, dar cabida y reconocimiento al sufrimiento que
el adolescente no está sabiendo poner en palabras para poder dejarse guiar por
los expertos.
Domínguez subraya la
necesidad de permanecer atento a lo que suceder, ofrecer espacios para
el encuentro o la escucha en ausencia de
juicios y mostrarse disponible para atender las necesidades
desde el cuidado y la ternura.
“A lo que concierne
el ámbito profesional hay que entender y atender
la disregulación emocional en los adolescentes
especialmente vulnerables que posiblemente se han desarrollo en
un entorno no facilitador para integrar las emociones y las sensaciones y
encontrar aquellas respuestas adecuadas a cada estímulo. Su desarrollo de estrategias
anómalas para modular las emociones está muy
presente. Son estrategias disfuncionales muy eficaces como las autolesiones”,
clarifica.
Para la enfermera es
imprescindible desarrollar modelos de tratamiento adaptados a
este tipo de patología y programas específicos de cara
a posibilitar el aprendizaje de habilidades de regulación emocional.
“En nuestro caso tenemos como modelo la terapia dialéctico-conductual que
estamos llevando a cabo desde hace unos años, el Programa ATRAPA, en el que se
atienden conductas que ponen en riesgo la vida, la continuidad del tratamiento
y dificultan la calidad de vida. Asimismo, se favorece el aprendizaje de
habilidades y la comunicación del adolescente con su entorno”, puntualiza.